CAPITULO 32: OSCURA NUEVA VIDA
Vago con total libertad por el Caserón.
Ya no me siento prisionera, ni blanco de torturas, ni de castigos.
Camino segura de mi misma pisando fuerte comenzando mi nueva vida.
Recorro el Caserón desde el principio hasta el final, en completo
silencio. Mis hermanos me saludan cuando paso ante ellos. Yo me
limito a sonreirles. Es estúpido guardarles rencor por lo que me
hicieron, al fin y al cabo sólo cumplían órdenes. Y ahora su señor
también es el mío. No puedo reprocharles nada.
Recorro la biblioteca, el circo, el
manicomio, el quirófano de Espiral, la habitación de Regan, la
abadía, y el matadero de Jason con ese dulce olor a sangre...Suspiro
y me doy la vuelta para ir a la cripta, mi nuevo hogar en el Caserón,
pero entonces, una voz me detiene.
-Criiiissss....Criiiisss....-Ríe la
voz canturreando burlona.
Reconozco esa voz. ¿Pero de dónde ha
venido? Miro a mi alrededor, pero no veo a nadie.
-¿Selman?-Pregunto, pues sé que es la
voz del vampiro la que me habla.
-Ese era mi nombre en vida, si.-Dice la
voz amargamente.
Sigo sin ver a nadie conmigo, nada que
denote la presencia del vampiro.
-No puede ser...¡Yo te maté!-Digo con
rabia
Y en ese momento, de la nada surge una
niebla grisácea que se materializa en el espectro de Selman.
-Ya lo creo que lo hiciste.-Dice
sonriendo y con voz fría.-Gracias a ti sólo soy una sombra, algo
insignificante- Dice acercándose a mi, que retrocedo con cierto
miedo hasta que me doy cuenta de que sólo es un fantasma. Le miro
con rencor y le espeto:
-¡Púdrete! Yo sólo cumplía órdenes
de mi señor. Además, te lo tenías bien merecido por todo el
tormento y las torturas a las que me sometiste...Hice lo que tenía
que hacer y no me arrepiento. Y ahora esfúmate y déjame en paz.-
Digo girándome y echando a andar, pero él se pone ante mi
cortándome el paso y yo me paro instintivamente.
-Veo que el haberte convertido no ha
mejorado tu mal genio y humor...-Dice con sorna.- Vamos, Cris, sé
amable. No he venido a perturbarte.-
-¿Qué quieres entonces?-Digo
despótica.- ¿Una disculpa? No la tendrás, asi que si vienes a
buscarla ya puedes irte por donde has venido.-
-Puede estar usted tranquila, señorita,
que no vengo a por una disculpa.- Dice con retintín.- He venido a
ayudarte. A mejorar un poco tu imagen.- Dice ahora serio.
Le miro con los ojos como platos y me
echo a reir.
-¿A mejorar mi imagen? ¡Estoy
perfecta! Ya no tengo heridas ni nada que deforme mi cuerpo.-
-Pues cualquiera lo diría con esas
ropas...-Me dice mirándome de arriba abajo.- De todos los moradores
eres la que más pena da. Más que vampiresa, pareces una mendiga.-
Ríe.
Miro mi camisón agujereado y
deshilachado y le doy la razón, pero no se lo digo.
-Sígueme, anda.-Me dice mientras
comienza a flotar en dirección a la cripta, donde me hace pasar.
Miro lo que hay encima de mi ataúd: un
cofre de mediano tamaño, y sobre él, algo que parece ser de cuero.
Miro a Selman, indecisa, sin saber qué hace eso ahí y por qué se
supone que me incumbe.
-Tú nuevo traje, Cris.-Dice flotando
hacia las prendas de cuero y alzándolas. Las miro.
Un mono de cuero negro y una gabardina,
también de cuero oscuro.
Cuando el vampiro suelta las prendas
sobre el ataúd me mira y me dice:
-Eran de una visitante. Cuando entró
aquí se puso a decir que le encantaba el lugar, y cuando me vio no
pudo evitar soltar que la encantaría ser mordida por un vampiro...Y
yo la di ese placer, como buen caballero. ¡Pobre! No se esperaba que
fuera real, como es lógico¡La dejé con menos sangre que un
cascote!-Ríe.
