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viernes, 6 de diciembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 9

CAPITULO 9: SALTO AL VACÍO

Cuando el inquisidor decidiera poner fin a mi castigo, me enteraría de que éste había durado un mes.

Un mes que para mí, bien se podía haber comparado a un año.

Porque hasta que Tar decidió sacarme de mi confinamiento, aún tendría que pasar las de Caín bajo tierra.

La boca me ardía de sed mientras escarbaba con las uñas, casi sin fuerza, para coger los restos de sangre reseca que había en el ataúd.

Maldito Selman...

Que esa era otra. No había dejado de incordiarme metido en mi cabeza: Unas veces diciéndome que me vengara; otras, proclamando que en no mucho tiempo, la venganza que él tanto deseaba llegaría y yo acabaría exhalando mi último suspiro. Siempre ahí, siempre en mi mente, recordándome mi culpa por haberle matado a él y haber asesinado al monje...Siempre diciendo que iba a pagar, que nunca desaparecería de mi mente, siempre provocándome terribles dolores de cabeza, o diciéndome que era la vergüenza de la raza vampírica, que no entendía cómo después de todo había podido elegir ser vampiresa....
Había veces que incluso me hablaba como un “amigo comprensivo”, diciendo que me entendía, y que lo que yo necesitaba era acabar con todos los moradores del Caserón por haberme hecho tanto daño...

Daba igual, le odiaba con todas las fuerzas de mi putrefacta alma. Y él también pagaría. Aún no sabía cómo, tampoco me convenía saberlo de momento, pues el vampirito oiría mi pensamiento y no demoraría en castigarme, así que decidí que si alguna vez salía de ahí, dejaría mi venganza contra Selman a merced de la “improvisación”.

Me retorcí hambrienta en el ataúd: la sangre seca que había en él no me ofrecía nada, además de que no me podía mover debido al intenso dolor que sentía.

Entonces, un olor putrefacto procedente de la superficie me hizo cerrar los ojos y arrugar la nariz, asqueada.

-¡¡Criiiis!! Mira lo que te traemos...-Canturreó Tar malicioso mientras yo oía retirar la tierra que cubría mi ataúd. Una palada, otra, otra...Hasta que volví a oirlo y olerlo todo con perfecta nitidez y un tremendo golpe me hizo ver que me habían depositado de nuevo en la superficie del suelo del cementerio.

La tapa se abrió dejándome ver la casi total oscuridad de la noche, a excepción de unas cuantas velas esparcidas por el cementerio.

Sentí a Tar cogerme en volandas y estrellarme violentamente contra el suelo. Intenté gritar, pero no me salió más que un leve gemido debido a las heridas del ácido en mi boca.

-Eso duele, Cris...-Rió Sel en mi cabeza.

-Púdrete.- Le dije en un pensamiento.

-Me parece que lo podrido es lo que te ha traído el inquisidor para la cena...-Siguió riendo mientras yo echaba a un lado la cabeza.

Tar me pegó una patada y soltando una risita me gritó:

-¡¡LA CENA!!-

Le oí seguir riendo histérico mientras yo alzaba la cabeza y veía lo que me habían traido: un cadáver, supuse que de un visitante.

-El pobre se arrepintió y le dimos su merecido en la sala de la bóveda...-Continuó mientras miraba mi cara de asco.-..Y decidimos traértelo para cenar...¿Qué te pasa? ¿Por qué le miras asi? Ohhh ya entiendo...A tí te gustaban vivos. Es eso, ¿no? La sangre fresca, el corazón latiendo débilmente... ¡¡Pues hoy no será así!!-Me espetó con dureza.- Y da gracias que te lo hemos traido...¡Ahora come!-Me gritó mientras yo me arrastraba como podía al cuerpo del visitante.

Le miré mientras su pútrido olor golpeaba mis napias: estaba completamente churruscado, y su sangre desprendía un olor nauseabundo.

Me resigné y busqué su yugular, que estaba completamente abrasada para, entre quejidos de dolor hincarle los colmillos y succionar la pútrida sangre que manaba de ella. Hecho ésto, me desplomé sobre él, dolorida. La mala sangre que había bebido no me servía para reponer fuerzas, y mi cuerpo ya estaba bastante machacado.

Tar me cogió de nuevo para arrojarme al suelo y llevarme a patadas al pie de la escalera. Luego me cogió de la pechera de mi mono y así me llevó arriba, hasta entrar al Caserón y empujarme dentro de la cripta y salir cerrándola de un portazo.

-¡Espero que hayas aprendido la lección, cretina!¡Ya sabes lo que te espera si te pasas de la raya la próxima vez!-

Gimoteé arrastrándome como pude por el suelo, y al alzar la cabeza vi la repisa sobre la que estaban las velas que iluminaban la cripta.

Sentí que Selman abandonaba mi mente y vi su espectro materializarse frente a mi, sonriendo divertido.

Apoyé mis manos en el mueble para ayudar a ponerme en pie, y cuando conseguí levantarme vi algo que encendió la llama de mi venganza contra el chupasangre, algo en lo que yo no había reparado hasta ese momento desde aquella vez tan lejana en que usé los objetos que ahora veía. Y apenas tenía recuerdos claros de la vez que hice uso de ellos: Sobre la repisa vi la fotografía de Linda, la amada de Selman en su vida humana. Pero no solo eso. En el mueble también estaba el diario del vampiro.

No me hizo falta pensar nada. Miré a Sel y le sonreí mientras un gemido de dolor se escapaba de mi boca Sentí el dolor mientras mis labios se estiraban esbozando la sonrisa, pero me daba igual. Había llegado el momento de la venganza.

