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sábado, 30 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 7

CAPITULO 7: CASTIGO INQUISITORIAL

Cuando Tar me introdujo en la Dama de Hierro apenas me resistí. No me quedaban fuerzas e incluso a punto estuve de desplomarme.

El sonido del cerrar de la puerta de la Dama se me antojó un gran estruendo que se silenció cuando todos los pinchos del sarcófago vertical en que estaba metida se clavaron en mi piel, de la que no tardó en brotar sangre oscura, como no demoraron mis gritos en hacerse presentes, sobre los que se oían las poderosas carcajadas del inquisidor y de Selman, que había atravesado la Dama y estaba a mi lado regodeándose en mi sufrimiento.

Justo cuando pensaba que no podía sufrir más noté que la puerta de la Dama se abría y Tar me arrastraba para atarme de brazos a dos grilletes que colgaban del techo y elevarme tirando de una cadena que sujetaba ambos grilletes.

Me debatí intentando soltarme mientras sentía que me alzaba, pero de nada sirvió. Tampoco podía patalear mucho por lo débil que estaba.

-¡Suéltame, cabrón!-Chillé llorando.- ¡Yo no quería hacerlo!-Dije mientras miraba a Selman.-¡Tú me obligaste!-Le espeté al vampiro con rabia.

Tar rió, y al ver que no le miraba a él, me dijo con sorna:

-¿Con quién hablas, loquita? ¿Tanto te ha afectado el castigo de los hermanos que ya tienes visiones? Pues te aseguro que lo que te han hecho ellos no es nada comparado con lo que te voy a hacer yo, ya verás....Pero ¿Qué es eso de intentar robarnos, eh?¡Eso no se hace, Cris!-Dijo como si reprendiera a una niña pequeña.

Me giré y vi que el inquisidor se situaba detrás de mi y encendía su mechero del que brotó una gran llamarada que no me tocó pero que sí me transmitió su intenso calor mientras Tar echaba para atrás el látigo de fuego que formaba la llama del Zippo.

-¡No, por favor, Tar!- Chillé yo con los ojos desorbitados, que acabé cerrando al escuchar el restallido de la llama del látigo del mechero contra el suelo.

-Mereces ser castigada. Ya te advertí en su momento que no te dejaría pasar ni una.-Sentenció Tar mientras me daba un tremendo azote en la espalda con el látigo de fuego.

El dolor no tardó en venir, rompí a llorar gritando mientras el olor a cuero y piel quemada inundaba mi nariz.

Las lágrimas brotaban de mis ojos. Lloraba suplicando clemencia al inquisidor, que no dejaba de darme latigazos. Sentía el cuero de la parte de la espalda de mi traje fundirse y chorrear espalda abajo, quemando mi piel y metiéndose en las quemaduras que me producía el látigo de Tar.

Cuando cesó de golpearme soltó mis brazos de los grilletes y me hizo caer al suelo, de donde fui incapaz de levantarme.

-¡Hermanos!-Le oí gritar.-¡Acudid a la bóveda de Helios ahora. La ladrona que se hace llamar nuestra hermana está recibiendo su castigo!¡Venid y contempladlo!-

Y al instante vi aparecer a todos y cada uno de los moradores del Viejo Caserón: El Enterrador, Ymir, Blood, Segismundo, Jason, Regan, Espiral, Irina, Adri, Dani y Antonio, Moi y Álex.

Vi también como de una nube de humo negro se materializaba la figura del Emperador, que se situaba delante de todos los moradores, colocados a una distancia prudencial de nosotros.

A mi lado, Selman no había dejado de carcajearse y burlarse, y tuve la sensación, no sé por qué, de que a veces Tar y el Emperador le echaban miradas, como si ellos también pudieran verle, pero en aquel momento supuse que era una sensación mía.

Tampoco tuve tiempo de pensar en si realmente ellos dos podían ver el espectro del vampiro porque Tar me pegó de patadas mientras el resto de moradores reían, y cuando el inquisidor paró de patearme, vi que Antonio, Álex y Moi se acercaban a mi.

-¡No!¡Alejaos!-

Vi que Antonio, el nuevo morador al que se le había designado la función de cura, junto con los dos nuevos, los monaguillos, se acercaba a mi con un recipiente en sus manos, cuyo contenido vertió sobre mi frente, provocandome un dolor insoportable.

Grité mientras oia un sonido similar al de una Coca-Cola burbujeante que me causaba un tremendo dolor en la frente.

-Es ácido.-Dijo Antonio con un gemido lastimoso.- Aquí el agua bendita como que no pega mucho...- Rió mientras yo gritaba y me retorcía en el suelo y los dos monaguillos me alzaban la cabeza para que Antonio pudiera seguir arrojándome ácido en la frente.

Cuando me volvieron a empujar al suelo, supliqué piedad entre llantos, pero no sirvió de nada: Tar volvió a mi lado y me dijo mientras me pegaba una patada:

-Y aún me queda una sorpresita muy especial para ti, Cris...-Rió mientras me levantaba del suelo cogiéndome toscamente del brazo hasta hacerme daño.

-¡Enterrador!-Llamó Tar. Y el interpelado dio dos pasos, poniéndose algo más adelantado que el resto de moradores, llegando casi a la altura de donde estaba el Emperador.

-Ya sabes lo que tienes que hacer.- Dijo el inquisidor solamente.

El Enterrador asintió y, pala en mano, abandonó la sala de la bóveda mientras Tar me empujaba tirándome del brazo por la habitación hasta salir también de la estancia.

Vi que mis hermanos corrían hasta alcanzarnos y salir antes que nosotros y no supe para qué hasta que no los vi distribuidos a ambos lados del pasillo, escupiéndome mi culpa a la cara.

-¡Por tu culpa Nosfharatu ha muerto!-Me dijo Sara cuando pasé ante ella mientras me escupía una bocanada de sangre.

Abrí la boca para contestar, pero el bofetón que Tar me dio en la cara y sus palabras hicieron que me tragara mi comentario.

-¡Cállate, despojo!.- Me dijo.- !No eres digna siquiera de pisar el suelo que ellos escupen, así que cállate y sigue andando!-

Agaché la cabeza y proseguí la andadura mirando al suelo mientras los demás hermanos se burlaban y me recordaban mi culpabilidad cuando pasábamos por su lado, con escupitajos, patadas, comentarios, alguna que otra puñalada, Antonio y los monaguillos echándome ácido sobre la cabeza...

-No mereces estar entre nosotros.- Me dijo Espiral antes de asestarme una puñalada con su bisturí.

