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miércoles, 19 de agosto de 2015

Relato "Visita al Viejo Caserón 3" capitulo 21

CAPITULO 21: CADÁVER Y CONFESIÓN

Permanecimos en silencio, sin atrevernos a decir una palabra.

Pensé en delatarme ante el Emperador, porque sabía que, de no hacerlo, nos torturaría a todos hasta conseguir que confesáramos quién era el culpable (si no lo sabía ya)...

-¡Enterrador!-Tronó la voz de nuestro señor en el silencio de la biblioteca.

Y al instante vimos aparecer su figura temblorosa en el umbral de la puerta del Caserón.

A todos nos extrañó bastante, pues ya era raro que nuestro señor necesitara al Enterrador para algo, ya que este solía quedarse fuera guardando el cementerio, por lo que pudimos deducir que sabía que el Enterrador nos había guardado el secreto de nuestra escapada nocturna.

A menos que viniera a llevarse a un futuro cadáver....

Tragué saliva y me aferré a la mano de Sara y Segis, que estaban a mi lado. Temblaban, y no eran los únicos.

-¿Queríais verme, mi s...Señor?- Preguntó el Enterrador tembloroso.- ¿A quién debo llevarme?¿Dónde está el cadáver?- Dijo intentando aparentar normalidad mientras intentaba desenroscar el metro para medir al futuro muerto y asignarle ataúd.

Sus manos temblaban mientras pasaba el metro por sus dedos intentando desenroscarlo, pero no acertaba a hacerlo del todo bien.

-¿Estás nervioso por algo, Enterrador?-Preguntó el Emperador con malicia.

Su boca reflejaba una sonrisa aviesa y sus ojos brillaban con maldad mientras esperaba la respuesta del Enterrador, que jugueteaba con el metro entre sus dedos, nervioso y con la mirada gacha.

-Yo...Yo...-Su voz era un hilo. Carraspeó.- No, mi señor.- Dijo alzando la vista poco a poco.

-Cualquiera lo diría...-Dijo el Emperador con frialdad.

Él no respondió y acabó de desenroscar el metro.

El Emperador negó con la cabeza.

-Eso no te hará falta.-

El Enterrador miró al suelo y vio las cenizas de Tar a los pies de nuestro señor.

-Oh, son cenizas...Voy...voy a por una urna.- Dijo. Y por el tono juraría que estaba deseando salir de ahí, pero ya no podría. El Emperador había empezado a jugar con él y era solo cuestión de tiempo que nuestro señor ganara la partida.

Todos, incluido el Enterrador sabíamos que no iba a haber final feliz.

El Enterrador se dio la vuelta y avanzó hacia la puerta.

-No te he dado permiso para irte, Enterrador.-Tonó el Emperador con un tono que nos heló la sangre a todos.

-Igual que no le di permiso al resto para irse de ruta por el Parque, ¿Verdad?-Preguntó con ironía mirándonos.

-No...No entiendo qué tiene que ver eso conmigo, mi señor.- Dijo el guardián del cementerio.

-¡Déjate de bobadas, Enterrador!¡Los viste irse!¡Hablaron contigo!¿Crees que soy imbécil?-

-Mi...mi señor...Yo...-No le salían las palabras.

-¡Sabías que se iban!¡Lo sabías y no hiciste nada!¡Al contrario!¡Les encubriste!-Le espetó el Emperador furioso.

Alzó el brazo y vimos como el Enterrador caía al suelo sin que ninguna mano le tocara.

La sangre empezó a brotar de su cuello en el que aparecieron profundos arañazos.

Gritaba y aullaba suplicando por su vida, pero poco se podía hacer.

Olvidamos nuestro temor y nos abalanzamos sobre el Enterrador, que se debatía entre espasmos y convulsiones.

-¡No!¡No!-Gritamos todos llorando.-¡No!-

Nos aferramos al moribundo suplicándole que no se fuera mientras el Emperador nos miraba con gesto divertido.

La culpa me taladraba mientras pensaba si no sería mejor entregarme para evitar males mayores.

Nunca nos había visto a todos tan destrozados.

Blood, Ymir, Moi y ahora el Enterrador.

-¡No te vayas!-Oí que gritaba Adri.

Pero ya era tarde. Comenzó a boquear y no tardó en expirar y morir.

Nos aferramos al cadáver sin parar de llorar, y en ese momento, me levanté y chillé entre lágrimas:


-¡Lo siento!¡Lo siento!¡He sido yo!-....

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