Acabé de ponerme en pie renqueando mientras llevaba mi mano al mueble para coger el retrato de Linda, pero antes de que pudiera siquiera tocarlo, Selman me lo impidió introduciéndose de nuevo en mi cuerpo con tal violencia que me hizo caer al suelo estrepitosamente.

-NI SE TE OCURRA VOLVER A INTENTAR ESO, NIÑATA!-Me rugió con un grito que tal vez involuntariamente estaba preñado de llanto, un llanto que fue música para mis oídos.

La sonrisa se borró de mi cara cuando volví a chocar contra el suelo, pero había merecido la pena.

Ahora Sel lloraba gritando el nombre de su amada en mi mente, lo que aproveché para levantarme como pude y salir de la cripta, aunque carcomida por el dolor.

Recorri el Caserón: todos los moradores me ignoraron, mirándome cargados de odio cuando pensaban que no les veía, pero sí lo hacía, agazapada en cada esquina.

Vi a Blood e Ymir: ella jugando con mis sais, él, procurando que ella no se dañara con ellas.

-¡Mira, soy Cristinita, la vampirita!-Decía la loca riéndose mientras intentaba hacer girar las sais sin mucha destreza.

-Cuidado, cariño.-Le dijo Ymir.- Si te haces daño tendremos que llamar a Espiral...-

Ella paró de mover las armas y le sonrió, justo cuando yo seguí caminando de puntillas por el Caserón, donde no encontré amabilidad ninguna: todos me lanzaban miradas cargadas de odio, Incluso los zombies hicieron ademán de querer lanzarse sobre mi cuando pasé ante ellos. No tuve más remedio que resignarme y seguir caminando

Detecté algo extraño en los monaguillos al pasar por la habitación de Regan mientras Antonio, el cura, intentaba que la poseída no se descontrolara, pues ya estaba convulsionándose en su cama y al borde del vómito a juzgar por los espasmos que la daban.

Me di cuenta de que los monaguillos, en lugar de permanecer junto al cura como debería ser su deber estaban tirados en el suelo, con las manos en la cabeza, vociferando.

-¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO? ¿QUÉ NARICES NOS ESTÁ PASANDO?-

No pude evitar reírme en mi mente y pensar que les estaba costando adaptarse a la vida en la casa, que aún mantenían recuerdos de quiénes fueron antes de entrar.

-¡CALLAOS YA!. ASÍ ES IMPOSIBLE CONCENTRARSE EN VIGILAR QUE ÉSTE DEMONIO NO SE DESMADRE!-Gritó Antonio blandiendo el crucifijo sin dejar de mirar a Regan.

Atravesé de puntillas la habitación y a pesar de que fue un susurro, oí perfectamente lo que el cura me dijo:

-Ándate con cuidado, pequeña pecadora.... Igual Regan no es la única que necesita que la bendigan...¿Un poquito de ácido?- Me dijo burlón.

Le ignoré y, como pude, hice el recorrido que me quedaba hasta salir de la casa. Me costaba hasta respirar, pero conseguí dar aire a mis pulmones. Aire fresco de aquella noche tan oscura, fría y acogedora que en otras circunstancias hubiera disfrutado. Pero no aquella vez. Sel se encargó de romper la magia.

-Niñata entrometida...¿Ves de lo que te ha servido todo?¡De nada! ¡Todos te ignoran, te odian! Y yo me voy a vengar, te lo juro.-

-¡Serás....Cabrón!-Le chillé en un pensamiento.- ¡Voy a acabar contigo aunque sea lo último que haga, te lo aseguro! Vampiro de pacotilla...-Pensé mientas como podía escalaba hasta lo alto del Star Flyer. Cada paso agazapada al mástil de la atracción era un suplicio cargado de dolor y acompañado de la risita del chupasangre en mi mente.

-¡Todos te odian, Cristinita...!¡TO-DOS, TE O-DI-AN!-Dijo arrastrando las palabras.- Estás completamente sola...Nadie absolutamente nadie en el Viejo Caserón quiere saber de tí, y te lo has buscado tú y solo tú...-Dijo riendo mientras yo me acuclillaba sobre la cúspide del Star.

El viento me azotaba fuerte arrancándome un gemido de dolor

Y justo en ese momento, cambió radicalmente de tema, y con voz suave me dijo:

-Salta, Cris. Quizá así encuentres el consuelo que tanto necesitas...Tal vez el dolor extremo te ayude a aclarar tus ideas hasta que lleves a cabo tu venganza contra todos y cada uno de ellos, ¿No crees?. Libérate a través del dolor, vamos, Cris. Sabes que no tienes nada que perder. ¡Salta!-

-¡Juro por Lucifer que si salto es sólo para librarme de tí y hacer que desaparezcas. Y nada me complacerá más que escuchar tu grito cuando mueras mientras me estrello, lo juro!- Pensé.

Y sin más, me dejé caer desde la cornisa del Star Flyer. Abri la boca y dejé que el dolor de mis labios destrozados al abrirse me consumiera e intenté articular un grito que me destrozó literalmente la boca y la garganta, mientras que la risa de Selman callaba mi grito.

-¡¡Será toda una gozada verte destrozada en el suelo, Cristi!!-

Noté el tremendo choque contra el suelo, sentí uno de mis brazos separarse del resto del cuerpo, así como una de mis piernas y noté el tremendo dolor que me consumía mientras intentaba articular un grito que no salía. Mi cráneo debía de estar roto también. Lo sentía sangrar. Sentía la sangre empapar todo mi alrededor. Me agité temblorosa en el suelo y a lo lejos oí las voces de los moradores que se acercaban a ver qué había pasado.

Vi una sombra cernirse sobre mi y la voz del Emperador:


-No te he dado permiso para morir, Cristina. No todavía....

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