Pasad una estupenda Nochebuena y una mejor navidad! FELICES FIESTAS!
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martes, 24 de diciembre de 2013
Felices fiestas!
Si tenéis una meta, id a por ella. No dejéis de luchar por vuestros sueños.
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viernes, 20 de diciembre de 2013
Un paseo como nunca
Dedicado a Cristina, de PAM :) Gracias por todo, guapísima! FELICES FIESTAS!
La joven dejó el edificio de oficinas del Parque y cuando llegó fuera miró a su alrededor.
La joven dejó el edificio de oficinas del Parque y cuando llegó fuera miró a su alrededor.
No nevaba, pero el manto de nieve aún
continuaba ahí, decorándolo todo de blanco.
Decidió dar una vuelta por las
instalaciones, disfrutando de aquel último día del año.
Sus pasos se abrieron lentos a través
del recinto mientras observaba la hierba cubierta por una capa blanca
de nieve que extrañamente había cuajado.
No pudo reprimir una tierna sonrisa.
Rara vez se veía nevar en Madrid y ella estaba teniendo la suerte de
contemplar las consecuencias de la gran nevada de la noche anterior.
El Parque se veía precioso bañado en
blanco. Cristina rió y alzó los brazos mientras pasaba junto a “La
Pérgola”, una de las atracciones más antiguas y entrañables del
recinto y casi instintivamente se subió sobre un caballo,
agarrándose al mástil que lo atravesaba.
El tiovivo se puso en marcha, la música
comenzó a sonar haciendo que la muchacha riera sorprendida.
Cerró los ojos dejándose llevar por
aquel dulce e inesperado viaje, que la transportó a los tiempos en
que sólo era una niña y acudía al Parque con sus padres, y ella
subía al caballo, o a la carroza....Y se sentía toda una
princesa...
Sonrió mientras continuaba dejándose
guiar por el vaivén de la atracción y contemplaba como los copos de
nieve ahora sí caían, estrellándose contra el manto blanco que ya
había en el suelo.
Cuando bajó del tiovivo dejó escapar
una risita mientras alzaba los brazos, dejando que éstos se
encontraran con la nieve que caía. Dio varias vueltas sobre sí
misma, feliz, y continuó caminando en dirección a Maquinismo.
Se detuvo al ver cuan majestuosa se
alzaba la silueta de “Abismo”, y qué precioso se veía con
carámbanos de hielo colgando de sus railes.
No lo pudo evitar y subió.
El mecanismo de sujeción se cerró
fuertemente en torno a ella, que no sabía muy bien por qué de
repente la atracción había empezado a moverse y se agarró con
decisión a la barra mientras el tren ascendía la empinada cuesta de
la montaña rusa.
Sus gritos no tardaron en brotar. Pero
no gritos aterrados, sino gritos fruto de la diversión. Rió y gritó
cuanto pudo viviendo al máximo lo poco que duró el viaje, y cuando
bajó, expulsó el aire que le quedaba mientras seguía riendo.
Correteó hasta llegar a la Plaza Star
Flyer y no pudo evitar una exclamación sorprendida ante la imponente
belleza de ésta: completamente nevada. Ni siquiera el Viejo Caserón
se libraba de resutar entrañable en cierto modo, teñido del manto
blanco de la nieve.
Se acercó a la casa y contempló el
cementerio helado: la nieve caía sobre las tumbas aportándolas un
aspecto mucho más tétrico y sin embargo, a la vez las
dulcificaba...
Se dio cuenta de que la verja estaba
abierta, y dudó si entrar o no, pero esa niña traviesa que llevaba
dentro la dijo que debía hacerlo, y así fue.
Ascendió uno a uno los escalones hasta
llegar a la puerta, cuya aldaba golpeó tres veces mientras reía
creyéndose una tonta. Nadie la abriría, por supuesto.
Pero entonces, ocurrió lo increible:
la puerta se abrió y ella tuvo que mirar al suelo para ver al
diminuto ser cuya vocecilla la dijo:
-¡Hola!¡Bienvenida al Caserón de
Diabólico Noel!- Se lo quedó mirando: parecía ser un duendecillo:
orejas puntiagudas, gorrito verde, muy bajo de estatura y una sonrisa
malévola en sus labios, de donde goteaban lo que parecían ser
chorretones de sangre.
-¿Qué estás mirando?-La increpó
malhumorado.-¡Venga, pasa!¡Amo!-Llamó mientras la muchacha entraba
a la casa.
De lo alto de la escalera bajó un
hombre de porte alto, delgado, vestido enteramente de rojo y con una
perilla cana presidiendo su rostro.
-Me alegra verla, señorita. Hace
muchísimo que no nos visita...Por aquí, por favor....-Dijo
conduciéndola a la siguiente estancia.- ...Espero que no haya
olvidado...Su miedo...-La susurró mientras ella entraba en la sala.
En su camino por el Viejo Caserón (que
ni mucho menos ella recordaba así), se encontró con extraños
duendes de rostros ensangrentados que pretendían asustarla y que a
veces lo conseguían, cuando no la provocaban risas con sus números
que más que aterrarla la hacían reir: vio a Segismundo y Espiral
peleándose por caramelos, a Regan vomitando lo que parecían ser
restos de dulces, y tuvo la ocasión de llevarse a la boca el
delicioso bombón que Jason la ofreció a la salida de la casa.
Una vez fuera se dirigió a Star Flyer
y se sentó en una de sus sillas, abrochándose instintivamente el
cinturón y dejando que la atracción subiera y comenzara a dar
vueltas y a elevarse, dejándola contemplar la maravillosa estampa
del Parque de Atracciones de Madrid completamente nevado...
“Tengan cuidado esta nochevieja, se
esperan nevadas cuya cota estimada será de hasta 50 centímetros de
nieve”
La joven abrió los ojos, sobresaltada.
Se dio cuenta de que todo había sido
un sueño cuando miró a su alrededor: el salón de su casa y la tele
puesta. Información meteorológica. Y una voz:
-¡Cristina!¡Échame una mano con la
cena de ésta noche, anda!-
martes, 10 de diciembre de 2013
Un descansito... :)
![]() |
Foto 1: José López Iustración: Antonio Ocaña Adrio |
Publico ésto para anunciar mi retirada temporal de publicación de capítulos en el blog porque ultimamente me cuesta pereza desarrollar las ideas que Tar y yo plasmamos, además de porque en nada vienen los exámenes y tengo que estudiar , asi que he decidido darme una tregua momentánea.
Aprovecho ésta publicación también para agradeceros a tod@s mis seguidor@s tanto en Facebook, como en Twitter, como en el blog todo vuestro apoyo y cariño. Gracias de verdad, sin vosotros tal vez éste relato aún seguiría en mi ordenador o no sería más que un blog perdido por el ciberespacio. Afortunadamente tengo gente que me sigue y me demuestra que lo que hago no es en balde. Gracias Tar, Selu, Antonio, Álex, Dani, Just4Rides, Duende... (Mención aparte a los tres primeros y mi gran y más sincero "GRACIAS" por haber colaborado con ideas, diseño de carteles e ilustraciones respectivamente)
Y gracias, como no a todos los moradores del Viejo Caserón, las últimas personas que jamás me imaginé que llegarían a leerme e incluso a seguirme. Gracias por todo el cariño y el aprecio. Sergio, Helena, Nico, JuanLu, Juan Luis, Rocky, Sara, Pablo y los demás habitantes de esa morada maldita en la que cierto día decidió entrar Cris...Y donde muy pronto continuará la historia.
