CAPITULO 31: RENDICIÓN
La bóveda se abre y mi grito resuena
en toda la sala. No así el de Selman, que es incapaz de articular
palabra, limitándose a gemir quejumbrosamente.
Mis ojos se fijan en él. Es evidente
que está sufriendo. El color oscuro de su piel, ya de por si quemada
se vuelve más negro, y comienzan a aflorarle ampollas que explotan y
supuran. Su cuerpo humea. Veo cómo intenta retorcerse y moverse,
pero los grilletes que le aprisionan a la mesa se lo impiden.
No puedo dejarle morir. No puedo. Y
sólo si me entrego al lado oscuro lograré salvarle, o eso al menos
me ha dicho el Emperador. Pero...¿Hasta qué punto puedo fiarme de
él, si él mismo me ha dicho que no lo haga?
Rompo a llorar y me desmorono.
-¡Basta!¡Por favor!¡Me rindo!-Grito
desesperada.
El Emperador, que desde una esquina de
la sala ha estado contemplando la tortura a Sel, sale de su escondite
y pregunta.
-¿Cómo has dicho, Cris?-Ríe.
-Que me...-Me cuesta hasta decirlo,
pero ya no sólo porque el dolor me lo impida, sino por orgullo,
porque no quiero ceder.-...Me rindo. No puedo soportar ésto más.
Habéis ganado.-
-¿Es que acaso lo dudabas?-Me pregunta
riendo con malicia.-Te dije que te rendirías, y lo has hecho. Ahora,
¿Estás dispuesta a someterte a mi control y convertirte en mi
sierva y nueva moradora de éste Caserón?-Me pregunta intimidándome
con su mirada.
Miro de reojo a Selman y luego vuelvo
mis ojos a los del Emperador, para decirle no del todo convencida:
-S...sí.-Digo mientras intento
arrodillarme ante él- ¿Qué debo hacer?-
-Asumir los negros pensamientos y
sentimientos que han aflorado en ti desde tu entrada en éste oscuro
lugar. Una vez los asumas, yo haré que te adentres en la oscuridad
que debió penetrar en ti desde el mismo momento en que entraste aquí
y sin embargo no lo hizo.-
Intento que mi respuesta sea segura.
-Asumo...asumo que en mi ha aflorado la
oscuridad y...-
-¡No lo asumes!-Me grita dándome una
bofetada que me hace caer al suelo.- ¡Dudas!¡Lo dices por decir!¡Te
engañas a ti misma e intentas engañarme a mi!-Sigue espetándome
con dureza.
-Y ¿Cómo lo hago?-Pregunto con miedo
volviéndome a arrodillar como puedo.
El Emperador se sitúa detrás de mi y
empieza a hablarme con voz suave, susurrante, muy cerca de mi oido.
Cierro los ojos y escucho.
-Hay un lugar en tu interior, Cristina.
Un lugar que ha permanecido escondido en un rincón de tu mente mucho
tiempo; Un lugar frío como la nieve y oscuro como la cueva más
profunda.
Ahí se hallan los sentimientos de los
que te hablo: maldad, frialdad, falta de compasión...Siéntate por
un momento en ese rincón y respira el aroma del aire helado que
corre...Cuando encuentres esos sentimientos, hazlos tuyos y siente
como la oscuridad se apodera de ti. Siéntelo.-
Con los ojos cerrados, aspiro aire.
Espero oler el putrefacto aroma que invade la sala, pero no es así.
Un aire helado me arropa mientras veo
el rincón que el Emperador me describe en mi mente.
Me estremezco y noto la oscuridad
adentrarse en mi. Abro los ojos.
-Has encontrado ese lugar, pequeña.-
Dice el Emperador, que ahora está frente a mi, sonriendo
satisfecho.
Frente a frente con el Emperador de las
Tinieblas ahora siento que sólo me debo a él. Me siento fría,
despiadada. Mi cuerpo se estremece de excitación oscura cuando hago
una reverencia ante mi señor y bajo mi cabeza y mis manos al suelo,
en señal de veneración.
-Bienvenida de nuevo, Cris.- Me dice
él.
Me levanto hasta quedar de rodillas y
hago una reverencia de cabeza. Acto seguido el Emperador se dirige a
mis hermanos:
-Mis criaturas.- Comienza mientras los
mira.- Hoy y tras mucho resistir, la pequeña Cris se rinde ante lo
evidente, lo que debió ver hace mucho tiempo: que nunca ganaría.
Hoy, se somete a la oscuridad. Hoy vuelve a pertenecerme.-
El Emperador se vuelve a mi y me dice:
-Ahora que vuelves al hogar debes
convertirte en una criatura de la sombra. Voy a darte lo que no
tuviste cuando viniste por primera vez. Voy a darte la oportunidad de
elegir. ¿En qué criatura deseas convertirte?¿Qué deseas ser?-Me
pregunta.
