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miércoles, 30 de abril de 2014

Mi salto a la radio "Letras Encadenadas"

Como veis, tengo notición: Voy un paso más allá y no sólo podréis leerme, sino que también podréis escucharme en Getafe Voz, en el programa "Letras Encadenadas", a partir del miércoles que viene. 
"Letras Encadenadas" se emite a partir del miércoles que viene, un miércoles sí, un miércoles no, de 18:00 a 19:00 en www.getafevoz.es .
Ésto que os dejo no es más que un relato de lo que me inspira el título del programa, "Letras Encadenadas" y con el que, por lo que me han dicho, abriré el programa del miércoles que viene leyéndolo así que....¡No os lo podéis perder!
Espero que os guste! :)




-LETRAS ENCADENADAS- Cristina Bermejo
Átalas fuerte mientras las piensas, mientras las mantienes prisioneras en ese rincón de tu cerebro. No son nada aún....Hasta que llegan las musas.

Mientras las musas juguetean con ellas y liberan sus cadenas para dejarlas volar un momento por tu imaginación, observa su belleza al tiempo que se van ordenando en tu mente, tan bellas, tan hermosas. Todas libres. Pero aún no del todo.

Deja que las musas miren mientras las haces tuyas: las sientes, las tocas y dejas que continúen vagando por tu mente hasta que llegue la hora de apresarlas de nuevo. Una a una, formando grandes maravillas en tu mente, vuelves a encadenarlas formando unidades cada vez más hermosas, esperando el momento de ser liberadas de una vez por todas, esperando el tan ansiado momento de volar libres.

El sonido de una canción te ayuda a formarlas, a encadenarlas una a una construyendo palabras que saldrán de tu cabeza en no mucho tiempo dando forma a algo maravilloso.

La forma en la que saldrán de tí, no depende de ellas, porque tú decides con qué cadencia lo harán: si lo harán veloces en forma de relato airado, oscuro, terrorífico; si lo harán suave en forma de prosa dulce y mimosa, o si será un sincero poema de amor en lo que se convertirán.

Ya no son tres, ni veinte, ni treinta. Ya no son sólo una. Ya no son “L”, ni “B” ni “A”; Ahora son “libro”, “amor”, “belleza”, o lo que tú quieras que sean. Todas las letras unidas en una sola palabra, y luego otra, y otra, formando un todo hermoso.


Eso son las letras encadenadas.

viernes, 25 de abril de 2014

La leyenda de Matilde (Viejo Caserón Parque Atracciones Madrid)

Pregunta para los frikis del Viejo Caserón 
¿Conocéis la leyenda de Matilde?
Dicen que murió quemada durante el incendio que asoló el restaurante vasco, antes que éste pasara a ser Pasaje del Terror y tiempo después Viejo Caserón...
¿Os atrevéis a leer el relato que he hecho sobre la leyenda y su protagonista? 


-PRÓLOGO-

Corría el año 1980 cuando un terrible incendio asoló el restaurante vasco del Parque de Atracciones de Madrid.

Pero tiempo antes de eso, a la plantilla de cocina se había incorporado Matilde, una servicial mujer, amante de su oficio que no tardaría en ganarse -no sin su mucho esfuerzo- el puesto al frente de la cocina del restaurante.

Todo marchaba bien.

El restaurante acogía a las hambrientas familias que se nutrían de todo el alimento que la casa de comidas ofrecía hasta que reanudaban su frenético recorrido por el Parque, de atracción en atracción, ya saciados.

A veces -las pocas veces que el bullicio de la actividad de la cocina la dejaba-, Matilde se asomaba a la zona de mesas y contemplaba sonriendo satisfecha que los alimentos que cocinaba hacían las delicias de todos.

Los “mmmmm, ¡Qué rico!” “¡Está delicioso!” “¿Quién habrá cocinado ésto?” eran los mejores regalos que podía recibir: esos comentarios demostraban que la cocinera estaba haciendo bien su trabajo, un trabajo que ella amaba con locura.

Tanto que en vez de irse a casa tras cerrar el local, solía cenar en la cocina, con el restaurante ya cerrado, para después limpiarlo y clausurarlo hasta el día siguiente.

Cierto día, Matilde se hallaba en la cocina preparándose su cena.

El aceite se calentaba en la sartén mientras ella cortaba las patatas para freirlas.

Chasqueó la lengua mientras miraba el salero de la cocina vacío.

-Es verdad, que no quedaba sal...-Suspiró yendo al comedor a por uno de los saleros que estaban sobre las mesas.

Con él en sus manos, volvió y descubrió con horror que el aceite que había dejado calentándose al fuego lo había hecho demasiado, tanto que había prendido llama.