Cuando pasé junto a los zombies, Dani, Irina y Adri se abalanzaron sobre mi y la emprendieron a bocados con el brazo del que no me llevaba sujeta Tar, hasta que éste les apartó.

No me quedaba voz para seguir gritando, y dos veces tuvo que levantarme el inquisidor del suelo para continuar el camino.



Cuando se me ocurrió levantar la cabeza como pude, al fondo del pasillo vi la puerta del Caserón. La luz de la luna entraba levemente por ella. Estaba entreabierta. Me quedé embobada mirando el rayo lunar hasta que de un empujón, Tar me hizo caer al exterior....

lunes, 25 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 6

CAPITULO 6: ROBOS

Aquella noche no dormí en absoluto. La voz de Selman me impidió hacerlo. Retumbaba potente en mi cabeza, siempre diciéndome lo mismo: “Roba, Cris. Roba y dales su merecido a todos”.

Y al final acabé cediendo y recorriendo de puntillas y en absoluto silencio el Caserón mientras la voz de Sel me ordenaba:

-El anillo y el bisturí a Espiral, Cris...-

-¿El anillo?-Pensé yo.- Creí que no lo conservaba porque ahí estaban sus recuerdos...-

-Siempre lo lleva en el bolsillo de la bata y jamás lo saca de ahí. Supongo que el Emperador le ha hecho inmune al significado del anillo, en cierto modo.-

Me encogí de hombros mientras entraba en “El quirófano de los Horrores” y veía junto a la puerta una percha con la bata del doctor colgada.

Cerré con sigilo la puerta y hurgué en el bolsillo derecho. Efectivamente, ahí estaba el anillo. Lo cogí y lo oculté en mi puño cerrado.

-En el otro bolsillo tienes la llave de la celda de Blood. Cógela. Y coge también el bisturí. Ahí, en la mesa de material quirúrgico- Me dijo Sel.

Obedecí y salí de la sala cerrando la puerta.

-Blood. El peluche y el cuchillo. Róbaselos, Cris.-Me ordenó Sel.

Recorri el Caserón hasta llegar a la celda de Blood, que abrí con mucho sigilo para después entrar en ella y ver a la loca profundamente dormida, abrazada a su peluche y con el cuchillo tirado junto a ella.

Me acerqué de puntillas, procurando no hacer ruido, pero la voz de Sel me dijo:

-Tranquila. Ha recibido su dosis de Dormidina diaria. Ni una manada de elefantes que entrara ahora serviría para despertarla.-

Aun así, me acerqué a ella con cuidado y la arrebaté despacio el osito y el cuchillo, tras lo cual salí de la celda.

Después de Blood vino Jason, al que le quité su motosierra mientras dormía sobre la mesa del matadero; Luego Ymir, al que le arrebaté su cuchillo mientras yacía dormido tras la cristalera del circo; Y después, Regan, a quien quité su crucifijo cuya parte de arriba escondía el filo de un cuchillo...

Al pasar por la abadía, ya de regreso a la cripta, Selman me hizo detenerme.


-¿Por qué me haces pararme?-Pregunté yo confusa y recordando con cierto miedo la reprimenda del Emperador tras el asesinato de Nosfharatu.

-Porque ahora vas a hacer el más dificil todavía, Cris. Le vas a quitar el cubo a Tar.-Dijo el vampiro con malicia.

-No..-Respondí yo con miedo.- Si se entera de que he sido yo...-Mis palabras se vieron interrumpidas por un fuerte dolor de cabeza que me hizo retractarme enseguida de mis palabras.

-¡Vale, vale! Lo haré.-Dije mientras subía al cuarto de Tar en la abadía.

La tenue luz de la habitación apenas la iluminaba, pero me era suficiente para ver que no había ni rastro del cubo cuyo dueño ahora dormía plácidamente.

-¿Tú no sabes dónde está?-Pregunté en un pensamiento a Selman, que se rió.

-No lo sé, pero ahí está la gracia, en que lo busques tú, ¿No crees?.-Respondió riendo.

Resoplé mientras abría el cajón de la mesilla de noche que había junto a la cama del inquisidor y supliqué en silencio que no despertara mientras comprobaba que el cubo no estaba ahí pero que sin embargo estaba el libro que yo había encontrado en la biblioteca, aquel donde venían las lecciones de las que se valió para aprender el arte inquisitorial.

Justo cuando acabé de abrir el cajón noté que la respiración de Tar se detenía mientras se giraba dormido y dejaba de darme la espalda.

Con temor a que abriera los ojos y me descubriera, cogí el libro y de los nervios, cerré el cajón con estrépito y salí del cuarto como una exhalación, dando por supuesto que me había pillado.

Atravesé la abadía casi sin respirar, y cuando llegué a la cripta y cerré la puerta con cuidado, solté el aire que retenía mientras tiraba al suelo los objetos robados: el libro de Tar, los cuchillos de Ymir, Blood y Regan, la motosierra de Jason y el anillo y bisturí de Espiral.

Resoplé y grité a Sel:

-¡Joder! ¡¿Se puede saber por qué me has tenido que obligar a robar todo ésto?!-Chillé yo enfurecida.

Él salió de mi mente provocándome un ligero dolor de cabeza.

-Creo que Tar te ha descubierto, y no tardará en venir a pedirte cuentas....-Rió.

-¡Si no me hubieras obligado!¡Ahora se me van a echar encima!¡Maldito y mil veces maldito!-

La risa de Sel apagó mis gritos, y cuando el vampiro acabó de reir, alguien aporreó la puerta de la cripta y la voz de Tar no tardó en hacerse oir.

-¡Abre, Cris!¡Abre la puerta!-

-Mierda...-Susurré.

Me arrinconé en una esquina como si eso hiciera que no me viera o que dejara de gritar que abriera la puerta, pero ni mucho menos.

-¡¡Mi osito!!¡¡Mi cuchillo!! ¡¡Me lo han robado!!-Oi la voz de Blood, y después la de Ymir, y la de Regan, quejándose de que alguien les había robado sus objetos.
-¡Ha sido Cris!-Oí gritar a Tar, que seguía golpeando la puerta de la cripta.-¡Abre la puerta!

-¡Todo por tu culpa!¡Todo por tu culpa!¡Tú me obligaste!-Le grité a Selman, que no dejaba de sonreirme.

Al final y de un sólo golpe, Tar consiguió echar abajo la puerta de la cripta.

-¡A por ella, hermanos!-Rugió.

Y todos, absolutamente todos se me echaron encima. No sólo a los que les había robado, también los demás: los nuevos, Iri, Adri, Dani, Segis, Sara...Incluso el Emperador, se ensañaron conmigo en el interior de la cripta.