¡¡NOS VEMOS MUY PRONTO!! 3:
viernes, 6 de diciembre de 2013
"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 9
CAPITULO 9: SALTO AL VACÍO
Cuando el inquisidor decidiera poner
fin a mi castigo, me enteraría de que éste había durado un mes.
Un mes que para mí, bien se podía
haber comparado a un año.
Porque hasta que Tar decidió sacarme
de mi confinamiento, aún tendría que pasar las de Caín bajo
tierra.
La boca me ardía de sed mientras
escarbaba con las uñas, casi sin fuerza, para coger los restos de
sangre reseca que había en el ataúd.
Maldito Selman...
Que esa era otra. No había dejado de
incordiarme metido en mi cabeza: Unas veces diciéndome que me
vengara; otras, proclamando que en no mucho tiempo, la venganza que
él tanto deseaba llegaría y yo acabaría exhalando mi último
suspiro. Siempre ahí, siempre en mi mente, recordándome mi culpa
por haberle matado a él y haber asesinado al monje...Siempre
diciendo que iba a pagar, que nunca desaparecería de mi mente,
siempre provocándome terribles dolores de cabeza, o diciéndome que
era la vergüenza de la raza vampírica, que no entendía cómo
después de todo había podido elegir ser vampiresa....
Había veces que incluso me hablaba
como un “amigo comprensivo”, diciendo que me entendía, y que lo
que yo necesitaba era acabar con todos los moradores del Caserón por
haberme hecho tanto daño...
Daba igual, le odiaba con todas las
fuerzas de mi putrefacta alma. Y él también pagaría. Aún no sabía
cómo, tampoco me convenía saberlo de momento, pues el vampirito
oiría mi pensamiento y no demoraría en castigarme, así que decidí
que si alguna vez salía de ahí, dejaría mi venganza contra Selman
a merced de la “improvisación”.
Me retorcí hambrienta en el ataúd: la
sangre seca que había en él no me ofrecía nada, además de que no
me podía mover debido al intenso dolor que sentía.
Entonces, un olor putrefacto procedente
de la superficie me hizo cerrar los ojos y arrugar la nariz,
asqueada.
-¡¡Criiiis!! Mira lo que te
traemos...-Canturreó Tar malicioso mientras yo oía retirar la
tierra que cubría mi ataúd. Una palada, otra, otra...Hasta que
volví a oirlo y olerlo todo con perfecta nitidez y un tremendo golpe
me hizo ver que me habían depositado de nuevo en la superficie del
suelo del cementerio.
La tapa se abrió dejándome ver la
casi total oscuridad de la noche, a excepción de unas cuantas velas
esparcidas por el cementerio.
Sentí a Tar cogerme en volandas y
estrellarme violentamente contra el suelo. Intenté gritar, pero no
me salió más que un leve gemido debido a las heridas del ácido en
mi boca.
-Eso duele, Cris...-Rió Sel en mi
cabeza.
-Púdrete.- Le dije en un pensamiento.
-Me parece que lo podrido es lo que te
ha traído el inquisidor para la cena...-Siguió riendo mientras yo
echaba a un lado la cabeza.
Tar me pegó una patada y soltando una
risita me gritó:
-¡¡LA CENA!!-
Le oí seguir riendo histérico
mientras yo alzaba la cabeza y veía lo que me habían traido: un
cadáver, supuse que de un visitante.
-El pobre se arrepintió y le dimos su
merecido en la sala de la bóveda...-Continuó mientras miraba mi
cara de asco.-..Y decidimos traértelo para cenar...¿Qué te pasa?
¿Por qué le miras asi? Ohhh ya entiendo...A tí te gustaban vivos.
Es eso, ¿no? La sangre fresca, el corazón latiendo débilmente...
¡¡Pues hoy no será así!!-Me espetó con dureza.- Y da gracias que
te lo hemos traido...¡Ahora come!-Me gritó mientras yo me
arrastraba como podía al cuerpo del visitante.
Le miré mientras su pútrido olor
golpeaba mis napias: estaba completamente churruscado, y su sangre
desprendía un olor nauseabundo.
Me resigné y busqué su yugular, que
estaba completamente abrasada para, entre quejidos de dolor hincarle
los colmillos y succionar la pútrida sangre que manaba de ella.
Hecho ésto, me desplomé sobre él, dolorida. La mala sangre que
había bebido no me servía para reponer fuerzas, y mi cuerpo ya
estaba bastante machacado.
Tar me cogió de nuevo para arrojarme
al suelo y llevarme a patadas al pie de la escalera. Luego me cogió
de la pechera de mi mono y así me llevó arriba, hasta entrar al
Caserón y empujarme dentro de la cripta y salir cerrándola de un
portazo.
-¡Espero que hayas aprendido la
lección, cretina!¡Ya sabes lo que te espera si te pasas de la raya
la próxima vez!-
Gimoteé
arrastrándome como pude por el suelo, y al alzar la cabeza vi la
repisa sobre la que estaban las velas que iluminaban la cripta.
Sentí
que Selman abandonaba mi mente y vi su espectro materializarse frente
a mi, sonriendo divertido.
Apoyé
mis manos en el mueble para ayudar a ponerme en pie, y cuando
conseguí levantarme vi algo que encendió la llama de mi venganza
contra el chupasangre, algo en lo que yo no había reparado hasta ese
momento desde aquella vez tan lejana en que usé los objetos que
ahora veía. Y apenas tenía recuerdos claros de la vez que hice uso
de ellos: Sobre la repisa vi la fotografía de Linda, la amada de
Selman en su vida humana. Pero no solo eso. En el mueble también
estaba el diario del vampiro.
No me
hizo falta pensar nada. Miré a Sel y le sonreí mientras un gemido
de dolor se escapaba de mi boca Sentí el dolor mientras mis labios
se estiraban esbozando la sonrisa, pero me daba igual. Había
llegado el momento de la venganza.
Acabé
de ponerme en pie renqueando mientras llevaba mi mano al mueble para
coger el retrato de Linda, pero antes de que pudiera siquiera
tocarlo, Selman me lo impidió introduciéndose de nuevo en mi cuerpo
con tal violencia que me hizo caer al suelo estrepitosamente.
-NI SE
TE OCURRA VOLVER A INTENTAR ESO, NIÑATA!-Me rugió con un grito que
tal vez involuntariamente estaba preñado de llanto, un llanto que
fue música para mis oídos.
La
sonrisa se borró de mi cara cuando volví a chocar contra el suelo,
pero había merecido la pena.