-¿Y por qué guardabas su
vestido?-Pregunto con curiosidad.- ¿Acaso te lo ponías cuando nadie
te veía?-Añado con cierta sorna.
-Muy graciosa.-Responde él, cortante.-
No lo sé. Supongo que fue un capricho del momento. lo guardaría por
tener un recuerdo de aquella víctima.
Se queda callado y luego me señala el
cofre que hay junto al traje.
-En éste cofre encontrarás dos sais.
Se las compré a un comerciante hace mucho tiempo, pero nunca aprendí
a usarlas correctamente. Espero que tú si. Como verás, todo morador
de éste Caserón tiene sus propias armas. He ahí las tuyas. Dice
volviendo a señalar el cofre.-
-Ahí hay también una pequeña cajita
con una gargantilla y una pulsera de cuero con pinchos. Pertenecían
a la visitante que era dueña de la ropa.-
-¡Cuánta amabilidad!-Digo yo
irónica.- ¿Te comportas así siempre con quién te mata?-Me río.
-Ríe mientras puedas.- Me corta él,
seco.- Ésta será la última vez que te ayude. Tú me mataste y te
las haré pagar todas juntas, Cris. Visible a tus ojos como fantasma,
o como voz dentro de tu mente. Puede que no pueda matarte yo, pero
por Lucifer te juro que haré todo lo posible para que tu nueva
existencia aquí sea un suplicio... Sólo tú puedes verme, pues
nuestro antiguo vínculo así lo establece....¡Verás cómo nos
divertimos! -Se carcajea con maldad.
La risa de Selman se mezcla con otra
masculina, pero histérica. Al instante, la risa del vampiro se
disuelve, como su espectro, que se evapora con una niebla gris, justo
cuando Espiral aparece por la puerta de la cripta, nervioso.
-¡Cris!¡Cris!-Me dice.- ¡Prepárate!
¡El Enterrador va a dejar pasar al primer grupo!¡Comienza la
diversión!-Ríe y acto seguido abandona la cripta.
Nada más salir Espiral, me desprendo
de mi raído camisón y me enfundo en mi traje nuevo. Siento
escalofríos ante el frío tejido que se posa sobre mi piel.
Enfundada en mi mono de cuero negro, me pongo la gabardina, y no
puedo evitar sentirme poderosa y capaz de todo con mi nuevo atuendo.
Abro el cofre y observo las dos sais.
Parecen pequeños tridentes, con la punta de en medio sobresaliendo
sobre las demás. Veo su brillo a la tenue luz de las velas. Las cojo
y me las cuelgo del cinturón, a ambos lados de las caderas. Miro la
cajita que hay en el cofre y cojo la gargantilla, de la que cuelgan
dos calaveras a ambos lados de una cruz. Lo cuelgo de mi cuello y me
pongo la pulsera de pinchos. Hecho ésto, con un salto, me agazapo en
el techo de la cripta, esperando que comience la diversión.
|
"Ahí hay también una cajita con una gargantilla
y una pulsera de cuero con pinchos..." |
|
Sais |
Los visitantes van pasando, un grupo
tras otro, gritos, aullidos, arrepentimientos...Y ese
aroma...Mmmm...Ese aroma a sangre que impregna la cripta cada vez que
los visitantes entran, pero que desaparece cuando se van.
Tengo que hacer esfuerzos sobrehumanos
para no abalanzarme sobre cualquiera de ellos y dejarle vacío de
sangre. Muy a mi pesar, no puedo hacerlo. Temo el castigo.
-Último grupo.- Me dice la voz de mi
señor en mi mente mientras espero agazapada en el techo, y cuando
los veo aparecer por la puerta, salto y los asusto por sorpresa.
-¡Fuera de aquí!¡Quiero
sangre!¡Dadme vuestra sangre!-Grito.
Veo que el último del grupo se da la
vuelta y me mira sonriendo. El típico chulito de turno.
-¿Quieres mi sangre, nena?-Me dice
riendo.- Tengo algo mucho mejor para darte, vampirita...-Se
burla.-¡Venga, asustame si tienes ovarios!¡Uhhh!¡Que miedo me
das!-Dice fingiendo temblar.
-¡¡LARGO!!- Bramo mientras siento
descender mis colmillos.