Me arrebataron mis sais e incluso las usaron para dañarme. Golpes, patadas, puñaladas... Intenté contener el llanto, porque no quería flaquear ante ellos, pero no pude y rompí a llorar suplicando eso que tan poco abundaba en el Caserón: compasión.

Por toda respuesta recibí sus risotadas y su nueva tanda de golpes, hasta que la voz de Emperador los detuvo.

-¡Basta!-Acto seguido todos dejaron de golpearme y se apartaron.

-Tar.-Dijo el Emperador.-Procede.-

Y entre la niebla que era mi visión debido al llanto distinguí la figura del inquisidor aproximarse a mi, alzarme de la pechera de mi traje y llevarme casi a rastras fuera de la cripta y por todo el Caserón hasta llegar a sus dominios, a la bóveda de Helios.

Sin dejar de llorar y suplicar clemencia, continuaba escuchando las risitas burlonas de Sel, que seguía fuera de mi mente y parecía divertirse con lo que veía.


Tar murmuraba algo que yo no alcanzaba a oir bien mientras me conducía por el Caserón, y cuando me arrojó brutalmente sobre la mesa de torturas de la sala de la bóveda supe que no me esperaba nada bueno...

miércoles, 20 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3": Capitulo 5

CAPITULO 5: CAZA MÚLTIPLE. IGNORANCIA

Aquella noche estaba acompañada por todos mis hermanos, que decidieron salir de caza conmigo, cosa para nada habitual en ellos, pues siempre solía salir con quien mejor me llevaba: Blood, Espiral, Ymir, Segis y Regan, o incluso, como la última vez, solamente con Blood e Ymir. Según quien quisiera acompañarme, si es que me querían acompañar.

Aquella noche, después de que Jason me instara a salir, todos me estaban esperando en la puerta del Caserón, y cuando salí de éste, no tardaron en seguirme.

No les puse impedimento alguno en que lo hicieran, porque deduje que así lo había ordenado mi señor el Emperador, así que les dejé que me siguieran.

Todos iban tras de mi, en silencio. Todos excepto Segis y Blood, que de vez en cuando soltaban risitas histéricas y los tenía que sisear para que se callaran.

Nos escondimos en el interior de La Cueva de las Tarántulas aguardando a que el revisor le echara la última ojeada a la atracción antes de marcharse a casa, como era costumbre.

No sé qué les pasaría esa noche a mis hermanos, pero no paraban quietos. Ni siquiera Antonio, Alex y Moi, los nuevos: haciendo ruido, riendose por lo bajini en mitad del silencio de la cueva...Y claro, mi presa se acabó dando cuenta.

-¿Hay alguien ahí?-Le oi preguntar.

Siseé pidiéndoles silencio mientras permanecíamos escondidos tras la vagoneta de la antigua “1910 The Old Mine” que en los tiempos de la atracción de la mina bajaba por una vía para casi chocarse con los vagones que pasaban en ese momento. Una suerte que el vagón permaneciera ahí. Era uno de los pocos sitios de la cueva tras los que nos podíamos ocultar. Insté a mis hermanos a echarse hacia atrás y a entrar en el túnel en el que estaba la vagoneta para impedir ser vistos, pero ellos siguieron con sus risitas, haciendo que el hombre viniera hacia donde estábamos.

-¿Quién anda ahí?-Preguntó.

Para más inri, Jason decidió poner en marcha su motosierra un breve instante mientras soltaba una risotada que retumbó en la cueva, seguida de la risa del resto de mis hermanos. Enarqué una ceja y los miré:

-¿Qué coño estáis haciendo, se puede saber?-Les grité enfadada.

-Hoy no te toca a tí, Cris...-Me dijo Espiral con una risita mientras salía corriendo y saltaba sobre el revisor de la atracción.

-¡Vamos!-Bramó el doctor, a cuya llamada acudieron el resto de moradores.

Salí tras ellos algo confusa e intenté hacerme hueco para disfrutar del festin, pero mis hermanos me apartaron de la presa a empujones y sin decir palabra.

Intenté buscar sitio junto al trío de novatos, pero me hicieron a un lado a empujones y no tardé en sentir las tres frías miradas de los zombies clavarse en mis ojos.

Pude haber saltado sobre ellos, y lo habría hecho de no ser porque sabía lo que podía pasarme y llevaba los cadáveres de tres de mis hermanos de vuelta al Caserón, por muy novatos y recién reclutados que éstos fueran.

Solté un bufido y huí de la cueva.

-Vaya, parece que no te hacen ni caso, ¿Eh?-Rió la voz de Selman en mi cabeza mientras yo escalaba hasta lo alto de la Lanzadera en busca de algo de evasión...Y de comprender qué estaba pasando.

-Cállate.-Dije con un gemido lastimero.

Estaba muerta de hambre, y mis hermanos me habían arrebatado la que parecía ser la única pieza de la noche.

Selman volvió a la carga:

-Te están haciendo el vacío por el simple hecho de que por tu culpa Nosfharatu cayera bajo la espada del inquisidor...- Canturreó burlón.

Apreté puños y dientes, furiosa.

-¿Solo sabes hacer eso?-Rió el vampiro.- Vamos, deja de quejarte en silencio y pasa a la acción de una vez...Róbales. El anillo a Espiral, el cuchillo a Blood...- Hizo una pausa.- ...El cubo a Tar...Róbales a todos, Cris. Merecen un escarmiento.-

-Que, ¿Qué?-Pregunté casi riendo.- Tú sabes la que se puede liar si les robo.-Le pregunté.

-Sí, sé la que se puede liar.-Dijo justo antes de que me brotara un terrible dolor de cabeza.

Me llevé la mano a la frente y contuve un grito. A punto estuve de perder el equilibrio y caer Lanzadera abajo...

-Si no haces lo que te digo te voy a seguir dando el coñazo por los siglos de los siglos amén, porque tú me mataste, y hace tiempo juré que me vengaría...-Dijo riendo.- Así que no tienes otra. ¡Roba!¡Roba!¡Roba!-Me azuzó mientras la jaqueca remitía y yo soltaba un “Está bien” en mi cabeza para hacerle callar.

Salté desde la Lanzadera y aterricé en el suelo con suma facilidad poniendo rumbo al Caserón no sin antes agudizar el olfato por si hubiera alguna otra presa, pero por lo que mi nariz me decía no sería así. Esa noche me tendría que ir al ataúd sin cenar...

Sentía la lengua seca y un terrible vacío en el estómago.