Ahora
Sel lloraba gritando el nombre de su amada en mi mente, lo que
aproveché para levantarme como pude y salir de la cripta, aunque
carcomida por el dolor.
Recorri
el Caserón: todos los moradores me ignoraron, mirándome cargados de
odio cuando pensaban que no les veía, pero sí lo hacía, agazapada
en cada esquina.
Vi a
Blood e Ymir: ella jugando con mis sais, él, procurando que ella no
se dañara con ellas.
-¡Mira,
soy Cristinita, la vampirita!-Decía la loca riéndose mientras
intentaba hacer girar las sais sin mucha destreza.
-Cuidado,
cariño.-Le dijo Ymir.- Si te haces daño tendremos que llamar a
Espiral...-
Ella
paró de mover las armas y le sonrió, justo cuando yo seguí
caminando de puntillas por el Caserón, donde no encontré amabilidad
ninguna: todos me lanzaban miradas cargadas de odio, Incluso los zombies hicieron ademán de querer lanzarse sobre mi cuando pasé ante ellos. No tuve más remedio que resignarme y seguir caminando
Detecté
algo extraño en los monaguillos al pasar por la habitación de Regan
mientras Antonio, el cura, intentaba que la poseída no se
descontrolara, pues ya estaba convulsionándose en su cama y al borde
del vómito a juzgar por los espasmos que la daban.
Me di
cuenta de que los monaguillos, en lugar de permanecer junto al cura
como debería ser su deber estaban tirados en el suelo, con las manos
en la cabeza, vociferando.
-¿QUÉ
NOS ESTÁ PASANDO? ¿QUÉ NARICES NOS ESTÁ PASANDO?-
No pude
evitar reírme en mi mente y pensar que les estaba costando adaptarse
a la vida en la casa, que aún mantenían recuerdos de quiénes
fueron antes de entrar.
-¡CALLAOS
YA!. ASÍ ES IMPOSIBLE CONCENTRARSE EN VIGILAR QUE ÉSTE DEMONIO NO
SE DESMADRE!-Gritó Antonio blandiendo el crucifijo sin dejar de
mirar a Regan.
Atravesé
de puntillas la habitación y a pesar de que fue un susurro, oí
perfectamente lo que el cura me dijo:
-Ándate
con cuidado, pequeña pecadora.... Igual Regan no es la única que
necesita que la bendigan...¿Un poquito de ácido?- Me dijo burlón.
Le
ignoré y, como pude, hice el recorrido que me quedaba hasta salir de
la casa. Me costaba hasta respirar, pero conseguí dar aire a mis
pulmones. Aire fresco de aquella noche tan oscura, fría y acogedora
que en otras circunstancias hubiera disfrutado. Pero no aquella vez.
Sel se encargó de romper la magia.
-Niñata
entrometida...¿Ves de lo que te ha servido todo?¡De nada! ¡Todos
te ignoran, te odian! Y yo me voy a vengar, te lo juro.-
-¡Serás....Cabrón!-Le
chillé en un pensamiento.- ¡Voy a acabar contigo aunque sea lo
último que haga, te lo aseguro! Vampiro de pacotilla...-Pensé
mientas como podía escalaba hasta lo alto del Star Flyer. Cada paso
agazapada al mástil de la atracción era un suplicio cargado de
dolor y acompañado de la risita del chupasangre en mi mente.
-¡Todos
te odian, Cristinita...!¡TO-DOS, TE O-DI-AN!-Dijo arrastrando las
palabras.- Estás completamente sola...Nadie absolutamente nadie en
el Viejo Caserón quiere saber de tí, y te lo has buscado tú y solo
tú...-Dijo riendo mientras yo me acuclillaba sobre la cúspide del
Star.
El
viento me azotaba fuerte arrancándome un gemido de dolor
Y justo
en ese momento, cambió radicalmente de tema, y con voz suave me
dijo:
-Salta,
Cris. Quizá así encuentres el consuelo que tanto necesitas...Tal
vez el dolor extremo te ayude a aclarar tus ideas hasta que lleves
a cabo tu venganza contra todos y cada uno de ellos, ¿No crees?.
Libérate a través del dolor, vamos, Cris. Sabes que no tienes nada
que perder. ¡Salta!-
-¡Juro
por Lucifer que si salto es sólo para librarme de tí y hacer que
desaparezcas. Y nada me complacerá más que escuchar tu grito cuando
mueras mientras me estrello, lo juro!- Pensé.
Y sin
más, me dejé caer desde la cornisa del Star Flyer. Abri la boca y
dejé que el dolor de mis labios destrozados al abrirse me consumiera
e intenté articular un grito que me destrozó literalmente la boca y
la garganta, mientras que la risa de Selman callaba mi grito.
-¡¡Será
toda una gozada verte destrozada en el suelo, Cristi!!-
Noté el
tremendo choque contra el suelo, sentí uno de mis brazos separarse
del resto del cuerpo, así como una de mis piernas y noté el
tremendo dolor que me consumía mientras intentaba articular un grito
que no salía. Mi cráneo debía de estar roto también. Lo sentía
sangrar. Sentía la sangre empapar todo mi alrededor. Me agité
temblorosa en el suelo y a lo lejos oí las voces de los moradores
que se acercaban a ver qué había pasado.
Vi una
sombra cernirse sobre mi y la voz del Emperador:
-No te
he dado permiso para morir, Cristina. No todavía....
domingo, 1 de diciembre de 2013
"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 8
CAPITULO
8: ENTERRADA VIVA
Cuando
llegamos fuera del Caserón, me desplomé y Tar se encargó de
llevarme a patadas al lugar donde me quería conducir, haciéndome
rodar escaleras abajo y pateándome hasta llegar a cementerio.
Levanté la cabeza como pude y vi justo delante de mi al Enterrador
cavando una tumba.
-¿Para...para
qué caváis una nueva tumba?-Pregunté yo con un hilo de voz.
Tar
rió y sin mirarme siquiera dijo:
-Dí
mejor para quién. Y por la forma en la que tiemblas, creo que
ya lo sabes.- Dijo con una risita y sin mirarme.
Un
escalofrío me recorrió de arriba abajo y comencé a intentar
zafarme del brazo del inquisidor, que me pegó un tremendo puñetazo
en el estómago que me hizo caer al suelo mientras en mis oidos
resonaban las risas de Antonio, Moi y Álex, que habían venido al
cementerio con nosotros mientras el resto de moradores permanecían
en la casa.
Me
llevé las manos al estómago mientras expulsaba una bocanada de
sangre y tosía.
-¡Calla!-Me
interrumpió la voz del inquisidor- Deja que el Enterrador se
concentre en su trabajo. Le gusta tararear mientras cava y tú le has
roto el ritmo.
Intenté
recobrar el aire mientras veía al Enterrador cavar en el agujero de
mi futura tumba, echando más y más tierra fuera. Cada vez le veía
más abajo. Hasta que finalmente desapareció y sólo se oyó su
grito.
-¡Listo!¡Ayudadme
a salir de éste agujero!-
-Ayudadle-Ordenó
Tar a los monaguillos, que corrieron a sacar al Enterrador del
agujero de mi futura tumba.