Matilde ahogó un grito y entró en la cocina a toda prisa, y tan de los nervios estaba que éstos no la dejaron recordar que lo último que había que hacer si el aceite salía ardiendo en la sartén era echar agua.

Tan nerviosa estaba que lo primero que hizo fue abrir el grifo y poner bajo él la sartén, dejando que el agua hiciera que la llama se avivara más y llegara incluso a alcanzar la cara de la pobre Matilde, que chilló de dolor cayendo al suelo, haciendo que el delantal de la cocinera se prendiera.

El dolor era cada vez más intenso. Matilde dejó caer la sartén junto al horno de cuya agarradera colgaba un trapo que no tardó en arder, haciendo que las llamas se propagaran al resto de la cocina.

La pobre cocinera no pudo hacer mucho tirada en el suelo, con el delantal en llamas, abrasándose, viendo cómo su cocina ardia y ella era incapaz de levantarse.

Pidió ayuda, gritó, aulló...Pero nadie la hizo caso. A esas horas poca gente quedaría en el Parque, y ni mucho menos prestarían atención al restaurante vasco que a ojos del público estaba cerrado.

Presa del humo y las llamas, Matilde murió abrasada en la cocina de restaurante. Al día siguiente nadie supo decir con certeza qué pasó con la cocinera porque nunca se encontró el cadáver....

-EL FANTASMA DE MATILDE-

...Morí abrasada.
Grité, pero nadie me escuchó.
A raiz de eso, el olor a carne quemada y a aceite churruscado que reinaba en la cocina -en mi cocina- tras mi muerte, poco a poco se fue sustituyendo por el olor a pintura nueva; los azulejos se quitaron dando paso a paredes que se pintaron de un tono lúgubre, como si quisieran reflejar parte de la tragedia que había ocurrido entre esas paredes.

Al principio sólo era un enorme pasadizo oscuro. “El Pasaje del Terror”, lo llamaban.

Gente gritando, llorando y casi al borde de la histeria pasaba por el que había sido mi lugar de trabajo durante años y del que prácticamente sólo se conservaba la fachada.

Todos los visitantes huían despavoridos por la cantidad de sustos que les proporcionaba tal espectáculo de terror

Yo campaba a mis anchas por el lugar sin que nadie se percatara de mi presencia. Me había convertido en nada, en un puñado de aire que flotaba casi sin rumbo, gimiendo quejumbrosa del dolor que sentía.

Nunca supe lo que había sido de mi cuerpo, lo que sí sabía era que mi alma o lo que fuera que tuviera en ese momento estaba quemada, en ambos sentidos, el literal y el figurado. Porque empezaba a estar harta de soportar tanto dolor, pero sobre todo estaba harta de los cambios que de un tiempo a ésta parte había sufrido mi morada.

Sí. Era mi morada. Mía. Y de nadie más.

Justo allí pasé los mejores años de mi vida: cocinando y deleitando al público con mis deliciosos platos...Tanto tiempo, tanta dedicación...Para nada. Para que el que fuera prácticamente mi hogar, ahora se hallara convertido en un espectáculo de terror de pacotilla.

¿Querían terror? ¡Yo les daría terror! Oh si, ya lo creo que sí...

Y se lo dí, ¡Vaya que si se lo di! Me movía tras el grupo de visitantes, y sólo me bastaba tocar a uno de ellos para que gritara e hiciera gritar al resto. Él juraba y perjuraba que había notado como aire a su alrededor, pero el resto le acusaba de bromista.

...Hasta que empezaron a nombrarme...Y las cosas empeoraron en cierta manera.

-¿Es que no conoces la leyenda de Matilde?-Escuché un día decir al director del espectáculo a un actor que había entrado nuevo.

¿Por qué salía yo ahora a relucir?

Resoplé e hice que un fuerte viento azotara el despacho del director del show, alborotando papeles mientras yo alzaba en el aire el portalápices que había sobre la mesa, haciendo que el gerente y el nuevo actor huyeran despavoridos.

Al día siguiente, con una sonrisa en los labios, vi como la compañía hacía el petate y no los volví a ver más.

De nuevo volvía a estar sola en casa, pero por poco tiempo.

Al poco tiempo volví a oir martillazos, taladros...Volvía a oler a pintura.

Comprobé que el color de las paredes de mi cocina no había cambiado a excepción de que sobre el negro ahora había unas extrañas pintadas: “1, 2, canta a viva voz...3,4, el hombre del saco....”. Y donde debía estar la encimera había como una especie de puerta metálica que se subía y bajaba, en la que perfectamente se podía encerrar una persona.

“¿Qué irán a hacer ahora estos malditos?” Era el único pensamiento que rondaba mi mente.

