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lunes, 30 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 27

CAPITULO 27: DUELO A MUERTE

((Gracias a Álvaro, la inspiración de Tar el inquisidor, por describirme la lucha. Sin su ayuda, la escena de la pelea no habría sido posible ^^))


-Per… pero… - Exclamo sorprendida al ver al inquisidor ante nosotros.


-Ninguno os lo esperabais – Dice Tar encogiéndome de hombros – Sabía que este chupasangre aprovecharía mi ausencia para faltarme al respeto debido al odio que me tiene, y no quería perdérmelo. Por lo tanto aproveché que ambos no me mirabais para fingir que salía de la bóveda con un portazo al cerrar la puerta, y ocultarme en la sombra. Deberíais aprender a observara vuestro alrededor.

Los ojos amarillos del inquisidor brillan maliciosos mientras mira a Sel.

-Así que Sel quiere matarme ¿Eh? –Exclama Tar, burlón – Como el perro que quiere morder la mano de su amo. Pues bien – dice extendiendo los brazos – aquí me tienes. Vamos.

Veo a Sel desplazarse lateralmente alrededor de la mesa hasta apartarse de ella, quedando frente al inquisidor. No deja de mirarle, pero no se decide a atacar.
Permanece quieto y en tensión.

-¿Qué pasa, Colmillitos? ¿No me destrozas? – desafía Tar con burla y desdén - ¿Todo era palabrería? ¿Pero ladrador poco mordedor?


Sel aprieta los puños, rabioso, pero no ataca
-¡Vamos! – Brama Tar - ¡ Ven aquí a destrozarme, si es que no se te ha ido toda la fuerza por la boca, maldito bocazas! ¡Cobarde!-

Veo a Tar coger una antorcha prendida de la pared y con un rápido movimiento la lanza contra la cara de Sel, que aúlla de dolor y se lleva las manos al rostro mientras Tar se abalanza sobre él y le propina un puñetazo en la cara, haciéndole retroceder, para volverle a dar de puñetazos en la cara que le hacen retroceder más todavía. Tar acaba por darle una patada en el pecho, con la que Sel sale despedido y cae junto a una mesa donde hay instrumentos de tortura.

¿Tan rápido hemos acabado? – Exclama Tar riendo –No he tenido ni para empezar -

Sel se incorpora con los ojos brillantes de ira, grita de odio y tomando una estaca de acero que hay en la mesa, la lanza contra el inquisidor, que no puede esquivarla debido a la velocidad del ataque y la estaca se clava en su cuello Tar retrocede como puede, mira a Selman y cae al suelo.

Sel se queda unos instantes quieto, mirando el cuerpo del inquisidor. Luego comienza dar gritos de alegría.

Observo la escena en silencio, tratando de asimilar lo que ha pasado. Todo ha sido muy rápido.

De pronto algo se alza entre los gritos de Sel, como una carcajada. Sel deja de gritar, alerta ante ese nuevo sonido. En verdad es una carcajada, pero… proviene del cuerpo de Tar, que, para mi sorpresa, se levanta, arranca la estaca de su cuello y la tira al suelo . Contengo una exclamación de sorpresa al ver cómo la herida de su cuello cicatriza rápidamente.


-¿En serio te creías que iba a ser tan fácil? – Ríe Tar – Eres patético, Selman.

El vampiro gruñe de rabia y coge otra estaca de la mesa, mucho más larga y puntiaguda que la otra. Otra estaca, pero esta es mucho más larga y puntiaguda que la otra. Tomándola como si fuera una espada, se prepara para el combate. Tar le hace un gesto para que se acerque

Sel ataca con furia, abalanzándose contra el inquisidor. Cuando ya está a punto de alcanzarle, Tar se aparta y mete la mano en el bolsillo de su túnica. Sel se detiene y se vuelve hacía donde el inquisidor se ha apartado. Entonces, Tar arroja al rostro quemado de Sel un pequeño saquito que había sacado del bolsillo. El vampiro brama de dolor y se lleva la mano libre al rostro, pues no quiere soltar su arma.

- ¡Sal no! – Grita de dolor.

Aprovechando la situación el inquisidor le propina otra patada en el pecho.

-¡Y vuelta al suelo! – Se mofa Tar. Mientras Sel lucha por incorporarse y quitarse la sal de la cara, Tar se acerca a un armario que hay en un extremo de la bóveda y veo que extrae de él una gran espada bellamente labrada… pero oscura y de temible aspecto.

Sel se arrastra hasta un barril de agua que hay junto a la pared de la bóveda y una vez incorporado mete la cabeza en el. Libre del dolor se dispone a atacar, pero se detiene al ver la espada.

-Tampoco esperabas esto – Dice haciendo girar la espada – Esta es mi vieja espada: Maleval. Ha probado la sangre de muchas víctimas… y hoy se deleitará con la tuya, Colmillitos.

Tomando su arma con ambas manos Sel se abalanza contra Tar. Los metales chocan entre si y liberan chispas. Alzo la cabeza veo cómo Sel ataca con rabia y rapidez. Sus movimientos son rápidos, amplios y circulares. La estaca parece una prolongación de su cuerpo. Tar en cambio, parece más torpe, y sus movimientos son sobre todo verticales, pero logra bloquear los golpes de Selman con gran destreza.

Con un veloz movimiento, Sel consigue penetrar la guardia de Tar lo suficiente como para herirle en el antebrazo. El inquisidor gruñe y retrocede, lo que aprovecha Sel para saltar por encima de él y herirle con su arma por la espalda incluso antes de aterrizar en el suelo. Mientras Sel aterriza y se vuelve a poner en guardia las heridas de Tar cicatrizan y la sangre desaparece. El inquisidor se vuelve despacio hacía él.


-Sabes lo que haces, lo admito. Excelente manejo – Dice Tar con sinceridad. Alza su arma y apunta con ella a Sel mientras le indica que se acerque – Pongámonos serios.

Sel vuelve a atacarle. Desea matar a Tar sin demora, con crueldad. Lo veo en sus ojos Y esa idea está tan clara en su mente que casi no se da cuenta de que el inquisidor para todas sus estocadas sin apenas desplazar los pies. Sólo cuando sus fuerzas empiezan a flaquear, Sel se da cuenta de que le ha engañado. El vampiro intenta retroceder al ver la futilidad de su ataque, pero antes de que logre apartarse del todo la hoja de la espada de Tar se sitúa debajo de la suya y la levanta inofensiva hacía arriba, desviándola. Otro rápido moviendo y lanza una devastadora estocada hacía delante; sólo un giro desesperado a un lado convierte lo que podía haber sido un sangrante agujero en el pecho de Sel en un corte en su hombro. Sel retrocede y Tar vuelve a alzar su arma. En suss ojos se ve confianza y maldad, sed de sangre; en los de Sel odio y venganza.

-Voy a acabar contigo Inquisidor – Dice con rabia – Pagarás por todo lo que me has hecho. Voy a matarte, y lo haré con gran placer.

-Quizá te resulto menos placentero y más costoso de lo que crees – Replica Tar volviendo a coger su espada, dando un paso adelante y atacando a Sel, de modo que casi le arranca el arma.

Selman gira sobre si mismo, recuperando el equilibrio y se lanza hacía delante, fintando en diagonal desde la izquierda para luego desviar el golpe a la derecha y atacar. La hoja podría haber atravesado la guardia de Tar, pero esquiva el ataque. Sel responde con un golpe al cuello, pero Tar se mueve a la derecha, manteniendo la hoja ante sí y completando un círculo que casi corta a Sel por la mitad. El vampiro se encoge para escapar del ataque y retrocede, bloqueando una serie de golpes rápidos y poderosos. Dando una rápida voltereta para situarse a la espalda de Tar, Sel ataca propinando varios golpes, pero su rival los desvía todos. Lanza un golpe hacía el cuello de Sel, pero él se aparta a un lado y entonces él lanza otro golpe contra las rodillas de Tar, que salta y se retuerce en el aíre, situándose detrás de Sel, que rueda hacía delante para evitar ser ensartado por la espada del inquisidor, que se clava en el lugar donde él había estado hace unos segundos. El vampiro se incorpora de un salto y alza su hoja para volver al ataque, pero Tar para el ataque y se quedan enzarzados en un bloqueo, midiendo sus fuerzas.

De pronto Tar da una rápida patada a Sel en la pierna, lo que le hace retroceder… y entonces Tar ejecuta un moviendo vertical hacía arriba, esperando acabar con el duelo de una vez. Su hoja pasa rozando a Sel, quien se ha apartado lo suficiente, pero no puede evitar que la espada del inquisidor parta por la mitad su arma. Sel se lanza a recoger el extremo seccionado de su arma y corre nuevamente al combate, portando en cada mano un extremo de la estaca.