-Bien
profunda, como ordenaste.-Dijo el Enterrador sacudiéndose el polvo
se su túnica.
-¿Y
el féretro?-Preguntó Tar.
El
Enterrador desapareció un momento, deduje que fue a su taller.
Al
rato le vi volver con un ataúd o suficientemente grande como para
que cupiera una persona en él, le vi depositarlo junto a nosotros e
irse él al lado del agujero que acababa de cavar.
-¡Oh!
Espera! ¡Falta la lápida!-Le oi decir mientras le veía arrancar la
lápida de la que una vez fuera mi tumba y ponerla a la cabecera del
exterior del agujero que había cavado.
-Ahora
si.-Le escuché decir mientras se situaba junto a la lápida.
Apenas
veía las letras, pero recordaba la inscripción: “Cristina.
1991-2013. Moradora rebelde. R.I.P.”
![]() |
Edición de foto: José López (@Ghjoseamarall) |
-Bueno,
Cris...-Me dijo Tar.- Ya está todo listo. No hagamos que el trabajo
de nuestro hermano haya sido en vano.-
Comencé
a chillar y a intentar debatirme todo cuanto pude, pero el dolor me
impedía hacer gran cosa, además Tar consiguió inmovilizarme con su
mano izquierda, mientras que con la derecha le vi sacar algo del
bolsillo de su túnica.
No
tuve problema en adivinar qué era. La llamita que afloró delató
que era su Zippo, y lo acercó tanto a mi cara que abandoné toda
posibilidad de intentar escapar.
-Sí,
Cris.-Me dijo Tar.- Ésta noche vas a ser enterrada, y te guste o no,
ya está dicho todo.-Dijo mientra acercaba más el mechero a mi cara.
-¿Sabes?-Me
preguntó.- Pensaba enterrarte...con ésto...-Dijo sacando del
interior de su túnica una bolsa llena de algo que nada más aparecer
ante mis ojos hizo aflorar mi hambre: sangre.
Me
relamí y gemí suplicando que me diera la bolsa mientras el
inquisidor me sonreía.
-...Pero
como sigas comportándote como una cretina, te voy a socarrar los
ojos con mi Zippo.-Rió histérico.- Si...Te los quemaré hasta que
te exploten dentro de las órbitas y te quedes ciega...Y enterrada
viva.-
Cerré
los ojos en un acto reflejo, y cuando los abrí vi a Tar alzar el
Zippo y la bolsa de sangre.
-Tú
decides, hermana.-
Sin
atreverme siquiera a hablar, señalé con un pobre movimiento de
cabeza la bolsa de sangre.
-Sabia
decisión.-Dijo el inquisidor guardando el Zippo para después
alzarme y empujarme violentamente dentro del féretropara después
arrojarme a la cara la bolsa que contenía la sangre. Giré la cabeza
y la bolsa se deslizó hacia un lado del ataúd.
Vi
hacer un gesto a Tar, tras el cual Antonio y sus monaguillos se
acercaron con botecitos en sus manos y mientras me arrojaban el ácido
que contenían escuchaba sus burlas:
-¡Eres
una traidora y una asesina!-Me espetaba Álex con rabia mientras me
echaba ácido a la cara mientras yo cerraba los ojos.
-¡No
mereces estar entre nosotros! ¿Y tú te haces llamar hermana?¡Eres
la vergüenza de éste Caserón! -Me dijo Moi haciendo lo propio con
el ácido del bote, que fue a parar a mi estómago.
-¡Despojo!-Me
escupió Antonio.-
Me
limité a balbucear como pude, pues el ácido me había destrozado
parte de la boca y ya me impedía hablar con claridad y cuando los
tres se retiraron y al instante regresaron con la tapadera del
féretro, quise huir de alí, pero no pude hacer nada más que
quedarme quieta y mirar suplicante a esperar a que alguno cambiara de
opinión. Por la expresión de Tar, cuyos ojos amarillos centelleaban
en la oscuridad, deduje que no tendría su compasión. Y cuando la
tapa cerró el ataúd, sólo vi oscuridad, algo a lo que ya estaba
acostumbrada.
Escuché
el martillear de los clavos que sujetaban la tapa del ataúd para
cerrarla bien y luego
sentí
dolor y un tremendo golpe en todo el cuerpo y deduje que habían
echado el ataúd en la fosa cavada.
Cerré
los ojos. No pude evitar pensar que tal vez no fuera tan diferente de
mis días en el ataúd de la cripta al fin y al cabo.
Pero
cuando escuché el sonido de un montón de tierra caer sobre el
ataúd, supe que aquello no sería como mi vida en la cripta, y
comencé a obsesionarme con que ahora estaba a un montón de metros
bajo tierra, que nadie podía oirme...
Intenté
gritar, pero me pudo el dolor y sólo me salió un pequeño quejido.
Tampoco podía moverme, y me resigné a sufrir en siencio. Entonces,
oi la voz de Antonio:
-En
el nombre de Satán, de Lucifer y del Emperador de las Tinieblas.
Amén. Requiescant in pace (“Descansa en paz”)-
Y
oí los pasos de todos alejarse, dejándome ahí, enterrada a mi
suerte...
Eché
la cabeza a un lado y como pude tanteé hasta localizar la bolsita de
sangre. Me eché a unladoentre gemidos lastimosos y conseguí
cogerla con los dientes. Logré alzar mi mano hasta cogerla y abrlirla
con la boca, y entonces, un dolor agudo en la cabeza me hizo saber
que Sel había vuelto a meterse en mi mente.
-Yo
que tú, me la dosificaba. No tiene pinta de que el inquisidor vaya a
darte más...-Me aconsejó
-Vete.-
Le dije en un pensamiento, pues estaba demasiado dolorida para
articular palabra.
Selman
se rió.
-¿En
serio te crees que me voy a ir?-Me preguntó.- Tú no sabes lo que
dices. Después de haberme matado ¿Me insinúas que no me vengue?
¡Ja!-Rió.
Y
cada carcajada se me hizo una pequeña punzada en mi cabeza y tan
intensa fue que brotaron las lágrimas a mis ojos, haciéndome escocer
las heridas provocadas por el ácido; del mismo dolor hice volcar la
bolsa de sangre, que se desparramó por todo el ataúd impregnándolo
de un delicioso olor.
El
dolor me impedía realizar cualquier tipo de movimiento y frustrada
me di cuenta que estaba perdiendo el poco alimento que se me había
dado.
¡Y
todo por culpa del vampiro!
El
olor a sangre impregnaba mis fosas nasales, mientras que Sel seguía
riendo en mi cabeza. No podía moverme, no podía hablar...
-Descansa en paz, Cristi...-Me susurró Sel mientras el dolor me hacía cerrar los ojos y el agotamiento hacía que sucumbiera al sueño.
Estaba claro que mi castigo se presentaba muy duro: bajo tierra, sin sangre de qué alimentarme, con un dolor atroz y Colmillitos dandome la matraca en mi cabeza...