Tenía ganas de echarme a llorar. Otra vez me invadían. Mi hogar, mi vida. Todo.

En silencio, pero con rabia contemplé cómo de nuevo lo único que quedaba intacto del antiguo restaurante era la fachada. El resto lo remodelaron por completo tirando paredes y poniendo otras nuevas para separar lo que ellos llamaban “cuadros”.

De nuevo eran actores quienes entraron a trabajar a lo que pasó a llamarse “El Viejo Caserón”, que no era, ni más ni menos que... ¡Otro espectáculo de terror!.

...Y de nuevo empezaron a oirse los “¿Es que no conoces la leyenda de Matilde?” cada vez que entraba algún actor nuevo, y de nuevo oir mi nombre me ponía hecha una furia.

Hacía brotar corrientes de aire por todo el Caserón haciendo temblar a quien osara pronunciar mi nombre, pero también al novato o novata al que el actor o actriz veterano quisiera asustar, no sólo haciendo que lo consiguiera, sino también provocando que el bromista se asustara de su propia broma...

Sigilosa, seguí a muchos de ellos muchas de las veces que se olvidaban cosas y tenían que ir linterna en mano dentro del Caserón a por ellas, y vi a más de uno y una volver su vista atrás, incluso preguntar quién andaba por ahí.

Pero claro, no obtuvieron respuesta, porque yo, obviamente, no se la dí. A cambio, me deslicé a su alrededor haciendo que sintiera escalofríos y volviera a toda prisa al exterior una vez recuperado el objeto olvidado, casi tragándose los escalones que daban al exterior, girándose y cerrando a toda prisa la puerta, como queriendo encerrar a lo que fuera que anduviera por ahí.

Y en verdad así era, y así es:

Estoy encerrada, atrapada en aquel que fue casi mi hogar, y en el que ahora lo sigue siendo, y que si no fuera por esos entrometidos que a veces lo moran, podría estar tranquila y en cierto modo, en paz.

Malditos. Malditos todos.

Ni siquiera toqueteando las escenas en las que se pasan horas consigo echarlos...
...Y sin embargo, mi nombre sigue en sus labios...

Matilde... Matilde...¡¡No me digas que no conoces la leyenda de Matilde!!”....

-EPÍLOGO-

Un jueves como otro cualquiera, una pareja decide ir al Parque. Cuando pasan por el Viejo Caserón ella empieza a ponerse nerviosa.

-¿Ya?-Le pregunta él poniendo su mano en el lado izquierdo del pecho de ella para sentir su corazón. Le cuesta creer que cada vez que paran frente al edificio a su chica le lata el corazón a mil.

-Pues sí, chico. Piensa lo que quieras, pero es lo que hay. Estoy de los nervios...-

Él se ríe y se acercan a la casa a hacerse fotos. Después se van a descargar algo de adrenalina y otra vez emprenden el regreso al Caserón, en el que parece no haber nadie haciendo cola; nadie hay tampoco fuera esperando recibirles.

Tras un breve lapso de tiempo que a ella se le hace interminable, el Enterrador sale a recibirles.

-Volvemos a vernos...-Les saluda afable pero sin perder ese aire siniestro que le caracteriza.- Esperaremos unos minutos a que venga más gente, ¿De acuerdo?- Pregunta.

Se hace el silencio y el Enterrador pregunta:

-¿Les he hablado alguna vez de la leyenda de Matilde?-

Los chicos juran que en ese momento oyeron crujidos y chirridos de puertas, no muy lejos de ellos.

...Pero lo que ellos no saben es que justo en ese momento, en el interior del Caserón, Matilde se revuelve, enfadada, al escuchar como tantas veces, pronunciar su nombre, y afina el oído resoplando:

-Y justo cuando dijimos el nombre de ésta mujer...de....-Sigue contando el Enterrador. Parece que no recuerda su nombre.

-.....De....Matilde.- Oye que dice una vocecilla femenina nerviosa. Es la chica que espera fuera, que junto a su chico escucha atenta el relato del Enterrador, y que una vez éste concluye,  se adentran en la casa.

Y Matilde sonríe, pues sabe que tiene al menos diez minutos para jugar con la simpática pareja que ha osado entrar al Viejo Caserón y lo que es peor, que ha osado pronunciar su nombre...


Matilde....

martes, 22 de abril de 2014

Los cinco sentidos de las fiestas de Getafe

Mi pequeño homenaje a las fiestas de Getafe, que ya están a la vueltade la esquina. 
Es pronto para pronunciarse, pero quizá ésto vea la luz en cierta revista web de la ciudad...Informaré si hay novedades!
Espero que os guste! :)

-LOS CINCO SENTIDOS DE LAS FIESTAS DE GETAFE- Cristina Bermejo

Desde siempre le tengo muchísimo cariño a ese lugar, por lo que no es de extrañar que todos los años quiera escaparme allí un rato, aunque sólo sea un día.

