CAPITULO
21: CADÁVER Y CONFESIÓN
Permanecimos
en silencio, sin atrevernos a decir una palabra.
Pensé
en delatarme ante el Emperador, porque sabía que, de no hacerlo, nos
torturaría a todos hasta conseguir que confesáramos quién era el
culpable (si no lo sabía ya)...
-¡Enterrador!-Tronó
la voz de nuestro señor en el silencio de la biblioteca.
Y
al instante vimos aparecer su figura temblorosa en el umbral de la
puerta del Caserón.
A
todos nos extrañó bastante, pues ya era raro que nuestro señor
necesitara al Enterrador para algo, ya que este solía quedarse fuera
guardando el cementerio, por lo que pudimos deducir que sabía que el
Enterrador nos había guardado el secreto de nuestra escapada
nocturna.
A
menos que viniera a llevarse a un futuro cadáver....
Tragué
saliva y me aferré a la mano de Sara y Segis, que estaban a mi lado.
Temblaban, y no eran los únicos.
-¿Queríais
verme, mi s...Señor?- Preguntó el Enterrador tembloroso.- ¿A quién
debo llevarme?¿Dónde está el cadáver?- Dijo intentando aparentar
normalidad mientras intentaba desenroscar el metro para medir al
futuro muerto y asignarle ataúd.
Sus
manos temblaban mientras pasaba el metro por sus dedos intentando
desenroscarlo, pero no acertaba a hacerlo del todo bien.
-¿Estás
nervioso por algo, Enterrador?-Preguntó el Emperador con malicia.
Su
boca reflejaba una sonrisa aviesa y sus ojos brillaban con maldad
mientras esperaba la respuesta del Enterrador, que jugueteaba con el
metro entre sus dedos, nervioso y con la mirada gacha.
-Yo...Yo...-Su
voz era un hilo. Carraspeó.- No, mi señor.- Dijo alzando la vista
poco a poco.
-Cualquiera
lo diría...-Dijo el Emperador con frialdad.
Él
no respondió y acabó de desenroscar el metro.
El
Emperador negó con la cabeza.
-Eso
no te hará falta.-
El
Enterrador miró al suelo y vio las cenizas de Tar a los pies de
nuestro señor.
-Oh,
son cenizas...Voy...voy a por una urna.- Dijo. Y por el tono juraría
que estaba deseando salir de ahí, pero ya no podría. El Emperador
había empezado a jugar con él y era solo cuestión de tiempo que
nuestro señor ganara la partida.
Todos,
incluido el Enterrador sabíamos que no iba a haber final feliz.
El
Enterrador se dio la vuelta y avanzó hacia la puerta.
-No
te he dado permiso para irte, Enterrador.-Tonó el Emperador con un
tono que nos heló la sangre a todos.
-Igual
que no le di permiso al resto para irse de ruta por el Parque,
¿Verdad?-Preguntó con ironía mirándonos.
-No...No
entiendo qué tiene que ver eso conmigo, mi señor.- Dijo el guardián
del cementerio.
-¡Déjate
de bobadas, Enterrador!¡Los viste irse!¡Hablaron contigo!¿Crees
que soy imbécil?-
-Mi...mi
señor...Yo...-No le salían las palabras.
-¡Sabías
que se iban!¡Lo sabías y no hiciste nada!¡Al contrario!¡Les
encubriste!-Le espetó el Emperador furioso.
Alzó
el brazo y vimos como el Enterrador caía al suelo sin que ninguna
mano le tocara.
La
sangre empezó a brotar de su cuello en el que aparecieron profundos
arañazos.
Gritaba
y aullaba suplicando por su vida, pero poco se podía hacer.
Olvidamos
nuestro temor y nos abalanzamos sobre el Enterrador, que se debatía
entre espasmos y convulsiones.
-¡No!¡No!-Gritamos
todos llorando.-¡No!-
Nos
aferramos al moribundo suplicándole que no se fuera mientras el
Emperador nos miraba con gesto divertido.
La
culpa me taladraba mientras pensaba si no sería mejor entregarme
para evitar males mayores.
Nunca
nos había visto a todos tan destrozados.
Blood,
Ymir, Moi y ahora el Enterrador.
-¡No
te vayas!-Oí que gritaba Adri.
Pero
ya era tarde. Comenzó a boquear y no tardó en expirar y morir.
Nos
aferramos al cadáver sin parar de llorar, y en ese momento, me
levanté y chillé entre lágrimas:
-¡Lo
siento!¡Lo siento!¡He sido yo!-....