CAPITULO
14: ÚLTIMO CASTIGO
Me
desperté en la mesa de la Bóveda de Helios, donde me dormí después
de que Tar me ordenara descansar, y no podía quejarme, pues desde
que cerré los ojos no hubo sueños inquietos, sino todo lo
contrario: calma, quietud y una extraña paz que hace mucho que no
sentía; Lo único que rompía el encanto era el frío de la
habitación que calaba hondo en mis huesos, provocando escalofríos
en mi cuerpo desnudo. Me levanté de la mesa y eché un vistazo a la
sala, y junto a la puerta encontré una vieja y raída manta con la
que me tapé para intentar entrar en calor, aovillandome en la
esquina de la habitación. Pero justo en ese momento, una potente voz
invadió mi mente:
-¡Cris!-Reconocí
la voz de mi señor, el Emperador de las Tinieblas.- Ven ahora mismo
a la biblioteca, tengo cosas que decirte.-
No
pude evitar pensar qué querría. Y por Lucifer esperaba que no
fuesen más castigos.
“No,
más castigos no, por favor...” Supliqué en silencio mientras
suspiraba y salía de la sala recorriendo en silencio los pasillos
del Caserón extrañamente desiertos y carentes de ruidos, risas y
gritos. No pude evitar preguntarme si sería una trampa. Todo era tan
extraño... Ni un alma...
Cuando
llegué al pasillo que llevaba a la biblioteca tragué saliva y
suspiré, comenzando a atravesarlo no muy decidida, y justo en ese
momento, un dolor atroz invadió mis pies. Grité y miré al suelo
para descubrir el pasillo que se abría ante mi sembrado de cristales
rotos.
Me
di la vuelta dispuesta a volver atrás, pero una pared de fuego que
apareció de repente me lo impidió.
-No,
no, no, pequeña Cris.-Me riñó la voz del Emperador en mi mente.-
Yo que tú no lo haría. No querrás freirte, ¿No?-Rió.
Grité
y me di la vuelta, atravesando el pasillo en dirección a la
biblioteca como pude, haciendo frente al dolor que suponía cada
trozo de cristal en mis pies, sintiendo al mismo tiempo el calor que
desprendía el fuego de la pared tras de mi. Miré atrás: el muro de
llamas parecía perseguirme, cada vez estaba más cerca de mi. No
podía huir, así que continué corriendo hasta que divisé la puerta
de la biblioteca y entré en ella lo más rápido que pude, cayendo
de bruces frente al Emperador.
-Hola,
Cris.- Me saludó.-
Fui
incapaz de devolver el saludo y el Emperador continuó hablando como
si nada.
-¿Qué
te ha parecido el jueguecito que he usado como colofón a tu castigo?
Cristales y fuego. Delicioso, ¿No crees?-Ríó mientras yo intentaba
quitarme los cristales de los pies ahogando gritos de dolor.
Alcé
la vista y le vi sentado en un sofá: en ese momento levantaba una de
sus manos mientras hacía que me alzara en el aire, dejando caer la
manta que me envolvía; con un movimiento de su mano me hizo girar,
aún suspendida en el aire; volví a girar y le vi pasar sus fríos
ojos por mi anatomía mientras aún en volandas me acercaba a él.
-Si.-Dijo.-
El inquisidor ha hecho bien su trabajo.-
Y
luego suspiró cansado.
-Me
pregunto si te merecerás ésto, o me la volverás a jugar...-Dijo
con voz hastiada mientras hacía que me posara en el suelo y fijaba
su vista en mis pies, haciendo desaparecer los cristales y cicatrizar
las heridas.
-Gracias,
mi señor. No os arrepentiréis, os lo aseguro.- Dije yo
arrodillándome ante él, que soltó una risotada y me dijo:
-De
promesas incumplidas están llenos mis cementerios, pequeña. Así
que más te vale no volver a fallarme o te aseguro que ésto habrá
sido solo un juego comparado con lo que te esperará.- Hizo una pausa
y volvió a suspirar.
-De
momento puedes volver a formar parte del Caserón; Puedes volver con
tus hermanos de nuevo, pero ya sabes: cuidado con jugármela. No voy
a ser tan compasivo como hasta ahora. Mi paciencia tiene un límite,
y tú estás a punto de rebasarlo.
Asentí
sumisa a todo con lágrimas de arrepentimiento y agradecimiento en
los ojos.
-No
os fallaré, mi señor.- Os lo juro.- Dije alzando mis ojos para
mirarle.
-Palabras,
palabras...-Dijo con cierto enfado.- Más vale que lo demuestres.
¡Ah!-Dijo como si hubiera recordado algo de repente.- No te
preocupes por Selman. Tiene orden de no molestarte.-
...Y
se evaporó en una niebla gris, dejándome sola en la biblioteca.
En
ese momento noté como alguien se subía a mi espalda:
-¡Hola,
Cris!-Sonrió Blood subida sobre mi.- ¿Jugamos?-
Vi
aparecer a todos los moradores del Caserón: Jason, Ymir, Espiral,
Segismundo, Dani, Iri, Adri, Sara, y Regan junto con Antonio, Moi y
Álex.
Todos
me saludaron y mostraron su alegría por volver a estar como siempre
conmigo.
-¡Toma,
Cris!-Me dijo Blood bajándose de mi espalda y mostrándome mi mono
de cuero sorprendentemente intacto.- Ésto es tuyo.- Lo cogí, me
giré y me lo puse.
-¡Y
ésto también es tuyo!-Me dijo Regan entregándome mis sais, que
colgué de mi conturon con un suspiro de pura alegría.
-Nos
alegramos de que de nuevo estés bien.-Dijo Espiral.- ¿Verdad,
Segis?-
-¡Siiiiiii!-Chilló
el loco.
Sonreí
y tuve una idea.
-¿Y
si nos vamos todos de caza como antaño?-Pregunté.
Todos
vitorearon mi idea y emprendimos la marcha al exterior del
Caserón....