Todavía me recuerdo de pequeña, montada en el Saltamontes, el brazo de mi padre tras mi espalda sujetándome, mis manos aferradas a la barra de seguridad mientras la atracción giraba, y subía y bajaba...Y yo creía volar.

La sonrisa que se me dibujaba entonces en los labios y los gritos y la risa que salían de mi boca no tenían precio.

Aún permanecen en mi memoria retazos -apenas lo recuerdo, casi era una cría- de aquel Pasaje del Terror con apariencia de castillo, de brillantes e iluminadas letras carmesí que rezaban “Pasaje del Terror”, y aquel cartel del que no recuerdo más que fragmentos sueltos, pero que solo leerlo me ponía la piel de gallina, pues advertía del peligro que aguardaba. Y recuerdo cómo los incautos visitantes entraban sin reparo en la morada del terror....

Ahora ese espectáculo ha sido sustituido por el Castillo Diabólico, un tren fantasma con animatronics que pretenden asustar al público que se adentre en la casa montado en el tren y no andando como en el Pasaje predecesor...

A través de los años, la feria de Getafe ha ido cambiando: atracciones que han desaparecido , como aquella montaña rusa con la que crecí, la “V”, “La Olla”, “El Hotel”...Otras se han mantenido, caso del “Saltamontes”, “Dragón Express”, el famosísimo “Tren de la Bruja”, la divertida atracción de toros mecánicos “Los Cuernos de Domingo” -con su famosa banda sonora-....

Otras atracciones, como el ya mencionado “Castillo Diabólico”, “El Simulador” “El Pulpo” o el “Top Spin”han llegado nuevas no hace mucho, provocando que cada año que pasa no se sepa con qué nos sorprenderá la feria: qué atracciones llegarán o cuales nos dejarán.

Pero si hay algo que no ha cambiado de la feria de Getafe es el tan característico olor que allí se respira: olor a recinto ferial en pleno apogeo, a algodón dulce, a palomitas, a berenjenas, altramuces, chufas y coco que venden los puestos; al vino de esa caseta tan peculiar dotada de muñecos mecánicos que fingen pisar la uva; a chorizo, a panceta, a patatas bravas, todo mezclado con ese peculiar aroma a música que toca junto a las casetas de las peñas que sirven las raciones; olor a pólvora, ruido estridente de cohetes que explotan en las alturas, risas, gritos, felicidad, diversión....

El sabor...Sabor a churros, a chocolate, a perritos calientes, a patatas fritas...Mmmmm...Delicioso

Una vez estás inmerso en el apogeo de la fiesta te es imposible escapar, y sientes como la mano de tu acompañante tira de ti urgiendote a dirigir vuestros pasos veloces a la siguiente atracción, y tú le llamas loco por querer subirse en esa atracción que da tanto meneo, y le dices que no, que tú no te subes ahí porque da muchas vueltas, y tu colega te llama cobardica entre risas, y tú casi le tiras la CocaCola, o el calimocho, o lo que lleves en el vaso a la cara, por tontaco. Pero siempre entre risas.
Y luego sientes su tacto y el de otra persona a ambos lados de ti mientras bailáis “Paquito el Chocolatero” que la orquesta toca en la Caseta Municipal, y casi se te cae el vaso, y notas como su contenido moja tu mano mientras oyes, hueles y sigues saboreando las fiestas de Getafe en toda su plenitud.....


¿Acaso hay mayor placer para los cinco sentidos que una visita a las fiestas de nuestra querida ciudad?

miércoles, 16 de abril de 2014

Relato: "Brujería" capitulo 3

Tercer capitulo de los cuatro (iban a a ser tres, pero no he podido acortar más) de "Brujería" :)

 CAPITULO 3: TORTURA

La “Dama de Hierro” prácticamente fundida, con chispas brotando aún de ella, humeante; Los numeroso látigos que antes colgaban de la pared, ahora estaban desparramados por el suelo sin ningún orden, las peras de tortura hechas ascuas, así como otros instrumentos de tortura que había en la celda, sembrando la duda en Lithianel, que estaba segurísima de que ella no había tenido nada que ver.

Un estruendo interrumpió sus sorprendidos pensamientos al abrirse la puerta, por donde entraron los dos inquisidores que la apresaron junto con el que la curó la noche anterior, los tres con cara de sorpresa extrema.

