Mi lista de blogs

viernes, 11 de octubre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 32

CAPITULO 32: OSCURA NUEVA VIDA

Vago con total libertad por el Caserón. Ya no me siento prisionera, ni blanco de torturas, ni de castigos. Camino segura de mi misma pisando fuerte comenzando mi nueva vida. Recorro el Caserón desde el principio hasta el final, en completo silencio. Mis hermanos me saludan cuando paso ante ellos. Yo me limito a sonreirles. Es estúpido guardarles rencor por lo que me hicieron, al fin y al cabo sólo cumplían órdenes. Y ahora su señor también es el mío. No puedo reprocharles nada.

Recorro la biblioteca, el circo, el manicomio, el quirófano de Espiral, la habitación de Regan, la abadía, y el matadero de Jason con ese dulce olor a sangre...Suspiro y me doy la vuelta para ir a la cripta, mi nuevo hogar en el Caserón, pero entonces, una voz me detiene.

-Criiiissss....Criiiisss....-Ríe la voz canturreando burlona.

Reconozco esa voz. ¿Pero de dónde ha venido? Miro a mi alrededor, pero no veo a nadie.

-¿Selman?-Pregunto, pues sé que es la voz del vampiro la que me habla.

-Ese era mi nombre en vida, si.-Dice la voz amargamente.

Sigo sin ver a nadie conmigo, nada que denote la presencia del vampiro.

-No puede ser...¡Yo te maté!-Digo con rabia

Y en ese momento, de la nada surge una niebla grisácea que se materializa en el espectro de Selman.

-Ya lo creo que lo hiciste.-Dice sonriendo y con voz fría.-Gracias a ti sólo soy una sombra, algo insignificante- Dice acercándose a mi, que retrocedo con cierto miedo hasta que me doy cuenta de que sólo es un fantasma. Le miro con rencor y le espeto:

-¡Púdrete! Yo sólo cumplía órdenes de mi señor. Además, te lo tenías bien merecido por todo el tormento y las torturas a las que me sometiste...Hice lo que tenía que hacer y no me arrepiento. Y ahora esfúmate y déjame en paz.- Digo girándome y echando a andar, pero él se pone ante mi cortándome el paso y yo me paro instintivamente.

-Veo que el haberte convertido no ha mejorado tu mal genio y humor...-Dice con sorna.- Vamos, Cris, sé amable. No he venido a perturbarte.-

-¿Qué quieres entonces?-Digo despótica.- ¿Una disculpa? No la tendrás, asi que si vienes a buscarla ya puedes irte por donde has venido.-

-Puede estar usted tranquila, señorita, que no vengo a por una disculpa.- Dice con retintín.- He venido a ayudarte. A mejorar un poco tu imagen.- Dice ahora serio.

Le miro con los ojos como platos y me echo a reir.

-¿A mejorar mi imagen? ¡Estoy perfecta! Ya no tengo heridas ni nada que deforme mi cuerpo.-

-Pues cualquiera lo diría con esas ropas...-Me dice mirándome de arriba abajo.- De todos los moradores eres la que más pena da. Más que vampiresa, pareces una mendiga.- Ríe.
Miro mi camisón agujereado y deshilachado y le doy la razón, pero no se lo digo.

-Sígueme, anda.-Me dice mientras comienza a flotar en dirección a la cripta, donde me hace pasar.

Miro lo que hay encima de mi ataúd: un cofre de mediano tamaño, y sobre él, algo que parece ser de cuero. Miro a Selman, indecisa, sin saber qué hace eso ahí y por qué se supone que me incumbe.

-Tú nuevo traje, Cris.-Dice flotando hacia las prendas de cuero y alzándolas. Las miro.

Un mono de cuero negro y una gabardina, también de cuero oscuro.

Cuando el vampiro suelta las prendas sobre el ataúd me mira y me dice:

-Eran de una visitante. Cuando entró aquí se puso a decir que le encantaba el lugar, y cuando me vio no pudo evitar soltar que la encantaría ser mordida por un vampiro...Y yo la di ese placer, como buen caballero. ¡Pobre! No se esperaba que fuera real, como es lógico¡La dejé con menos sangre que un cascote!-Ríe.

