CAPITULO 9: SALTO AL VACÍO
Cuando el inquisidor decidiera poner
fin a mi castigo, me enteraría de que éste había durado un mes.
Un mes que para mí, bien se podía
haber comparado a un año.
Porque hasta que Tar decidió sacarme
de mi confinamiento, aún tendría que pasar las de Caín bajo
tierra.
La boca me ardía de sed mientras
escarbaba con las uñas, casi sin fuerza, para coger los restos de
sangre reseca que había en el ataúd.
Maldito Selman...
Que esa era otra. No había dejado de
incordiarme metido en mi cabeza: Unas veces diciéndome que me
vengara; otras, proclamando que en no mucho tiempo, la venganza que
él tanto deseaba llegaría y yo acabaría exhalando mi último
suspiro. Siempre ahí, siempre en mi mente, recordándome mi culpa
por haberle matado a él y haber asesinado al monje...Siempre
diciendo que iba a pagar, que nunca desaparecería de mi mente,
siempre provocándome terribles dolores de cabeza, o diciéndome que
era la vergüenza de la raza vampírica, que no entendía cómo
después de todo había podido elegir ser vampiresa....
Había veces que incluso me hablaba
como un “amigo comprensivo”, diciendo que me entendía, y que lo
que yo necesitaba era acabar con todos los moradores del Caserón por
haberme hecho tanto daño...
Daba igual, le odiaba con todas las
fuerzas de mi putrefacta alma. Y él también pagaría. Aún no sabía
cómo, tampoco me convenía saberlo de momento, pues el vampirito
oiría mi pensamiento y no demoraría en castigarme, así que decidí
que si alguna vez salía de ahí, dejaría mi venganza contra Selman
a merced de la “improvisación”.
Me retorcí hambrienta en el ataúd: la
sangre seca que había en él no me ofrecía nada, además de que no
me podía mover debido al intenso dolor que sentía.
Entonces, un olor putrefacto procedente
de la superficie me hizo cerrar los ojos y arrugar la nariz,
asqueada.
-¡¡Criiiis!! Mira lo que te
traemos...-Canturreó Tar malicioso mientras yo oía retirar la
tierra que cubría mi ataúd. Una palada, otra, otra...Hasta que
volví a oirlo y olerlo todo con perfecta nitidez y un tremendo golpe
me hizo ver que me habían depositado de nuevo en la superficie del
suelo del cementerio.
La tapa se abrió dejándome ver la
casi total oscuridad de la noche, a excepción de unas cuantas velas
esparcidas por el cementerio.
Sentí a Tar cogerme en volandas y
estrellarme violentamente contra el suelo. Intenté gritar, pero no
me salió más que un leve gemido debido a las heridas del ácido en
mi boca.
-Eso duele, Cris...-Rió Sel en mi
cabeza.
-Púdrete.- Le dije en un pensamiento.
-Me parece que lo podrido es lo que te
ha traído el inquisidor para la cena...-Siguió riendo mientras yo
echaba a un lado la cabeza.
Tar me pegó una patada y soltando una
risita me gritó:
-¡¡LA CENA!!-
Le oí seguir riendo histérico
mientras yo alzaba la cabeza y veía lo que me habían traido: un
cadáver, supuse que de un visitante.
-El pobre se arrepintió y le dimos su
merecido en la sala de la bóveda...-Continuó mientras miraba mi
cara de asco.-..Y decidimos traértelo para cenar...¿Qué te pasa?
¿Por qué le miras asi? Ohhh ya entiendo...A tí te gustaban vivos.
Es eso, ¿no? La sangre fresca, el corazón latiendo débilmente...
¡¡Pues hoy no será así!!-Me espetó con dureza.- Y da gracias que
te lo hemos traido...¡Ahora come!-Me gritó mientras yo me
arrastraba como podía al cuerpo del visitante.
Le miré mientras su pútrido olor
golpeaba mis napias: estaba completamente churruscado, y su sangre
desprendía un olor nauseabundo.
