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lunes, 19 de agosto de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 4

CAPITULO 4: DÍA 3: EL INQUISIDOR


Día 3. 6:06 de la mañana...

Me despierto. Abro los ojos tranquilamente y noto cómo mis pies se mueven mecánicamente hasta el aposento del inquisidor, situado en un lateral de la abadía. Ni siquiera hace falta que el Emperador me ordene nada. Mi deseo de venganza es mucho más poderoso, y crece con cada paso que doy hacia la habitación de Tar, cuya puerta abro. Chirría. Maldigo mi suerte mientras la empujo lo más despacio que puedo para evitar hacer el menor ruido a fin de que el inquisidor no saga de su sueño.

Cierro la puerta lo más despacio que puedo y, alzando mis cuchillas me acerco al lecho de Tar, que, efectivamente, yace durmiendo.

Me acerco a él y le observo con una sonrisilla siniestra en mis labios.

Duerme, y su gesto es extremadamente vulnerable. Sonrío y alzo mis cuchillas dispuesta a darle muerte, pero entonces...Abre los ojos, sonríe y se desarropa, enseñándome la daga que lleva en la mano y que escondía bajo las sábanas. Seguro que ya se olía que yo vendría y por eso se ha puesto en guardia.

Maldito...

Pega un salto y se abalanza sobre mí, sin darme tiempo de reacción mientras con una sonrisa retorcida me oprime el cuello con la mano mientras con la otra blande la daga contra mi estómago sin llegar a clavármela.

Siento el dolor de mi cuerpo muerto apoderarse de mi. Y no reacciono. Sonrío a Tar con pena. Quiero vengarme, sí, pero me siento demasiado débil como para intentar nada. Todas las heridas que tiene mi cuerpo, las quemaduras y el dolor que arrastra son suficientes para que en mi boca se dibuje una sonrisa penosa que hace a Tar bajar la daga y tirarme violentamente al suelo, resoplando con furia, mientras yo me arrastro como puedo fuera del aposento y de la abadía.

¿Por qué me ha soltado Tar?¿Acaso no quería vengarse tanto como yo?

Me levanto y voy renqueando a la biblioteca, echo un vistazo por todas las estanterías en busca de algo que me ayude a esclarecer quién demonios es Tar Sekelthor, el inquisidor del Viejo Caserón.

Entre tantos libros diviso algo que me llama poderosamente la atención:

Un libro, de elegantes tapas de cuero negro. El título está escrito en elegantes letras góticas doradas, y en latín: “Discípulus inquisitionis” (Alumno de la Inquisición).

Miro a un lado y a otro asegurándome de que nadie puede verme ni viene tras de mí, y lo ojeo.

Es una especie de manual para adoctrinar a futuros inquisidores.

Incluye desde la manera de vestir, pasando por los discursos en los Autos de Fe, hasta cómo echar correctamente y sin sufrir daño alguno en la hoguera ciertos polvos que teñían la fogata de colores, a fin de hacer creer que los ajusticiados eran verdaderos herejes.

Sonrío y vuelvo casi retorciéndome de dolor hasta el aposento de Tar. Me le encuentro en actitud reflexiva, sentado sobre su lecho, con las manos sobre su rostro, pensativo.

Cierro la puerta despacio y me acerco a él.

-No eres un antiguo inquisidor, ¿Verdad?- Le pregunto seria con el libro entre mis manos, mostrándoselo.

-No te importa.- Me dice con frialdad.

Ya estamos...Otro al que me va a costar hacer aflorar sus recuerdos o lo que sea que tenga que hacer aflorar para saber por qué se comporta así. Pero no sé por donde tirar, porque no es gran cosa, sólo es un manual....Suspiro y le muestro el libro.

Él no reconoce el libro, al menos en un principio.

-Ésto estaba en la biblioteca. ¿Te suena?-Le digo dándole el manual.

Niega con la cabeza.

-No.-

Sonrío.

-Pues vienen cosas muy pero que muy interesantes: por ejemplo como embaucar al pueblo para que delate a los supuestos herejes, cómo llevar a cabo un buen Auto de Fe...además de una larga y exhaustiva lección de historia sobre la Inquisición...Y no es precisamente un libro moderno, ya tiene sus años...- Digo sonriendo mientras él se queda mirando embobado el libro, pasando las páginas con cuidado, hasta que sus ojos suben y se detienen en los míos.

-No, no era inquisidor.-Dice por fin suspirando. Mi vida no tenía que ver con la religión para nada. Sí, creía en Dios, pero ni mucho menos de la ferviente manera que lo hacían los inquisidores.-

-Y entonces ¿Qué te llevó a serlo, Tar?- Pregunto.

Sus ojos arden. Veo su mirada ardiente de odio abrasándome. Sé que si quiere puede matarme en este mismo instante. Sé que es mucho lo que me juego y que mi vida pende de un hilo.

-Tú quieres saber mucho, ¿no?- Me pregunta con voz dura.