Observo admirada como el vampiro maneja las dos armas en perfecta armonía, girándolas a su alrededor con gran precisión y velocidad. Miro también sorprendida con como la espada de Tar restalla hacía delante y hacía atrás con igual precisión, bloqueando todos los ataques y hasta contraatacando alguna vez para romper la embestida de Sel. Cargando con un extremo alzado hacía delante, Sel intenta apartar la hoja de la espada rival para que el otro extremo tenga espacio para dar el golpe de gracia, pero Tar se hace a un lado y esquiva el ataque. Entonces intercepta el extremo con el que Sel intentaba atravesarle con su espada y se lo arranca de la mano.

Ahora es Tar quien ataca, con movimientos rápidos y letales. Sel lucha tenazmente por recuperar el terreno, pero el ataque rival es incesante, obligándole a retroceder una y otra vez. Y entonces, Tar para el ataque, y, creyendo tener una nueva ventaja, Sel reacciona, rugiendo y atacando con rabia. El inquisidor se mueve repentinamente, moviendo el arma para interceptar el ataque… y el brazo de Sel a la altura del codo. Mientras el brazo sale despedido, Sel grita por el dolor y entonces Tar se abalanza sobre él… pero entonces se hace aun lado, recoge uno de los extremos de su arma y con un gran salto se abalanza sobre Tar, derribándole. Aprovechando su ventaja Sel alza el arma, dispuesto a atravesar al inquisidor, pero él alza su mano y sujeta la de Sel, parando el golpe. Entonces Sel comienza a gritar de dolor y a retorcerse:

-Duele ¿ Verdad ? – Exclama Tar – El Emperador me enseño a convertir la cólera que arde en mi interior en energía eléctrica; es como si fuera una anguila. Cuando lo deseo, puede electrocutar a aquellos que me tocan.-

Mientras Sel se retuerce, Tar se incorpora sin soltarse y le alza en vilo con el brazo con el que le mantiene agarrado. Tras unos instantes de observar como grita le arroja al fondo de la sala. Lentamente, Sel se incorpora y repara que hay una cadena colgada de la pared muy cerca de él. Tambaleándose, pero con mirada colérica, hace gestos a su oponente para que se acerque. Con un suspiro, Tar, aparta su espada y saca el Zippo.

Selman sonríe, agarra la cadena y comienza a girarla. Tar se detiene a una distancia prudencial:

-¿De verdad crees que necesito acercarme para usar mi Zippo contra ti? – Pregunta mientras apunta a Sel con mi Zippo… y de su interior sale una rugiente y enorme llamarada que envuelve al vampiro. Por encima del fragor del fuego se oyen sus gritos de dolor.

- ¡Aquí empieza a oler a chamusquina!– Ríe Tar.

Tras unos instantes que se me hacen eternos Tar apaga su Zippo. Observo con horror que Sel es ahora una masa de carne chamuscada y humeante, que emite gemidos de angustia.

-Yo construí ente Zippo – Explica Tar acariciándo el mechero con orgullo – Tiene muchas más sorpresas de las que pensáis, y además… el fuego que contiene es el fuego del Averno, mágico y maldito. Mi Señor me lo proporcionó.-Dice riendo.

Pero yo no puedo apartar mis ojos de Sel, que apenas tiene fuerza para retorcerse de dolor. No puede ni gemir apenas. Una lágrima resbala por mi mejilla. Y comprendo que a pesar de todo lo que ha hecho, si lo ha hecho no lo ha hecho porque quisiera, porque en un principio él quería ayudarme. Teníamos un vínculo y primero lord Malevus y luego el Emperador se encargaron de que Selman se sometiera al lado oscuro.

-¡Selman!-Grito.- ¡Levanta!. Y me echo a llorar, revolviéndome de rabia e impotencia...

domingo, 29 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 26

CAPITULO 26: DESAFÍO


Ha sido terrible. Estoy agotada. No puedo más. Mi cuerpo está lleno de heridas provocadas por los pinchos de la Dama de Hierro, tras lo cual, Tar ha decidido jugar con su mechero sobre mi cuerpo de nuevo. Ahora está en una esquina de la sala, observándome sin decir palabra. Echo una bocanada de sangre justo cuando se abre la puerta. Con dificultad, alzo la cabeza y me echo a temblar cuando veo que es el vampiro quien hace su aparición.

Le veo inclinarse ligeramente ante Tar.

-Me has hecho llamar, inquisidor.- Dice con respeto pero sin poder ocultar el odio hacia Tar en su voz.- ¿Para qué me necesitas?-

Tar señala la mesa donde estoy, y el vampiro lo capta.

-No te preocupes, yo me encargo de ella.- Se gira, me mira, y me sonríe dándose la vuelta.

Las palabras de Tar le detienen.

-No recuerdo haberte ordenado que te dirijas hacia ella, y mucho menos que me des la espalda.- Sentencia serio.

-Pero...no entiendo...-Dice Selman sin comprender nada. No le da tiempo a decir más porque Tar le pega un puñetazo. Me agito asustada y veo cómo el vampiro escupe una bocanada de sangre al suelo. Tar le desafía:

-Vuelve a tratarme con esa falta de respeto, Colmillitos, y te romperé la columna como si fuera una ramita.- Dice mientras le coge del cuello obligándole a levantarse, mientras le dice:

-Tal vez en tu cripta seas el más gallo, pero en mi bóveda y en mi presencia vales menos que nada. Tal vez los demás moradores te permitan esos aires de superioridad, pero te aseguro que yo no. Y como vuelvas a poner a prueba mi paciencia puedes lamentarlo, Selmitan, así que ándate con ojo. ¿Te queda claro?-Dice soltándole del cuello.

Veo cómo Sel cae al suelo de rodillas y se lleva la mano al cuello, jadeando dolorido.

-Sí, inquisidor, me queda claro.-Le veo alzar la mirada, y no hace falta estar muy cerca para ver que en ella arde un odio salvaje.

-Excelente.- Dice Tar, satisfecho.-Te he llamado porque ésta vez quiero que des de comer a Cristina, no que la tortures.- Añade señalando un taburete junto a la mesa donde estoy yo, sobre el que hay lo que parece ser Coca Cola, nachos con salsa y gusanitos.

-¿Que la dé de comer?-Pregunta Selman extrañado.- ¡Pero eso no es nada placentero ni divertido! Yo quie...-

-¿Has acabado?-Le corta Tar acercándose, casi pegando su rostro al de Sel.- Me da igual lo que quieras, opines o pienses. Aquí mando yo, y mi mando está respaldado por el Emperador, asi que más te vale obedecer, vampiro de pacotilla, o te pasará lo de la última vez. ¿La recuerdas, Selman? ¿Recuerdas cómo gritabas?¿Cómo me suplicabas que parara?-Amenaza Tar riendo sacando su Zippo y encendiéndolo. Selman retrocede asustado mientras el inquisidor pregunta:

-¿Quieres que se repita, Selman?-

-¡No!,¡No!-Chilla él.- Cumpliré tus órdenes.-

Tar asiente sonriendo satisfecho mientras Selman espera instrucciones. En sus ojos arde la rabia.

-Procede.-Dice el inquisidor con orgullo.- Y si me encuentro a Cris distinta a como la dejo ahora, lo lamentarás...-Advierte.-

El vampiro se acerca al taburete, recoge la bandeja de la comida y se sienta en la silla, frente a mi. Oímos el estruendo de la puerta al cerrarse: Tar ha abandonado la sala.

Al instante, el gesto de la cara de Sel se transforma en una mezcla de odio, ira y frustración. Tira la bandeja al suelo y grita lleno de rabia:

-¡¡Arggg!!¡Maldito inquisidor!¡Cómo le odio!-Baja el tono y dice.- Pronto acabaré con él y me vengaré...Pronto.-Sonríe.

Así que Sel busca venganza...Decido meter cizaña entre él y Tar

-¿Quieres vengarte de Tar?-Digo con gran esfuerzo debido al dolor de las torturas y en cierto tono de guasa para picar a Selman.- Pues no era eso lo que me ha parecido hace unos minutos. Te has achantado...¡Cobarde!-Le digo. Y echo una bocanada de sangre debido al esfuerzo.

Veo que Sel levanta la mano con intención de golpearme, pero le digo con cierta sorna.

-Hey, quieto, vampirito...Ya has escuchado a Tar...-Tomo aire e intento ignorar el dolor, mientras sigo.- Una sola herida que él no haya visto y te sacudirá pero bien.-Sonrío.

-Niñata...-Dice entre dientes bajando la mano y conteniéndose con rabia.

-Además, ¿Te crees mejor que él?-Pregunto con una risita.- En el fondo no hay nada que os diferencia. Sois iguales. Ambos servís a un señor despiadado, gozáis matando por placer y regodeándoos con el sufrimiento ajeno.-Quiero ahondar en la herida y le digo:

-¡Y si aún sigues vivo es porque en el último momento el Emperador pensó que podrías serle útil en el lado oscuro!-Expulso sangre y toso.-Puede...que incluso...seas peor que Tar.- Digo para acabar de hacerle daño.

Los ojos de Selman arden en rabia, resopla furioso y me mira con desprecio.