-¿Y por qué guardabas su vestido?-Pregunto con curiosidad.- ¿Acaso te lo ponías cuando nadie te veía?-Añado con cierta sorna.

-Muy graciosa.-Responde él, cortante.- No lo sé. Supongo que fue un capricho del momento. lo guardaría por tener un recuerdo de aquella víctima.

Se queda callado y luego me señala el cofre que hay junto al traje.

-En éste cofre encontrarás dos sais. Se las compré a un comerciante hace mucho tiempo, pero nunca aprendí a usarlas correctamente. Espero que tú si. Como verás, todo morador de éste Caserón tiene sus propias armas. He ahí las tuyas. Dice volviendo a señalar el cofre.-

-Ahí hay también una pequeña cajita con una gargantilla y una pulsera de cuero con pinchos. Pertenecían a la visitante que era dueña de la ropa.-

-¡Cuánta amabilidad!-Digo yo irónica.- ¿Te comportas así siempre con quién te mata?-Me río.

-Ríe mientras puedas.- Me corta él, seco.- Ésta será la última vez que te ayude. Tú me mataste y te las haré pagar todas juntas, Cris. Visible a tus ojos como fantasma, o como voz dentro de tu mente. Puede que no pueda matarte yo, pero por Lucifer te juro que haré todo lo posible para que tu nueva existencia aquí sea un suplicio... Sólo tú puedes verme, pues nuestro antiguo vínculo así lo establece....¡Verás cómo nos divertimos! -Se carcajea con maldad.

La risa de Selman se mezcla con otra masculina, pero histérica. Al instante, la risa del vampiro se disuelve, como su espectro, que se evapora con una niebla gris, justo cuando Espiral aparece por la puerta de la cripta, nervioso.

-¡Cris!¡Cris!-Me dice.- ¡Prepárate! ¡El Enterrador va a dejar pasar al primer grupo!¡Comienza la diversión!-Ríe y acto seguido abandona la cripta.

Nada más salir Espiral, me desprendo de mi raído camisón y me enfundo en mi traje nuevo. Siento escalofríos ante el frío tejido que se posa sobre mi piel. Enfundada en mi mono de cuero negro, me pongo la gabardina, y no puedo evitar sentirme poderosa y capaz de todo con mi nuevo atuendo.

Abro el cofre y observo las dos sais. Parecen pequeños tridentes, con la punta de en medio sobresaliendo sobre las demás. Veo su brillo a la tenue luz de las velas. Las cojo y me las cuelgo del cinturón, a ambos lados de las caderas. Miro la cajita que hay en el cofre y cojo la gargantilla, de la que cuelgan dos calaveras a ambos lados de una cruz. Lo cuelgo de mi cuello y me pongo la pulsera de pinchos. Hecho ésto, con un salto, me agazapo en el techo de la cripta, esperando que comience la diversión.
"Ahí hay también una cajita con una gargantilla
y una pulsera de cuero con pinchos..."

Sais
Los visitantes van pasando, un grupo tras otro, gritos, aullidos, arrepentimientos...Y ese aroma...Mmmm...Ese aroma a sangre que impregna la cripta cada vez que los visitantes entran, pero que desaparece cuando se van.

Tengo que hacer esfuerzos sobrehumanos para no abalanzarme sobre cualquiera de ellos y dejarle vacío de sangre. Muy a mi pesar, no puedo hacerlo. Temo el castigo.

-Último grupo.- Me dice la voz de mi señor en mi mente mientras espero agazapada en el techo, y cuando los veo aparecer por la puerta, salto y los asusto por sorpresa.

-¡Fuera de aquí!¡Quiero sangre!¡Dadme vuestra sangre!-Grito.

Veo que el último del grupo se da la vuelta y me mira sonriendo. El típico chulito de turno.

-¿Quieres mi sangre, nena?-Me dice riendo.- Tengo algo mucho mejor para darte, vampirita...-Se burla.-¡Venga, asustame si tienes ovarios!¡Uhhh!¡Que miedo me das!-Dice fingiendo temblar.

-¡¡LARGO!!- Bramo mientras siento descender mis colmillos.

