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lunes, 4 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Prólogo

PRÓLOGO

Al fin había encontrado mi lugar. Sangre, gritos y dolor a diario se encargaron de golpe de que olvidara mi antigua vida.

Me llevaba bien con todos mis hermanos: Blood, Ymir, Regan, Espiral, Segismundo y yo nos hicimos inseparables. Tanto que el resto nos conocía como “El sexteto loco”.
Con Jason, el Enterrador, Dani, los Just4Rides, Sara y los Movie Maniacs, la relación era más distante, pero también me llevaba muy bien con ellos.

Con el inquisidor...Mejor dejémoslo. Digamos simplemente que le temía. Sabía que estaba en su punto de mira debido al odio que sentía hacia mí; sabía que estaba esperando que yo diera un mínimo traspié para poder tostarme con su mechero. La maldad que se reflejaba en sus ojos amarillos me lo decía cada vez que me cruzaba con él.

Sentada en mi ataúd, miré mis sais y recordé cuánto habían cambiado las cosas desde mi entrada al lado oscuro, y sobre todo desde que el Emperador nos reunió a todos para darnos nuevas órdenes.

Recordé cada instante exacto de aquella reunión:

Todos agrupados en la biblioteca, el Emperador en lo alto de la escalera, Tar un escalón más abajo, a su derecha; los moradores y yo, al pie de los escalones, yo unos pasos por delante del resto.

Desde mi entrada al lado oscuro, el Emperador me concedió un rango de superioridad sobre los moradores, no sé por qué. El caso es que así lo hizo. Y en mi posición me mantuve, escuchando las palabras de mi señor con suma veneración y respeto.

-Criaturas.-Comenzó.- Tras la ardua lucha que hemos mantenido con la pequeña Cris, es hora de que éste Caserón vuelva a ser el que era tras la muerte del Amo lord Malevus: ¡Un río de sangre!. Y así debería haber sido si Cristina no se hubiera desviado...-Dijo clavando sus ojos en mi.

En ese momento, la voz de Selman, el vampiro, sonó en mi mente:

-No le escuches, Cris. Cárgatele. A él, a Tar ¡A todos!. Se lo merecen por haberte destrozado la vida.-Me azuzó con una risita demente como jamás se la había oido.

Negué con la cabeza. Sabía lo que estaba intentando: quería convencerme de que mis hermanos y mi señor me habían destrozado la existencia, para así poder matarlos (o al menos intentarlo), pues dudaba que el Emperador y Tar fueran fáciles de destruir. Sin embargo, ni mucho menos deseaba matarles. Al menos no al Emperador y a mis hermanos, porque a Tar...Habría saltado sobre él y le habría vaciado las venas de sangre de haber podido en aquel momento.

Una pena que se hallara a la diestra de mi señor. Y una pena también que me tuviera bajo amenaza. Recordé lo que me pasó la última vez: el dolor, la cicatriz de mi muñeca...

Apreté los puños y gruñí furiosa.

-¿Qué te pasa, Cris?-Me preguntó el Emperador.- ¿Algo que objetar?-

-No, mi señor.-Dije yo sin sonar muy convincente.

-Miente.-Sentenció Tar.-No se ha enterado de nada, mi señor.-

El Emperador me miró con expresión divertida, casi como si estuviera escuchando la voz que en mi mente me decía en aquel momento:

-No te lo pienses, Cris y mata a ese cabrón. Se lo merece, por todo lo que te ha hecho.- Siguió Selman en mi cabeza.

-”Cállate”-Pensé enfadada.

Y lo último que oí fue su risita.

Me concentré en la mirada de mi señor sobre mis ojos, esperando que yo volviera a prestar atención, y así lo hice.

-Como iba diciendo, criaturas, las cosas aquí van a cambiar y mucho. ¿Recordáis lo bien que lo pasábamos antaño asesinando visitantes?-Sonrió. Y yo recordé vagamente el matadero de Jason teñido de sangre que salpicaba sobre mi rostro mientras el de la motosierra usaba su arma contra todo visitante que entraba en la sala. Recordé mis gritos aquel día. Era obvio que recordaba un pasado muy lejano, porque ni siquiera me estremecí.