-Te vales bien de la amenaza del inquisidor, ¿eh?-Dice con desprecio.-Aprovecha esa ventaja, aprovecha, porque dentro de muy poquito le mataré, arrojaré su cadáver putrefacto a los pies del Emperador, consumaré mi venganza, y ese inquisidorzucho se enterará de quién fue al que torturó.-Ríe.- Bueno, no creo que se entere si le mato...-Se carcajea.- ¡Y entonces yo seré la mano derecha del Emperador!-Proclama.

Empiezo a atisbar las intenciones de Selman.

-Así que...No sólo quieres vengarte, ¿Eh? Quieres ocupar su rango...-Digo.

Ríe histérico.
-Y cuando lo haga, vas a desear haberte mordido esa lengua chulesca que tienes.- Me dice casi en un susurro, con su rostro muy cerca del mío.

-¡Por Lucifer!-Chilla fuera de sí apartándose de mí.- ¡Cómo odio a ese desgraciado!¡Si le tuviera aquí ahora...Me encargaría de que se enterara de quién soy yo!¡Oh si! ¡Le mataría sin piedad ninguna!- Selman ríe y por encima de su risa suena una voz grave:

-Pues hazlo.- Dice.

Selman se gira para ver de dónde ha venido la voz y retrocede hasta golpear la mesa en la que estoy.


Desde mi posición veo brillar unos ojos amarillos ocultos en las sombras. Según se van acercando a la luz vemos una silueta envuelta en una túnica oscura...Hasta que al fin vemos de quien se trata...

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 25

CAPITULO 25: EN LA BÓVEDA


Abro los ojos y veo la bóveda de Helios. No hacen falta más explicaciones para saber dónde estoy y quién me torturará esta vez. Estoy atada a la mesa de torturas, incapaz de moverme.
Alzo la cabeza para ver dónde esta Tar, pero ni rastro de él. En ese momento, suena un portazo y el inquisidor hace su aparición y se acerca a mi. Me mira con su horrible mirada amarilla. Siento un escalofrío e intento apartar mis ojos de los suyos, pero no lo hago. Conozco su pasado. Y es la última baza que tengo para salir ilesa de las garras de Tar.
Valiéndome del gran parecido que guardo con la que fue su hija, digo:

-Papá, por favor...-

El gesto de su mirada de entristece, sus ojos se vuelven castaños, desapareciendo la maldad de ellos. Me mira con dolor. Una lágrima recorre su cara mientras se acerca a mi y me acaricia la mejilla.

-Hija mía...-Dice llorando, inclinándose a besar mi frente.

-Papá, por favor, libérame. Sácame de aquí...-Suplico mirándole mientras él se aparta y veo cómo su mirada se ha vuelto a tornar amarilla; cómo una sonrisa carente de compasión se dibuja en sus labios y cómo de repente me propina una bofetada que me hace girar la cara y gritar, mientras Tar se ríe y dice:

-¿En serio pensabas que picaría, Cris? ¿En serio me creías tan imbécil?-Se ríe y suspira.- Ay, pequeña Cris, ¿Cuándo dejarás de intentar esas tretas tan patéticas? ¿No te cansas de caer en mis engaños respecto a este tema?-Ríe.- Ay, inocente...-Se burla riendo.

-¡¿Por qué lo haces?! ¡¿Cómo puedes ser tan perverso?!-Le chillo enrabietada escupiéndole una bocanada de sangre

-Porque es mi trabajo, querida.- Dice entre risas.- ¿O es que creías que ser inquisidor es repartir caramelos y hacer reir? Eso mejor se lo dejamos a Ymir. O al menos en su vida pasada, ¿No crees?-Se limpia la sangre que le he escupido con toda la normalidad del mundo y se lleva la mano a la boca para chupar los restos y continuar.- ¿Que cómo puedo ser tan perverso? El mundo me hizo así. Alguien tiene que serlo.- Dice yendo a una mesa no muy lejos de donde estoy, donde hay instrumentos de tortura.

Gruño.

-Conozco tu pasado. El Emperador me lo contó todo.-Digo.

-Entonces habrás aceptado que no soy un embustero.-Dice él. Y ríe.- Sí. Mi señor me contó como despotricabas contra mi por supuestamente haberte mentido. “Cabrón”, me llamaste, ¿No?-Ríe.-Pero ya sabes que no mentía...-

-Y no sólo he aceptado que dices la verdad, sino también lo que eso conlleva: que en tu vida anterior fuiste una buena persona, que tenías una mujer y una hija a las que adorabas, una familia...Eras un buen señor al que querían y respetaban ¡Yo lo vi!-Chillo intentando hacerle entrar en razón.

Permanece callado, con la mirada fija en la pared, como si quisiera hacer aflorar recuerdos...

-Sí. Antaño fui todo lo que mi señor te mostró, pero ya no queda nada de mi “yo” anterior. Mi pasado ya no significa nada para mí. Está muerto y enterrado.-Dice, intentando ser frío, aunque su mirada atraviesa la pared con nostalgia.

-¡Y una mierda!-Digo yo.- Es tu pasado, te pertenece. Es el pasado de tu verdadero ser, pero lo has olvidado. Y estoy segura de que aún lo añoras. Me niego a creer que el Emperador te haya hecho olvidar algo tan hermoso...Algo que era tuyo...¿Cómo has dejado que te lo arrebatara? Sin duda no lo ha hecho del todo. ¿Por qué si no guardas esos recuerdos? ¡Lucha, Tar! ¡Lucha por recordar quién fuiste!-Le digo.

Resopla y veo que sus ojos amarillos relampaguean de furia. Enciende su Zippo y me lo pasa por el estómago. Aúllo de dolor observando cómo la tela del camisón se quema y las llamas atraviesan mi piel.

-Vamos a ver si el dolor te despeja la mente y te hace entender de una vez de qué va la historia, Cristinita...-Dice resoplando cansado. Estoy acabando con su paciencia, de eso estoy segura, y aunque por fuera me retuerzo de dolor, río dentro de mí.

El inquisidor comienza a hablar:

-Ese pasado del que hablas ya no existe porque el hombre al que le pertenecía está muerto. Murió el mismo día en que asesinaron a toda su familia, ¿Te enteras? Lo único que quedó de él fue dolor, rabia, y un despiadado deseo de venganza que aquel que le encontró se encargó de aliviar.

-Malevus...-Digo yo con la voz quebrada.

-Sí. El Amo Malevus.-Me confirma él.- No fueron pocas las vidas que segué hasta que me encontró y me libró de aquellos que me perseguían cuando mis crímenes salieron a la luz: la Inquisición, familiares de aquellos que asesine ¡Todos a por mí!...-Se ríe histérico.- ¡Mataba de pura rabia, Cris!¡Era la rabia la que me impulsaba a quitar vidas!¡No me merecía lo que me hicieron!-Grita enrabietado.-Pero matar me ayudaba a mantener el dolor a raya...-Dice.

-Hasta que lord Malevus me encontró en el bosque donde me escondía por entonces. Me dijo que el señor a quién servía quería reclutar a una persona para que ejerciera de inquisidor en un lugar que él controlaba y dada mi crueldad había pensado que yo podía desempeñar ese papel...- Dice encendiendo de nuevo el mechero y pasándomelo con toda tranquilidad por el brazo. Intento contener el chillido, pero no puedo y exploto.

-¿Ya?-Me dice Tar divertido cuando apaga el mechero y yo paro de gritar.

No contesto y sigue con su relato.

-Malevus me puso a prueba para ver si era digno de mi labor aquí: desempeñaría el papel de inquisidor durante un tiempo. Si era de su agrado, seguiría. Si no, me mataría.- Dice cogiendo un mechón de pelo y prendiéndolo con el mechero. Grito cuando la llama llega al final del pelo y toca mi piel. Tar coge otro mechón y repite la operación.

-Por supuesto, acepté para poder librarme de la muerte y de aquellos que me acechaba...Era un riesgo que estaba dispuesto a correr.-Dice.

-Cuando llegué al Caserón, el Emperador me entregó mis ropajes y el libro que encontraste en el biblioteca. Lo estudié dia y noche hasta conseguir dominar todo el saber que me ofrecía sobre la Inquisición, construí mi Zippo y empezaron las torturas a los moradores...-Sonríe.
-No me lo pusieron fácil, al ser seres malditos y alimentarse también de dolor tuve que usar bastante poder para dañarles. Todo extraido del librito de la biblioteca...Pero lo conseguí.-Sonríe.- Y al final, el Emperador se mostró ante mí, y me concedió la inmortalidad, los ropajes, el cargo de Inquisidor del Caserón así como mi nuevo nombre: Tar Sekelthôr. Pero lo más importante: me liberó del dolor que me atenazaba. Ya no mataría para calmar mi pena, sino por placer y diversión.-Proclama.- Ante esto, me postré ante el Emperador y juré servirle eternamente...-Tar ha apagado el Zippo y ahora me mira

-Yo que tú, habría preferido morir, sinceramente...-Digo.

