Muertes, heridas, balas, bombas, armas
químicas, abusos sexuales, sangre…
Esto tiene un nombre: Guerra.
Y nosotros, los periodistas tenemos el
derecho, como profesionales de la información que somos, de
transmitirla objetivamente, de decir lo que pasa en cada momento; de
contar quien muere, quien vive y quién ejerce su hegemonía sobre el
territorio en conflicto, hasta ahí todo bien.
En la visión que nos ofrece John
Pilger en el documental “La guerra que usted no ve” se
percibe otro tipo de periodismo: el periodismo supuestamente -y
siempre bajo el prisma del director de la película-, velado y
presumiblemente manipulado por los Estados Unidos.
Todo esto es narrado por Pilger
ejemplificándolo con varios conflictos: el de Irak en 2003, la
guerra de Vietnam y el de Israel y Palestina.
En la cinta se nos habla de la figura
de los periodistas empotrados no como quienes cuentan lo que
ven mimetizándose con el entorno y siendo parte de él (recordemos
que los llamados empotrados son los que acompañan a los militares en
sus misiones), sino como meros espectadores del conflicto del lado de
los militares y por tanto a través de sus ojos: A través de los
ojos de gente que (no todos y no siempre, claro está, y mucho ojo
con esto), abusa de su situación de poder sobre la población civil
para cometer las más impensables atrocidades.
Y según Pilger, los periodistas que
van empotrados, se lo callan y no lo sacan a la luz.
Y sorprendentemente, detrás de todo
esto estaría el mismísimo gobierno de los Estados Unidos, que
defienden la guerra (caso de Irak 2003) a pesar de haber miles y
miles de muertos y de otros tantos miles de personas forzadas a
abandonar sus casas.
Según los propios periodistas
estadounidenses, el gobierno estaría llevando a cabo el circo
mediático: El Pentágono haciendo propaganda masiva de la
guerra, derribo de la estatua de Hussein por parte de un oficial
estadounidense…
Pero…¿Por qué todo éste circo?
Simple: porque sus payasos necesitan dinero.
En palabras de Julian Assange el dinero
es el único promotor de las guerras.
No olvidemos que tratamos con un tema
delicado: ¡Que las guerras han segado millones de vidas, oiga!
Pero lamentablemente, sea por dinero o
por lo que fuere, las sigue habiendo, y aún hoy en el caso de
Estados Unidos, hay gente del periodismo que dice: “Esperamos que
cada estadounidense apoye a nuestros militares, y si no, que mantenga
la boca cerrada”.
Bravísimo por aquellos defensores de
la doctrina del miedo (Se nota la ironía, ¿no?) que no solo se
limitan a decir esto sino que además permitieron en su día que la
sede de la televisión Al Jazzeera fuera bombardeada en opinión de
algunos para acallar a los periodistas irakíes.
Por si esto fuera poco, en el
documental también se exponen supuestas mentiras de la OTAN, que
reconocían muchísimos menos muertos de los que había, haciendo
creer que la guerra era una mera caricia y no la brutal violación
que estaba siendo.
Pilger habla también del conflicto de
Vietnam y lo presenta como el conflicto que aprovechó el cine
americano para ensalzar su heroísmo poniendo de ejemplo la cinta
“Hurt Locker”, en la que se justifica el conflicto para poder
controlar recursos de otros pueblos.
Y se ven las imágenes que deja la
guerra: niños de mirada perdida que te observan desde la distancia,
sin sonrisa en sus rostros, que han visto su infancia truncada con
el sonido de los bombardeos.
Ya en la actualidad, tras el ascenso
al poder de Obama, Cynthia Mc Kinney, ex congresista estadounidense
se avergüenza de que su presidente, una persona de color mantenga
las tropas de Estados Unidos en Irak y que además procese a los
contadores de verdades.
Bajo mi punto de vista se debería
dejar que el periodismo fluyera con total libertad, porque la misión
principal del periodista es ser completamente objetivo, contar lo que
ve, con sus pros y sus contras sin dejarse manipular y ni mucho menos
amedrentar, porque esa es su misión: contar todo cual lo ve para que
la gente pueda formarse su propia opinión.
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