Resoplé mientras entraba a la casa sin dejar de escuchar las risas de satisfacción de Selman en mi cabeza.

Recorri la casa sin fijarme siquiera si había moradores o no, y cuando llegué a la cripta, cerré de un portazo y no fui precisamente suave al bajar la tapa de mi ataúd y echarme a dormir esperando el día siguiente para volver a asustar....


Hasta en sueños, Selman murmuraba dos palabras en mi mente: “Robo y venganza”...

sábado, 16 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 4

CAPITULO 4: DESPRECIO

Entramos a la bóveda e indiqué a los nuevos que pasaran delante de mi.

-¡Inquisidor!-Llamé a Tar, que parecía no estar.-¡Aquí tienes a los nuevos!-Dije dándome la vuelta para salir, pero la voz de Tar me detuvo.

-Muy bien, Cris.- Me giré y asentí ligeramente mientras miraba al inquisidor, que sostenía el cubo que antes me entregara el monje entre sus manos, como un preciado tesoro. En los ojos de Tar se reflejaba odio y venganza, y así me lo hizo saber su voz despótica.

-Ahora vete, ya ajustaremos cuentas luego.-Me dijo con furia contenida.

No me lo pensé y huí de la sala de la bóveda a paso ligero, pero me detuve justo en la puerta cuando la voz de Selman rió en mi cabeza.

-¿No te gustaría saber lo que va a pasar, Cris?- Me tentó mientras me asomaba un poco para ver lo que sucedía en la sala.

-Pero, ¿Y si me descubre el inquisidor?-Pregunté temerosa en un susurro.

-Si te descubre, le echas ovarios y te defiendes, que para eso tienes armas...-Me contestó.

Resoplé y me escondí más tras la puerta, observando.

Tar les estaba dando ropas a los nuevos mientras les indicaba:

-Tú. Antonio has dicho que te llamabas, ¿no?-Preguntó al chico de las gafas que asintió con un gemido quejumbroso.

-Bien, Antonio. Serás el exorcista de Regan, al menos ante los visitantes antes de hincarles el diente cuando te corresponda.- Le dijo entregándole la sotana, el alzacuellos y el crucifijo que el zombie se puso torpemente entre quejidos.

-Moi, Álex.-Les indicó Tar a los otros dos.- Vosotros estaréis en todo momento junto a Antonio. Seréis los monaguillos, por así decirlo. Os alimentaréis de los visitantes de los que él se alimente. Cuando se os de la orden, que esa es otra. Sólo atacaréis cuando se os indique. Nunca antes ni después. Aquí nadie va por libre. Os debéis al Emperador. Y a mi cuando éste lo diga. ¿Queda claro?-Preguntó.

Los tres asintieron y Álex y Moi acabaron de ponerse las túnicas blancas de monaguillos entre quejidos.

-Ahora marchaos.-Ordenó el inquisidor, y mientras los veía irse, su voz los detuvo en seco.

-Una última cosa...- Dijo mientras los tres interpelados se giraban para atender.

-Esa chica...Cris, la vampira.-Dijo con desprecio.- Terminantemente prohibido dirigirla la palabra. Ni saludarla siquiera, ¿Estamos?-

-Sí...-Gimieron los tres zombies.

-Ups, eso duele, Cris....- Oí burlarse a la voz de Sel en mi cabeza con un risita.

-Cabrón...- Dije yo, y al instante me tapé la boca con la mano al ver que el inquisidor se paraba en seco y chistaba a los tres zombies.

-¡Shhh¡¡Quietos!- Gritó haciendo que se pararan.

Cerré los ojos y contuve el aliento luchando por no respirar, pero por lo que se veía, ya era tarde. Me había pillado. Abrí los ojos justo cuando vi volar una daga que vino a clavarse en mi hombro.

Grité y caí al suelo mientras como podía me sacaba la daga del interior de mi hombro.

Oí la risa del inquisidor y sentí fuego quemarme y oprimirme la parte baja de las piernas mientras me arrastraba a los pies del inquisidor. Un olor a cuero y carne quemada me inundó la nariz mientras el dolor me oprimía los tobillos y sentía que la parte de las piernas de mi mono de cuero se churruscaba.

Grité y la opresión de los tobillos desapareció, pero el dolor seguía ahi.

Alcé la mirada al inquisidor como pude, y vi que sostenía su zippo, del que salía una imponente llama que hizo restallar en el suelo, como si fuera un látigo. El sonido me produjo escalofríos.

-¿No te ha dicho tu mami, Cris, que no está bien escuchar detrás de las puertas?.-Rió Tar.-Ah, no, espera...Que todos allí fuera se han olvidado de ti.-Se carcajeó.

-Yo no quería..-Lloré mientras mi mente le decía “ha sido tu culpa” a Sel.

-Excusas, excusas...-Dijo el inquisidor mientras en mi cabeza Sel se continuaba riendo. Parecía estar pasándolo realmente bien con mi sufrimiento.

-¡Mirad!-Oí decir al inquisidor a los nuevos mientras me señalaba con un dedo acusador.- ¡Por su culpa ha muerto un hermano!¡Justo antes de que vosotros llegarais, nuestro señor dio muerte al monje de arrepentidos por su culpa! ¡Vamos!¡Echadla de aquí, no quiero verla!- Ordenó mientras los tres zombies me pegaban de patadas hasta echarme de la sala de la bóveda de Helios.

Y a patadas me llevaron a la cripta.

En el camino me encontré con todos los demás moradores: Ymir, Blood, Regan, Espiral, Segis, Dani, Iri, Adri, Jason...Todos. Y ni uno ¡Ni uno! Se dignaron siquiera a ayudarme.

Pasaron olimpicamente de mí.

Ni siquiera el Emperador, que aguardaba a la puerta de la cripta, hizo nada por detener a los nuevos que continuaban pateándome hasta hacerme entrar en la sala, donde me dejaron sola tras un tremendo portazo.

Las lágrimas afloraron de mis ojos, pero no me lamenté. No quería dar ese placer a Sel, que no dejaba de reirse.

-Demonios, Cris. No sabes cuánto deseaba que llegara este momento: el momento de verte sufrir, sola, consumida por el dolor.-Sentí un ligero dolor de cabeza y vi a el espectro de Sel, materializado ante mi.
Lo miré con rabia, me levanté como pude y salté sacando fuerzas de donde no tenía, puños en alto, para, de un puñetazo, acallar al fantasma. La jugada me salió mal y sólo atravesé a Sel, para dar con mis puños en la pared, causando la risa del espectro.