Sólo el tiempo diría si aguantaba...
sábado, 30 de noviembre de 2013
"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 7
CAPITULO
7: CASTIGO INQUISITORIAL
Cuando
Tar me introdujo en la Dama de Hierro apenas me resistí. No me
quedaban fuerzas e incluso a punto estuve de desplomarme.
El
sonido del cerrar de la puerta de la Dama se me antojó un gran
estruendo que se silenció cuando todos los pinchos del sarcófago
vertical en que estaba metida se clavaron en mi piel, de la que no
tardó en brotar sangre oscura, como no demoraron mis gritos en
hacerse presentes, sobre los que se oían las poderosas carcajadas
del inquisidor y de Selman, que había atravesado la Dama y estaba a
mi lado regodeándose en mi sufrimiento.
Justo
cuando pensaba que no podía sufrir más noté que la puerta de la
Dama se abría y Tar me arrastraba para atarme de brazos a dos
grilletes que colgaban del techo y elevarme tirando de una cadena que
sujetaba ambos grilletes.
Me
debatí intentando soltarme mientras sentía que me alzaba, pero de
nada sirvió. Tampoco podía patalear mucho por lo débil que estaba.
-¡Suéltame,
cabrón!-Chillé llorando.- ¡Yo no quería hacerlo!-Dije mientras
miraba a Selman.-¡Tú me obligaste!-Le espeté al vampiro con rabia.
Tar
rió, y al ver que no le miraba a él, me dijo con sorna:
-¿Con
quién hablas, loquita? ¿Tanto te ha afectado el castigo de los
hermanos que ya tienes visiones? Pues te aseguro que lo que te han
hecho ellos no es nada comparado con lo que te voy a hacer yo, ya
verás....Pero ¿Qué es eso de intentar robarnos, eh?¡Eso no se
hace, Cris!-Dijo como si reprendiera a una niña pequeña.
Me
giré y vi que el inquisidor se situaba detrás de mi y encendía su
mechero del que brotó una gran llamarada que no me tocó pero que sí
me transmitió su intenso calor mientras Tar echaba para atrás el
látigo de fuego que formaba la llama del Zippo.
-¡No,
por favor, Tar!- Chillé yo con los ojos desorbitados, que acabé
cerrando al escuchar el restallido de la llama del látigo del
mechero contra el suelo.
-Mereces
ser castigada. Ya te advertí en su momento que no te dejaría pasar
ni una.-Sentenció Tar mientras me daba un tremendo azote en la
espalda con el látigo de fuego.
El
dolor no tardó en venir, rompí a llorar gritando mientras el olor
a cuero y piel quemada inundaba mi nariz.
Las
lágrimas brotaban de mis ojos. Lloraba suplicando clemencia al
inquisidor, que no dejaba de darme latigazos. Sentía el cuero de la
parte de la espalda de mi traje fundirse y chorrear espalda abajo,
quemando mi piel y metiéndose en las quemaduras que me producía el
látigo de Tar.
Cuando
cesó de golpearme soltó mis brazos de los grilletes y me hizo caer
al suelo, de donde fui incapaz de levantarme.
-¡Hermanos!-Le
oí gritar.-¡Acudid a la bóveda de Helios ahora. La ladrona que se
hace llamar nuestra hermana está recibiendo su castigo!¡Venid y
contempladlo!-
Y
al instante vi aparecer a todos y cada uno de los moradores del Viejo
Caserón: El Enterrador, Ymir, Blood, Segismundo, Jason, Regan,
Espiral, Irina, Adri, Dani y Antonio, Moi y Álex.
Vi
también como de una nube de humo negro se materializaba la figura
del Emperador, que se situaba delante de todos los moradores,
colocados a una distancia prudencial de nosotros.
A
mi lado, Selman no había dejado de carcajearse y burlarse, y tuve la
sensación, no sé por qué, de que a veces Tar y el Emperador le
echaban miradas, como si ellos también pudieran verle, pero en aquel
momento supuse que era una sensación mía.
Tampoco
tuve tiempo de pensar en si realmente ellos dos podían ver el
espectro del vampiro porque Tar me pegó de patadas mientras
el resto de moradores reían, y cuando el inquisidor paró de
patearme, vi que Antonio, Álex y Moi se acercaban a mi.
-¡No!¡Alejaos!-
Vi
que Antonio, el nuevo morador al que se le había designado la
función de cura, junto con los dos nuevos, los monaguillos, se
acercaba a mi con un recipiente en sus manos, cuyo contenido vertió
sobre mi frente, provocandome un dolor insoportable.
Grité
mientras oia un sonido similar al de una Coca-Cola burbujeante que me
causaba un tremendo dolor en la frente.
-Es
ácido.-Dijo Antonio con un gemido lastimoso.- Aquí el agua bendita
como que no pega mucho...- Rió mientras yo gritaba y me retorcía en
el suelo y los dos monaguillos me alzaban la cabeza para que Antonio
pudiera seguir arrojándome ácido en la frente.
Cuando
me volvieron a empujar al suelo, supliqué piedad entre llantos, pero
no sirvió de nada: Tar volvió a mi lado y me dijo mientras me
pegaba una patada:
-Y
aún me queda una sorpresita muy especial para ti, Cris...-Rió
mientras me levantaba del suelo cogiéndome toscamente del brazo
hasta hacerme daño.
-¡Enterrador!-Llamó
Tar. Y el interpelado dio dos pasos, poniéndose algo más adelantado
que el resto de moradores, llegando casi a la altura de donde estaba
el Emperador.
-Ya
sabes lo que tienes que hacer.- Dijo el inquisidor solamente.
El
Enterrador asintió y, pala en mano, abandonó la sala de la bóveda
mientras Tar me empujaba tirándome del brazo por la habitación
hasta salir también de la estancia.
Vi
que mis hermanos corrían hasta alcanzarnos y salir antes que
nosotros y no supe para qué hasta que no los vi distribuidos a ambos
lados del pasillo, escupiéndome mi culpa a la cara.
-¡Por
tu culpa Nosfharatu ha muerto!-Me dijo Sara cuando pasé ante ella
mientras me escupía una bocanada de sangre.
Abrí
la boca para contestar, pero el bofetón que Tar me dio en la cara y
sus palabras hicieron que me tragara mi comentario.
-¡Cállate,
despojo!.- Me dijo.- !No eres digna siquiera de pisar el suelo que
ellos escupen, así que cállate y sigue andando!-
Agaché
la cabeza y proseguí la andadura mirando al suelo mientras los demás
hermanos se burlaban y me recordaban mi culpabilidad cuando pasábamos
por su lado, con escupitajos, patadas, comentarios, alguna que otra
puñalada, Antonio y los monaguillos echándome ácido sobre la
cabeza...
-No
mereces estar entre nosotros.- Me dijo Espiral antes de asestarme una
puñalada con su bisturí.
Cuando
pasé junto a los zombies, Dani, Irina y Adri se abalanzaron sobre mi
y la emprendieron a bocados con el brazo del que no me llevaba sujeta
Tar, hasta que éste les apartó.