Él suspira.

-No era inquisidor, no. Al menos no en vida...-Comienza.

-En mi otra vida era el señor de un señorío medieval. Pero no como los que por aquella época rondaban: despiadados, sin corazón y sin ningún tipo de miramientos para con los campesinos que trabajaban sus tierras, no. Yo me consideraba un hombre justo que miraba por sus jornaleros como el que más, y eso despertó la ira del señor del señorío vecino. Por eso me delató como hereje a la Inquisición.-

Yo asiento, atenta, mientras escucho intrigada.


-Me delató como hereje ante el Santo Oficio, sí. Y la ira se apoderó de mí. Y antes de que los siervos de Dios vinieran a por mí, huí. Y cuando me creí libre de ellos, volví, pero lo que me encontré al llegar a casa fue algo horrible...-Rompe a llorar.

-¿Qué pasó, Tar?-Digo tocándole el hombro intentando acercarme a él.

-¡No me toques!-Dice helando de nuevo su mirada y acabando de explotar en llanto.

Me asusto y observo con pena como se lleva las manos a a cabeza y continúa llorando.

-Los inquisidores asesinaron a mi familia.... Todos mis vasallos y jornaleros yacían muertos. Mi castillo era una hoguera que prácticamente aún ardía. Cadáveres todavía humeantes, abrasados...Y pude reconocer, en la pira más grande, los cuerpos de mi esposa, mis hijos, mis padres y mi hermano menor.- Llora.

-...Y tú me recuerdas tanto a ella, Cris...-Me dice limpiándose el llanto.- Por eso no puedo matarte.- Me mira con lágrimas en los ojos.

-¿A quién te recuerdo?- Pregunto.

-A Luna..A mi hija Luna...-Me dice mirándome mientras sonríe y me coge de las manos.- Tienes sus ojos, su pelo...Y yo te lo he chamuscado...No tengo perdón, Cris....-Me abraza y llora.

Le arrullo e intento consolarle, dejándole que derrame lágrimas que caen por mi espalda y que se mezclan con la sangre que empapa mi chaqueta.

Me aparto suavemente y le miro.

-Ya está, Tar. Tranquilizate...-Le digo. Ya no hay restos del deseo de venganza en mí, no se por qué. Todo ha desaparecido.

-¡Luna!¡Te he dicho mil veces que no juguetees por las eras, entorpeces el trabajo de los jornaleros, cariño.- Me sonríe cariñosamente, pero su mirada está perdida, enloquecida, demente. Vive un flashback.

Intento traerle a la realidad.

-No has acabado de contarme, Tar...¿Qué pasó después? ¿Te vengaste?-Pregunto.

Parpadea, saliendo de su ensimismamiento y su sonrisa amorosa se vuelve retorcida, demente, como su mirada.

-Oh si, ya lo creo...-Sonríe.- Me vengué y le di lo que se merecía. Pero no me conformé con matar a su familia y a sus jornaleros, no...-Estalló en carcajadas.- ¡También le maté a él!- Dijo riéndose enloquecido.- Si, los maté a todos....-Sonrió.- Pero a los pocos días llegó el remordimiento. No sabía por qué lo había hecho...Incluso llegué a creer que algún tipo de espíritu maligno me poseyó.-

Ahora parece más relajado y habla más suave.

-No podía soportar tanta pena: habían asesinado a los míos, y la venganza me había cegado y me había llevado a asesinar a un hombre...-Continúa.

-Entonces apareció el Amo y me ofreció la posibilidad de purgar mi pena ejerciendo de inquisidor aquí. Al principio no lo entendía. No comprendía como el dolor de otros aplacaría el mío propio. No me cabía en la cabeza. ¿Yo? ¿Volver a matar? Ni hablar... Pero el Amo me convenció. Me dijo que todo pasaría, que sólo la muerte me ayudaría a dejar atrás la pena y el remordimiento que me consumía...Y acabé cediendo. Y él me enseñó todos los secretos de la Inquisición en éste libro.- Señala el manual que tiene entre sus manos.

Lo miro boquiabierta, asimilando su historia, pero entonces, la voz de Adri nos interrumpe:

-¡Se lo dije, señor! ¡Le dije que estaban aquí de charleta...!-Dice.

Le miro.

Está en la puerta del aposento, junto con Irina y Dani, el Emperador en medio, con un gesto muy serio en su rostro.

Tar susurra.

-El armario es una salida secreta que lleva a la cripta Córrelo y sal cuanto antes de aquí.-

Asiento y me dirijo al mueble renqueando, como puedo. Los zombis se dirigen a mi entre lamentos. Oigo sus gemidos cada vez más cerca y noto cómo el Emperador me tira del pelo atrayéndome hacia él. Me defiendo con las cuchillas, las hundo en su interior y cuando las saco, consigo arrastrarme hasta el armario, que corro como puedo, abriendo la puerta que hay tras él.


La cierro y me sumo en la oscuridad del pasadizo que se abre ante mí..

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