-¡Virgen santísima!-Se santiguó uno de ellos cuando entraron a la celda.- ¡Bruja!- Chilló a Lith, que estaba tan impactada como ellos.

-¡¡Es obvio que todo ésto lo ha hecho ella con su magia negra!!-Chilló el otro.

El tercer hombre, el que la curó, permanecía algo más alejado, como a la espera de órdenes, y cuando se dio cuenta de que sus colegas de oficio le miraban se limitó a susurrar:

-Dios santo...¡Qué herejía!- Lith le miró y por su cara adivinó que no tenía el menor convencimiento de lo que estaba diciendo.

-¡¡No!!¡¡Os lo juro!!¡¡Yo no he tenído nada que ver!!-Chilló Lith.

- ¡Silenció!-Ordenó uno de ellos.-Oldelcar, ¿Anoche te ocupaste de ella, verdad?-

El inquisidor asintió, y ella bajó su vista al colgante de él, cuyos cinco discos destellaban rojo mientras el inquisidor la miraba fíjamente y un tremendo dolor volvía a ella y la hacía caer al suelo.

Oldelcar se quedó apartado mientras los otros dos llegaban hasta ella para quitarla la túnica y contemplar con cierto regocijo y sin remordimiento alguno las heridas que, al parecer por arte de magia, habían vuelto a aparecer en su cuerpo, y que a ojos de esos dos le había hecho Oldelcar la noche anterior. Pero lo único que él había hecho había sido curarla.

-Si.-Verificó uno.- Anoche te luciste, Oldelcar. ¿Confesó?-

Oldelcar suspiró.

-No. No confesó. La muy....-Evitó decir una palabra malsonante y escupió al suelo para acabar la frase.- ….Se resiste.

-Maldita ramera de Satanás...-Dijo su compañero con ira mientras Lithianel intentaba arrinconarse contra la pared de la celda al ver al hombre que se acercaba a ella blandiendo un látigo.

Pero poco podía hacer ella contra el terrible sufrimiento que se la avecinaba. Creyendo que eso bastaría para detener al que suponía que iba a ser su torturador, gritó:

-¡Sí!¡Soy una furcia del Diablo!¡Todas las noches de luna fornico con él en el bosque y practico magia para acabar con todos vosotros! ¡Malditos!-

-Víbora...Te acabas de condenar tú solita...-Y chasqueó el látigo sobre la espalda de Lith haciéndola estallar en llanto mientras se aferraba a su túnica de condenada que estaba en el suelo junto a ella.
Mordió la tela para acallar sus gritos mientras alzaba su vista a Oldelcar, que miraba hacia otro lado, como ajeno a todo.

Pero, ¿Qué le pasaba? Hacía unas horas la había curado y se había mostrado casi amable con ella y ahora parecía que la cosa no iba con él.

Un fuerte tirón de brazos la sacó de sus pensamientos: la habían obligado a levantarse y ahora era Oldelcar quien la quitó la túnica de las manos para vestirla con ella.

Una vez de pie, creyó que no soportaría el dolor y estuvo a punto de desplomarse, pero Oldelcar la sujetó de brazo, aunque sin ninguna delicadeza.

-Llévala ante el pueblo.-Ordenó uno de los inquisidores.

Oldelcar asintió y sacó a Lith de la celda casi arrastrándola del brazo.

La joven oyó los gritos de los acusados que estaban siendo torturados en las celdas contiguas al pasar por el pasillo y gritó de puro dolor.

-¡¡Chs!!-Chistó Oldelcar mirando a uno y a otro lado para meterla algo en el bolsillo de la túnica.- Situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas-Fue lo último que la dijo antes de llegar a la plaza y subirla al templete donde había un mástil bajo el que había un montón de leños.

Se echó a temblar mientras Oldelcar la arrastraba, cosa casi imposible por los intentos de resistencia de ella, cuando por fin logró pegarla al mástil, la ató y dirigió disimuladamente su mano al bolsillo de su túnica donde antes le había metido algo.

Lith palpó y dedujo que era algo metálico con un cordón de algodón, pero por los nervios no podía concentrarse y deducir lo que era.

Vio a Oldelcar marcharse y aparecer frente a ella a los dos inquisidores que habían estado con ella antes en la celda...

domingo, 6 de abril de 2014

Relato:"Brujería" capitulo 2

CAPITULO 2: CURACIÓN

El hombre cerró despacio la puerta y se volvió hacia Lithianel, que seguía tirada en el suelo envuelta en sangre a consecuencia de las torturas y que alzó la cabeza para ver quién era el hombre que había entrado en la sala.