-¿Has olvidado que soy un fantasma?- Rió mientras yo resoplaba y sentada en el suelo me cortaba como podía con la mano los trozos de cuero quemado de la parte del pantalón de mi mono.

Hecho ésto, me miré la herida del hombro de la daga de Tar. No era gran cosa, sólo el dolor del principio. Sobreviviría.

La ira me invadió al pensar en el inquisidor, en el odio que albergaba hacia él y pensando en ésto estaba cuando Sel volvió a introducirse en mi mente e interceptó mis pensamientos.

-Róbale.-Me dijo con un susurro tentador.- Quítale el cubo, Cris.-

Negué con la cabeza, desterrando el pensamiento y a Selman de mi mente por un instante, justo cuando llegaba a mis oidos un ruido de motor, cada vez más cercano.

Jason hizo su aparición, motosierra encendida en mano.


-¡Hora de la caza!-Dijo histérico...

jueves, 14 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 3

CAPITULO 3: NUEVOS MORADORES

-Cris. Más que satisfacerme me decepcionas.-Dijo.

Bajé mi mirada al suelo, incapaz de sostenérsela.

-Mírame cuando te hablo.-Ordenó con voz fría haciendo que le mirara con miedo.- ¿Has visto lo que has hecho? Por tu culpa Nosfharatu ha muerto.Si no le hubieras seguido el juego... Verás cuando se enteren los demás hermanos...-Me reprendió.-No creo que se lo tomen nada bien.-

-Oh si, ya verás, Cristinita la que te espera...-Dijo Selman.-Me voy a divertir muchísimo...Y si después de todo ésto no acabas muerta...Poquito te va a faltar...-Rió.- Espera a que se enteren los demás moradores...-Sonrió.

Le lancé una mirada de ira al fantasma, pero por lo que se veía, para el Emperador sólo miraba a su lado, supongo que por no dirigir mi mirada enfadada a él.

-¡Mírame, Cris!-Me chilló furioso.

Volví mi vista a mi señor y el gesto de enfado de mi cara desapareció, dando paso a una expresión sumisa.

Sonrió, suspiró y cerró por un momento los ojos.

Escuché la risa del fantasma del vampiro y le oí decir con voz histérica:

-¡Los está avisando, Cris!¡Los moradores se van a enterar de lo que has hecho! ¡Jajajajaja!-Rió.

Resoplé pero seguí mirando al Emperador, que cuando abrió los ojos me sonrió.

-Tus actos van a sumirte en la más terrible soledad, y con ello pagarás tu culpa.- Me espetó.- ¡Y ahora vete!-Chilló.

En ese momento un dolor agudo sacudió mi cabeza.

-Bu.-Me dijo la voz de Sel, que había vuelto a introducirse en mi mente.

Me acaricié la frente intentando hacerle irse, pero no fue así, porque su risa seguía retumbando en mi cabeza, y se mezcló con la carcajada del Emperador mientras echaba a correr a través de la abadía al oir los tres aldabonazos que indicaban que entraba el primer grupo de visitantes del día.

Me agazapé en el techo y aguardé a que los incautos entraran.

Entraron sólo tres chicos:

Uno de ellos era alto, moreno, y llevaba gafas; el otro parecía ser el más alto de los tres, muy moreno de piel; el tercero parecía ser el de menos edad. También era alto, moreno y algo pálido, y por el parecido con el chico de las gafas, deduje que debían ser hermanos.

Los miré relamiéndome. Aún no había comido y sólo entonces fui consciente de que tenía hambre.

Salté del techo al suelo, delante de ellos.. Gritaron por lo sorprendente de mi aparición, y yo seguí parada ante ellos, relamiéndome.

Uno de ellos, el más alto, me miró desafiante y dijo:

-Pero mira a quién tenemos aquí, ¡A la condesa Drácula! ¡Jajajaja!-Rió.- Aunque con el monito ese de cuero te pareces más a la de “Underworld”...-Siguió riendo, y su comentario me hizo reir hasta a mi. Una sonrisa retorcida y un pensamiento: “Verás qué poquito te burlas dentro de un momento, chulo”

-Shh...Cállate, Moi...- Oí susurrar al chico de gafas. Él y su hermano parecían estar asustados de verdad. El tal Moi mantenía la expresión chulesca y seguía riendo.

El tercer chico intervino y tiró del brazo de su hermano, al que no soltó en ningún momento.

-Venga, Antonio, tira para delante, que tengo miedo...-Dijo asustado.

El chico de gafas dio dos pasos; yo di dos más hacia ellos, sonriéndoles con malicia. Su sangre golpeaba mis napias, y por el olor, prometía ser deliciosa. Los miré: el sudor perlaba la frente de los tres. Los dos hermanos casi temblaban mientras continuaba acercándome a ellos; Moi seguía impasible, desafiando con la mirada y la sonrisa chulesca.

-No me digáis que os asusta el Caserón...-Dije yo de guasa. Mi voz sonó ávida, deseosa, casi como un gemido de placer. Estaba empezando a perder el control y sabía que no tardaría mucho en abalanzarme sobre ellos y vaciarles las venas

Ellos tres retrocedieron mientras Moi se echaba a reir.

-¿A mi asustarme? Tú lo flipas...-Rió.

Resoplé, saqué mis colmillos y salté hacia ellos, pero antes de que pudiera tocarlos, noté cómo alguien me lo impedía y me empujaba haciendo que me empotrara contra la pared de la cripta. Caí al suelo y me levanté confusa mientras oía los gritos de los tres visitantes.

Los zombies Adri e Irina estaban dando buena cuenta de ellos, gruñéndose por los mejores trozos de carne. Vi aparecer frente a mi a Dani, el zombie que quedaba, que me dijo con voz fría:

-Hoy no te toca a ti, Cris. Estás castigada. Además, el Emperador tiene planes para ellos.- Dijo señalando a los visitantes que se revolvían bajo los zombies.

Dicho ésto, se alejó y se abalanzó sobre los visitantes, a los que devoró junto a sus hermanos los zombies, que una vez se hubieron saciado abandonaron la sala ignorando mi pregunta de a santo de qué venía todo ésto. Por toda respuesta, me dieron el estruendo de la cripta al cerrarse.

En ésto, vi cómo los tres visitantes que yacían en el suelo empezaban a convulsionarse, primero lentamente y luego más rápido. Sus gritos atronaron mis oidos cuando los espasmos aumentaron de intensidad y los chics se retorcían en el suelo, intentando aferrarse a él debido al desgarrador dolor. Estaban mutando. Pero ¿Por que? ¿No se suponía que teníamos que matarlos?
Era evidente que ésta vez no.

