CAPITULO 2: CURACIÓN
El hombre cerró despacio la puerta y se volvió hacia Lithianel, que
seguía tirada en el suelo envuelta en sangre a consecuencia de las
torturas y que alzó la cabeza para ver quién era el hombre que
había entrado en la sala.
Sabía que era inquisidor, porque vestía la túnica oscura que lo
identificaba como tal, pero por lo demás, le faltaba la cruz
colgando del cuello, advirtió Lith con sorpresa. En su lugar llevaba
cinco discos pendiendo de un cordón de cuero: tres de ellos eran
plateados; Dos eran de color negro.
La joven se preguntó si ese collar tendría algún significado
especial dentro de la Iglesia. De lo contrario la extrañaba
muchísimo que ese hombre ejerciera como inquisidor.
Alzó la vista para mirar al hombre a la cara: de prominente barba
marrón y ojos castaños que la miraban mientras se acercaba a ella
llevando colgado en su brazo lo que parecía ser una túnica blanca.
Lithianel se echó hacia atrás, intentando alejarse del hombre que
caminaba hacia ella, pegándose a la pared a pesar de que cada
movimiento le costaba la vida mientras él se acercaba a ella y con
su mano le rozaba la cara, intentando girarla.
-¡No me toquéis!-Chilló Lith.
-Tranquila, Lithianel.-Dijo él con voz suave.-Sólo voy a curaros,
no os alarméis. Confiad en mi.-
Ella rió. Qué hipócritas los inquisidores. Mañana la quemarían
viva pero antes la curarían. Tenía gracia, sí. Pero no les
dejaría, no. Lith se apartó más cuando el tipo no cesó en su afán
de tocarla. Pero cada intento de movimiento era un suplicio debido al
dolor de las heridas, así que decidió no resistirse, echándose con
cuidado al suelo mientras él se aproximaba a ella, dejando la túnica
blanca que llevaba en el brazo en el suelo y descubriendo dos objetos
que portaba escondidos bajo ella y que Lith ahora pudo distinguir:
algodón y lo que parecía ser un bote de alcohol, que dejó a un
lado para, seguidamente, despojar a la muchacha de los jirones en los
que habían quedado sus ropas durante las torturas para coger luego
el bote de éter y el algodón.
-Ésto os dolerá...-Advirtió el hombre casi con compasión
empapando el algodón en alcohol y dirigiéndolo hacia el estómago
de la joven para pasarlo por las heridas que la había causando la
“Dama de Hierro”, haciendo que Lithianel aullara de dolor.
-Os dije que dolería.-Dijo el hombre con un tono que parecía
impasible mientras ella gritaba de dolor cuando el alcohol hacía su
efecto sobre las heridas.
La mano de él se movía por todo su cuerpo pasando el algodón por
las heridas: del estómago a las heridas del costado, a las de las
piernas, a las de la espalda, a los arañazos de su cara....De vez en
cuando el muchacho interrumpía su labor para empapar el algodón en
alcohol, haciendo que cuando el líquido tocaba las heridas, Lith
volviera a gritar de dolor.
En lo que duró el proceso no intercambiaron palabra. Solo resonaron
los gritos de ella.
Cuando la cura terminó, el inquisidor le puso la túnica blanca con
la cruz carmesí de los condenados a la hoguera, y tras mirar a Lith
un momento, descolgó una cantimplora que llevaba colgada de la
faltriquera izquierda.
-Ten. Agua.- La dijo dirigiendo la cantimplora a su boca. El líquido
manó y Lith se apresuró a no dejar escapar ni gota, abriendo la
boca y dejando que el agua se deslizara garganta abajo.
No podía quedarse con la duda que empezaba a aflorar en ella, por
eso preguntó:
-Ellos....¿Os han ordenado que me curéis?-
-No.-Dijo él rotundo, sin más.
Ella calló sin atreverse a preguntar más mientras se dejaba ayudar
por el hombre a tumbarse en el suelo.
-Será mejor que descanses. Mañana te espera un día duro. Y
recuerda que situaciones desesperadas exigen medidas
desesperadas...-Le miró y se dejó arropar por la compasión que
ahora reflejaban sus ojos.
¿Estaría de su parte?
Bajó su vista al colgante del hombre como si quisiera averiguar el
enigma que escondían aquellos cinco discos, y le pareció que éstos
destellaban con una extraña luz.
“Recuerda que situaciones desesperadas exigen medidas
desesperadas”.
La frase flotó en su cerebro mientras el hombre se marchaba de la
celda dejándola sola y abandonada al extremo cansancio que sentía,
haciendo que cayera poco a poco en un profundo e inquieto sueño.
Y poco a poco, las imágenes fueron acudiendo a su cabeza: un pueblo
entero clamando porque su cuerpo ardiera en las llamas de la hoguera
de la plaza, dando paso a flashes en los que veía a sus padres
sufriendo el mismo destino que estaba a punto de sufrir ella.
Su mente confusa daba vueltas en sueños, azuzada por aquellas frases
extrañas que su madre pronunciaba en su sueño:
-Oloth
plynn dos! Ssussun
pholor dos!- Las palabras salieron inconscientemente de la boca de
Lith mientras veía al inquisidor que la había curado recordarla:
-”Situaciones
desesperadas exigen medidas desesperadas, Lithianel”
-Jiv'elgg
lueth jiv'undus phuul jivvin- Oyó la voz de su padre.
-Jiv'elgg
lueth jiv'undus phuul jivvin- Pronunció ella entre sueños.
….Y
despertó de golpe, confusa. Y a la confusión se sumó la sorpresa
ante el panorama que había ante ella...
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