-Sí...Eso es lo que anhelas desde hace algún tiempo, ¿No? Morir. Exhalar tu último aliento y liberarte...-Sonríe.- La muerte no te va a salvar de éste castigo, y tú lo sabes. Pero no te preocupes, pequeña Cris. Antes de lo que esperas todo habrá terminado...Porque serás uno de los nuestros.-

Me revuelvo mientras niego con la cabeza.

-¡Nunca volveré a vosotros!-Proclamo.-

-Ah, ¿no?-Pregunta él.- ¿Y todos esos pensamientos que rondan por tu mente y que el Emperador me chiva?-Dice con sorna.- Pensamientos que hablan de cansancio, de agotamiento...De abandonar y someterte de una vez por todas a la oscuridad que reina aquí...-

-¡No¡¡No lo haré!-Digo intentando parecer decidida aunque sé que el inquisidor me ha pillado y todo lo que dice es cierto.

-Tú misma, pero...¿Qué me dices de Irene, esa pobre muchacha a la que pudiste salvar y no lo hiciste por puro egoismo?-

Niego con la cabeza.

-Sí Cris. Te suplicó que no lo hicieras y lo hiciste simplemente por salvar tu pellejo...¡Egoista!-Me chilla y luego ríe.- Y son esos pequeños detalles los que te hacen aproximarte al lado oscuro, pasito a pasito, poco a poco.-Me sonríe.- Tus defensas se desmoronan, y tu voluntad se quiebra. Y lo más grave es que sabes que estoy diciendo la verdad...-Me dice.

-¡No!-Chillo yo, negando lo que me dice.

-Niégalo, di lo que quieras, pero acabarás dándonos la razón. A todos.-Sentencia.- Y ahora...Voy a hacerte chillar de verdad...-Sonrie.- Se acabó la charla, Cris...-Dice mostrándome un saquito que ha sacado del bolsillo de su túnica y cuyo contenido no tarda en derramar sobre mis heridas.

Chillo al sentir la sal penetrar en las heridas, mientras Tar dice sonriendo.

-¿Crees que ésto es lo más duro?-Sonríe y con sus manos me obliga a alzar la cabeza y a girarla a la derecha, donde hay una Dama de Hierro y un potro de tortura.

Me echo a llorar mientras él dice:

-Sí, es que hoy me apetece variar un poco el método...¡Ya verás cómo nos vamos a divertir, Cris!-Ríe.


Y yo me preparo para el nuevo suplicio...

sábado, 28 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 24

CAPITULO 24: EN LA CRIPTA


Permanezco de rodillas observando la cripta, iluminada sólo por velas.
El ataúd de Selman tiene unas pocas. Y el que fue mi ataúd está casi repleto de ellas. Por lo demás, todo está igual, y no puedo evitar sentir cierta melancolía al recordar el vínculo que una vez tuve con el vampiro...

Su voz me saca de mis pensamientos.

-Cris...-Dice con voz cantarina y burlona.

Miro a mi derecha, de donde ha provenido la voz, pero no hay nadie. Una ráfaga de aire me golpea y oigo la voz de Sel, ahora a mi izquierda, acompañada de una risita.

-Cris...-Repite.- ¿Dónde estoy?-Ríe. Y vuelvo a sentir el aire ésta vez soplando hacia mi derecha.

Intento levantarme. Apenas puedo. El dolor me carcome.

-Selman, déjate de juegos ¡Estoy hasta las narices! ¿Entiendes?¡Hasta las narices!-Grito consiguiéndome poner en pie a duras penas. Miro alrededor. A pesar de haber velas hay cierta penumbra, lo que no me permite ver dónde se esconde Sel, que me “obsequia” con una nueva risita burlona y con su voz a mi espalda.

-Buh.- Me dice posando su helada mano en mi hombro. Siento un escalofrío y me giro, y justo entonces, retuerce mi brazo, me alza y usa toda su fuerza para estamparme contra la pared, haciéndome caer después al suelo con un grito de dolor.

Selman ríe.

-Estás en muy baja forma desde que has vuelto a ser humana...-Dice con sorna acercándose hasta donde estoy.

Intento levantarme y saco fuerzas de donde no tengo para apoyar manos y pies en el suelo e impulsarme hacia arriba. Me duele el brazo que probablemente me ha roto el vampiro.
Estoy harta de caer ante cada golpe, harta de ser una muñeca de trapo en manos de los habitantes del Caserón. Maldito día en que decidí entrar, malditos moradores, ¡maldito todo!.

-¡Estoy hasta las narices!-Grito consiguiendo ponerme del todo de pie.

Selman me coge del cuello y me estampa de nuevo contra la pared, sin soltarme en ningún momento. Su mano aprieta con fuerza mi cuello haciendo que apenas pueda respirar, su aliento putrefacto me golpea la nariz, y él me grita:

-¡¿Si?! ¡¿De verdad estás tan harta?! ¡Pues ríndete!- Me dice escupiéndome con rabia.

Intento negar con la cabeza, pero la presión de la mano de Sel me lo impide; intento articular un “no”, pero es en vano.

Le veo sonreir maliciosamente.

-Quizás...Te vendría bien recordar viejos tiempos...¿Quieres tumbarte un ratito en tu ataúd?- Me alza y me estampa contra el ataúd.
Chillo al sentir las quemaduras de las velas encendidas que hay sobre él por mi nuca, espalda y pies, para luego rodar al suelo sin fuerza.

-¡Selman, por favor, para!-Suplico.

Las velas han caído del ataúd, apagándose, dejando la cripta casi en total oscuridad.

Sel me tira del pelo y me obliga a levantarme.

-¡Venga! ¡Levanta! ¿No estás tan harta?-Dice con guasa.- ¡Pues lucha!- Dice tirándome otra vez al suelo. Me golpeo la nariz y siento brotar la sangre. Apoyo mi brazo izquierdo en el suelo para levantarme, pero el derecho me duele horrores. No sé si podré moverme.

Veo la sombra de Sel aproximarse a mi con una vela encendida. Veo que se inclina junto a mi y vuelca la vela, haciendo que la cera que se está derritiendo se derrame sobre mi pie desnudo. Chillo de dolor mientras él sigue subiendo por mi pierna, haciendo que la cera continúe cayendo, quemándome.

Empiezo a patalear. Mi conciencia me obliga a no desistir y a demostrar que quiero luchar.
No sé cómo consigo dar una patada a la boca de Sel, haciendo que la vela caiga y se apague.

-Eso no ha estado bien, Cris.- Me dice furioso.- Y ahora vas a ver de lo que soy capaz...

Noto la ira en su voz mientras vuelve a levantarme y me tira contra la pared sin ningún esfuerzo. Me golpeo la cabeza con la esquina de la tapa del ataúd y lo último que oigo antes de caer inconsciente es la voz de Selman:


-Dulces sueños...-

viernes, 27 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 23

CAPITULO 23: TORTURA EN EL EXTERIOR


Tar me ha llevado de nuevo al Caserón, pero no hemos entrado. Me ha atado a la verja del cementerio donde los cuatro zombis de la casa se acercan a mi relamiéndose: Dani, Adri, Irina y Sara se aproximan poco a poco a mi. Me retuerzo, pero sólo consigo que las cuerdas que me atan de pies y manos se tensen más y las extremidades me duelan al estirarse.

Veo caer babas de las bocas de los zombis, y veo al inquisidor junto a ellos, sonriendo.

Veo que los últimos que hacen cola para entrar en la casa han abandonado la fila y se acercan, curiosos, a ver el “espectáculo” de calle que ha parecido empezar en el cementerio del Caserón, pero que ni mucho menos es tal.

A medida que los zombis se aproximan a mí, gimoteando lastimeros y a paso lento, yo muevo la cabeza compulsivamente a un lado y a otro, aunque sé que será inútil.

-¡Socorro!¡Por favor!¡Lloro!¡Ayuda!-

Pero la gente no hace nada. Se queda mirando a ver qué pasa. Se apartan dejando pasar a los cuatro zombis que llegan hasta mí y me estudian como pensando de qué parte de mí darán cuenta cada uno.

Dani va unos pasos por delante de los demás y me mira de arriba abajo mientras se relame. Mira a Adri sin dejar de gemir quejumbroso y le señala mi estómago con un quejido y luego me dice bajito:

-Hay que mantener una imagen...Los zombis no hablan.-Rie y vuelve a soltar un quejido mientras da un mordisco a mi frente.

Ahora noto el desgarrón que me ha dado Adri en pleno estómago y siento cómo hurga con sus manos dentro para llevarse a la boca trozos de entrañas con extrema avidez.

-¡¡Ahhhhhhh!!-Chillo con los ojos fuera de las órbitas mientras veo que Dani ahora está dando buena cuenta de mi brazo y que Irina y Sara se han acercado y atacan con fiereza mi pierna derecha.

No puedo más. Vuelvo a llorar y chillo de rabia de nuevo. Intento calmarme, pero la histeria me devora mientras los cuatro zombies se alimentan ferozmente de mi.