No
me quedaba voz para seguir gritando, y dos veces tuvo que levantarme
el inquisidor del suelo para continuar el camino.
Cuando
se me ocurrió levantar la cabeza como pude, al fondo del pasillo vi
la puerta del Caserón. La luz de la luna entraba levemente por ella.
Estaba entreabierta. Me quedé embobada mirando el rayo lunar hasta
que de un empujón, Tar me hizo caer al exterior....
lunes, 25 de noviembre de 2013
"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 6
CAPITULO
6: ROBOS
Aquella
noche no dormí en absoluto. La voz de Selman me impidió hacerlo.
Retumbaba potente en mi cabeza, siempre diciéndome lo mismo: “Roba,
Cris. Roba y dales su merecido a todos”.
Y
al final acabé cediendo y recorriendo de puntillas y en absoluto
silencio el Caserón mientras la voz de Sel me ordenaba:
-El
anillo y el bisturí a Espiral, Cris...-
-¿El
anillo?-Pensé yo.- Creí que no lo conservaba porque ahí estaban
sus recuerdos...-
-Siempre
lo lleva en el bolsillo de la bata y jamás lo saca de ahí. Supongo
que el Emperador le ha hecho inmune al significado del anillo, en
cierto modo.-
Me
encogí de hombros mientras entraba en “El quirófano de los
Horrores” y veía junto a la puerta una percha con la bata del
doctor colgada.
Cerré
con sigilo la puerta y hurgué en el bolsillo derecho. Efectivamente,
ahí estaba el anillo. Lo cogí y lo oculté en mi puño cerrado.
-En
el otro bolsillo tienes la llave de la celda de Blood. Cógela. Y
coge también el bisturí. Ahí, en la mesa de material quirúrgico-
Me dijo Sel.
Obedecí
y salí de la sala cerrando la puerta.
-Blood.
El peluche y el cuchillo. Róbaselos, Cris.-Me ordenó Sel.
Recorri
el Caserón hasta llegar a la celda de Blood, que abrí con mucho
sigilo para después entrar en ella y ver a la loca profundamente
dormida, abrazada a su peluche y con el cuchillo tirado junto a ella.
Me
acerqué de puntillas, procurando no hacer ruido, pero la voz de Sel
me dijo:
-Tranquila.
Ha recibido su dosis de Dormidina diaria. Ni una manada de elefantes
que entrara ahora serviría para despertarla.-
Aun
así, me acerqué a ella con cuidado y la arrebaté despacio el osito
y el cuchillo, tras lo cual salí de la celda.
Después
de Blood vino Jason, al que le quité su motosierra mientras dormía
sobre la mesa del matadero; Luego Ymir, al que le arrebaté su
cuchillo mientras yacía dormido tras la cristalera del circo; Y
después, Regan, a quien quité su crucifijo cuya parte de arriba
escondía el filo de un cuchillo...
Al
pasar por la abadía, ya de regreso a la cripta, Selman me hizo
detenerme.
-¿Por
qué me haces pararme?-Pregunté yo confusa y recordando con cierto
miedo la reprimenda del Emperador tras el asesinato de Nosfharatu.
-Porque
ahora vas a hacer el más dificil todavía, Cris. Le vas a quitar el
cubo a Tar.-Dijo el vampiro con malicia.
-No..-Respondí
yo con miedo.- Si se entera de que he sido yo...-Mis palabras se
vieron interrumpidas por un fuerte dolor de cabeza que me hizo
retractarme enseguida de mis palabras.
-¡Vale,
vale! Lo haré.-Dije mientras subía al cuarto de Tar en la abadía.
La
tenue luz de la habitación apenas la iluminaba, pero me era
suficiente para ver que no había ni rastro del cubo cuyo dueño
ahora dormía plácidamente.
-¿Tú
no sabes dónde está?-Pregunté en un pensamiento a Selman, que se
rió.
-No
lo sé, pero ahí está la gracia, en que lo busques tú, ¿No
crees?.-Respondió riendo.
Resoplé
mientras abría el cajón de la mesilla de noche que había junto a
la cama del inquisidor y supliqué en silencio que no despertara
mientras comprobaba que el cubo no estaba ahí pero que sin embargo
estaba el libro que yo había encontrado en la biblioteca, aquel
donde venían las lecciones de las que se valió para aprender el
arte inquisitorial.
Justo
cuando acabé de abrir el cajón noté que la respiración de Tar se
detenía mientras se giraba dormido y dejaba de darme la espalda.
Con
temor a que abriera los ojos y me descubriera, cogí el libro y de
los nervios, cerré el cajón con estrépito y salí del cuarto como
una exhalación, dando por supuesto que me había pillado.
Atravesé
la abadía casi sin respirar, y cuando llegué a la cripta y cerré
la puerta con cuidado, solté el aire que retenía mientras tiraba al
suelo los objetos robados: el libro de Tar, los cuchillos de Ymir,
Blood y Regan, la motosierra de Jason y el anillo y bisturí de
Espiral.
Resoplé
y grité a Sel:
-¡Joder!
¡¿Se puede saber por qué me has tenido que obligar a robar todo
ésto?!-Chillé yo enfurecida.
Él
salió de mi mente provocándome un ligero dolor de cabeza.
-Creo
que Tar te ha descubierto, y no tardará en venir a pedirte
cuentas....-Rió.
-¡Si
no me hubieras obligado!¡Ahora se me van a echar encima!¡Maldito y
mil veces maldito!-
La
risa de Sel apagó mis gritos, y cuando el vampiro acabó de reir,
alguien aporreó la puerta de la cripta y la voz de Tar no tardó en
hacerse oir.
-¡Abre,
Cris!¡Abre la puerta!-
-Mierda...-Susurré.
Me
arrinconé en una esquina como si eso hiciera que no me viera o que
dejara de gritar que abriera la puerta, pero ni mucho menos.
-¡¡Mi
osito!!¡¡Mi cuchillo!! ¡¡Me lo han robado!!-Oi la voz de Blood, y
después la de Ymir, y la de Regan, quejándose de que alguien les
había robado sus objetos.
-¡Ha
sido Cris!-Oí gritar a Tar, que seguía golpeando la puerta de la
cripta.-¡Abre la puerta!
-¡Todo
por tu culpa!¡Todo por tu culpa!¡Tú me obligaste!-Le grité a
Selman, que no dejaba de sonreirme.
Al
final y de un sólo golpe, Tar consiguió echar abajo la puerta de la
cripta.
-¡A
por ella, hermanos!-Rugió.
Y
todos, absolutamente todos se me echaron encima. No sólo a los que
les había robado, también los demás: los nuevos, Iri, Adri, Dani,
Segis, Sara...Incluso el Emperador, se ensañaron conmigo en el
interior de la cripta.
Me
arrebataron mis sais e incluso las usaron para dañarme. Golpes,
patadas, puñaladas... Intenté contener el llanto, porque no quería
flaquear ante ellos, pero no pude y rompí a llorar suplicando eso
que tan poco abundaba en el Caserón: compasión.
