CAPITULO 4: DÍA 3: EL INQUISIDOR
Día
3. 6:06 de la mañana...
Me despierto. Abro los ojos
tranquilamente y noto cómo mis pies se mueven mecánicamente hasta
el aposento del inquisidor, situado en un lateral de la abadía. Ni
siquiera hace falta que el Emperador me ordene nada. Mi deseo de
venganza es mucho más poderoso, y crece con cada paso que doy hacia
la habitación de Tar, cuya puerta abro. Chirría. Maldigo mi suerte
mientras la empujo lo más despacio que puedo para evitar hacer el
menor ruido a fin de que el inquisidor no saga de su sueño.
Cierro la puerta lo más despacio que
puedo y, alzando mis cuchillas me acerco al lecho de Tar, que,
efectivamente, yace durmiendo.
Me acerco a él y le observo con una
sonrisilla siniestra en mis labios.
Duerme, y su gesto es extremadamente
vulnerable. Sonrío y alzo mis cuchillas dispuesta a darle muerte,
pero entonces...Abre los ojos, sonríe y se desarropa, enseñándome
la daga que lleva en la mano y que escondía bajo las sábanas.
Seguro que ya se olía que yo vendría y por eso se ha puesto en
guardia.
Maldito...
Pega un salto y se abalanza sobre mí,
sin darme tiempo de reacción mientras con una sonrisa retorcida me
oprime el cuello con la mano mientras con la otra blande la daga
contra mi estómago sin llegar a clavármela.
Siento el dolor de mi cuerpo muerto
apoderarse de mi. Y no reacciono. Sonrío a Tar con pena. Quiero
vengarme, sí, pero me siento demasiado débil como para intentar
nada. Todas las heridas que tiene mi cuerpo, las quemaduras y el
dolor que arrastra son suficientes para que en mi boca se dibuje una
sonrisa penosa que hace a Tar bajar la daga y tirarme violentamente
al suelo, resoplando con furia, mientras yo me arrastro como puedo
fuera del aposento y de la abadía.
¿Por qué me ha soltado Tar?¿Acaso no
quería vengarse tanto como yo?
Me levanto y voy renqueando a la
biblioteca, echo un vistazo por todas las estanterías en busca de
algo que me ayude a esclarecer quién demonios es Tar Sekelthor, el
inquisidor del Viejo Caserón.
Entre tantos libros diviso algo que me
llama poderosamente la atención:
Un libro, de elegantes tapas de cuero
negro. El título está escrito en elegantes letras góticas doradas,
y en latín: “Discípulus inquisitionis” (Alumno de la
Inquisición).
Miro a un lado y a otro asegurándome
de que nadie puede verme ni viene tras de mí, y lo ojeo.
Es una especie de manual para
adoctrinar a futuros inquisidores.
Incluye desde la manera de vestir,
pasando por los discursos en los Autos de Fe, hasta cómo echar
correctamente y sin sufrir daño alguno en la hoguera ciertos polvos
que teñían la fogata de colores, a fin de hacer creer que los
ajusticiados eran verdaderos herejes.
Sonrío y vuelvo casi retorciéndome de
dolor hasta el aposento de Tar. Me le encuentro en actitud reflexiva,
sentado sobre su lecho, con las manos sobre su rostro, pensativo.
Cierro la puerta despacio y me acerco a
él.
-No eres un antiguo inquisidor,
¿Verdad?- Le pregunto seria con el libro entre mis manos,
mostrándoselo.
-No te importa.- Me dice con frialdad.
Ya estamos...Otro al que me va a costar
hacer aflorar sus recuerdos o lo que sea que tenga que hacer aflorar
para saber por qué se comporta así. Pero no sé por donde tirar,
porque no es gran cosa, sólo es un manual....Suspiro y le muestro el
libro.
Él no reconoce el libro, al menos en
un principio.
-Ésto estaba en la biblioteca. ¿Te
suena?-Le digo dándole el manual.
Niega con la cabeza.
-No.-
Sonrío.
-Pues vienen cosas muy pero que muy
interesantes: por ejemplo como embaucar al pueblo para que delate a
los supuestos herejes, cómo llevar a cabo un buen Auto de
Fe...además de una larga y exhaustiva lección de historia sobre la
Inquisición...Y no es precisamente un libro moderno, ya tiene sus
años...- Digo sonriendo mientras él se queda mirando embobado el
libro, pasando las páginas con cuidado, hasta que sus ojos suben y
se detienen en los míos.
-No, no era inquisidor.-Dice por fin
suspirando. Mi vida no tenía que ver con la religión para nada. Sí,
creía en Dios, pero ni mucho menos de la ferviente manera que lo
hacían los inquisidores.-
-Y entonces ¿Qué te llevó a serlo,
Tar?- Pregunto.
Sus ojos arden. Veo su mirada ardiente
de odio abrasándome. Sé que si quiere puede matarme en este mismo
instante. Sé que es mucho lo que me juego y que mi vida pende de un
hilo.
-Tú quieres saber mucho, ¿no?- Me
pregunta con voz dura.
Él suspira.