Sabía que era inquisidor, porque vestía la túnica oscura que lo identificaba como tal, pero por lo demás, le faltaba la cruz colgando del cuello, advirtió Lith con sorpresa. En su lugar llevaba cinco discos pendiendo de un cordón de cuero: tres de ellos eran plateados; Dos eran de color negro.
La joven se preguntó si ese collar tendría algún significado especial dentro de la Iglesia. De lo contrario la extrañaba muchísimo que ese hombre ejerciera como inquisidor.
Alzó la vista para mirar al hombre a la cara: de prominente barba marrón y ojos castaños que la miraban mientras se acercaba a ella llevando colgado en su brazo lo que parecía ser una túnica blanca.

Lithianel se echó hacia atrás, intentando alejarse del hombre que caminaba hacia ella, pegándose a la pared a pesar de que cada movimiento le costaba la vida mientras él se acercaba a ella y con su mano le rozaba la cara, intentando girarla.

-¡No me toquéis!-Chilló Lith.

-Tranquila, Lithianel.-Dijo él con voz suave.-Sólo voy a curaros, no os alarméis. Confiad en mi.-

Ella rió. Qué hipócritas los inquisidores. Mañana la quemarían viva pero antes la curarían. Tenía gracia, sí. Pero no les dejaría, no. Lith se apartó más cuando el tipo no cesó en su afán de tocarla. Pero cada intento de movimiento era un suplicio debido al dolor de las heridas, así que decidió no resistirse, echándose con cuidado al suelo mientras él se aproximaba a ella, dejando la túnica blanca que llevaba en el brazo en el suelo y descubriendo dos objetos que portaba escondidos bajo ella y que Lith ahora pudo distinguir: algodón y lo que parecía ser un bote de alcohol, que dejó a un lado para, seguidamente, despojar a la muchacha de los jirones en los que habían quedado sus ropas durante las torturas para coger luego el bote de éter y el algodón.

-Ésto os dolerá...-Advirtió el hombre casi con compasión empapando el algodón en alcohol y dirigiéndolo hacia el estómago de la joven para pasarlo por las heridas que la había causando la “Dama de Hierro”, haciendo que Lithianel aullara de dolor.

-Os dije que dolería.-Dijo el hombre con un tono que parecía impasible mientras ella gritaba de dolor cuando el alcohol hacía su efecto sobre las heridas.

La mano de él se movía por todo su cuerpo pasando el algodón por las heridas: del estómago a las heridas del costado, a las de las piernas, a las de la espalda, a los arañazos de su cara....De vez en cuando el muchacho interrumpía su labor para empapar el algodón en alcohol, haciendo que cuando el líquido tocaba las heridas, Lith volviera a gritar de dolor.

En lo que duró el proceso no intercambiaron palabra. Solo resonaron los gritos de ella.

Cuando la cura terminó, el inquisidor le puso la túnica blanca con la cruz carmesí de los condenados a la hoguera, y tras mirar a Lith un momento, descolgó una cantimplora que llevaba colgada de la faltriquera izquierda.

-Ten. Agua.- La dijo dirigiendo la cantimplora a su boca. El líquido manó y Lith se apresuró a no dejar escapar ni gota, abriendo la boca y dejando que el agua se deslizara garganta abajo.
No podía quedarse con la duda que empezaba a aflorar en ella, por eso preguntó:

-Ellos....¿Os han ordenado que me curéis?-

-No.-Dijo él rotundo, sin más.

Ella calló sin atreverse a preguntar más mientras se dejaba ayudar por el hombre a tumbarse en el suelo.

-Será mejor que descanses. Mañana te espera un día duro. Y recuerda que situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas...-Le miró y se dejó arropar por la compasión que ahora reflejaban sus ojos.

¿Estaría de su parte?

Bajó su vista al colgante del hombre como si quisiera averiguar el enigma que escondían aquellos cinco discos, y le pareció que éstos destellaban con una extraña luz.

“Recuerda que situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas”.

La frase flotó en su cerebro mientras el hombre se marchaba de la celda dejándola sola y abandonada al extremo cansancio que sentía, haciendo que cayera poco a poco en un profundo e inquieto sueño.

Y poco a poco, las imágenes fueron acudiendo a su cabeza: un pueblo entero clamando porque su cuerpo ardiera en las llamas de la hoguera de la plaza, dando paso a flashes en los que veía a sus padres sufriendo el mismo destino que estaba a punto de sufrir ella.

Su mente confusa daba vueltas en sueños, azuzada por aquellas frases extrañas que su madre pronunciaba en su sueño:

-Oloth plynn dos! Ssussun pholor dos!- Las palabras salieron inconscientemente de la boca de Lith mientras veía al inquisidor que la había curado recordarla:

-”Situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas, Lithianel”

-Jiv'elgg lueth jiv'undus phuul jivvin- Oyó la voz de su padre.