Por
toda respuesta recibí sus risotadas y su nueva tanda de golpes,
hasta que la voz de Emperador los detuvo.
-¡Basta!-Acto
seguido todos dejaron de golpearme y se apartaron.
-Tar.-Dijo
el Emperador.-Procede.-
Y
entre la niebla que era mi visión debido al llanto distinguí la
figura del inquisidor aproximarse a mi, alzarme de la pechera de mi
traje y llevarme casi a rastras fuera de la cripta y por todo el
Caserón hasta llegar a sus dominios, a la bóveda de Helios.
Sin
dejar de llorar y suplicar clemencia, continuaba escuchando las
risitas burlonas de Sel, que seguía fuera de mi mente y parecía
divertirse con lo que veía.
Tar
murmuraba algo que yo no alcanzaba a oir bien mientras me conducía
por el Caserón, y cuando me arrojó brutalmente sobre la mesa de
torturas de la sala de la bóveda supe que no me esperaba nada
bueno...
miércoles, 20 de noviembre de 2013
"Visita al Viejo Caserón 3": Capitulo 5
CAPITULO 5: CAZA MÚLTIPLE. IGNORANCIA
Aquella noche estaba acompañada por
todos mis hermanos, que decidieron salir de caza conmigo, cosa para
nada habitual en ellos, pues siempre solía salir con quien mejor me
llevaba: Blood, Espiral, Ymir, Segis y Regan, o incluso, como la
última vez, solamente con Blood e Ymir. Según quien quisiera
acompañarme, si es que me querían acompañar.
Aquella noche, después de que Jason me
instara a salir, todos me estaban esperando en la puerta del Caserón,
y cuando salí de éste, no tardaron en seguirme.
No les puse impedimento alguno en que
lo hicieran, porque deduje que así lo había ordenado mi señor el
Emperador, así que les dejé que me siguieran.
Todos iban tras de mi, en silencio.
Todos excepto Segis y Blood, que de vez en cuando soltaban risitas
histéricas y los tenía que sisear para que se callaran.
Nos escondimos en el interior de La
Cueva de las Tarántulas aguardando a que el revisor le echara la
última ojeada a la atracción antes de marcharse a casa, como era
costumbre.
No sé qué les pasaría esa noche a
mis hermanos, pero no paraban quietos. Ni siquiera Antonio, Alex y
Moi, los nuevos: haciendo ruido, riendose por lo bajini en mitad del
silencio de la cueva...Y claro, mi presa se acabó dando cuenta.
-¿Hay alguien ahí?-Le oi preguntar.
Siseé pidiéndoles silencio mientras
permanecíamos escondidos tras la vagoneta de la antigua “1910 The
Old Mine” que en los tiempos de la atracción de la mina bajaba por
una vía para casi chocarse con los vagones que pasaban en ese
momento. Una suerte que el vagón permaneciera ahí. Era uno de los
pocos sitios de la cueva tras los que nos podíamos ocultar. Insté a
mis hermanos a echarse hacia atrás y a entrar en el túnel en el que
estaba la vagoneta para impedir ser vistos, pero ellos siguieron con
sus risitas, haciendo que el hombre viniera hacia donde estábamos.
-¿Quién anda ahí?-Preguntó.
Para más inri, Jason decidió poner en
marcha su motosierra un breve instante mientras soltaba una risotada
que retumbó en la cueva, seguida de la risa del resto de mis
hermanos. Enarqué una ceja y los miré:
-¿Qué coño estáis haciendo, se
puede saber?-Les grité enfadada.
-Hoy no te toca a tí, Cris...-Me dijo
Espiral con una risita mientras salía corriendo y saltaba sobre el
revisor de la atracción.
-¡Vamos!-Bramó el doctor, a cuya
llamada acudieron el resto de moradores.
Salí tras ellos algo confusa e
intenté hacerme hueco para disfrutar del festin, pero mis hermanos
me apartaron de la presa a empujones y sin decir palabra.
Intenté buscar sitio junto al trío de
novatos, pero me hicieron a un lado a empujones y no tardé en sentir
las tres frías miradas de los zombies clavarse en mis ojos.
Pude haber saltado sobre ellos, y lo
habría hecho de no ser porque sabía lo que podía pasarme y llevaba
los cadáveres de tres de mis hermanos de vuelta al Caserón, por muy
novatos y recién reclutados que éstos fueran.
Solté un bufido y huí de la cueva.
-Vaya, parece que no te hacen ni caso,
¿Eh?-Rió la voz de Selman en mi cabeza mientras yo escalaba hasta
lo alto de la Lanzadera en busca de algo de evasión...Y de
comprender qué estaba pasando.
-Cállate.-Dije con un gemido
lastimero.
Estaba muerta de hambre, y mis hermanos
me habían arrebatado la que parecía ser la única pieza de la
noche.
Selman volvió a la carga:
-Te están haciendo el vacío por el
simple hecho de que por tu culpa Nosfharatu cayera bajo la espada del
inquisidor...- Canturreó burlón.
Apreté puños y dientes, furiosa.
-¿Solo sabes hacer eso?-Rió el
vampiro.- Vamos, deja de quejarte en silencio y pasa a la acción de
una vez...Róbales. El anillo a Espiral, el cuchillo a Blood...- Hizo
una pausa.- ...El cubo a Tar...Róbales a todos, Cris. Merecen un
escarmiento.-
-Que, ¿Qué?-Pregunté casi riendo.-
Tú sabes la que se puede liar si les robo.-Le pregunté.
-Sí, sé la que se puede liar.-Dijo
justo antes de que me brotara un terrible dolor de cabeza.
Me llevé la mano a la frente y contuve
un grito. A punto estuve de perder el equilibrio y caer Lanzadera
abajo...
-Si no haces lo que te digo te voy a
seguir dando el coñazo por los siglos de los siglos amén, porque tú
me mataste, y hace tiempo juré que me vengaría...-Dijo riendo.- Así
que no tienes otra. ¡Roba!¡Roba!¡Roba!-Me azuzó mientras la
jaqueca remitía y yo soltaba un “Está bien” en mi cabeza para
hacerle callar.
Salté desde la Lanzadera y aterricé
en el suelo con suma facilidad poniendo rumbo al Caserón no sin
antes agudizar el olfato por si hubiera alguna otra presa, pero por
lo que mi nariz me decía no sería así. Esa noche me tendría que
ir al ataúd sin cenar...
Sentía la lengua seca y un terrible
vacío en el estómago.
Resoplé mientras entraba a la casa sin
dejar de escuchar las risas de satisfacción de Selman en mi cabeza.
Recorri la casa sin fijarme siquiera si
había moradores o no, y cuando llegué a la cripta, cerré de un
portazo y no fui precisamente suave al bajar la tapa de mi ataúd y
echarme a dormir esperando el día siguiente para volver a
asustar....
Hasta en sueños, Selman murmuraba dos
palabras en mi mente: “Robo y venganza”...
sábado, 16 de noviembre de 2013
"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 4
CAPITULO 4: DESPRECIO
Entramos a la bóveda e indiqué a los
nuevos que pasaran delante de mi.