-No era inquisidor, no. Al menos no en
vida...-Comienza.
-En mi otra vida era el señor de un
señorío medieval. Pero no como los que por aquella época rondaban:
despiadados, sin corazón y sin ningún tipo de miramientos para con
los campesinos que trabajaban sus tierras, no. Yo me consideraba un
hombre justo que miraba por sus jornaleros como el que más, y eso
despertó la ira del señor del señorío vecino. Por eso me delató
como hereje a la Inquisición.-
Yo asiento, atenta, mientras escucho
intrigada.
-Me delató como hereje ante el Santo
Oficio, sí. Y la ira se apoderó de mí. Y antes de que los siervos
de Dios vinieran a por mí, huí. Y cuando me creí libre de ellos,
volví, pero lo que me encontré al llegar a casa fue algo
horrible...-Rompe a llorar.
-¿Qué pasó, Tar?-Digo tocándole el
hombro intentando acercarme a él.
-¡No me toques!-Dice helando de nuevo
su mirada y acabando de explotar en llanto.
Me asusto y observo con pena como se
lleva las manos a a cabeza y continúa llorando.
-Los inquisidores asesinaron a mi
familia.... Todos mis vasallos y jornaleros yacían muertos. Mi
castillo era una hoguera que prácticamente aún ardía. Cadáveres
todavía humeantes, abrasados...Y pude reconocer, en la pira más
grande, los cuerpos de mi esposa, mis hijos, mis padres y mi hermano
menor.- Llora.
-...Y tú me recuerdas tanto a ella,
Cris...-Me dice limpiándose el llanto.- Por eso no puedo matarte.-
Me mira con lágrimas en los ojos.
-¿A quién te recuerdo?- Pregunto.
-A Luna..A mi hija Luna...-Me dice
mirándome mientras sonríe y me coge de las manos.- Tienes sus ojos,
su pelo...Y yo te lo he chamuscado...No tengo perdón, Cris....-Me
abraza y llora.
Le arrullo e intento consolarle,
dejándole que derrame lágrimas que caen por mi espalda y que se
mezclan con la sangre que empapa mi chaqueta.
Me aparto suavemente y le miro.
-Ya está, Tar. Tranquilizate...-Le
digo. Ya no hay restos del deseo de venganza en mí, no se por qué.
Todo ha desaparecido.
-¡Luna!¡Te he dicho mil veces que no
juguetees por las eras, entorpeces el trabajo de los jornaleros,
cariño.- Me sonríe cariñosamente, pero su mirada está perdida,
enloquecida, demente. Vive un flashback.
Intento traerle a la realidad.
-No has acabado de contarme, Tar...¿Qué
pasó después? ¿Te vengaste?-Pregunto.
Parpadea, saliendo de su
ensimismamiento y su sonrisa amorosa se vuelve retorcida, demente,
como su mirada.
-Oh si, ya lo creo...-Sonríe.- Me
vengué y le di lo que se merecía. Pero no me conformé con matar a
su familia y a sus jornaleros, no...-Estalló en carcajadas.-
¡También le maté a él!- Dijo riéndose enloquecido.- Si, los maté
a todos....-Sonrió.- Pero a los pocos días llegó el remordimiento.
No sabía por qué lo había hecho...Incluso llegué a creer que
algún tipo de espíritu maligno me poseyó.-
Ahora parece más relajado y habla más
suave.
-No podía soportar tanta pena: habían
asesinado a los míos, y la venganza me había cegado y me había
llevado a asesinar a un hombre...-Continúa.
-Entonces apareció el Amo y me ofreció
la posibilidad de purgar mi pena ejerciendo de inquisidor aquí. Al
principio no lo entendía. No comprendía como el dolor de otros
aplacaría el mío propio. No me cabía en la cabeza. ¿Yo? ¿Volver
a matar? Ni hablar... Pero el Amo me convenció. Me dijo que todo
pasaría, que sólo la muerte me ayudaría a dejar atrás la pena y
el remordimiento que me consumía...Y acabé cediendo. Y él me
enseñó todos los secretos de la Inquisición en éste libro.-
Señala el manual que tiene entre sus manos.
Lo miro boquiabierta, asimilando su
historia, pero entonces, la voz de Adri nos interrumpe:
-¡Se lo dije, señor! ¡Le dije que
estaban aquí de charleta...!-Dice.
Le miro.
Está en la puerta del aposento, junto
con Irina y Dani, el Emperador en medio, con un gesto muy serio en su
rostro.
Tar susurra.
-El armario es una salida secreta que
lleva a la cripta Córrelo y sal cuanto antes de aquí.-
Asiento y me dirijo al mueble
renqueando, como puedo. Los zombis se dirigen a mi entre lamentos.
Oigo sus gemidos cada vez más cerca y noto cómo el Emperador me
tira del pelo atrayéndome hacia él. Me defiendo con las cuchillas,
las hundo en su interior y cuando las saco, consigo arrastrarme hasta
el armario, que corro como puedo, abriendo la puerta que hay tras él.
La cierro y me sumo en la oscuridad del
pasadizo que se abre ante mí..
No hay comentarios:
Publicar un comentario