-Jiv'elgg lueth jiv'undus phuul jivvin- Pronunció ella entre sueños.


….Y despertó de golpe, confusa. Y a la confusión se sumó la sorpresa ante el panorama que había ante ella...

viernes, 4 de abril de 2014

Relato: "Brujería" Capitulo 1

Primer capítulo de los tres que formarán el relato corto "Brujería". Espero que os guste :)

CAPITULO 1: CAPTURA

La habían sacado de casa a empujones y antes de llegar a su destino, Lithianel ya había probado varias veces el suelo, sus rodillas habían sentido el roce del barro seco al haber sido arrastrada de muy malos modos desde la calle hasta un carruaje que, una vez ella estuvo dentro, se puso en marcha a un ligero trote.

Cerró los ojos mientras apretaba los puños intentando desasirse de las cuerdas que oprimían sus muñecas tras la espalda, pero desistió al ver que era inútil.

Vio a los dos hombres que estaban sentados frente a ella: Hombres de dios.

-Venimos a por vos, en nombre de la Santa Iglesia y del Santo Oficio. ¡Abrid la puerta!-Había gritado uno de ellos minutos antes, interrumpiéndola de sus quehaceres.

Creyó que se trataba de un malentendido: ella no había tenido ningún problema con la institución religiosa y ni mucho menos con la Inquisición, porque se mantenía al margen: era creyente, sí, a su manera, pero desde luego no víctima de esa “fiebre” que les había dado a algunos de ir cada domingo a misa, de anteponer sus creencias a todo y a todos e ir siempre rosario en mano.

No soportaba a los curas. Le parecían hipócritas, falsos, gente que vendía sonrisas con tal de llenar las arcas de una iglesia en la que ni siquiera ellos mismos creían.

Y ahora tenía frente a ella dos sonrisas impolutas que la decían que pasaría las de Caín porque alguien la había condenado por bruja y que ni mucho menos eran curas, sino algo peor: inquisidores que no dudaban en hacer lo que fuera con tal de sacar verdades...Aunque para eso la víctima sufriera de lo lindo.

Notó descender las lágrimas mientras alzaba despacio la vista y miraba a los dos clérigos que tenía enfrente y que la observaban con expresión asqueada.

-No sé de qué me habláis, os lo juro. Yo no sé nada de magia...-Rompió el silencio ella.

Aunque no sabría explicar por qué, pero ni ella misma creía sus propias palabras, pues de un tiempo a ésta parte oía la voz de su difunta madre en sueños susurrarla extrañas palabras que la muchacha había repetido mientras dormía haciendo que al despertar nada estuviera como antes: objetos caídos, quemados, hechos trizas o tirados por el suelo.

Quizá quienquiera que la hubiera acusado de brujería tuviera razón, como quizá la tuvieran quienes acusaban a su madre de lo mismo antes de que muriera, aunque la joven no tenía constancia de eso, porque jamás había visto hacer magia a su progenitora.

Sea como fuere nunca revelaría lo que creía que podían significar sus sueños, por lo que pudiera pasarla.

Oyó las risitas de los clérigos frente a ella y su frase mientras el carruaje se detenía:

-Dentro de un rato se os soltará la lengua y empezaréis a cantar, creedme.-Sonrió uno de ellos mientras la empujaba para que saliera fuera de la carroza. Cuando el otro hombre de Dios salió la cogió del brazo y casi a rastras la llevó a un cuartucho donde comenzó un interrogatorio eterno y duro.

No la quedaba voz para gritar que ella no había cometido el delito de la que acusaban.

Su cuerpo estaba destrozado por las múltiples torturas a las que había sido sometida mientras los dos clérigos que la habían apresado intentaban sacarla la verdad a la fuerza. Una verdad que ella no consideraba tal y que jamás diría la hicieran lo que la hicieran. La suya era una condena injusta.

¿O no?

Estaba exhausta, dolorida, y por un fugaz momento pensó en decirles que sí a todo: Que era una bruja y que era plenamente consciente de ello, y que ya podían hacerla lo que quisieran, que ellos y toda la Iglesia acabarían ardiendo en el infierno...

El fuerte tirón que sintió en su cuello la sacó de sus pensamientos y gimió de dolor mientras veía a los dos inquisidores observando el colgante que la acababan de quitar.

-¡No!-Chilló ella.

Uno de los clérigos se rió.

-¿Es aquí donde guardas tu magia, bruja?- Preguntó burlándose y observando el colgante, que abrió, dejando ver las dos fotografías que guardaba el medallón en su interior.