Me resigné y busqué su yugular, que
estaba completamente abrasada para, entre quejidos de dolor hincarle
los colmillos y succionar la pútrida sangre que manaba de ella.
Hecho ésto, me desplomé sobre él, dolorida. La mala sangre que
había bebido no me servía para reponer fuerzas, y mi cuerpo ya
estaba bastante machacado.
Tar me cogió de nuevo para arrojarme
al suelo y llevarme a patadas al pie de la escalera. Luego me cogió
de la pechera de mi mono y así me llevó arriba, hasta entrar al
Caserón y empujarme dentro de la cripta y salir cerrándola de un
portazo.
-¡Espero que hayas aprendido la
lección, cretina!¡Ya sabes lo que te espera si te pasas de la raya
la próxima vez!-
Gimoteé
arrastrándome como pude por el suelo, y al alzar la cabeza vi la
repisa sobre la que estaban las velas que iluminaban la cripta.
Sentí
que Selman abandonaba mi mente y vi su espectro materializarse frente
a mi, sonriendo divertido.
Apoyé
mis manos en el mueble para ayudar a ponerme en pie, y cuando
conseguí levantarme vi algo que encendió la llama de mi venganza
contra el chupasangre, algo en lo que yo no había reparado hasta ese
momento desde aquella vez tan lejana en que usé los objetos que
ahora veía. Y apenas tenía recuerdos claros de la vez que hice uso
de ellos: Sobre la repisa vi la fotografía de Linda, la amada de
Selman en su vida humana. Pero no solo eso. En el mueble también
estaba el diario del vampiro.
No me
hizo falta pensar nada. Miré a Sel y le sonreí mientras un gemido
de dolor se escapaba de mi boca Sentí el dolor mientras mis labios
se estiraban esbozando la sonrisa, pero me daba igual. Había
llegado el momento de la venganza.
Acabé
de ponerme en pie renqueando mientras llevaba mi mano al mueble para
coger el retrato de Linda, pero antes de que pudiera siquiera
tocarlo, Selman me lo impidió introduciéndose de nuevo en mi cuerpo
con tal violencia que me hizo caer al suelo estrepitosamente.
-NI SE
TE OCURRA VOLVER A INTENTAR ESO, NIÑATA!-Me rugió con un grito que
tal vez involuntariamente estaba preñado de llanto, un llanto que
fue música para mis oídos.
La
sonrisa se borró de mi cara cuando volví a chocar contra el suelo,
pero había merecido la pena.
Ahora
Sel lloraba gritando el nombre de su amada en mi mente, lo que
aproveché para levantarme como pude y salir de la cripta, aunque
carcomida por el dolor.
Recorri
el Caserón: todos los moradores me ignoraron, mirándome cargados de
odio cuando pensaban que no les veía, pero sí lo hacía, agazapada
en cada esquina.
Vi a
Blood e Ymir: ella jugando con mis sais, él, procurando que ella no
se dañara con ellas.
-¡Mira,
soy Cristinita, la vampirita!-Decía la loca riéndose mientras
intentaba hacer girar las sais sin mucha destreza.
-Cuidado,
cariño.-Le dijo Ymir.- Si te haces daño tendremos que llamar a
Espiral...-
Ella
paró de mover las armas y le sonrió, justo cuando yo seguí
caminando de puntillas por el Caserón, donde no encontré amabilidad
ninguna: todos me lanzaban miradas cargadas de odio, Incluso los zombies hicieron ademán de querer lanzarse sobre mi cuando pasé ante ellos. No tuve más remedio que resignarme y seguir caminando
Detecté
algo extraño en los monaguillos al pasar por la habitación de Regan
mientras Antonio, el cura, intentaba que la poseída no se
descontrolara, pues ya estaba convulsionándose en su cama y al borde
del vómito a juzgar por los espasmos que la daban.
Me di
cuenta de que los monaguillos, en lugar de permanecer junto al cura
como debería ser su deber estaban tirados en el suelo, con las manos
en la cabeza, vociferando.