Por un segundo...veo que Adri alza la cabeza y me mira sonriendo: sus labios están empapados de mi sangre. Sonríe y en su boca veo restos de mi carne. Echo una bocanada de sangre por la boca que va a parar a la cabeza de Adri, que ha vuelto a inclinarse para seguir con el rancho.

Cuando se da cuenta de que sobre él ha caído sangre, vuelve a levantarse, se limpia como si nada y se lleva la mano a la boca.

-Gracias, Cris.-Me dice.

Resoplo y aúllo impotente. Los visitantes miran atontados mientras oigo un llanto infantil.
Un niño pequeño llora mientras su madre le tapa los ojos para ahorrarle la horrible visión, aterrada alejándose con él del lugar.

Me están destrozando...El dolor me taladra. Oigo sorbetones. Oigo y siento la carne desprenderse de los huesos. Y sé que de nuevo cada vez va quedando menos de mí de dónde tirar.

En ese momento, alguien pega un grito que me hace estremecer, y me da un rayito de esperanza.

-¡Eh!¡A ver si bajamos el nivel un poco!-Oigo una voz masculina acercarse.

Inmediatamente, los zombis paran de comer y se giran. El recién llegado da un respingo y vomita al ver el “espectáculo”.

-¡Joder!-Dice.-¡No me extraña que la gente se queje!-

-Por favor...Ayúdame.-Suplico yo con la voz rota.

El recién llegado, que luce uniforme del Parque me ignora y se pone a hablar con los cuatro zombis que se han acercado a él y con Tar, que también se ha arrimado a ver qué pasa.

-¿Dónde está el “speach”?-Pregunta el tipo intentando reponerse, a lo que Tar señala con la cabeza las colas, haciendo ver que el Enterrador está cumpliendo con su deber.

-Pues decidle que venga.- Dice.

Tar se retira un momento y vuelve con el Enterrador. El trabajador del Parque le dice:

-Deberíais bajar un poquito el nivel de gore. La gente se está quejando de lo duro que es el realismo del espectáculo...-

El Enterrador clava sus ojos en el hombre y le dice muy serio:

-Yo sólo hago mi trabajo.-

-Ya sé que tú haces tu trabajo, pero ¿Ves eso?-Dice señalando los vómitos en el suelo.- Gracias a eso los de limpieza hoy se quedarán hasta más tarde, por no hablar de que la gente se queja... Háblalo con el responsable y bajad el nivel Si no, al final va a haber aquí más record de vómitos que en “La Máquina”...-Dice riendo mientras se va.

-¡Ayúdame, por favor!-Grito desesperada. Él se da la vuelta y me levanta el pulgar en señal de que estoy actuando genial, y yo resoplo mientras intento desatarme, de nuevo en vano.

Poco tarda en llegar el inquisidor y desatarme para llevarme dentro de la casa, y no tardo en oir los comentarios de los visitantes alabando el maquillaje, las prótesis y todo lo que hace que mi lamentable estado parezca real, supuestamente.

En el camino al Caserón, los zombis se dedican a pellizcarme la carne de los brazos, arrancándome trocitos, y vuelvo a escuchar los sonidos de satisfacción de los zombis, alabando el sabor de mi carne.

-Por favor, parad...-Suplico yo, cayendo de rodillas justo tras entrar a la biblioteca.

-Creo que lo que le hace falta a Cristina es alguien conocido...Alguien que la cuide, que la proteja-Tar pone énfasis en ésta última palabra y enseguida sé de quién me está hablando.

-Selman tiene ganas de verte, Cris...Hace bastante que no sabe de ti y le tienes muy preocupado.-Dice Tar con un deje de desprecio.-Pero sería una grosería que le presentáramos a su protegida así, ¿No crees?-Me pregunta.

Oigo un chasquido de dedos y la voz del Emperador.

-Así mejor.- Dice.

Me miro, y a la luz de las velas distingo que me han vestido con un camisón de seda oscura que me llega un poco más arriba de las rodillas. Siento frío y me percato de que no tiene mangas: es de tirantes. Miro mis brazos y mis piernas. Las heridas han desaparecido. Mi piel se ha recompuesto, pero el dolor me sigue consumiendo...

Tar y el Emperador me levantan y me llevan arrastrando de los brazos hasta la cripta, seguidos de cerca por los cuatro zombis, que susurran sus intenciones de volver a hincarme el diente...

-No, por favor!¡Más no!¡No me llevéis a la cripta!-Digo recordando cómo se cebó conmigo el vampiro la última vez.

Pero no me hacen ningún caso.

Tar me suelta y abre la puerta de la cripta y me empuja dentro. Caigo de rodillas y lo último que escucho es la voz de Tar decir con una risita antes de cerrar de un portazo:


-Que os divirtáis...-

jueves, 26 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 22

CAPITULO 22: NUEVO PASAJE


Tar me arrastra por un oscuro pasillo. La oscuridad es total. No se ve nada. Camino a tientas mientras el inquisidor casi me empuja por el pasadizo.

-¿Te da miedito la oscuridad, Cris?-Se ríe.- Normal...Cuando no hay luz puedes encontrarte muchas sorpresas inesperadas.

Chillo al sentir que algo se clava en mi espalda y me obliga a parar de andar, doblándome y casi cayendo al suelo. Oigo la risa del inquisidor, mientras intento buscarle con mis manos para tener algo a lo que sujetarle.

Pero no es el terciopelo de la túnica de Tar lo que tocan mis manos. Es algo desprovisto de suavidad, una tela más resbaladiza...Sigo palpando y doy con un rostro y con la capucha que seguramente semioculta la cara del asesino, cuyas palabras me revelan quién es:

-¿No te gusta mi garfio, Cris?-Me dice riendo. Y sé quién es: Ben Willis, el psicópata de “Sé lo que hicísteis el último verano”; lo que he tocado no ha sido otra cosa que la tela de su chubasquero de pescador.

Grito cuando el asesino saca su arma de mi espalda, y oigo la risita de Tar.

-A oscuras es más divertido...Sientes todo mucho más, y no sabes por dónde te vendrán las sorpresitas...-

En ese momento, noto una nueva puñalada, ésta vez en el estómago. Una bocanada de sangre asciende hasta mi boca, y la escupo.

-Culpa mía.- Ríe la voz de Ghostface.

Me siento impotente. A oscuras no sé por dónde me vienen los golpes, que no hacen más que aumentar, en forma de cuchilladas. Ahora siento una tercera arma clavarse en mí. Supongo que es el cuchillo de Michael Myers. Grito y caigo al suelo al no poder mantenerme en pie.

De repente se enciende una lucecita, y caigo en la cuenta de que es una pequeña llama: la llama del mechero de Tar, que baja hasta mi, iluminando los rostros enmascarados de los asesinos mientras estallan en carcajadas y vuelven a clavarme sus armas.

Vuelvo a chillar y rompo a llorar. Intento rodar, pero cada movimiento me cuesta la vida, y desisto.

Oigo voces acercándose, y noto cómo alguien hurga en mi pantalón, como si me estuviera metiendo algo en el bolsillo. De repente, mi bolsillo vibra mientras suena un “ring ring”. Quienquiera que haya sido me ha metido un móvil en el bolsillo.

Oigo voces cada vez más cerca.

-Eh, suena un teléfono.- Oigo que dice alguien.

Deduzco que los visitantes se acercan. El móvil no para de sonar. Aún tirada en el suelo, me llevo la mano al bolsillo, palpo, y saco con dificultad el teléfono que me han guardado. La lucecita de la pantalla apenas ilumina nada.

“Desconocido”. Veo que pone en la pantalla.
Lo alzo con manos temblorosas y le doy al botón. Me duelen las puñaladas y creo que ha pasado una eternidad hasta que consigo llevarlo hasta mi oído.

-¿S...si?-Pregunto con la voz quebrada por el dolor mientras escupo sangre por la boca. Toso, y la voz de Ghosface me contesta.

-Hola, Cris...¿Cuál es tu película de terror preferida?-

De repente se hace la luz y los tres psicópatas empiezan a acuchillarme mientras veo cómo los visitantes gritan y sin embargo siguen contemplando lo que para ellos es un espectáculo la mar de bien hecho con actores que actuan genial.

Grito mientras la sangre sigue brotando de mi boca, y no veo más que dos rostros con máscaras blancas y un encapuchado acuhillándome...Lloro, pero no sirve de nada.

Los gritos de los visitantes cesan, y siguen caminando comentando lo real que parece todo...

La luz se vuelve a apagar mientras siento que alguien me levanta y me obliga a ponerme el pie. Palpo terciopelo. Es la túnica de Tar. Es el inquisidor el que me ha levantado. Me aferro a su túnica como quien se aferra a la última oportunidad de vivir. Las piernas me fallan y a punto estoy de caer.

Tar me sostiene mientras camina conmigo fuera del pasaje.