-¡Inquisidor!-Llamé a Tar, que
parecía no estar.-¡Aquí tienes a los nuevos!-Dije dándome la
vuelta para salir, pero la voz de Tar me detuvo.
-Muy bien, Cris.- Me giré y asentí
ligeramente mientras miraba al inquisidor, que sostenía el cubo que
antes me entregara el monje entre sus manos, como un preciado tesoro.
En los ojos de Tar se reflejaba odio y venganza, y así me lo hizo
saber su voz despótica.
-Ahora vete, ya ajustaremos cuentas
luego.-Me dijo con furia contenida.
No me lo pensé y huí de la sala de la
bóveda a paso ligero, pero me detuve justo en la puerta cuando la
voz de Selman rió en mi cabeza.
-¿No te gustaría saber lo que va a
pasar, Cris?- Me tentó mientras me asomaba un poco para ver lo que
sucedía en la sala.
-Pero, ¿Y si me descubre el
inquisidor?-Pregunté temerosa en un susurro.
-Si te descubre, le echas ovarios y te
defiendes, que para eso tienes armas...-Me contestó.
Resoplé y me escondí más tras la
puerta, observando.
Tar les estaba dando ropas a los nuevos
mientras les indicaba:
-Tú. Antonio has dicho que te
llamabas, ¿no?-Preguntó al chico de las gafas que asintió con un
gemido quejumbroso.
-Bien, Antonio. Serás el exorcista de
Regan, al menos ante los visitantes antes de hincarles el diente
cuando te corresponda.- Le dijo entregándole la sotana, el
alzacuellos y el crucifijo que el zombie se puso torpemente entre
quejidos.
-Moi, Álex.-Les indicó Tar a los
otros dos.- Vosotros estaréis en todo momento junto a Antonio.
Seréis los monaguillos, por así decirlo. Os alimentaréis de los
visitantes de los que él se alimente. Cuando se os de la orden, que
esa es otra. Sólo atacaréis cuando se os indique. Nunca antes ni
después. Aquí nadie va por libre. Os debéis al Emperador. Y a mi
cuando éste lo diga. ¿Queda claro?-Preguntó.
Los tres asintieron y Álex y Moi
acabaron de ponerse las túnicas blancas de monaguillos entre
quejidos.
-Ahora marchaos.-Ordenó el inquisidor,
y mientras los veía irse, su voz los detuvo en seco.
-Una última cosa...- Dijo mientras los
tres interpelados se giraban para atender.
-Esa chica...Cris, la vampira.-Dijo con
desprecio.- Terminantemente prohibido dirigirla la palabra. Ni
saludarla siquiera, ¿Estamos?-
-Sí...-Gimieron los tres zombies.
-Ups, eso duele, Cris....- Oí burlarse
a la voz de Sel en mi cabeza con un risita.
-Cabrón...- Dije yo, y al instante me
tapé la boca con la mano al ver que el inquisidor se paraba en seco
y chistaba a los tres zombies.
-¡Shhh¡¡Quietos!- Gritó haciendo
que se pararan.
Cerré los ojos y contuve el aliento
luchando por no respirar, pero por lo que se veía, ya era tarde. Me
había pillado. Abrí los ojos justo cuando vi volar una daga que
vino a clavarse en mi hombro.
Grité y caí al suelo mientras como
podía me sacaba la daga del interior de mi hombro.
Oí la risa del inquisidor y sentí
fuego quemarme y oprimirme la parte baja de las piernas mientras me
arrastraba a los pies del inquisidor. Un olor a cuero y carne quemada
me inundó la nariz mientras el dolor me oprimía los tobillos y
sentía que la parte de las piernas de mi mono de cuero se
churruscaba.
Grité y la opresión de los tobillos
desapareció, pero el dolor seguía ahi.
Alcé la mirada al inquisidor como
pude, y vi que sostenía su zippo, del que salía una imponente llama
que hizo restallar en el suelo, como si fuera un látigo. El sonido
me produjo escalofríos.
-¿No te ha dicho tu mami, Cris, que no
está bien escuchar detrás de las puertas?.-Rió Tar.-Ah, no,
espera...Que todos allí fuera se han olvidado de ti.-Se carcajeó.
-Yo no quería..-Lloré mientras mi
mente le decía “ha sido tu culpa” a Sel.
-Excusas, excusas...-Dijo el inquisidor
mientras en mi cabeza Sel se continuaba riendo. Parecía estar
pasándolo realmente bien con mi sufrimiento.
-¡Mirad!-Oí decir al inquisidor a los
nuevos mientras me señalaba con un dedo acusador.- ¡Por su culpa ha
muerto un hermano!¡Justo antes de que vosotros llegarais, nuestro
señor dio muerte al monje de arrepentidos por su culpa!
¡Vamos!¡Echadla de aquí, no quiero verla!- Ordenó mientras los
tres zombies me pegaban de patadas hasta echarme de la sala de la
bóveda de Helios.
Y a patadas me llevaron a la cripta.
En el camino me encontré con todos los
demás moradores: Ymir, Blood, Regan, Espiral, Segis, Dani, Iri,
Adri, Jason...Todos. Y ni uno ¡Ni uno! Se dignaron siquiera a
ayudarme.
Pasaron olimpicamente de mí.
Ni siquiera el Emperador, que aguardaba
a la puerta de la cripta, hizo nada por detener a los nuevos que
continuaban pateándome hasta hacerme entrar en la sala, donde me
dejaron sola tras un tremendo portazo.
Las lágrimas afloraron de mis ojos,
pero no me lamenté. No quería dar ese placer a Sel, que no dejaba
de reirse.
-Demonios, Cris. No sabes cuánto
deseaba que llegara este momento: el momento de verte sufrir, sola,
consumida por el dolor.-Sentí un ligero dolor de cabeza y vi a el
espectro de Sel, materializado ante mi.
Lo miré con rabia, me levanté como
pude y salté sacando fuerzas de donde no tenía, puños en alto,
para, de un puñetazo, acallar al fantasma. La jugada me salió mal y
sólo atravesé a Sel, para dar con mis puños en la pared, causando
la risa del espectro.
-¿Has olvidado que soy un fantasma?-
Rió mientras yo resoplaba y sentada en el suelo me cortaba como
podía con la mano los trozos de cuero quemado de la parte del
pantalón de mi mono.
Hecho ésto, me miré la herida del
hombro de la daga de Tar. No era gran cosa, sólo el dolor del
principio. Sobreviviría.
La ira me invadió al pensar en el
inquisidor, en el odio que albergaba hacia él y pensando en ésto
estaba cuando Sel volvió a introducirse en mi mente e interceptó
mis pensamientos.
-Róbale.-Me dijo con un susurro
tentador.- Quítale el cubo, Cris.-
Negué con la cabeza, desterrando el
pensamiento y a Selman de mi mente por un instante, justo cuando
llegaba a mis oidos un ruido de motor, cada vez más cercano.
Jason hizo su aparición, motosierra
encendida en mano.
-¡Hora de la caza!-Dijo histérico...
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