-¿QUÉ
NOS ESTÁ PASANDO? ¿QUÉ NARICES NOS ESTÁ PASANDO?-
No pude
evitar reírme en mi mente y pensar que les estaba costando adaptarse
a la vida en la casa, que aún mantenían recuerdos de quiénes
fueron antes de entrar.
-¡CALLAOS
YA!. ASÍ ES IMPOSIBLE CONCENTRARSE EN VIGILAR QUE ÉSTE DEMONIO NO
SE DESMADRE!-Gritó Antonio blandiendo el crucifijo sin dejar de
mirar a Regan.
Atravesé
de puntillas la habitación y a pesar de que fue un susurro, oí
perfectamente lo que el cura me dijo:
-Ándate
con cuidado, pequeña pecadora.... Igual Regan no es la única que
necesita que la bendigan...¿Un poquito de ácido?- Me dijo burlón.
Le
ignoré y, como pude, hice el recorrido que me quedaba hasta salir de
la casa. Me costaba hasta respirar, pero conseguí dar aire a mis
pulmones. Aire fresco de aquella noche tan oscura, fría y acogedora
que en otras circunstancias hubiera disfrutado. Pero no aquella vez.
Sel se encargó de romper la magia.
-Niñata
entrometida...¿Ves de lo que te ha servido todo?¡De nada! ¡Todos
te ignoran, te odian! Y yo me voy a vengar, te lo juro.-
-¡Serás....Cabrón!-Le
chillé en un pensamiento.- ¡Voy a acabar contigo aunque sea lo
último que haga, te lo aseguro! Vampiro de pacotilla...-Pensé
mientas como podía escalaba hasta lo alto del Star Flyer. Cada paso
agazapada al mástil de la atracción era un suplicio cargado de
dolor y acompañado de la risita del chupasangre en mi mente.
-¡Todos
te odian, Cristinita...!¡TO-DOS, TE O-DI-AN!-Dijo arrastrando las
palabras.- Estás completamente sola...Nadie absolutamente nadie en
el Viejo Caserón quiere saber de tí, y te lo has buscado tú y solo
tú...-Dijo riendo mientras yo me acuclillaba sobre la cúspide del
Star.
El
viento me azotaba fuerte arrancándome un gemido de dolor
Y justo
en ese momento, cambió radicalmente de tema, y con voz suave me
dijo:
-Salta,
Cris. Quizá así encuentres el consuelo que tanto necesitas...Tal
vez el dolor extremo te ayude a aclarar tus ideas hasta que lleves
a cabo tu venganza contra todos y cada uno de ellos, ¿No crees?.
Libérate a través del dolor, vamos, Cris. Sabes que no tienes nada
que perder. ¡Salta!-
-¡Juro
por Lucifer que si salto es sólo para librarme de tí y hacer que
desaparezcas. Y nada me complacerá más que escuchar tu grito cuando
mueras mientras me estrello, lo juro!- Pensé.
Y sin
más, me dejé caer desde la cornisa del Star Flyer. Abri la boca y
dejé que el dolor de mis labios destrozados al abrirse me consumiera
e intenté articular un grito que me destrozó literalmente la boca y
la garganta, mientras que la risa de Selman callaba mi grito.
-¡¡Será
toda una gozada verte destrozada en el suelo, Cristi!!-
Noté el
tremendo choque contra el suelo, sentí uno de mis brazos separarse
del resto del cuerpo, así como una de mis piernas y noté el
tremendo dolor que me consumía mientras intentaba articular un grito
que no salía. Mi cráneo debía de estar roto también. Lo sentía
sangrar. Sentía la sangre empapar todo mi alrededor. Me agité
temblorosa en el suelo y a lo lejos oí las voces de los moradores
que se acercaban a ver qué había pasado.
Vi una
sombra cernirse sobre mi y la voz del Emperador:
-No te
he dado permiso para morir, Cristina. No todavía....
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