CAPITULO 3: NUEVOS MORADORES
-Cris. Más que satisfacerme me
decepcionas.-Dijo.
Bajé mi mirada al suelo, incapaz de
sostenérsela.
-Mírame cuando te hablo.-Ordenó con
voz fría haciendo que le mirara con miedo.- ¿Has visto lo que has
hecho? Por tu culpa Nosfharatu ha muerto.Si no le hubieras seguido el
juego... Verás cuando se enteren los demás hermanos...-Me
reprendió.-No creo que se lo tomen nada bien.-
-Oh si, ya verás, Cristinita la que te
espera...-Dijo Selman.-Me voy a divertir muchísimo...Y si después
de todo ésto no acabas muerta...Poquito te va a faltar...-Rió.-
Espera a que se enteren los demás moradores...-Sonrió.
Le lancé una mirada de ira al
fantasma, pero por lo que se veía, para el Emperador sólo miraba a
su lado, supongo que por no dirigir mi mirada enfadada a él.
-¡Mírame, Cris!-Me chilló furioso.
Volví mi vista a mi señor y el gesto
de enfado de mi cara desapareció, dando paso a una expresión
sumisa.
Sonrió, suspiró y cerró por un
momento los ojos.
Escuché la risa del fantasma del
vampiro y le oí decir con voz histérica:
-¡Los está avisando, Cris!¡Los
moradores se van a enterar de lo que has hecho! ¡Jajajajaja!-Rió.
Resoplé pero seguí mirando al
Emperador, que cuando abrió los ojos me sonrió.
-Tus actos van a sumirte en la más
terrible soledad, y con ello pagarás tu culpa.- Me espetó.- ¡Y
ahora vete!-Chilló.
En ese momento un dolor agudo sacudió
mi cabeza.
-Bu.-Me dijo la voz de Sel, que había
vuelto a introducirse en mi mente.
Me acaricié la frente intentando
hacerle irse, pero no fue así, porque su risa seguía retumbando en
mi cabeza, y se mezcló con la carcajada del Emperador mientras
echaba a correr a través de la abadía al oir los tres aldabonazos
que indicaban que entraba el primer grupo de visitantes del día.
Me agazapé en el techo y aguardé a
que los incautos entraran.
Entraron sólo tres chicos:
Uno de ellos era alto, moreno, y
llevaba gafas; el otro parecía ser el más alto de los tres, muy
moreno de piel; el tercero parecía ser el de menos edad. También
era alto, moreno y algo pálido, y por el parecido con el chico de
las gafas, deduje que debían ser hermanos.
Los miré relamiéndome. Aún no había
comido y sólo entonces fui consciente de que tenía hambre.
Salté del techo al suelo, delante de
ellos.. Gritaron por lo sorprendente de mi aparición, y yo seguí
parada ante ellos, relamiéndome.
Uno de ellos, el más alto, me miró
desafiante y dijo:
-Pero mira a quién tenemos aquí, ¡A
la condesa Drácula! ¡Jajajaja!-Rió.- Aunque con el monito ese de
cuero te pareces más a la de “Underworld”...-Siguió riendo, y
su comentario me hizo reir hasta a mi. Una sonrisa retorcida y un
pensamiento: “Verás qué poquito te burlas dentro de un momento,
chulo”
-Shh...Cállate, Moi...- Oí susurrar
al chico de gafas. Él y su hermano parecían estar asustados de
verdad. El tal Moi mantenía la expresión chulesca y seguía riendo.
El tercer chico intervino y tiró del
brazo de su hermano, al que no soltó en ningún momento.
-Venga, Antonio, tira para delante, que
tengo miedo...-Dijo asustado.
El chico de gafas dio dos pasos; yo di
dos más hacia ellos, sonriéndoles con malicia. Su sangre golpeaba
mis napias, y por el olor, prometía ser deliciosa. Los miré: el
sudor perlaba la frente de los tres. Los dos hermanos casi temblaban
mientras continuaba acercándome a ellos; Moi seguía impasible,
desafiando con la mirada y la sonrisa chulesca.
-No me digáis que os asusta el
Caserón...-Dije yo de guasa. Mi voz sonó ávida, deseosa, casi como
un gemido de placer. Estaba empezando a perder el control y sabía
que no tardaría mucho en abalanzarme sobre ellos y vaciarles las
venas
Ellos tres retrocedieron mientras Moi
se echaba a reir.
-¿A mi asustarme? Tú lo
flipas...-Rió.
Resoplé, saqué mis colmillos y salté
hacia ellos, pero antes de que pudiera tocarlos, noté cómo alguien
me lo impedía y me empujaba haciendo que me empotrara contra la
pared de la cripta. Caí al suelo y me levanté confusa mientras oía
los gritos de los tres visitantes.
Los zombies Adri e Irina estaban dando
buena cuenta de ellos, gruñéndose por los mejores trozos de carne.
Vi aparecer frente a mi a Dani, el zombie que quedaba, que me dijo
con voz fría:
-Hoy no te toca a ti, Cris. Estás
castigada. Además, el Emperador tiene planes para ellos.- Dijo
señalando a los visitantes que se revolvían bajo los zombies.
Dicho ésto, se alejó y se abalanzó
sobre los visitantes, a los que devoró junto a sus hermanos los
zombies, que una vez se hubieron saciado abandonaron la sala
ignorando mi pregunta de a santo de qué venía todo ésto. Por toda
respuesta, me dieron el estruendo de la cripta al cerrarse.
En ésto, vi cómo los tres visitantes
que yacían en el suelo empezaban a convulsionarse, primero
lentamente y luego más rápido. Sus gritos atronaron mis oidos
cuando los espasmos aumentaron de intensidad y los chics se retorcían
en el suelo, intentando aferrarse a él debido al desgarrador dolor.
Estaban mutando. Pero ¿Por que? ¿No se suponía que teníamos que
matarlos?
Era evidente que ésta vez no.
Al levantarse, los vi: llenos de
heridas sangrantes y gimiendo quejumbrosos. Antonio, el chico de las
gafas, estaba en medio, los otros dos le flanqueaban.
-Hola, hermana.- Me dijeron al unísono
con un gemido lastimero.
En ese momento, la voz de mi señor
retumbó en mi cabeza.
-Condúcelos a la bóveda de Helios. El
inquisidor les entregará lo necesario para comenzar su jornada.-
Asentí.
-Seguidme.-Les dije saliendo de la
cripta...
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