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domingo, 21 de diciembre de 2014

"Macabra Navidad" Parte 2: Cena con sorpresa

Os dejo la segunda parte de "Macabra Navidad"... :) 

Ambos odiaban la navidad, porque cada uno tenía sus motivos para aborrecerla. Algo en el pasado hizo que lo hicieran: que a ella se la revolviera el estómago y sintiera ganas de llorar cuando veía el anuncio del turrón; que a él se le fueran las manos a los oidos y cerrara los ojos cuando veía la retransmisión de la Cabalgata de Reyes...

Nunca hablaban de los motivos por los que sentían ese odio tan acérrimo a ésas fiestas. Solo la vez que se conocieron se empaparon mutuamente en lágrimas confesándoselo, pero jamás volvieron a mencionar nada más del tema.

A cambio, en esas fechas Miguel y Mar se resarcían cometiendo los más horrendos crímenes.

Y aquella noche de Nochebuena, sentados, cada uno en una mesa del comedor del hotel en el que habían quedado con sus respectivas víctimas, estaban pensando cuidadosamente cómo hacerlo.

Mar tenía delante suya a un chico de veintipico, de barba y ojos castaños que no parecía muy interesado en las tonterías que ella se estaba inventando en ese momento para entretenerle.

Y no parecia muy interesado porque en determinado momento ella se había quitado los tacones con los pies bajo la mesa, situando su pie derecho como por descuido en la entrepierna de él.

-¿Te pasa algo?- Le preguntó Mar pícara al descubrir la confusión y la sorpresa en la cara de él.

Él intentó serenarse, pero le fue imposible ante la presión que el pie de ella ejercía sobre su parte más íntima, que no tardó en endurecerse mostrando su excitación.

-Te noto nervioso....-Sonrió ella dejando la copa de vino en la mesa tras beber, relamiendose los labios.

Por toda respuesta, él se limitó a mover disimuladamente las caderas instándola a ella a que siguiera con su movimiento de pie sobre su entrepierna.

Y mientras, en una mesa cercana, Miguel seducía a una veinteañera abstemia a la que había convencido para que probara el vino, y que ya iba por su segunda copa, risa tonta incluida.

Hablaba por los codos, mientras él le sonreia y trataba de interrumpirla para atraer su atención y allanar el terreno. Pero le era imposible: parecía tener conversación para rato y él empezaba a desesperarse.

Lo único que quería era subirla arriba y que aquello terminara como debía. Lo necesitaba.
Miró de reojo a la mesa cercana: parecía que su gatita si que iba a conseguir su objetivo, y antes que él: a juzgar por el aspecto del tipo que estaba frente a ella, no les daba más de media hora en el restaurante antes de subir a la habitación.

La acompañante de Miguel se percató de que estaba distraído y le dijo:

-Oh, perdona. Lo siento. No quería aburrirte con mis historias. Yo...Joder, se ve que cuando bebo me da por hablar, ya ves...-

Él la puso la mejor de sus sonrisas y centró toda su atención en ella.

-No te preocupes, preciosa.-Siguió sonriendo mientras la cogía de la mano  por encima de la mesa y pasaba suavemente sus uñas por la muñeca y brazo de la chica, haciendola sentir escalofríos.

-¿Estás bien?-La preguntó.

-Sí.-Contestó ella no muy convencida.-Es que...- Se soltó de los dedos de Miguel que seguían atravesando su brazo y se abanicó con la mano-...Tengo calor...-

Miguel sonrió y sacó la botella de vino de la cubitera en la que descansaba, la puso sobre la mesa y sacó un cubito de hielo del recipiente que había albergado la botella segundos antes, se levantó, se puso tras su acompañante y le apartó el pelo a un lado con una delicadeza que casi parecia mimo.

Mientras le pasaba el cubito de hielo por el cuello la susurró al oído:

-¿Mejor?-

La sintió estremecerse y mirando por encima del  hombro de ella vio la dureza de los pezones que coronaban los pechos de ella a través de la tela del vestido rojo, y decidió "azuzarla" un poquito más.

-¿Seguro que estás bien?-La susurró aun más cerca del oido, tanto que su lengua tocó levemente el lóbulo de la oreja de ella. -¿Quieres que nos vayamos arriba? Estaremos más cómodos...-

Ella se llevó las manos a la frente y resopló asintiendo.

-Sí, creo que he bebido demasiado-.

Miguel ayudó a la chica a levantarse y la cogió de la cintura mientras volvía a mirar a la mesa cercana, ahora vacía: parecía que Mar había triunfado.

Él no iba a ser menos y mientras conducía a su víctima al ascensor que los subiría a la segunda planta pensó meticulosamente cómo se desharía de quien ahora llevaba del brazo...


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