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domingo, 10 de noviembre de 2013

"Visita al Viejo Caserón 3" Capitulo 2

CAPITULO 2: EL CUBO

-Escúchame, Cris.-Me empezó a decir entre susurros mientras echaba un nuevo vistazo alrededor.
-Sé que odias a Tar con todas tus fuerzas. No eres la única que lo hace, créeme.-Hizo una pausa, cerró los ojos y cuando los abrió continuó con un susurro iracundo que reflejó todo el odio que acumulaba dentro de sí contra Tar y que pareció salir en ese momento a través de sus palabras.

-Nos torturó a todos Cris. Cuando llegó aquí nos torturó a todos, primero por aprender a ser el inquisidor que es ahora; luego por diversión, y desde entonces no paró. Todo por placer Cris...Se detuvo.-Bueno...-Rió con cierto sarcasmo.- Creo que no hace falta que te pregunte lo que te hizo a ti, ¿Verdad?-

-No.No hace falta.-Dije yo con los dientes y puños apretados, intentando acallar la voz de Selman que le daba la razón al monje y me instaba a que matara a Tar.

Tosí haciendo callar a Sel y continué escuchando a Nosfharatu, que se quitó la capucha y me mostró su rostro, casi completamente lleno de quemaduras.

-Vénganos, Cris. El inquisidor no merece estar entre nosotros.-Hizo una pausa y señaló su cara.- Ésto me lo hizo él. Sé que no te conmueve, ni espero que lo hagas, pero vénganos. Si no por mi, por tí y los demás hermanos que hemos sufrido en manos de ese sádico.

-Tú eres la única que puede derrotarle. Válete de las lecciones de lucha como excusa, aunque dudo seriamente que puedas vencerle, por eso...-

Se detuvo y rebuscó algo bajo su túnica. Cuando sacó lo que buscaba, me lo mostró: Un cubo de madera con bellos adornos dorados tallados en él.

Cogí el cubo y lo observé girándolo en mis manos. Los dibujos tallados en color oro destellaban a la tenue luz de las velas de la abadía.

-Era de Luna, su hija. Su juguete favorito. Se lo regaló a Tar.- Me dijo mientras yo contemplaba el cubo.

-Debes usar el pasado del inquisidor para derrotarle, Cris. Úsalo, ablándale y cuando le tengas donde quieres, derrótale sin más. No tengas piedad.-

Negué con la cabeza.

-No.-Dije.- Ya jugué esa baza una vez y no se lo tragó.-Dije recordando la vez que me torturó y yo me valí de mi parecido con Luna para intentar aplacarle.

El monje suspiró y dijo:

-Pero es la única mane...-Antes de que pudiera acabar la frase, vi aparecer la espada del inquisidor a través del estómago del monje y descendió más abajo y luego otra vez arriba, partiendo en dos a Nosfharatu, al que ni siquiera le dio tiempo a gritar.

Ambas mitades del monje cayeron al suelo, la sangre me salpicó, pero ni me inmuté mientras descubría a Tar blandiendo su espada al lado de los restos de Nosfharatu. En sus ojos ardía la ira, mientras se acercaba a mi despacio. Esbocé una dulce sonrisa y avancé dos pasos hacia él mientras le mostraba el cubo.
-¡Papá!-Dije mientras le veía salir corriendo hacia mi con intención de atacarme, espada en mano, pero antes de que se hubiera acercado suficiente, una nube gris apareció entre nosotros y se materializó en la figura del Emperador, que cogió el cubo de mis manos, volvió su vista a Tar y se lo ofreció.

-Toma. Y ahora vete. Tengo una charla pendiente con ésta señorita.-Dijo mirándome un segundo.

Tar resoplo y chocándose conmigo adrede emprendió la marcha a su cuarto de la abadía. Oí el estruendo de la puerta de la habitación de Tar al cerrarse. Miré al Emperador con miedo y sentí cómo me temblaban las piernas.

La voz del fantasma del vampiro retumbó en mi mente:

-Vaya, parece que el Emperador va a tener que castigarte...-Rió.- ¡Ésto no me lo pierdo!- Dijo mientras aparecía su espectro junto al Emperador que pareció no haberle visto.

-¿Qué te pasa, Cris? Parece que hubieras visto un fantasma.-Rió el Emperador al ver mi cara de sorpresa ante la aparición del espíritu de Sel.

Pensé que el Emperador se había percatado de la presencia etérea del vampiro, por eso empecé a balbucear:

-Yo, no...él...-Dije señalando al fantasma.

Mi señor alzó la vista hacia las escaleras que subían a los cuartos del monje y de Tar en la abadía, como si no hubiera visto a Sel.

-No te preocupes por Tar. Acumulará más odio y eso os vendrá bien para combatir.-Sonrió volviendo su vista a mí.- Pero eso no es lo importante.-Dijo clavando su mirada ahora llena de ira en mi.

Sentí un escalofrío mientras veía a Sel sonreirme junto al Emperador, que no se percataba de su presencia.


-Esto empieza a ponerse turbio para ti, Cris...-Me dijo el vampiro antes de que el Emperador empezara a hablar...

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