El visitante retrocede asustado y se dirige a la puerta, donde le aguarda Tar.

-Caminen siempre juntos, sin correr, sin parar y sin retroceder. Esa es la norma. ¿Tan poco seso tienes que no la recuerdas?- Ríe el inquisidor divertido.- ¿O es que vienes con ganas de vacilar? Sea lo que sea...Acabas de suicidarte.- Dice.

El visitante pone las manos en el pecho de Tar, intentando apartarle, pero el inquisidor le coge de las manos y las aprieta hasta que oigo crujir sus huesos. El chulo gime y Tar corta su grito agarrándole del cuello y tirándole brutalmente a mis pies.

-Vamos, Cris.- Me reta el inquisidor. Acaba con él. Sé que deseas su sangre. Lo leo en tus ojos. Date el gustazo y bebe.

Me relamo, me muerdo el labio y avanzo dubitativa hacia el chico.

-¡Hazlo!-Retumba en el Caserón la voz del Emperador..

Sin pensármelo dos veces, hundo mis colmillos en el cuello del chico y succiono su sangre hasta quedar totalmente saciada. Alzo la cabeza y me limpio los restos, relamiéndome.

Sonrío satisfecha, pero mi sonrisa desaparece cuando compruebo que Tar no ha abandonado la cripta aún. Me quedo mirándole. Sus ojos se encuentran con los míos, y su voz me desafía:

-Atácame, Cris. Véngate de mi por todo el daño que te he causado. No te reprimas.- Dice acercándose a mi.

No comprendo por qué me azuza así, pero me da igual. Sus palabras hacen que mi mente evoque cada castigo, cada tortura, el dolor...

Grito de rabia y saco mis sais del cinturón, abalanzándome sobre Tar, dispuesta a darle muerte.

Él se aparta y consigue agarrar mi mano derecha, la cual retuerce hasta ponerla tras mi espalda.

Gimo de dolor y dejo caer las sais al suelo. De mis ojos brotan lágrimas. Y entonces, siento como la piel de mi muñeca se abrasara, y no puedo evitar gritar de dolor.

-¡Por favor!¡Paraaaa!-Chillo desesperada mientras a mi nariz llega un extraño olor a carne quemada.

Tar me suelta y caigo al suelo. Me miro la mano. En la muñeca ha aparecido una horrenda quemadura negra. Miro a Tar y le veo con su Zippo en la mano.

-¿Por qué? ¿A qué ha venido ésto?-Grito horrorizada.

-Para que no olvides cómo son las cosas.- Dice mirándome frío.- Ahora perteneces al Emperador por completo. Y más te vale no olvidarlo. Si te mantienes en el buen camino te garantizo que tendrás una larga vida a su servicio, pero si vuelves a desviarte...-Enciende su Zippo y de él brota tal llamarada que ilumina toda la cripta por un momento. Me aparto con miedo y él concluye su frase:


-...Ya sabes lo que te espera. Y eso es una promesa.-Me advierte.dándome la espalda y dirigiendose a la puerta.

En mi mente, oigo el susurro de la voz de Selman:

-Cris, ahora. ¡Mátale!. Véngate de él.-

Quiero atacarle y demostrar a ese inquisidor de pacotilla lo mucho que deseo vengarme. Quiero sentir cómo mis sais penetran su piel, quiero oir su voz suplicarme clemencia y quiero deleitarme viéndole sufrir...

-Vamos, Cris.- Me insiste la voz del vampiro en mi cabeza.- Ahora tienes la oportunidad. ¡Véngate!-

Niego con la cabeza y la voz de Sel se disipa. No quiero ceder a sus provocaciones buscando mi suplicio.

Me levanto despacio, me cuelgo las sais del cinturón como puedo y voy a buscar a Espiral por si tuviera algo para calmar mi dolor.

Me miro la mano. La cicatriz es horrible. Del color del carbón. Algo me dice que tardará en desaparecer, si es que lo hace.


Miro la herida y comprendo los riesgos que entraña salirme del oscuro redil. Más me vale permanecer en la vereda...Más me vale...

No hay comentarios:

Publicar un comentario