Se abre la puerta y de nuevo siento la luz cegadora del sol clavarse en mis ojos mientras el inquisidor me conduce de nuevo al Viejo Caserón...

martes, 24 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 21

CAPITULO 21: PASEO POR EL PARQUE


Tar y yo salimos del Caserón. La luz me ciega.
Él me lleva del brazo con rudeza, casi a rastras. Me hace daño. Mientras bajamos las escaleras va aumentando la luz solar, que se posa en mis ojos, acostumbrados a la penumbra del Caserón.

Entrecierro los ojos, sintiendo el dolor de la herida del derecho. El sol me incomoda, pero me da igual. Quiero chillar de felicidad. ¡Estoy fuera del Caserón!¡Si! Algo que jamás pensé que lograría. Sin embargo pienso en todo lo que he sufrido, estoy sufriendo y aún me queda por sufrir mientras me pregunto el motivo por el que Tar me ha sacado de la casa. La voz del Enterrador me saca de mis pensamientos:

-¡Pasáoslo bien!-Sonrie malicioso, para luego volver al gesto neutro y a la vez apenado e inquietante que mantiene al recibir a los visitantes en la verja del Caserón. Clava en mí sus ojos blancos, y no noto pizca de compasión en su mirada...Niego con la cabeza lamentándome de mi situación.


-Cristina se lo pasará mejor que yo, eso seguro...-Dice el inquisidor con una risita mientras me tira del brazo obligándome a echar a andar. Echo una última mirada suplicante al Enterrador, que me mira impasible y abre la verja para que pasen los visitantes, que nos miran y susurran lo bien maquillados que estamos.

Seguimos andando y oigo a Sara decir:

-¡Nos vemos luego, Cris!- La veo relamerse, asomada a la taquilla. Tampoco hay piedad en ella. Puedo verlo en sus ojos, mientras el inquisidor me sigue arrastrando del brazo hacia no sé dónde.

Cuando pasamos por la entrada de “La Jungla” nos paran unos visitantes.

-¡Foto!¡Foto!- Dicen sonriendo y poniéndose a nuestro lado.

Uno de ellos me pasa el brazo por el cuello para hacerse la foto, y me siento morir al notar clavarse más los pinchos del collar en mi piel. Comienza a gotear sangre. Soy incapaz de mirar a cámara. Me muerdo el labio retorciéndome de dolor. Acabada la foto, los visitantes se alejan y llega una chica hasta nosotros. Nos sonríe y se sitúa entre Tar y yo para hacerse foto. Algo me llama la atención en ella...A parte de su hermosura, su cara me es familiar. Echo una ojeada a mi lado y al verla junto a Tar veo a quién me recuerda: es idéntica a la mujer del inquisidor...En mi cabeza aparecen de nuevo las imágenes del pasado de Tar y en ellas hay una mujer casi idéntica a la que tengo enfrente.

-No olvide, señorita, que en el Viejo Caserón la estamos esperando...-Veo que la dice mientras toca suavemente la barbilla de la joven. Ella se va, intimidada y noto como, por un momento, el inquisidor se pierde en sus pensamientos mientras la ve irse.

-¿Qué pasa, Tar?-Pregunto yo entre gemidos de dolor, pero aún así se nota que desafío.- ¿Es que te recuerda a alguien?-Intento reirme, pero el dolor me lo impide.-

-Sí.-Me responde él.- A una chica preciosa que en breve va a morir en el Caserón...-Sonríe.- ¡Mira! Ahora mismo está sacando su entrada...-Me señala la taquilla y la veo pagando a Sara. Tar me tira del brazo y echamos a andar hacia Maquinismo.

Casi corriendo, Tar me lleva a rastras hasta la Lanzadera. Me sonríe y me dice:
-¿Te acuerdas, Cris? Aquí te montaste con Selman después de tu primera caza...Te daba mucho miedo subir aquí, ¿Verdad, pequeña?- Sonríe hipócrita mientras me empuja haciendo que nos saltemos la fila.

-¿Cómo...Cómo sabes...?-Pregunto atónita.

-Mi señor lo sabe todo.-Dice, refiriéndose al Emperador.

-¿Quién se quiere montar con la moradora?-Proclama de repente.

-¡No!-Chillo yo histérica.

-¡Que subas!-Me ordena empujándome al asiento mientras me abrocha el cinturón y me baja el arnés.

La Lanzadera empieza a subir, y yo a hiperventilar, mientras chillo y veo a Tar abajo, mirándome sonriendo...

Chillo y pataleo mientras noto como la máquina se para. Y pienso en Selman...Y en lo diferente que fue mi primera Lanzadera con él...Y ahora estoy sola...

Mi grito ahoga mis pensamientos mientras pataleo y noto como la Lanzadera desciende a toda velocidad y finalmente se para en seco.

Me desabrocho el cinturón y me subo el arnés, bajando del asiento.

-¿Te lo has pasado bien?-Me pregunta el inquisidor mientras me vuelve a coger del brazo y me lleva hasta Abismo. Nos paramos en la entrada y mientras mira la montaña rusa con aire nostálgico, me pregunta:

-Ay, Cris...¿Recuerdas aquella vez que te montaste con tu amiga Pamela? Nunca olvidaré tus gritos aquel día...Se oían desde la morada...-Sonríe.- Una pena que ya no puedas repetir experiencia.

Me saca del trance en el que me he sumido contemplando Abismo mientras recuerdo el día que fui con Pam al Parque.

Echo a andar y comienzo a escupir bocanadas de sangre. El dolor de las heridas del collar en mi cuello son insoportables, por no hablar de mi ojo derecho y el continuo dolor interno que siento gracias a la magia del Emperador, que ha tenido el detalle de curarme las heridas pero me ha dejado el dolor por dentro.

Cuando me quiero dar cuenta, estamos subiendo a un Zeppelin, que se pone en marcha y comenzamos a recorrer el Parque.

-Mira, Cris...¿Recuerdas?-Dice señalando a un grupo de amigos que van hacia “Fantasía”- Tú venías aquí con tus amigos...Y aquel día...-Sonríe.- Aquel día te dio por venir sola. Y aquí mismo, en éste zeppelin te preguntabas si entrarías o no al Caserón...-Se ríe.- Menos mal que lord Malevus se encargó de meterte cizaña para que entraras con su vocecilla en tu mente...-

Suspiro.

-Fue tu culpa...Si no le hubieras escuchado ahora no estarías así...¡Pero ya no hay tiempo para arrepentimientos!-Me dice mientras me saca del Zeppelin con brutalidad cuando éste para.

El dolor me consume y casi caigo al suelo. Tar me sujeta pero me aprieta fuerte el brazo mientras me lleva junto al simulador virtual, donde hay un edificio que simula una antigua casa, aunque, a mi juicio, no tan imponente como el Caserón. Fuera hay un cartel que pone: “Movie Maniacs”

-¿Te gusta el nuevo pasaje?-Me pregunta. - Ya éramos demasiados en el Caserón y el Emperador decidió mandar a tres moradores fuera. Además, la gente demanda más terror...Son insaciables...- Dice mientras entramos en la casa.


Y de nuevo la oscuridad vuelve a mis ojos....

lunes, 23 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 20

CAPITULO 20: BARBACOA

La motosierra acalla mi grito mientras cierro los ojos y espero el dolor, pero contra todo pronóstico, el motor deja de rugir. ¿Por qué? Ni idea. Abro los ojos y veo al asesino blandir un cuchillo mientras se acerca a mi y coge mi brazo. Lo aparto y él gruñe.

-Cris, no me seas mala...-Me interrumpe la voz del inquisidor.- Déjale que se divierta.-

-Te gusta verme sufrir, ¿Eh, cabrón?-Pregunto yo para después gritar al sentir el cuchillo que ha cogido Jason y con el que ahora me está cortando un trozo de carne del brazo derecho.

-No te lo voy a negar.-Dice Tar riéndose.- Me encanta que sufras.-

Grito mientras siento el cuchillo de Jason recorrer ahora mi brazo izquierdo, arrancándome otro trozo de carne. Empiezo a llorar y en poco tiempo mi cara se empapa de lágrimas, mi voz se llena de gritos, mientras veo al inquisidor irse a la otra punta de la habitación y empujar lo que creo que es una barbacoa con ruedas.

-¿Hace cuanto tiempo que no hacemos carne a la parrilla, Jason?-Le pregunta riendo.

El de la máscara ríe y dice con voz demente:

-No lo sé, pero hace mucho...Y yo ya tengo ganas...-Sigue riendo.

Tar deja la barbacoa junto a la mesa, saca su Zippo y me sonríe.

-No olvides que me llevo muy bien con el fuego, Cris.-Enciende el mechero y me lo acerca mientras yo aúllo sintiendo cómo Jason sigue arrancándome trozos de diversas partes de mi brazo, para luego pasar a mis piernas, a mi estómago....

Grito y lloro mientras veo cómo Tar prende una antorcha con la que enciende la barbacoa, sobre la que pone una parrilla donde Jason deposita los trozos de carne que me ha arrancado, y puedo comenzar a oler el humo que empieza a salir, cocinando poco a poco mi piel.

El enmascarado acciona su motosierra y la va acercando a mí, poco a poco.