Al levantarse, los vi: llenos de heridas sangrantes y gimiendo quejumbrosos. Antonio, el chico de las gafas, estaba en medio, los otros dos le flanqueaban.

-Hola, hermana.- Me dijeron al unísono con un gemido lastimero.

En ese momento, la voz de mi señor retumbó en mi cabeza.

-Condúcelos a la bóveda de Helios. El inquisidor les entregará lo necesario para comenzar su jornada.-

Asentí.


-Seguidme.-Les dije saliendo de la cripta...

domingo, 10 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 2

CAPITULO 2: EL CUBO

-Escúchame, Cris.-Me empezó a decir entre susurros mientras echaba un nuevo vistazo alrededor.
-Sé que odias a Tar con todas tus fuerzas. No eres la única que lo hace, créeme.-Hizo una pausa, cerró los ojos y cuando los abrió continuó con un susurro iracundo que reflejó todo el odio que acumulaba dentro de sí contra Tar y que pareció salir en ese momento a través de sus palabras.

-Nos torturó a todos Cris. Cuando llegó aquí nos torturó a todos, primero por aprender a ser el inquisidor que es ahora; luego por diversión, y desde entonces no paró. Todo por placer Cris...Se detuvo.-Bueno...-Rió con cierto sarcasmo.- Creo que no hace falta que te pregunte lo que te hizo a ti, ¿Verdad?-

-No.No hace falta.-Dije yo con los dientes y puños apretados, intentando acallar la voz de Selman que le daba la razón al monje y me instaba a que matara a Tar.

Tosí haciendo callar a Sel y continué escuchando a Nosfharatu, que se quitó la capucha y me mostró su rostro, casi completamente lleno de quemaduras.

-Vénganos, Cris. El inquisidor no merece estar entre nosotros.-Hizo una pausa y señaló su cara.- Ésto me lo hizo él. Sé que no te conmueve, ni espero que lo hagas, pero vénganos. Si no por mi, por tí y los demás hermanos que hemos sufrido en manos de ese sádico.

-Tú eres la única que puede derrotarle. Válete de las lecciones de lucha como excusa, aunque dudo seriamente que puedas vencerle, por eso...-

Se detuvo y rebuscó algo bajo su túnica. Cuando sacó lo que buscaba, me lo mostró: Un cubo de madera con bellos adornos dorados tallados en él.

Cogí el cubo y lo observé girándolo en mis manos. Los dibujos tallados en color oro destellaban a la tenue luz de las velas de la abadía.

-Era de Luna, su hija. Su juguete favorito. Se lo regaló a Tar.- Me dijo mientras yo contemplaba el cubo.

-Debes usar el pasado del inquisidor para derrotarle, Cris. Úsalo, ablándale y cuando le tengas donde quieres, derrótale sin más. No tengas piedad.-

Negué con la cabeza.

-No.-Dije.- Ya jugué esa baza una vez y no se lo tragó.-Dije recordando la vez que me torturó y yo me valí de mi parecido con Luna para intentar aplacarle.

El monje suspiró y dijo:

-Pero es la única mane...-Antes de que pudiera acabar la frase, vi aparecer la espada del inquisidor a través del estómago del monje y descendió más abajo y luego otra vez arriba, partiendo en dos a Nosfharatu, al que ni siquiera le dio tiempo a gritar.

Ambas mitades del monje cayeron al suelo, la sangre me salpicó, pero ni me inmuté mientras descubría a Tar blandiendo su espada al lado de los restos de Nosfharatu. En sus ojos ardía la ira, mientras se acercaba a mi despacio. Esbocé una dulce sonrisa y avancé dos pasos hacia él mientras le mostraba el cubo.
-¡Papá!-Dije mientras le veía salir corriendo hacia mi con intención de atacarme, espada en mano, pero antes de que se hubiera acercado suficiente, una nube gris apareció entre nosotros y se materializó en la figura del Emperador, que cogió el cubo de mis manos, volvió su vista a Tar y se lo ofreció.

-Toma. Y ahora vete. Tengo una charla pendiente con ésta señorita.-Dijo mirándome un segundo.

Tar resoplo y chocándose conmigo adrede emprendió la marcha a su cuarto de la abadía. Oí el estruendo de la puerta de la habitación de Tar al cerrarse. Miré al Emperador con miedo y sentí cómo me temblaban las piernas.

La voz del fantasma del vampiro retumbó en mi mente:

-Vaya, parece que el Emperador va a tener que castigarte...-Rió.- ¡Ésto no me lo pierdo!- Dijo mientras aparecía su espectro junto al Emperador que pareció no haberle visto.

-¿Qué te pasa, Cris? Parece que hubieras visto un fantasma.-Rió el Emperador al ver mi cara de sorpresa ante la aparición del espíritu de Sel.

Pensé que el Emperador se había percatado de la presencia etérea del vampiro, por eso empecé a balbucear:

-Yo, no...él...-Dije señalando al fantasma.

Mi señor alzó la vista hacia las escaleras que subían a los cuartos del monje y de Tar en la abadía, como si no hubiera visto a Sel.

-No te preocupes por Tar. Acumulará más odio y eso os vendrá bien para combatir.-Sonrió volviendo su vista a mí.- Pero eso no es lo importante.-Dijo clavando su mirada ahora llena de ira en mi.

Sentí un escalofrío mientras veía a Sel sonreirme junto al Emperador, que no se percataba de su presencia.


-Esto empieza a ponerse turbio para ti, Cris...-Me dijo el vampiro antes de que el Emperador empezara a hablar...

sábado, 9 de noviembre de 2013

Relato:"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 1

Gracias a Álvaro (Tar Sekelthôr por, una vez más, plasmar las escenas de lucha) :)

CAPITULO 1: DUELO

Sentí el rasgar de Maleval, la espada del inquisidor, sobre el cuero de la parte de la pierna de mi traje. No tardó en brotar la sangre y aflorar un pequeño dolor. Lo ignoré y contraataqué, girando mis sais en mis manos y abalanzándome sobre Tar con un salto, pero él, con gran rapidez, consiguió esquivarme.

Cris y el inquisidor.
Ilustración realizada por: Antonio Ocaña
En todo el tiempo que llevaba en el Caserón como criatura oscura, había aprendido todo cuanto el libro que encontré en la biblioteca sobre el manejo de sais pudo enseñarme, hasta el punto de manejarlas casi con total destreza... Pero admito que sin el entrenamiento del inquisidor no habría mejorado mi táctica de combate… y eso era lo que más odiaba.

