CAPITULO 3: TORTURA
La “Dama de Hierro” prácticamente fundida, con chispas brotando
aún de ella, humeante; Los numeroso látigos que antes colgaban de
la pared, ahora estaban desparramados por el suelo sin ningún orden,
las peras de tortura hechas ascuas, así como otros instrumentos de
tortura que había en la celda, sembrando la duda en Lithianel, que
estaba segurísima de que ella no había tenido nada que ver.
Un estruendo interrumpió sus sorprendidos pensamientos al abrirse la
puerta, por donde entraron los dos inquisidores que la apresaron
junto con el que la curó la noche anterior, los tres con cara de
sorpresa extrema.
-¡Virgen santísima!-Se santiguó uno de ellos cuando entraron a la
celda.- ¡Bruja!- Chilló a Lith, que estaba tan impactada como
ellos.
-¡¡Es obvio que todo ésto lo ha hecho ella con su magia
negra!!-Chilló el otro.
El tercer hombre, el que la curó, permanecía algo más alejado,
como a la espera de órdenes, y cuando se dio cuenta de que sus
colegas de oficio le miraban se limitó a susurrar:
-Dios santo...¡Qué herejía!- Lith le miró y por su cara adivinó
que no tenía el menor convencimiento de lo que estaba diciendo.
-¡¡No!!¡¡Os lo juro!!¡¡Yo no he tenído nada que ver!!-Chilló
Lith.
- ¡Silenció!-Ordenó uno de ellos.-Oldelcar, ¿Anoche te ocupaste
de ella, verdad?-
El inquisidor asintió, y ella bajó su vista al colgante de él,
cuyos cinco discos destellaban rojo mientras el inquisidor la miraba
fíjamente y un tremendo dolor volvía a ella y la hacía caer al
suelo.
Oldelcar se quedó apartado mientras los otros dos llegaban hasta
ella para quitarla la túnica y contemplar con cierto regocijo y sin
remordimiento alguno las heridas que, al parecer por arte de magia,
habían vuelto a aparecer en su cuerpo, y que a ojos de esos dos le
había hecho Oldelcar la noche anterior. Pero lo único que él había
hecho había sido curarla.
-Si.-Verificó uno.- Anoche te luciste, Oldelcar. ¿Confesó?-
Oldelcar suspiró.
-No. No confesó. La muy....-Evitó decir una palabra malsonante y
escupió al suelo para acabar la frase.- ….Se resiste.
-Maldita ramera de Satanás...-Dijo su compañero con ira mientras
Lithianel intentaba arrinconarse contra la pared de la celda al ver
al hombre que se acercaba a ella blandiendo un látigo.
Pero poco podía hacer ella contra el terrible sufrimiento que se la
avecinaba. Creyendo que eso bastaría para detener al que suponía
que iba a ser su torturador, gritó:
-¡Sí!¡Soy una furcia del Diablo!¡Todas las noches de luna fornico
con él en el bosque y practico magia para acabar con todos vosotros!
¡Malditos!-
-Víbora...Te acabas de condenar tú solita...-Y chasqueó el látigo
sobre la espalda de Lith haciéndola estallar en llanto mientras se
aferraba a su túnica de condenada que estaba en el suelo junto a
ella.
Mordió la tela para acallar sus gritos mientras alzaba su vista a
Oldelcar, que miraba hacia otro lado, como ajeno a todo.
Pero, ¿Qué le pasaba? Hacía unas horas la había curado y se había
mostrado casi amable con ella y ahora parecía que la cosa no iba con
él.
Un fuerte tirón de brazos la sacó de sus pensamientos: la habían
obligado a levantarse y ahora era Oldelcar quien la quitó la túnica
de las manos para vestirla con ella.
Una vez de pie, creyó que no soportaría el dolor y estuvo a punto
de desplomarse, pero Oldelcar la sujetó de brazo, aunque sin ninguna
delicadeza.
-Llévala ante el pueblo.-Ordenó uno de los inquisidores.
Oldelcar asintió y sacó a Lith de la celda casi arrastrándola del
brazo.
La joven oyó los gritos de los acusados que estaban siendo
torturados en las celdas contiguas al pasar por el pasillo y gritó
de puro dolor.
-¡¡Chs!!-Chistó Oldelcar mirando a uno y a otro lado para meterla
algo en el bolsillo de la túnica.- Situaciones desesperadas exigen
medidas desesperadas-Fue lo último que la dijo antes de llegar a la
plaza y subirla al templete donde había un mástil bajo el que había
un montón de leños.
Se echó a temblar mientras Oldelcar la arrastraba, cosa casi
imposible por los intentos de resistencia de ella, cuando por fin
logró pegarla al mástil, la ató y dirigió disimuladamente su mano
al bolsillo de su túnica donde antes le había metido algo.
Lith palpó y dedujo que era algo metálico con un cordón de
algodón, pero por los nervios no podía concentrarse y deducir lo
que era.
Vio a Oldelcar marcharse y aparecer frente a ella a los dos
inquisidores que habían estado con ella antes en la celda...
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