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lunes, 25 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 6

CAPITULO 6: ROBOS

Aquella noche no dormí en absoluto. La voz de Selman me impidió hacerlo. Retumbaba potente en mi cabeza, siempre diciéndome lo mismo: “Roba, Cris. Roba y dales su merecido a todos”.

Y al final acabé cediendo y recorriendo de puntillas y en absoluto silencio el Caserón mientras la voz de Sel me ordenaba:

-El anillo y el bisturí a Espiral, Cris...-

-¿El anillo?-Pensé yo.- Creí que no lo conservaba porque ahí estaban sus recuerdos...-

-Siempre lo lleva en el bolsillo de la bata y jamás lo saca de ahí. Supongo que el Emperador le ha hecho inmune al significado del anillo, en cierto modo.-

Me encogí de hombros mientras entraba en “El quirófano de los Horrores” y veía junto a la puerta una percha con la bata del doctor colgada.

Cerré con sigilo la puerta y hurgué en el bolsillo derecho. Efectivamente, ahí estaba el anillo. Lo cogí y lo oculté en mi puño cerrado.

-En el otro bolsillo tienes la llave de la celda de Blood. Cógela. Y coge también el bisturí. Ahí, en la mesa de material quirúrgico- Me dijo Sel.

Obedecí y salí de la sala cerrando la puerta.

-Blood. El peluche y el cuchillo. Róbaselos, Cris.-Me ordenó Sel.

Recorri el Caserón hasta llegar a la celda de Blood, que abrí con mucho sigilo para después entrar en ella y ver a la loca profundamente dormida, abrazada a su peluche y con el cuchillo tirado junto a ella.

Me acerqué de puntillas, procurando no hacer ruido, pero la voz de Sel me dijo:

-Tranquila. Ha recibido su dosis de Dormidina diaria. Ni una manada de elefantes que entrara ahora serviría para despertarla.-

Aun así, me acerqué a ella con cuidado y la arrebaté despacio el osito y el cuchillo, tras lo cual salí de la celda.

Después de Blood vino Jason, al que le quité su motosierra mientras dormía sobre la mesa del matadero; Luego Ymir, al que le arrebaté su cuchillo mientras yacía dormido tras la cristalera del circo; Y después, Regan, a quien quité su crucifijo cuya parte de arriba escondía el filo de un cuchillo...

Al pasar por la abadía, ya de regreso a la cripta, Selman me hizo detenerme.


-¿Por qué me haces pararme?-Pregunté yo confusa y recordando con cierto miedo la reprimenda del Emperador tras el asesinato de Nosfharatu.

-Porque ahora vas a hacer el más dificil todavía, Cris. Le vas a quitar el cubo a Tar.-Dijo el vampiro con malicia.

-No..-Respondí yo con miedo.- Si se entera de que he sido yo...-Mis palabras se vieron interrumpidas por un fuerte dolor de cabeza que me hizo retractarme enseguida de mis palabras.

-¡Vale, vale! Lo haré.-Dije mientras subía al cuarto de Tar en la abadía.

La tenue luz de la habitación apenas la iluminaba, pero me era suficiente para ver que no había ni rastro del cubo cuyo dueño ahora dormía plácidamente.

-¿Tú no sabes dónde está?-Pregunté en un pensamiento a Selman, que se rió.

-No lo sé, pero ahí está la gracia, en que lo busques tú, ¿No crees?.-Respondió riendo.

Resoplé mientras abría el cajón de la mesilla de noche que había junto a la cama del inquisidor y supliqué en silencio que no despertara mientras comprobaba que el cubo no estaba ahí pero que sin embargo estaba el libro que yo había encontrado en la biblioteca, aquel donde venían las lecciones de las que se valió para aprender el arte inquisitorial.

Justo cuando acabé de abrir el cajón noté que la respiración de Tar se detenía mientras se giraba dormido y dejaba de darme la espalda.

Con temor a que abriera los ojos y me descubriera, cogí el libro y de los nervios, cerré el cajón con estrépito y salí del cuarto como una exhalación, dando por supuesto que me había pillado.

Atravesé la abadía casi sin respirar, y cuando llegué a la cripta y cerré la puerta con cuidado, solté el aire que retenía mientras tiraba al suelo los objetos robados: el libro de Tar, los cuchillos de Ymir, Blood y Regan, la motosierra de Jason y el anillo y bisturí de Espiral.

Resoplé y grité a Sel:

-¡Joder! ¡¿Se puede saber por qué me has tenido que obligar a robar todo ésto?!-Chillé yo enfurecida.

Él salió de mi mente provocándome un ligero dolor de cabeza.

-Creo que Tar te ha descubierto, y no tardará en venir a pedirte cuentas....-Rió.

-¡Si no me hubieras obligado!¡Ahora se me van a echar encima!¡Maldito y mil veces maldito!-

La risa de Sel apagó mis gritos, y cuando el vampiro acabó de reir, alguien aporreó la puerta de la cripta y la voz de Tar no tardó en hacerse oir.

-¡Abre, Cris!¡Abre la puerta!-

-Mierda...-Susurré.

Me arrinconé en una esquina como si eso hiciera que no me viera o que dejara de gritar que abriera la puerta, pero ni mucho menos.

-¡¡Mi osito!!¡¡Mi cuchillo!! ¡¡Me lo han robado!!-Oi la voz de Blood, y después la de Ymir, y la de Regan, quejándose de que alguien les había robado sus objetos.
-¡Ha sido Cris!-Oí gritar a Tar, que seguía golpeando la puerta de la cripta.-¡Abre la puerta!

-¡Todo por tu culpa!¡Todo por tu culpa!¡Tú me obligaste!-Le grité a Selman, que no dejaba de sonreirme.

Al final y de un sólo golpe, Tar consiguió echar abajo la puerta de la cripta.

-¡A por ella, hermanos!-Rugió.

Y todos, absolutamente todos se me echaron encima. No sólo a los que les había robado, también los demás: los nuevos, Iri, Adri, Dani, Segis, Sara...Incluso el Emperador, se ensañaron conmigo en el interior de la cripta.

Me arrebataron mis sais e incluso las usaron para dañarme. Golpes, patadas, puñaladas... Intenté contener el llanto, porque no quería flaquear ante ellos, pero no pude y rompí a llorar suplicando eso que tan poco abundaba en el Caserón: compasión.

Por toda respuesta recibí sus risotadas y su nueva tanda de golpes, hasta que la voz de Emperador los detuvo.

-¡Basta!-Acto seguido todos dejaron de golpearme y se apartaron.

-Tar.-Dijo el Emperador.-Procede.-

Y entre la niebla que era mi visión debido al llanto distinguí la figura del inquisidor aproximarse a mi, alzarme de la pechera de mi traje y llevarme casi a rastras fuera de la cripta y por todo el Caserón hasta llegar a sus dominios, a la bóveda de Helios.

Sin dejar de llorar y suplicar clemencia, continuaba escuchando las risitas burlonas de Sel, que seguía fuera de mi mente y parecía divertirse con lo que veía.


Tar murmuraba algo que yo no alcanzaba a oir bien mientras me conducía por el Caserón, y cuando me arrojó brutalmente sobre la mesa de torturas de la sala de la bóveda supe que no me esperaba nada bueno...

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