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sábado, 9 de noviembre de 2013

Relato:"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 1

Gracias a Álvaro (Tar Sekelthôr por, una vez más, plasmar las escenas de lucha) :)

CAPITULO 1: DUELO

Sentí el rasgar de Maleval, la espada del inquisidor, sobre el cuero de la parte de la pierna de mi traje. No tardó en brotar la sangre y aflorar un pequeño dolor. Lo ignoré y contraataqué, girando mis sais en mis manos y abalanzándome sobre Tar con un salto, pero él, con gran rapidez, consiguió esquivarme.

Cris y el inquisidor.
Ilustración realizada por: Antonio Ocaña
En todo el tiempo que llevaba en el Caserón como criatura oscura, había aprendido todo cuanto el libro que encontré en la biblioteca sobre el manejo de sais pudo enseñarme, hasta el punto de manejarlas casi con total destreza... Pero admito que sin el entrenamiento del inquisidor no habría mejorado mi táctica de combate… y eso era lo que más odiaba.

Volví a embestir y la sala de la bóveda de Helios se llenó del ruido de entrechocar de metales. Las sais eran como una extensión de mi cuerpo, me sentía en total sintonía con ellas, lo que aproveché para atacar con ferocidad letal a mi Oscuro Maestro.

Entonces, él pasó al ataque, haciéndome retroceder con golpes furiosos y obligándome a retroceder por la bóveda. Retrocedí hasta quedar acorralada contra la pared; sólo un salto desesperado evitó que Maleval me ensartara como un pollo, pero Tar no cesó en su ataque, saltando detrás de mi para perseguirme.

Mis fuerzas flaqueaban; Tar era demasiado fuerte y diestro para mi. Intenté golpearle en el brazo con mi sais derecha para obligarle a cubrirse y así poder apuñalarle con la sais izquierda, pero se anticipó al ataque y con un movimiento circular desvió mi Sais diestra y la hizo chocar con la izquierda, dejándome vulnerable a su ataque. Entonces me propinó una demoledora patada en la cara que me derribó y aturdió. Antes de que pudiera hacer nada, la punta de Maleval se situó en mi cuello, tan cerca que pude notar como me rasgaba la piel y brotaba la sangre. Miré al inquisidor con odio

-No dejes que el odio te ciegue, joven aprendiz – Dijo con maldad – Te he enseñado todo lo que sabes, pero no todo lo que yo sé....- Ríó, y yo clavé mis ojos en los suyos, amarillos como las llamas más ardientes mientras recordaba cómo habíamos llegado a esa situación:

-Veo que te defiendes bien, Cris.- Rió el Emperador entrando en la cripta cierto día que yo me hallaba poniendo en práctica mis conocimientos con las sais. Miré con rabia que a su derecha se hallaba Tar y no me faltó nada para espetarles que se fueran, pero no lo hice por respeto a mi señor. Al contrario, me detuve e hice una ligera reverencia.

-Gracias, mi señor.-Sonreí.

-...Sin embargo, sola no vas a llegar a ningún sitio. Necesitas un adversario, y yo tengo al candidato ideal.-Puso una mano sobre el hombro de Tar.- El inquisidor. Es el más diestro con la espada y será un buen maestro para ti.-Dijo.

Iba a protestar, pero no lo hice por miedo a la represalia y porque mi señor estaba delante. En consecuencia me tragué mis palabras.

-Eso será precisamente lo que motivará las lecciones, Cris.-Dijo mi señor como si supiera que el pensamiento reinante en mi mente en ese momento era la palabra “odio”.-El odio que os tenéis mutuamente. Y tú, Tar.-Dijo mirándole.- Puedes enseñarla como quieras. Voluntariamente (que dudo mucho que ella acepte) o acrecentando su odio provocándola de vez en cuando.

Cuanto más hablaba mi señor, más ira acumulaba yo en mi interior, pero seguí guardándomela, hasta que la voz de Selman sonó en mi cabeza:

-Tu oportunidad, Cris. Demuestra tu fuerza y mátale en cuanto puedas.

-”Cállate que bastante tengo ya con lo que tengo...”-Gritó mi mente rabiosa.

Negué con la cabeza mientras oia la risa de Sel y observaba cómo el Emperador abandonaba la cripta y el inquisidor se acercaba a mi, despacio, con una sonrisa maliciosa casi divertida.

-¿Sabes en qué estoy pensando ahora, Cris?-Me preguntó mientras yo me puse en guardia alzando mis sais.-En la primera vez que te hice estallar en llamas...Fue una sensación de placer supremo. Me enamoraban tus gritos y el sonido del crepitar del fuego contra tu cuerpo. Y el ver que no te defendías me resultaba tremendamente excitante.- Caminé hacia él y salí de la cripta mientras oía sus comentarios azuzándome a perseguirle para darle batalla. Entre eso y la voz de Selman que me animaba a pelear acabé envuelta en un cruento combate contra Tar en la sala de la bóveda.

Y a partir de entonces el inquisidor visitaba a diario mi cripta para descargar sobre mi su ira y hacerme estallar de rabia con sus comentarios hasta que de nuevo acabábamos combatiendo en la sala de la bóveda.

Así fue mi aprendizaje con las sais.

La voz de Tar me hizo abandonar mis recuerdos.

-Lárgate.-Me dijo.

Había apartado su espada de mi cuello y un pequeño chorro de sangre oscura brotaba de la herida. Me la taponé con la mano y sin decirle nada salí de la sala de la bóveda en dirección a la cripta.

Al pasar por la abadía, Nosfharatu, el monje de Arrepentidos me llamó muy serio.

No pude evitar sorprenderme, ya que no tenía trato con él.

¿Qué podía querer de mi? Presentí que nada bueno, ya que pertenecía al círculo del inquisidor, que si no estaba en la bóveda estaba en la abadía.

-¿Qué queréis?-Le pregunté con respeto.
A pesar de que se relacionara con Tar no tenía motivos para odiarle, así que me mostré sumisa.


-Ven conmigo. Tengo que decirte algo.- Dijo mirando a todos lados como si temiera que alguien nos descubriera mientras me llevaba a una esquina de la abadía...

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