Seguí escuchando atenta las palabras de mi señor, que en ese momento estaba proclamando que las cosas volverían a ser como entonces: que no dejaríamos títere con cabeza y mataríamos a todo visitante que osara entrar en el Caserón.

Cuando acabó su discurso, todos lo aclamamos y vitoreamos, reverenciándonos ante él y su suprema voluntad.

Miré de reojo al inquisidor: permanecía en silencio, con la mirada fija en todos nosotros. Cuando su mirada llegó a mí, sentí un escalofrío y aparté mi mirada justo cuando mi señor daba por finalizada la reunión y nos ordenaba retirarnos.

El hambre acuciaba. Sentía la sed de sangre arder en mi boca. Comencé a salivar mientras me relamía. Hora de cazar.

Me di la vuelta dispuesta a marcharme, pero Blood e Ymir me pararon:

-¡Cris! ¿Nos llevas contigo de caza ésta noche?¿Nos llevas?¿Nos llevas?-Preguntó ella riendo histérica.

Yo sonreí y asentí.

-Claro, chicos. Pero prohibido hacer ruido hasta que yo le hinque el diente, ¿Vale?-

Ambos asintieron y salimos del Caserón.

-Blood. ¿Te apetece hacer de cebo?-Pregunté-

-¡Siii!- Dijo ella muy efusiva.

-Pues adelante. Ya sabes lo que tienes que hacer.-

Me encantaba verla haciendo de cebo. Su apariencia y voz dulce y aniñada la hacían parecer una niñita, lo que nos venía genial para que mi futura cena se encariñara con ella hasta que yo hiciera el resto.
Ymir y yo, agazapados tras un árbol observamos cómo la dulce Blood se acercaba a un empleado que salía del edificio de oficinas del Parque y que al ver a Blood sola no pudo evitar extrañarse.

-¿Qué haces aquí tú sola, bonita? El Parque ya ha cerrado.-Le explicó con cariño.

Ella puso cara triste y agarró su peluche con fuerza.

-Me he perdido...-Hizo un puchero.- No se donde están mis padres...-Y se puso a llorar.

El hombre la acarició el pelo y la abrazó.

-Tranquila, no llores, pequeña. Vamos a buscarles. Es imposible que se hayan ido sin tí. Ven conmigo, iremos a buscarles. Seguro que andarán por aquí preguntándose dónde estás.- Dijo mirándola con cariño. En ese momento, se percató de las cicatrices de su rostro.

-¿Qué te ha pasado?-Preguntó horrorizado.

-Lo mismo que te va a pasar a ti.- Dijo riéndose y arañándole la cara con fuerza.

En ese momento Ymir y yo echamos a correr y Blood se apartó, dejando que me abalanzara sobre el pobre empleado, que se retorcía debajo de mi mientras yo buscaba su cuello para poder alimentarme.

-¿¡Pero qué coño...?!-Le oímos decir extrañado y asustado.- ¡Socorro!-Gritaba.

Me reí y escuché a Ymir y a Blood gritar:

-¡Vamos a jugar!¡Vamos a jugar!-

Mordí el cuello del hombre y succioné la cantidad de sangre justa para quedar saciada pero no matarle del todo. Mis dos hermanos querían divertirse..Y yo se lo había prometido.

Me aparté y dejé que el payaso y Blood sacaran sus cuchillos mientras se agachaban junto al hombre para “acariciarle” con sus armas mientras él suplicaba clemencia.

-No os olvidéis de no dejarle vivo cuando terminéis con él.-Sentencié.- Nos vemos en casa.- Dije sonriendo y dándome la vuelta mientras encaminaba mis pasos al Caserón haciendo caso omiso de los gritos del hombre que yacía bajo los cuchillos de los moradores.

Llegué a mi cripta y me metí en mi ataúd con la esperanza de poder descansar hasta que llegara la hora de hacer sufrir...


Regresé de mis recuerdos y me colgué las sais del cinturón mientras oía los tres aldabonazos en la puerta. Me agazapé al techo de un salto.

Hora de divertirse...

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