-¡No!-Chillo mientras ruedo de la mesa al suelo chocándome con la barbacoa y casi tirándola. No veo si llega a caerse o no, porque caigo de boca al suelo. Noto el sabor de mi sangre, y el dolor de mis heridas, y el del golpe en la cabeza.

Intento levantarme, pero Jason me pisa la mano. Chillo enrabietada mientras intento mover los dedos y zafarme del pie del enmascarado, pero sólo consigo hacerme más daño.

El olor es insoportable. Olor a carne humana quemada. Doy una arcada y vomito. Jason se aparta asqueado y consigo mover la mano, aunque dolorida.

Repto como puedo por el suelo, por encima de mi vómito incluso, hasta que una figura se detiene frente a mí.

Desde esa posición sólo acierto a ver sus zapatos oscuros y la parte baja de sus pantalones y su capa colgando detrás.

Alzo la cabeza y veo al Emperador, que me mira sonriendo.

-Creo que vamos a tener que hacer algo contigo ya. Si no, no nos vas a durar hasta el final.-Ríe.-No quiero tener que decir ésto, pero vamos a tener que curarte.-

Ilusa de mi, sonrío.

-¿En...en serio?-Digo esperanzada mirándole.

Baja su mano hasta mi boca sangrante, me la limpia y se lame la sangre de los dedos.

-Sí.- Me dice muy serio.- Te vamos a curar, pequeña.

Sonrío, y estoy segura de que si ahora mismo no estuviera tirada ya en el suelo, me arrodillaría ante el Emperador en señal de agradecimiento.

Le veo inclinarse y bajar hasta mi, poniendo su mano sobre mi frente,y dice:

-¡Corpus sanare! (“que el cuerpo cure!”)

Observo atónita como se vuelve a reconstruir mi piel, quedando libre de heridas: los trozos de carne que me ha arrancado Jason han vuelto a aparecer, sin embargo, creo que aún permanecen mis cicatrices en la cara y la cuchillada del ojo. Es raro, porque el dolor me sigue comiendo por dentro.

No lo entiendo.

-No pensarías que te íbamos a recomponer del todo, ¿Verdad?-Ríe el Emperador, junto al que han llegado Tar y Jason, que me levantan del suelo y me ponen de frente al Emperador, que chasquea los dedos, haciéndome vestir una túnica blanca que aparece sobre mí de repente.

-Uniforme oficial de hereje inquisitorial.-Dice el Emperador.

-Me gusta.-Sonríe Tar.-Pero aún falta algo. Así no se ve que sufra mucho...-

El Emperador lleva su mano a mi cuello, me lo aprieta suavemente, y siento el dolor de púas clavándose en él.

Cuando el Emperador aparta su mano, el dolor sigue ahí.

-¿Te gusta tu collar?-Me pregunta el Emperador sonriendo.

Por toda respuesta gimo dolorida.

-Un collar provisto de pinchos, como ves. Es comos los collares de heavy de ahora, pero al revés.-Ríe.- Típico de mis tiempos de inquisidor. Un artilugio muy básico. Los tengo peores, pero de momento bastará.-Dice.

-¿Bastará para qué?- Pregunto llorando.


-Ven, vamos a dar un paseíto.-Dice Tar llevándome casi a rastras del brazo fuera del Caserón....

viernes, 20 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 19

CAPITULO 19: POSEÍDA


Acabo de salir del quirófano de Espiral, y no necesito un espejo para saber que cada vez va quedando menos de mí para recomponer, cada vez menos piel que injertar. Soy una masa sanguinolenta, prácticamente. Y me pregunto cómo aún querrán seguir con las torturas, me pregunto cómo van a hacerlo para que, por mucho que pase no se acabe de agotar mi piel y ya no quede más que reconstruir. Supongo que hasta que el último morador no me toque, seguiré “viva”.

Una vez reconstruida, me han permitido “descansar” hasta que se ha hecho el día y el enterrador ha recibido la orden de comenzar con los grupos de visitantes.

Ahora camino delante del inquisidor, que me conduce casi a patadas hasta el lecho de la poseída, donde me tira sin ninguna delicadeza.

-Regan, tu turno.- Ordena Tar a la chica, que me mira como pensando qué podría hacer conmigo.

Ni me molesto en bajar de la cama. Intento refugiarme entre las sábanas, que huelen a vómito y a sangre.

Noto que alguien quita la sábana y veo a la poseída blandiendo un crucifijo de madera a modo de arma.

-Hola, Cris.-Dice con voz cantarina mientras me atiza con la cruz en la cabeza. Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces mientras ríe y yo grito, notando como la sangre corre por mi rostro. Me llevo la mano a la brecha que tengo en la cabeza mientras pienso de qué estará hecho el crucifijo. Es imposible que algo de madera, por muy dura que ésta sea duela tanto. Chillo y grito mientras Regan abre la boca, de la que empiezan a salir bichos que corretean por la cama y suben por mi cuerpo a toda velocidad. Intento moverme, pero una fuerza invisible me retiene. Sólo consigo que mi cuerpo se agite, pero no consigo bajar de la cama.

Acaban de llegar los visitantes y me contemplan estupefactos gritando, mientras Regan me dice:

-Muy mal, Cris. Aún te falta más para llegar a parecer poseída del todo...- La veo inclinarse sobre mi y besar mis labios, mientras noto como algo se mete en mi boca. La poseída se retira y veo brotar de mi boca varias cucarachas. Siento una arcada y vomito, poniendo perdida la cama y parte del suelo.

-¿Ves?-Me dice Regan.- Así está mejor.- Pero aún te sigue faltando para llegar a ser como yo...-Dice cogiéndome de la cabeza y obligándome a girarla hacia la derecha.

Aúllo mientras oigo fracturarse los huesos de mi cuello.

-¡Zorra!-Digo mirando a Regan, que me sonríe.

-¿Ves? Así mejor.

Con cada grito, una plaga de cucarachas sale de mi boca, y vomito cada vez más seguido. Los visitantes huyen y yo me levanto de la cama, intentando esquivar los bichos. Mis pies van como locos hacia los visitantes, y mis labios articulan si querer con voz gutural:

-¡Fuera de aquí!¡Largaos!-

Me agacho y gateo hacia ellos, que huyen despavoridos mientras yo les grito sin querer que huyan.

Cuando se han alejado, me desplomo en el suelo, sin saber a qué ha venido eso, aunque algo me barrunto.

En ese momento, veo a Regan acercarse a mi y quitar la parte de abajo del crucifijo, que resulta ser una especie de funda que guarda el filo de una daga, la cual no tarda en clavarme. Grito y me retuerzo mientras la veo sonreir y oigo los gritos de otro nuevo grupo de visitantes que pasa ante nosotras. Ella no me da tregua, la insulto, y sigo vomitando mientras siento las cucarachas ascender a mi boca, mientras ella me azuza más.

-¡Lo haces bien, Cris!¡Que se note que estás poseída, vamos!-

Grito mientras ella se ensaña apuñalándome. No puedo moverme, porque el cuello me duele horrores, lo que empeora mi situación: tirada en el suelo a merced de la poseída y pienso en lo que he dicho en la biblioteca: Dos sencillas palabras: “Me rindo”. Y pienso que el Emperador se ha burlado de mi al reconocer mi autoderrota. Sólo quería que me rindiera para hacerme más daño. Pues ahora le voy a demostrar lo testaruda que puedo llegar a ser. Aunque sufra y desee morir no volverá a oir de nuevo esas dos palabras de mi boca.

Decidida hago lo imposible por levantarme. , el cuello se me dobla y mi cabeza cae hacia mi derecha, entonces siento el cuchillo de Regan clavarse en mi ojo derecho, arrancándome un nuevo grito.

Hago acopio de la poca fuerza que tengo y zarandeo a la poseída intentado alejarla de mi mientras siento que la sangre baja de mi globo ocular a mi rostro y más abajo. Me llevo la mano al ojo y grito, mientras veo a Tar aproximarse y poner una mano en el hombro de Regan.

-Basta, los visitantes ya se han ido. Déjales algo a los demás hermanos.-Oigo que dice.

Ella asiente,se da la vuelta y vuelve a meterse en la cama llena de bichos, donde se arrebuja lanzándome una mirada llena de odio.

El inquisidor me coge en brazos.

-¿Dónde me lleváis ahora....? Pregunto yo casi sin fuerza.-

-Al lugar en el que mi fuego tuvo el honor de quemarte en su día...-Dice con una sonrisa.

A medida que Tar avanza conmigo en sus brazos, oigo el rugir de una motosierra.

-¡No!¡Al matadero de Jason no!-Chillo al recordarme colgada de un gancho, con sal en mis heridas y sintiendo un desgarrador dolor cuando el inquisidor me quemó.

Me deposita en la mesa llena de vísceras mientras veo a Jason junto a mí, ahora con la motosierra parada.