Volví a embestir y la sala de la bóveda de Helios se llenó del ruido de entrechocar de metales. Las sais eran como una extensión de mi cuerpo, me sentía en total sintonía con ellas, lo que aproveché para atacar con ferocidad letal a mi Oscuro Maestro.

Entonces, él pasó al ataque, haciéndome retroceder con golpes furiosos y obligándome a retroceder por la bóveda. Retrocedí hasta quedar acorralada contra la pared; sólo un salto desesperado evitó que Maleval me ensartara como un pollo, pero Tar no cesó en su ataque, saltando detrás de mi para perseguirme.

Mis fuerzas flaqueaban; Tar era demasiado fuerte y diestro para mi. Intenté golpearle en el brazo con mi sais derecha para obligarle a cubrirse y así poder apuñalarle con la sais izquierda, pero se anticipó al ataque y con un movimiento circular desvió mi Sais diestra y la hizo chocar con la izquierda, dejándome vulnerable a su ataque. Entonces me propinó una demoledora patada en la cara que me derribó y aturdió. Antes de que pudiera hacer nada, la punta de Maleval se situó en mi cuello, tan cerca que pude notar como me rasgaba la piel y brotaba la sangre. Miré al inquisidor con odio

-No dejes que el odio te ciegue, joven aprendiz – Dijo con maldad – Te he enseñado todo lo que sabes, pero no todo lo que yo sé....- Ríó, y yo clavé mis ojos en los suyos, amarillos como las llamas más ardientes mientras recordaba cómo habíamos llegado a esa situación:

-Veo que te defiendes bien, Cris.- Rió el Emperador entrando en la cripta cierto día que yo me hallaba poniendo en práctica mis conocimientos con las sais. Miré con rabia que a su derecha se hallaba Tar y no me faltó nada para espetarles que se fueran, pero no lo hice por respeto a mi señor. Al contrario, me detuve e hice una ligera reverencia.

-Gracias, mi señor.-Sonreí.

-...Sin embargo, sola no vas a llegar a ningún sitio. Necesitas un adversario, y yo tengo al candidato ideal.-Puso una mano sobre el hombro de Tar.- El inquisidor. Es el más diestro con la espada y será un buen maestro para ti.-Dijo.

Iba a protestar, pero no lo hice por miedo a la represalia y porque mi señor estaba delante. En consecuencia me tragué mis palabras.

-Eso será precisamente lo que motivará las lecciones, Cris.-Dijo mi señor como si supiera que el pensamiento reinante en mi mente en ese momento era la palabra “odio”.-El odio que os tenéis mutuamente. Y tú, Tar.-Dijo mirándole.- Puedes enseñarla como quieras. Voluntariamente (que dudo mucho que ella acepte) o acrecentando su odio provocándola de vez en cuando.

Cuanto más hablaba mi señor, más ira acumulaba yo en mi interior, pero seguí guardándomela, hasta que la voz de Selman sonó en mi cabeza:

-Tu oportunidad, Cris. Demuestra tu fuerza y mátale en cuanto puedas.

-”Cállate que bastante tengo ya con lo que tengo...”-Gritó mi mente rabiosa.

Negué con la cabeza mientras oia la risa de Sel y observaba cómo el Emperador abandonaba la cripta y el inquisidor se acercaba a mi, despacio, con una sonrisa maliciosa casi divertida.

-¿Sabes en qué estoy pensando ahora, Cris?-Me preguntó mientras yo me puse en guardia alzando mis sais.-En la primera vez que te hice estallar en llamas...Fue una sensación de placer supremo. Me enamoraban tus gritos y el sonido del crepitar del fuego contra tu cuerpo. Y el ver que no te defendías me resultaba tremendamente excitante.- Caminé hacia él y salí de la cripta mientras oía sus comentarios azuzándome a perseguirle para darle batalla. Entre eso y la voz de Selman que me animaba a pelear acabé envuelta en un cruento combate contra Tar en la sala de la bóveda.

Y a partir de entonces el inquisidor visitaba a diario mi cripta para descargar sobre mi su ira y hacerme estallar de rabia con sus comentarios hasta que de nuevo acabábamos combatiendo en la sala de la bóveda.

Así fue mi aprendizaje con las sais.

La voz de Tar me hizo abandonar mis recuerdos.

-Lárgate.-Me dijo.

Había apartado su espada de mi cuello y un pequeño chorro de sangre oscura brotaba de la herida. Me la taponé con la mano y sin decirle nada salí de la sala de la bóveda en dirección a la cripta.

Al pasar por la abadía, Nosfharatu, el monje de Arrepentidos me llamó muy serio.

No pude evitar sorprenderme, ya que no tenía trato con él.

¿Qué podía querer de mi? Presentí que nada bueno, ya que pertenecía al círculo del inquisidor, que si no estaba en la bóveda estaba en la abadía.

-¿Qué queréis?-Le pregunté con respeto.
A pesar de que se relacionara con Tar no tenía motivos para odiarle, así que me mostré sumisa.


-Ven conmigo. Tengo que decirte algo.- Dijo mirando a todos lados como si temiera que alguien nos descubriera mientras me llevaba a una esquina de la abadía...

lunes, 4 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Prólogo

PRÓLOGO

Al fin había encontrado mi lugar. Sangre, gritos y dolor a diario se encargaron de golpe de que olvidara mi antigua vida.

Me llevaba bien con todos mis hermanos: Blood, Ymir, Regan, Espiral, Segismundo y yo nos hicimos inseparables. Tanto que el resto nos conocía como “El sexteto loco”.
Con Jason, el Enterrador, Dani, los Just4Rides, Sara y los Movie Maniacs, la relación era más distante, pero también me llevaba muy bien con ellos.

Con el inquisidor...Mejor dejémoslo. Digamos simplemente que le temía. Sabía que estaba en su punto de mira debido al odio que sentía hacia mí; sabía que estaba esperando que yo diera un mínimo traspié para poder tostarme con su mechero. La maldad que se reflejaba en sus ojos amarillos me lo decía cada vez que me cruzaba con él.

Sentada en mi ataúd, miré mis sais y recordé cuánto habían cambiado las cosas desde mi entrada al lado oscuro, y sobre todo desde que el Emperador nos reunió a todos para darnos nuevas órdenes.

Recordé cada instante exacto de aquella reunión:

Todos agrupados en la biblioteca, el Emperador en lo alto de la escalera, Tar un escalón más abajo, a su derecha; los moradores y yo, al pie de los escalones, yo unos pasos por delante del resto.

Desde mi entrada al lado oscuro, el Emperador me concedió un rango de superioridad sobre los moradores, no sé por qué. El caso es que así lo hizo. Y en mi posición me mantuve, escuchando las palabras de mi señor con suma veneración y respeto.