-Vampiresa, mi señor.-Respondo.-Deseo
ser una vampiresa. Deseo que desaparezca mi vieja identidad. No más
Cristina Krueger ni zombi. Quiero una nueva vida. -
-Sea pues.-Dice mi señor, frío. Y
luego señala al vampiro.
-Bebe su sangre, Cristina. Sólo así
se abrirá la puerta que deseas cruzar. La puerta a la nueva Cris.
Bebe su sangre y serás como él. Te convertirás en vampiresa.-
Asiento y me dirijo hasta la mesa,
tambaleante por el dolor. Contemplo con fría indiferencia el cuerpo
destrozado del chupasangre, y alzo la vista. El inquisidor viene
hacia mi portando a Maleval, su espada. Le veo acercarse y soltar el
grillete que ata la mano derecha de Selman a la mesa para luego
hacerle un corte al vampiro en la muñeca. La sangre brota y él gime
de dolor.
El inquisidor me mira con sus ojos
amarillos.
-Bebe.- Me ordena.- Bebe y conviértete,
Cris.
Tomo la muñeca del vampiro y la dirijo
a mi boca. No tardo en hundir mis dientes en su piel. La sangre
tampoco demora en brotar. Succiono, y cada succión es un paso a mi
nueva vida. Noto cómo mi cuerpo se estremece, cómo los escalofríos
me hacen temblar hasta el punto de casi hacer que suelte la muñeca
de Selman, pero aguanto. Siento que su sangre es la clave de mi nueva
vida. De pronto grito con la muñeca del vampiro en mi boca. Me
invade un dolor inhumano, y me retuerzo sin soltar mi presa. Sigo
bebiendo a pesar de todo. El dolor me mata, pero sólo cuando sé que
al vampiro no le queda sangre en las venas, paro de beber.
Ahora no hay dolor. Retrocedo, fría,
alejándome un poco de la mesa. Miro mis brazos, bajo mi mirada a mi
estómago, palpo mi rostro. Ya no tengo heridas. Llevo la mano a mi
cabeza y noto una mata de pelo nueva, sin mechones arrancados, sin
dolor al acariciarme. Cojo un mechón y lo miro. Negro como el
carbón. Sonrío.
-Ahora, mi sierva, demuestra que me
eres leal.- Dice el Emperador poniendo en mis manos el hacha del
vampiro.- Mátale. Demuestra que la pequeña Cris ya no existe. Mata
a Selman.-Me ordena.
Asiento y me dirijo a la mesa con el
hacha en mis manos. Sel me mira, pero yo ya no siento nada. Alzo el
hacha sobre mi cabeza y me arqueo para dar el golpe que corta la
cabeza del vampiro. Su sangre me salpica, la cabeza cae y rueda un
poco hasta quedar parada. Sonrio y me vuelvo al Emperador, ante el
que me inclino.
-Bien hecho, Cris.- Me dice.- Has
demostrado tu lealtad, y por ello te libero de tu castigo y de tu
confinamiento. Puedes vagar por el Caserón. Tu nuevo hogar será la
cripta del vampiro.
Después, llama a Tar.
-Inquisidor. Toma el mando. Ya sabes
lo que tienes que hacer.- Oigo que dice mientras le veo desaparecer
dejando un humo negruzco en su lugar.
-Sí, mi señor.-Responde él
volviéndose hacia mi.- Cris. Sal de aquí, y procura no tener que
volver.-
Asiento y me voy hacia la puerta.
-Moradores. Largaos de aquí todos
excepto los zombies. Ya.- Oigo que dice el inquisidor.
Salgo de la sala y veo salir a mis
hermanos mientras yo me escondo tras el marco de la puerta,
observando lo que pasa dentro.
Veo a Tar dirigirse a Sara y decirla
con voz fría:
-Quiero que tú y los demás zombies
deis buena cuenta de éste despojo.-Dice acariciando con un dedo la
barbilla de Sara, para luego agarrarla con la fuerza suficiente para
que la zombie se eche a temblar.- Quiero que sólo queden los huesos.
Ya me encargaré de ellos más tarde. ¿He sido lo bastante
claro?-Dice clavando sus ojos en los de Sara.
Ella asiente temblando, y él la
suelta, dirigiéndose hacia la puerta mientras dice:
-¡La cena está servida!¡Empezad!-
Antes de que Tar salga de la sala, veo
cómo los zombies se disputan el cuerpo del vampiro, gruñéndose por
hacerse con los pocos trozos de la carne no quemada que le queda.
Me encojo de hombros, me doy la vuelta
y me voy dispuesta a comenzar una nueva vida en el Viejo Caserón...
No hay comentarios:
Publicar un comentario