CAPITULO
17: PLANES
La
espera se me hizo eterna después de alimentarme y de que mis
hermanos me dijeran que el Emperador les había permitido salir a
hacer de las suyas por el Parque.
-Tu
culpa, por haber querido ser vampiresa....-Me dijo el Emperador con
malévola diversión.- Si no lo fueras, ahora mismo podrías salir un
rato a divertirte...-Añadió con una risita.
Agaché
la cabeza resignada y me senté sobre la tapa de mi ataúd mientras
Segimundo me daba una palmadita en la espalda:
-Tranquila,
Cris. Te lo contaremos todo cuando volvamos, ¿Verdad
chicos?-Preguntó al resto.
-¡Siiii!-Contestaron
todos.
-Seguro
que allí fuera se mueren por vernos...-Dijo Adri.
-Si...Seguro
que se mueren de ganas de ver a los “moradores” del Viejo
Caserón...-Añadió Dani.
-¡Venga,
chicos, vamos!-Apremió Espiral instando a los demás a salir de la
cripta.
-¡Luego
nos vemos, Cris!-Se despidió Jason.
Y
me pareció una eternidad el tiempo transcurrido desde que los vi
salir hasta que volvieron, pues desde que mis hermanos se fueron sólo
oía gritos de dolor provenientes de la Bóveda de Helios: los gritos
de la desdichada visitante que yo había entregado a Tar para que se
divirtiera. Y por los aullidos que llegaban a mis oídos, el
inquisidor debía de estar gozando de lo lindo mientras ella
suplicaba piedad.
Mis
sais, con las que en ese momento estaba practicando, cayeron al suelo
por culpa del estremecimiento de placer que sentí al escuchar un
nuevo aullido de la visitante a la que Tar torturaba.
Las
piernas me flaquearon y sintiendo escalofríos me mordí el labio con
tanta fuerza que hice brotar sangre oscura de él mientras intentaba
incorporarme y andar hacia el foco proveniente de los gritos: la
Bóveda de Helios.
Y
ahí me quedé: en la puerta de la gran sala, sin atreverme a abrirla
o a llamar siquiera, estremeciéndome de gozo con cada grito de la
pobre visitante a la que el inquisidor torturaba.
En
uno de esos espasmos me di contra la puerta, y acabé en el suelo,
luchando por respirar, hasta que unos gritos histéricos me hicieron
salir de mi particular estado:
-¡Cris!¡Cris!-Me
dijeron Adri, Iri, Sara y Dani, los zombies.- Todos están
esperándote en la cripta para contarte cómo ha ido todo!-
No
me dio tiempo a reaccionar porque directamente me arrastraron del
brazo hasta la cripta.
Me
senté sobre mi ataúd cerrado dejando que Blood y Regan se sentaran
junto a mi mientras el resto de mis hermanos se sentaban en el suelo,
alrededor del ataúd.
-A
ver, contadme.-Les pedí.
Segismundo
estalló en risas:
-¡El
doctor casi le clava una jeringuilla a una chica!-
-¡Si!-Interrumpió
Ymir.- Y no sé por qué, pero cada vez que la gente me ve, se ríe
mucho...Y ya sabes que no me gustan las risas...-Sonrió alzando su
cuchillo.
-¡Ay,
y qué risa!-Dijo Blood emocionada tirándome del mechón de pelo que
me estaba trenzando en ese momento provocando que me quejara.
-Huy,
Cris, lo siento...-Se disculpó ella.- ¡Pero es que ha sido
buenisimo!-Añadió riendo y soltándome el pelo.- ¡Me he subido a
la espalda de un visitante que no dejaba de temblar. ¡Estaba
temblando de miedo, Cris!-Gritó emocionada.-Pobrecito...-Ironizó.
Yo
me reí y pregunté al cura y los monaguillos:
-Y
vosotros, ¿Qué habéis hecho?-
Antonio,
el cura, suspiró y negó con la cabeza.
-Ay,
Cris...No sabes la cantidad de ateos que hay ahí fuera.-Dijo con una
risita.- Les he echado un buen avío de agua bendita. Lástima que
sólo fuera agua...-Se lamentó suspirando.
-Si
os hubierais llevado ácido habría sido mucho más
divertido...-Comenté yo riendo.
-¡No
podemos, Cris!-Interrumpió Moi de repente.-Ya sabes lo que opina
nuestro señor al respecto...-
-Podemos
dañar solo a los visitantes que entren al Caserón, pero no a los
del exterior. Sólo podemos dañarlos al salir a cazar, con el Parque
cerrado.- Recordó Álex.- Hay que mantener el secretismo y las
apariencias del Viejo Caserón....-Añadió con voz tenebrosa
intentando imitar la voz del Emperador.
Yo
asentí recordando al instante la norma que se nos imponía al
respecto.
-Es
verdad.-Susurré.
Jason
soltó un bufido.
-Pues
yo ya estoy más que harto de no ver más allá del Parque, que
queréis que os diga. Mi motosierra pide sangre nueva...-Dijo
esbozando una sonrisa.- ¿Y si vamos fuera aunque sea un ratito?-
Todos
pusimos cara de pocos amigos por lo que eso suponía.
-Vamos,
nadie tiene por qué enterarse. Lo haremos al final del día, cuando
el Emperador y el inquisidor se vayan. ¡Seguro que será divertido!-
Añadió.- Veeengaaaa.- Suplicó.
Yo
suspiré.
-Supongo
que es buena idea. Yo también estoy harta de no salir del
Parque...-Miré a mis hermanos buscando sus reacciones.- ¿Qué
opináis?-Les pregunté.
-¡Sangre
nueva!¡Sangre nueva!-Gritó Blood levantándose de golpe del ataúd.
-¡Sangre,
sangre!-Jaleó Segismundo.
-Creo
que aquí todos pensamos lo mismo...-Apuntó Dani.
-Si.-
Corroboraron a coro los zombis Adri, Iri y Sara.-Vámos fuera,
chicos, que por un día no va a pasar nada. Nos esperamos a que el
Emperador y el inquisidor no estén y listo.-
-Por
mi, vale.- Dije yo.- Pero para eso aún tenemos que acabar la jornada
de hoy, y por lo que veo...- Agucé el oído y escuché grititos ante
la puerta del Caserón, justo antes de oír los tres golpes en la
aldaba.-...Ya están aquiii...-Canturreé agazapándome de un salto
en el techo de la cripta y haciendo que todos mis hermanos se
levantaran y se dirigieran a la puerta.
-Luego
os veo.-Les dije guiñándoles un ojo y preparándome para asustar a
todo visitante que osara entrar en la cripta...