-Son mis padres...-Musitó llorosa Lithianel.-¡Devuélvemelo!-Gritó estirando el brazo hacia el inquisidor que sostenía el colgante abierto en sus manos.

-¡Chs!-Chistó él tirando de la cadena del colgante para alejarlo de Lith y apartarse a mirar más detenidamente el camafeo.

-Así que tus padres...¿Eh?-Dijo alejándose de ella y mostrándole el colgante a su compañero, que preguntó:

-¿Por qué te empeñas en mentirnos, Lithianel? Tú sabías que tus padres eran brujos.-

Aquellas palabras le cayeron como un jarro de agua fría.

Los sueños que tenía con su madre quizá fueran la conclusión de que su progenitora practicaba magia, pero, ¿Su padre?. Se quedó boquiabierta.

-El colgante del escorpión que ambos llevan al cuello es el símbolo de una poderosa orden mágica. No te hagas la tonta con nosotros, Lith. Ahora tus padres están muertos. Habrán tenido que legarte sus enseñanzas para que el linaje mágico siga vivo, como hace cualquier alimaña con magia diabólica en sus venas.

-Tal vez lo hayan hecho para protegerme...-Se aventuró a decir ella entre dientes.


-Protegerte...Veremos si mañana te protege alguien cuando respondas ante el pueblo y el Todopoderoso en la hoguera...-Rió el compañero mientras ambos se dirigían a la puerta de la celda, la abrían y dejaban paso a un hombre al que, tras susurrarle algo que Lith no alcanzó a oír, dejaron con ella en el cuartucho, donde supuso que no la esperaba nada bueno....

martes, 1 de abril de 2014

Crónica sobre la exposición de lectoterapia

 Crónica sobre la exposición y charla de lectoterapia durante la clase de Historia de la Escritura.

Los libros nos pueden ayudar en nuestros peores momentos, y ésto no es que lo diga yo o sea una simple frase hecha de esas que se podrían decir para animar a la gente a leer o subirla la moral cuando está de bajón, no.

Que los libros ayudan a pasar “malos tragos” e incluso a hacer más llevadera una enfermedad es lo que defiende la lectoterapia o biblioterapia, que no es otra cosa que el tratamiento psicológico a través de los libros.

Y a la biblioterapia es a lo que nos han querido acercar nuestros compañeros de Historia de la Escritura: Jesús, Eva, Giulia y Giulia, quienes junto con Laura Rico, psicoterapeuta, nos han mostrado qué pueden hacer los libros por gente que afronta dificultades psicológicas e incluso físicas.

El hecho de que el paciente que acude a la consulta del psicoterapeuta identifique su caso con el del protagonista de un libro con el que se siente vinculado por las similitudes que comparte con él pueden ser de gran ayuda a la hora de que la persona que tiene un problema se desenvuelva más fácilmente en la consulta, despojándose de miedos y cualquier tipo de timidez, dejando que el libro y él sean uno solo.

Y uno sólo hemos sido todos los asistentes de hoy a la clase de Historia de la Escritura, quienes después de escuchar la exposición introductoria de nuestros compañeros sobre la biblioterapia hemos decidido, en palabras de nuestro profesor “romper espacio” y acercarnos unos a otros en un círculo que nos aproximara más.



Y ahí, Laura, la invitada de honor ha lanzado una pregunta que nos ha dejado a todos boquiabiertos o al menos, a mí particularmente: “Si fuérais un libro...¿Cómo seríais?”

Y lo traslado al papel de la misma forma que de boca nos lo ha dicho ella: teníamos que pensar qué clase de libro seríamos: de cuántas páginas, cómo sería la portada, por dónde estaría nuestro marcapáginas actualmente...Y decir una frase de una página cualquiera.

Después de varias intervenciones, Laura nos ha estado contando en qué consiste la lectoterapia a base de experiencias de personas con las que trata haciendo un hermoso recorrido por la historia de los relatos: desde el cuento, pasando por los mitos, hasta la literatura más reciente.

Y por último ha acabado leyendo varios poemas que nos ha ido entregando siguiendo a veces un curioso criterio, quizá basándose en el argumento de los poemas y en lo poco que se puede apreciar de la personalidad de los destinatarios: “Éste tiene que ser para alguien alegre, éste para alguien que parezca de bajón...”

A mi ha tenido el placer de entregarme uno de Pablo Neruda. :)



Repartidos los poemas, Laura se ha marchado y nosotros nos hemos quedado con la sensación del “No te acostarás sin haber aprendido una cosa más”, hoy más que nunca.

Y es que los libros esconden mucho más de lo que muestran sus portadas, sólo hay que atreverse a mirar más allá de ellas, abrirlos y adentrarse en sus páginas....