-Criaturas.-Comenzó.- Tras la ardua lucha que hemos mantenido con la pequeña Cris, es hora de que éste Caserón vuelva a ser el que era tras la muerte del Amo lord Malevus: ¡Un río de sangre!. Y así debería haber sido si Cristina no se hubiera desviado...-Dijo clavando sus ojos en mi.

En ese momento, la voz de Selman, el vampiro, sonó en mi mente:

-No le escuches, Cris. Cárgatele. A él, a Tar ¡A todos!. Se lo merecen por haberte destrozado la vida.-Me azuzó con una risita demente como jamás se la había oido.

Negué con la cabeza. Sabía lo que estaba intentando: quería convencerme de que mis hermanos y mi señor me habían destrozado la existencia, para así poder matarlos (o al menos intentarlo), pues dudaba que el Emperador y Tar fueran fáciles de destruir. Sin embargo, ni mucho menos deseaba matarles. Al menos no al Emperador y a mis hermanos, porque a Tar...Habría saltado sobre él y le habría vaciado las venas de sangre de haber podido en aquel momento.

Una pena que se hallara a la diestra de mi señor. Y una pena también que me tuviera bajo amenaza. Recordé lo que me pasó la última vez: el dolor, la cicatriz de mi muñeca...

Apreté los puños y gruñí furiosa.

-¿Qué te pasa, Cris?-Me preguntó el Emperador.- ¿Algo que objetar?-

-No, mi señor.-Dije yo sin sonar muy convincente.

-Miente.-Sentenció Tar.-No se ha enterado de nada, mi señor.-

El Emperador me miró con expresión divertida, casi como si estuviera escuchando la voz que en mi mente me decía en aquel momento:

-No te lo pienses, Cris y mata a ese cabrón. Se lo merece, por todo lo que te ha hecho.- Siguió Selman en mi cabeza.

-”Cállate”-Pensé enfadada.

Y lo último que oí fue su risita.

Me concentré en la mirada de mi señor sobre mis ojos, esperando que yo volviera a prestar atención, y así lo hice.

-Como iba diciendo, criaturas, las cosas aquí van a cambiar y mucho. ¿Recordáis lo bien que lo pasábamos antaño asesinando visitantes?-Sonrió. Y yo recordé vagamente el matadero de Jason teñido de sangre que salpicaba sobre mi rostro mientras el de la motosierra usaba su arma contra todo visitante que entraba en la sala. Recordé mis gritos aquel día. Era obvio que recordaba un pasado muy lejano, porque ni siquiera me estremecí.

Seguí escuchando atenta las palabras de mi señor, que en ese momento estaba proclamando que las cosas volverían a ser como entonces: que no dejaríamos títere con cabeza y mataríamos a todo visitante que osara entrar en el Caserón.

Cuando acabó su discurso, todos lo aclamamos y vitoreamos, reverenciándonos ante él y su suprema voluntad.

Miré de reojo al inquisidor: permanecía en silencio, con la mirada fija en todos nosotros. Cuando su mirada llegó a mí, sentí un escalofrío y aparté mi mirada justo cuando mi señor daba por finalizada la reunión y nos ordenaba retirarnos.

El hambre acuciaba. Sentía la sed de sangre arder en mi boca. Comencé a salivar mientras me relamía. Hora de cazar.

Me di la vuelta dispuesta a marcharme, pero Blood e Ymir me pararon:

-¡Cris! ¿Nos llevas contigo de caza ésta noche?¿Nos llevas?¿Nos llevas?-Preguntó ella riendo histérica.

Yo sonreí y asentí.

-Claro, chicos. Pero prohibido hacer ruido hasta que yo le hinque el diente, ¿Vale?-

Ambos asintieron y salimos del Caserón.

-Blood. ¿Te apetece hacer de cebo?-Pregunté-

-¡Siii!- Dijo ella muy efusiva.

-Pues adelante. Ya sabes lo que tienes que hacer.-

Me encantaba verla haciendo de cebo. Su apariencia y voz dulce y aniñada la hacían parecer una niñita, lo que nos venía genial para que mi futura cena se encariñara con ella hasta que yo hiciera el resto.
Ymir y yo, agazapados tras un árbol observamos cómo la dulce Blood se acercaba a un empleado que salía del edificio de oficinas del Parque y que al ver a Blood sola no pudo evitar extrañarse.

-¿Qué haces aquí tú sola, bonita? El Parque ya ha cerrado.-Le explicó con cariño.

Ella puso cara triste y agarró su peluche con fuerza.

-Me he perdido...-Hizo un puchero.- No se donde están mis padres...-Y se puso a llorar.

El hombre la acarició el pelo y la abrazó.

-Tranquila, no llores, pequeña. Vamos a buscarles. Es imposible que se hayan ido sin tí. Ven conmigo, iremos a buscarles. Seguro que andarán por aquí preguntándose dónde estás.- Dijo mirándola con cariño. En ese momento, se percató de las cicatrices de su rostro.

-¿Qué te ha pasado?-Preguntó horrorizado.

-Lo mismo que te va a pasar a ti.- Dijo riéndose y arañándole la cara con fuerza.

En ese momento Ymir y yo echamos a correr y Blood se apartó, dejando que me abalanzara sobre el pobre empleado, que se retorcía debajo de mi mientras yo buscaba su cuello para poder alimentarme.

-¿¡Pero qué coño...?!-Le oímos decir extrañado y asustado.- ¡Socorro!-Gritaba.

Me reí y escuché a Ymir y a Blood gritar:

-¡Vamos a jugar!¡Vamos a jugar!-

Mordí el cuello del hombre y succioné la cantidad de sangre justa para quedar saciada pero no matarle del todo. Mis dos hermanos querían divertirse..Y yo se lo había prometido.

Me aparté y dejé que el payaso y Blood sacaran sus cuchillos mientras se agachaban junto al hombre para “acariciarle” con sus armas mientras él suplicaba clemencia.

-No os olvidéis de no dejarle vivo cuando terminéis con él.-Sentencié.- Nos vemos en casa.- Dije sonriendo y dándome la vuelta mientras encaminaba mis pasos al Caserón haciendo caso omiso de los gritos del hombre que yacía bajo los cuchillos de los moradores.

Llegué a mi cripta y me metí en mi ataúd con la esperanza de poder descansar hasta que llegara la hora de hacer sufrir...


Regresé de mis recuerdos y me colgué las sais del cinturón mientras oía los tres aldabonazos en la puerta. Me agazapé al techo de un salto.

Hora de divertirse...