La pone en marcha, hace que el motor ruga un par de veces y la vuelve a parar. El inquisidor se aparta y le dice:

-Cuando quieras, Jason. Es tuya.-


Intento moverme, pero estoy demasiado dolorida. Cierro los ojos y lo último que veo es a Jason estudiarme con la mirada bajo su máscara de hockey mientras levanta la motosierra y hace rugir el motor...

jueves, 19 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 18

CAPITULO 18: HUMILLACIÓN

Oigo abrirse la puerta con un chirrido, y escucho los siseos y susurros de los visitantes.

Un chico ríe.

-Shh, ¡calláte, tío, jo!-Oigo decir a una chica al joven de la risa.- Y échate para delante que no veo nada.

-Está ahí, ¿Le ves?-Dice el chico señalando al Emperador mientras siguen avanzando.

-Frente a la escalera.-Ordena el Emperador.

Yo permanezco a su lado, y empiezo a escuchar su discurso. Habla calmado, pausado, seguro de cada palabra que sale de su boca.

-Vosotros...Que habéis decidido entrar aquí, a la morada del miedo, perturbando la paz de los seres que en éste Caserón habitan...Agarraos fuerte. Pase lo que pase aquí dentro no os separéis u os podría costar muy pero que muy caro...Esto no es ningún juego, os lo aseguro.-Ríe.

Estoy quieta a su lado. Algo me impide moverme Intento hablar, pero no puedo. Una fuerza invisible me oprime la boca, impidiéndome casi respirar. Y entonces, oigo la voz de un chica.

-Yo...yo me voy de aquí...-

-¿Ya te vas?-Le pregunta el Emperador divertido.- ¡Pero si no hemos empezado!- En fin...Cierra la puerta cuando salgas...-Dice suspirando resignado viéndola marchar sin mirar atrás.

-¡Te he dicho que cierres la puerta cuando salgas!-Brama haciendo que la chica retroceda y cierre la puerta tras ella.

Acto seguido el Emperador recorre la biblioteca con la vista.

-Bueno...Pues ya estamos todos...-Sonríe y me mira.- ¿No os he presentado a mi pequeña hija Cris, verdad?-Ríe señalándome.

Todo el grupo de visitantes se queda quieto mirando, intrigado, esperando la actuación de ese gran actor que ellos creen que tienen ante sí.

-Bueno, no es mi hija, pero como si lo fuera. Llegó aquí como vosotros, y murió.-Ríe.- Bueno, la matamos...Le resultaba bastante dificil adaptarse a la vida de moradora y decidí castigarla hasta conseguir su transformación completa. Y aún le quedan unas cuantas pruebas que superar, ¿Verdad, pequeña?- Me sonríe.

Noto una lágrima correr por mi mejilla mientras él se acerca a mí.

-¿Quieres decirles algo, Cris?-Me dice sonriendo al ver que intento abrir la boca para hablar y no puedo.

Él chasquea los dedos y la opresión de mi boca desaparece, pudiendo decir en un susurro, rota de dolor:

-Por favor...Sacadme de aquí...Ayudadme...-

Todos se quedan mirando cómo el Emperador levanta su brazo y me hace salir volando hasta empotrarme contra la pared para luego caer al suelo.

No tengo fuerzas para levantarme. Me quejo de dolor mientras siento cómo me alzo y vuelo a través de la sala, dirigida por el brazo alzado del Emperador.

Los visitantes se quedan mirando, absortos. Oigo que dicen:

-¡Que bueno!¿Dónde estarán los hilos, que no se ven?-

El Emperador se carcajea y yo grito desesperada:

-¡No hay hilos!¡Me están matando!¡Ayudadme, por favor!-Lloro mientras siento que me estampo contra la pared de nuevo y vienen volando hacia mi varias dagas que se hunden en mi cuerpo.

Chillo con toda mi alma mientras una gran espada atraviesa mi estómago me clava a la pared. Echo una bocanada de sangre por la boca mientras los visitantes siguen mirando, anonadados.

-Parece de verdad...-Oigo que dice uno.- Y ese agujero en el pecho...-Dice señalando el boquete donde antes estaba mi corazón.- ¡Qué logrado está!-

Lloro de rabia e impotencia, agitándome con la esperanza de liberarme, pero sólo consigo aumentar mi dolor y que las espadas penetren más en mi.

De repente, paro de chillar y noto cómo involuntariamente mis labios se mueven y articulan con una sonrisa maliciosa y una atemorizante y gutural voz:

-¡Largaos de aquí si no queréis morir!- Me carcajeo sin quererlo, y oigo la voz del Emperador en mi mente.

-Control mental, querida. ¿A que se me da bien?.-Ríe.

Los visitantes aceleran el paso, pero con un movimiento de mano, el Emperador corre la cortina que da a la siguiente sala e impide salir de la biblioteca a los visitantes.

-¿Tan pronto os vais?-Ríe y niega con la cabeza.- No, no, no...Habéis pagado por entrar aquí. ¿Qué os pensábais?¿Qué sería una visita breve a la biblioteca?-Ríe.- Me parece que hoy no...Sobre todo si Cris nos honra con su presencia.- Me mira riendo.

Empiezo a tiritar y a sentir frío. Intento abrazarme, pero no puedo. Grito de impotencia. Goterones de sudor helado caen por mi rostro. El Emperador se acerca a mi y me susurra:

-¿Tienes frío? ¿Quieres calentarte?-Sonríe mientras alza la mano y hace que una llamarada aparezca delante de mi. El fuego ni siquiera me roza, pero su sola presencia es lo bastante para desatar mi histeria. Chillo, grito y me revuelvo, clavándome más las dagas y las espadas, pero apenas tengo fuerzas ya...

-¿Qué te pasa, pequeña?-Me pregunta.

Agacho la cabeza, suspirando hastiada.
Oigo la risita del Emperador mientras siento como el calor del fuego desaparece y noto que de nuevo vuelo con fuerza hasta rebotar en la pared, dirigida por la mano del Emperador, que me estampa contra la pared de enfrente y de nuevo con la otra. Una y otra vez, de pared en pared, hasta que se cansa y me hace caer a sus pies, incapaz de moverme.

Alzo la cabeza y le miro como puedo. Me sonríe burlón y les dice a los visitantes:

-¿Veis? A pesar de todo no se rinde, pero tarde o temprano lo hará, ya veréis...Y se unirá a nosotros...¿Y quién sabe si algún día volvéis y es ella la que os da vuestro merecido?-Le veo sonreir.

Los visitantes permanecen callados.

-Pero de momento ésto sólo son sueños, porque ésta pequeña aún tiene mucho que aprender, que sangrar, y que gritar...Hasta que al fin ceda...Y más te vale hacerlo rápido. Mi paciencia no es eterna.-Me dice dándome una patada.

Ahogo un gritito e intento abrazar mi estómago, pero el dolor no me lo permite.

Escucho decir a algunos visitantes:

-Venga, vamos, tira para delante, corre, que tengo miedo!¡Si empiezan así, imagínate dentro qué habrá!-

Deduzco que el Emperador ha corrido la cortina de la puerta y los visitantes van a la otra sala.

-¡Ah!-Oigo decir al Emperador.- No intentéis hacer esto en casa, chicos! ¡Recordad que somos actores profesionales!-Se ríe y me guiña el ojo.

Niego con la cabeza, muerta de dolor.

Vuelvo a estar a solas con el Emperador.

Y no puedo más: mi resistencia física es casi nula. Si no he muerto ya es porque el Emperador no quiere, porque quiere verme sufrir; mi aguante mental tampoco es brillante. A la desesperada, susurro:

-Me...me rindo.-

El Emperador se inclina hasta donde estoy y finge no oirme:

-¿Qué has dicho?-Me pregunta.

-Que me..que me rindo.-Digo casi sin fuerza expulsando una bocanada de sangre por la boca.

-Como lo sabía, Cris...-Dice riendo. Y luego suspira.

-Ay...Pero me temo que no puedes rendirte ahora. Si me lo hubieras dicho antes, tal vez...-Vuelve a suspirar.- ¿No querrás dejar a medias al inquisidor con tu castigo? ¿No? Y además, aún quedan moradores...los zombis, Regan, Sara, Jason. Y Selman....Ay Selmitan...¡Qué ganas te tiene, Cris! Se muere por volver a beber contigo...-Dice riendo.- Aún le queda ron...

Sigue sonriendo.

-Así que, no. No puedo dejar al resto de mis chicos sin el regalo que les prometí...Además, Tar debe acabar lo que ha empezado, te lo vuelvo a repetir.-

-Anda, sé buena y quédate ahí. Pronto alguien vendrá a buscarte y te llevará con Espiral para que vuelva a recomponerte, o por lo menos intentarlo.-

Lloro.


-¿Qué te pasa? ¿Te duele?-Dice con sorna.- Aguanta. Sólo te queda por pasar por las manos de...Siete moradores. ¡Y los Movie Maniacs, que se me olvidaban!¡Y Tar, por supuestísimo!-Ríe mientras abandona la biblioteca y yo me quedo esperando a que alguien venga a recoger los restos de mi endeble ser e intente recomponerlos...