El visitante retrocede asustado y se
dirige a la puerta, donde le aguarda Tar.
-Caminen siempre juntos, sin correr,
sin parar y sin retroceder. Esa es la norma. ¿Tan poco seso tienes
que no la recuerdas?- Ríe el inquisidor divertido.- ¿O es que
vienes con ganas de vacilar? Sea lo que sea...Acabas de suicidarte.-
Dice.
El visitante pone las manos en el pecho
de Tar, intentando apartarle, pero el inquisidor le coge de las manos
y las aprieta hasta que oigo crujir sus huesos. El chulo gime y Tar
corta su grito agarrándole del cuello y tirándole brutalmente a mis
pies.
-Vamos, Cris.- Me reta el inquisidor.
Acaba con él. Sé que deseas su sangre. Lo leo en tus ojos. Date el
gustazo y bebe.
Me relamo, me muerdo el labio y avanzo
dubitativa hacia el chico.
-¡Hazlo!-Retumba en el Caserón la voz
del Emperador..
Sin pensármelo dos veces, hundo mis
colmillos en el cuello del chico y succiono su sangre hasta quedar
totalmente saciada. Alzo la cabeza y me limpio los restos,
relamiéndome.
Sonrío satisfecha, pero mi sonrisa
desaparece cuando compruebo que Tar no ha abandonado la cripta aún.
Me quedo mirándole. Sus ojos se encuentran con los míos, y su voz
me desafía:
-Atácame, Cris. Véngate de mi por
todo el daño que te he causado. No te reprimas.- Dice acercándose a
mi.
No comprendo por qué me azuza así,
pero me da igual. Sus palabras hacen que mi mente evoque cada
castigo, cada tortura, el dolor...
Grito de rabia y saco mis sais del
cinturón, abalanzándome sobre Tar, dispuesta a darle muerte.
Él se aparta y consigue agarrar mi
mano derecha, la cual retuerce hasta ponerla tras mi espalda.
Gimo de dolor y dejo caer las sais al
suelo. De mis ojos brotan lágrimas. Y entonces, siento como la piel
de mi muñeca se abrasara, y no puedo evitar gritar de dolor.
-¡Por favor!¡Paraaaa!-Chillo
desesperada mientras a mi nariz llega un extraño olor a carne
quemada.
Tar me suelta y caigo al suelo. Me miro
la mano. En la muñeca ha aparecido una horrenda quemadura negra.
Miro a Tar y le veo con su Zippo en la mano.
-¿Por qué? ¿A qué ha venido
ésto?-Grito horrorizada.
-Para que no olvides cómo son las
cosas.- Dice mirándome frío.- Ahora perteneces al Emperador por
completo. Y más te vale no olvidarlo. Si te mantienes en el buen
camino te garantizo que tendrás una larga vida a su servicio, pero
si vuelves a desviarte...-Enciende su Zippo y de él brota tal
llamarada que ilumina toda la cripta por un momento. Me aparto con
miedo y él concluye su frase:
-...Ya sabes lo que te espera. Y eso es
una promesa.-Me advierte.dándome la espalda y dirigiendose a la
puerta.
En mi mente, oigo el susurro de la voz
de Selman:
-Cris, ahora. ¡Mátale!. Véngate de
él.-
Quiero atacarle y demostrar a ese
inquisidor de pacotilla lo mucho que deseo vengarme. Quiero sentir
cómo mis sais penetran su piel, quiero oir su voz suplicarme
clemencia y quiero deleitarme viéndole sufrir...
-Vamos, Cris.- Me insiste la voz del
vampiro en mi cabeza.- Ahora tienes la oportunidad. ¡Véngate!-
Niego con la cabeza y la voz de Sel se
disipa. No quiero ceder a sus provocaciones buscando mi suplicio.
Me levanto despacio, me cuelgo las sais
del cinturón como puedo y voy a buscar a Espiral por si tuviera algo
para calmar mi dolor.
Me miro la mano. La cicatriz es
horrible. Del color del carbón. Algo me dice que tardará en
desaparecer, si es que lo hace.
Miro la herida y comprendo los riesgos
que entraña salirme del oscuro redil. Más me vale permanecer en la
vereda...Más me vale...