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miércoles, 16 de abril de 2014

Relato: "Brujería" capitulo 3

Tercer capitulo de los cuatro (iban a a ser tres, pero no he podido acortar más) de "Brujería" :)

 CAPITULO 3: TORTURA

La “Dama de Hierro” prácticamente fundida, con chispas brotando aún de ella, humeante; Los numeroso látigos que antes colgaban de la pared, ahora estaban desparramados por el suelo sin ningún orden, las peras de tortura hechas ascuas, así como otros instrumentos de tortura que había en la celda, sembrando la duda en Lithianel, que estaba segurísima de que ella no había tenido nada que ver.

Un estruendo interrumpió sus sorprendidos pensamientos al abrirse la puerta, por donde entraron los dos inquisidores que la apresaron junto con el que la curó la noche anterior, los tres con cara de sorpresa extrema.

-¡Virgen santísima!-Se santiguó uno de ellos cuando entraron a la celda.- ¡Bruja!- Chilló a Lith, que estaba tan impactada como ellos.

-¡¡Es obvio que todo ésto lo ha hecho ella con su magia negra!!-Chilló el otro.

El tercer hombre, el que la curó, permanecía algo más alejado, como a la espera de órdenes, y cuando se dio cuenta de que sus colegas de oficio le miraban se limitó a susurrar:

-Dios santo...¡Qué herejía!- Lith le miró y por su cara adivinó que no tenía el menor convencimiento de lo que estaba diciendo.

-¡¡No!!¡¡Os lo juro!!¡¡Yo no he tenído nada que ver!!-Chilló Lith.

- ¡Silenció!-Ordenó uno de ellos.-Oldelcar, ¿Anoche te ocupaste de ella, verdad?-

El inquisidor asintió, y ella bajó su vista al colgante de él, cuyos cinco discos destellaban rojo mientras el inquisidor la miraba fíjamente y un tremendo dolor volvía a ella y la hacía caer al suelo.

Oldelcar se quedó apartado mientras los otros dos llegaban hasta ella para quitarla la túnica y contemplar con cierto regocijo y sin remordimiento alguno las heridas que, al parecer por arte de magia, habían vuelto a aparecer en su cuerpo, y que a ojos de esos dos le había hecho Oldelcar la noche anterior. Pero lo único que él había hecho había sido curarla.

-Si.-Verificó uno.- Anoche te luciste, Oldelcar. ¿Confesó?-

Oldelcar suspiró.

-No. No confesó. La muy....-Evitó decir una palabra malsonante y escupió al suelo para acabar la frase.- ….Se resiste.

-Maldita ramera de Satanás...-Dijo su compañero con ira mientras Lithianel intentaba arrinconarse contra la pared de la celda al ver al hombre que se acercaba a ella blandiendo un látigo.

Pero poco podía hacer ella contra el terrible sufrimiento que se la avecinaba. Creyendo que eso bastaría para detener al que suponía que iba a ser su torturador, gritó:

-¡Sí!¡Soy una furcia del Diablo!¡Todas las noches de luna fornico con él en el bosque y practico magia para acabar con todos vosotros! ¡Malditos!-

-Víbora...Te acabas de condenar tú solita...-Y chasqueó el látigo sobre la espalda de Lith haciéndola estallar en llanto mientras se aferraba a su túnica de condenada que estaba en el suelo junto a ella.
Mordió la tela para acallar sus gritos mientras alzaba su vista a Oldelcar, que miraba hacia otro lado, como ajeno a todo.

Pero, ¿Qué le pasaba? Hacía unas horas la había curado y se había mostrado casi amable con ella y ahora parecía que la cosa no iba con él.

Un fuerte tirón de brazos la sacó de sus pensamientos: la habían obligado a levantarse y ahora era Oldelcar quien la quitó la túnica de las manos para vestirla con ella.

Una vez de pie, creyó que no soportaría el dolor y estuvo a punto de desplomarse, pero Oldelcar la sujetó de brazo, aunque sin ninguna delicadeza.

-Llévala ante el pueblo.-Ordenó uno de los inquisidores.

Oldelcar asintió y sacó a Lith de la celda casi arrastrándola del brazo.

La joven oyó los gritos de los acusados que estaban siendo torturados en las celdas contiguas al pasar por el pasillo y gritó de puro dolor.

-¡¡Chs!!-Chistó Oldelcar mirando a uno y a otro lado para meterla algo en el bolsillo de la túnica.- Situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas-Fue lo último que la dijo antes de llegar a la plaza y subirla al templete donde había un mástil bajo el que había un montón de leños.

Se echó a temblar mientras Oldelcar la arrastraba, cosa casi imposible por los intentos de resistencia de ella, cuando por fin logró pegarla al mástil, la ató y dirigió disimuladamente su mano al bolsillo de su túnica donde antes le había metido algo.

Lith palpó y dedujo que era algo metálico con un cordón de algodón, pero por los nervios no podía concentrarse y deducir lo que era.

Vio a Oldelcar marcharse y aparecer frente a ella a los dos inquisidores que habían estado con ella antes en la celda...

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