CAPITULO 3: DÍA 3 -EXTRAÑO RITO-
En mi mente hay una niebla gris que
poco a poco se va oscureciendo, transformándose en una masa de nubes
completamente negras. Me agito en sueños. Sueños en los que todos
los moradores del Viejo Caserón (todos menos Tar, el inquisidor que
me asesinó) están a mi alrededor, guardando un solemne silencio
mientras que el Emperador está arrodillado junto a mí que yazco
tumbada, inconsciente. Le veo poner sus manos sobre mi cabeza
mientras pronuncia en latín unas palabras en tono bastante serio.
-Profundis inferni Inferno, da mihi
hanc potestatem animam et torquentur innocentia manente integra
habitator Veterem Domum istam.....(“Demonios del averno más
profundo, dadme poder para hacer de éste alma atormentada y con
restos de inocencia una completa moradora de éste Viejo Caserón.”)-
Quiero moverme, pero no puedo. Ni
siquiera puedo abrir los ojos. Los párpados me pesan, y sigo cayendo
en el sueño, que parece cada vez más real. Parece que las palabras
que pronuncia el Emperador las estoy oyendo junto a mí.
-Que la oscuridad y la ira se hagan en
su corazón, que su alma se ennegrezca de una vez por todas,
permitiéndola vengarse de aquel que acabó con su vida...-Dice, ésta
vez en castellano.
-Ahora, cuando cuente tres, abrirás
los ojos y buscarás a quien acabó contigo para darle lo que se
merece... Uno, dos, tres.-
Abro los ojos y me levanto algo
aturdida.
El dolor me sigue comiendo por dentro.
Mis heridas no han curado y arrastro mis pies quemados como puedo por
el suelo mientras avanzo mecánicamente en busca de mi asesino.
Al andar el dolor me hace soltar
quejidos de dolor mientras camino casi arrastrándome. Entonces le
veo.
Con un gesto demente en su cara,
rodeado de pequeñas hogueritas apagadas y agrupando un montoncito de
leña para hacer otra...
No lo entiendo. Supongo que en su
locura sigue obsesionado con su antiguo oficio y por eso hace lo que
hace.
Me da igual. Estoy aquí para vengarme.
El Emperador lo ha ordenado, y mi deber es obedecer.
-Taaarr...-Le llamo con un gemido
aterrador.
Tranquilamente, se da la vuelta y me
sonríe.
-Ah, eres tú...- Dice mientras
juguetea con un mechero Zippo plateado entre sus manos.
Lo enciende, lo apaga, sube y baja la
tapa...Y yo no puedo evitar ponerme de los nervios.
-¿Qué te pasa, Cris?.- Dice
acercándose a mí.- ¿Te da miedo una simple llamita atrapada en un
mechero?-Se ríe mientras sigue jugando con el mechero.-¿Y si la
libero?
Me acerco a él entre quejidos. El
dolor me está matando. Mis pies abrasados se arrastran como pueden
hasta Tar, que se aproxima con paso firme a mí, después de prender
un tronco de leña y sostenerlo en su mano como si fuera una antorcha
que blandiera amenazante.
Los nervios crecen por momentos, pero
decido enfrentarme al inquisidor y sigo caminando renqueante y
dolorida hasta él, que llega antes a mí y hace ademán de quemarme
con la leña ardiendo. Lo esquivo como puedo y ataco por su flanco
derecho, clavando mis cuchillas en su costado. Grita, pero
enrabietado consigue atacarme con un movimiento de antorcha y hace
que mi pelo se prenda y arda en llamas.
Empiezo a gritar y a llorar mientras
instintivamente me llevo las manos al pelo, y no tardo en volver a
sentir el dolor, ésta vez en mis manos que se abrasan. Grito y caigo
al suelo. Mientras la voz del Emperador resuena en mi mente: “Cris,
ríndete. No ha sido buena idea. Atacarás cuando esté más
vulnerable”.
Instintivamente miro atrás, al
Emperador, que está con todos los moradores presenciando el
“combate”.
Niego con la cabeza.
-¡Y una mierda atacaré cuando esté
vulnerable!- Digo entre lágrimas y aullidos de dolor mientras de
nuevo con dificultad voy hasta Tar, que está de brazos cruzados al
otro lado de la habitación esperando a que su lenta y dolorida rival
llegue hasta él y consiga hacer algo si el dolor se lo permite.
Entonces, una fuerza invisible me
arrastra al lado del Emperador mientras él me dice:
-Cuando esté vulnerable, Cris.-
Tar viene hacia mi pero al instante se
para en seco.
-Sí, mi señor.-Dice.
Deduzco que ha sido cosa del Emperador,
y no me da tiempo a pensar ni a deducir más porque de repente
aparezco en la cripta, sin saber cómo ni por qué.
Aparezco tumbada en el que en mis
tiempos de vampira era mi ataúd, que ahora está abierto.
El Emperador me mira con cierto gesto
cariñoso, y yo espero sus órdenes.
-Sé que quieres vengarte, pequeña,
pero tendrás que aprender que no todas las ocasiones son buenas para
hacerlo. Hoy casi acaba contigo...-Sonrie.- Si quieres tener
posibilidad alguna de ganar, tendrás que hacero cuando nuestro
querido inquisidor esté vulnerable ¿Y cuándo lo estará? mientras
duerme. Mientras esté dormido, tendrás posibilidad.- Me dice.
Le miro llena de ira. Me duele horrores
la cabeza, he perdido pelo, mi melena está chamuscada, y mi cuerpo
grita de dolor.
-Quiero vengarme.- Digo apretando los
dientes enfadadísima, sin mostrárselo del todo al Emperador para no
meterme en problemas.
Él se rie.
-Lo sé, ya te lo he dicho, pero ten un
poco de paciencia...-La noche llegará antes de lo que imaginas, él
se irá a dormir y tú tendrás tu ocasión, te lo aseguro. Ahora,
mientras tanto, duerme, Cristina.- Me dice mientras pasa sus manos
por mis ojos haciendo que se cierren y yo me suma en un sueño
inquieto en el que sólo hay fuego y cientos de inquisidores con el rostro de Tar tras de
mi...
No hay comentarios:
Publicar un comentario