CAPÍTULO 9: SIGUE EL SUPLICIO
No sé cuanto tiempo ha pasado desde
que empezaron a torturarme. Cada día un morador tras otro. Ronda
diaria de moradores torturándome. Tar se encarga de establecer los
tiempos de duración por tortura y morador. Todo el día, toda la
noche, hasta que me dan una pequeña tregua sólo para deleitarse en
mi sufrimiento mientras me retuerzo de dolor. Mi cuerpo es un
guiñapo, y creo que mi alma está al borde de la muerte...Si no
fuera porque el privilegio que podría haber sido morir en esa
situación me ha sido negado: No puedo morir, y el dolor que se me
infringe con cada tormento permanece perenne en mi maltrecho cuerpo.
Mientras espero que comience un nuevo
día de torturas, recuerdo las palabras del inquisidor:
-Te condeno a volver a poseer la
vida para torturarte, día tras día y noche tras noche por todos los
moradores de éste Caserón....-
Sus palabras
rebotan en mi mente mientras me noto incapaz de moverme, paralizada
por el dolor de las heridas de todos éstos días de suplicio: los
moradores me han acuchillado, Tar me ha quemado parte del pelo, de
los brazos, de las piernas...Y me han vuelto a obligar a beber ese
puñetero ron que hace que todo lo que veo se vuelva fuego.
Lloriqueo, gimo y
me quejo mientras miro impotente a todos los moradores, todos
sonriendo ante mi patética imagen.
En ésto, Selman se
acerca a mi y me echo a temblar.
A excepción de
Tar, el vampiro ha sido quién más me ha torturado de todos los
moradores. Ha volcado en mi toda su saña.
Sonríe mientras se
sube a la mesa, colocándose a horcajadas sobre mi mientras dirige el
cuchillo a mí y me acaricia el pelo con el filo, bajándolo luego a
mi cuello y cortándome con él. Le miro. Esa sonrisa malévola sigue
en sus labios y de nuevo su mirada completamente oscura no me dice
nada mientras de las manos del vampiro crecen unas largas uñas que
dirige al lado izquierdo de mi cara, arañándolo con suavidad para
después aumentar de intensidad los zarpazos. Ahogo un grito mientras
araña ahora con mas fuerza mi mejilla y se desvía a mis labios.
Siento una vez más el sabor de mi sangre mientras Selman baja su
boca a mi mejilla izquierda y me muerde con saña, arrancándome un
trozo de pómulo. Grito, y mi voz suena rota. Mi garganta me duele
mientras Selman se acomoda más sobre mi, dándome la espalda y
sentándose sobre mi cuello. Me hace daño. No puedo respirar. Me
oprime cerrando las piernas alrededor de mi cuello, poniendo toda su
fuerza y peso sobre mi mientras le veo alzar el cuchillo y le escucho
decir:
-Tranquila, Cris.
Sólo quiero llegar hasta tu...corazón.-Rie con una carcajada
maléfica mientras me clava el cuchillo en el corazón y lanzo un
escalofriante grito.
Entonces, Sel me
clava más profundamente el arma hasta lograr dar con el tope de mi
corazón, que saca ensartado en el cuchillo.
El vampiro se baja
de la mesa y se acerca otra vez a mí, baja su boca al agujero en el
que estaba mi corazón y empieza a beber la sangre que brota.
Pero entonces, Tar
le detiene.
-Basta, Selman.-Le
dice.- Es mi turno.- dice sonriendo mientras ve cómo el vampiro se
aleja con los demás moradores y el inquisidor llega junto a mí.
-¡No!¡Alejate!-
Le digo mientras le veo venir sonriendo hasta mí.
No puedo mirarle.
El amarillo de sus ojos me aterroriza. Giro la cara para evitar
mirarle, pero él me coge la cara y me la vuelve a girar, obligándome
a mirarle a los ojos.
-¿Qué te pasa?
¿Es que no te gustan mis ojos?-Me pregunta haciendo un puchero.-Los
tengo así desde que llegué al Caserón, pero puedo tornarlos
castaños cuando no quiero aparentar ser malvado...-Sonríe.
-Me...me gustaban
más los castaños.-Digo yo intentando aplacarle, intentando retrasar
lo que sea que me va a hacer.
-Supongo que hay
gustos para todo...-Me dice con un deje de desprecio..
-¿¿¡¡Pero por
qué no me matas ya!!??-Le chillo enrabietada.
-Hoy vas a tener
suerte, sólo he venido a decirte que el Emperador quiere tener una
charlita contigo...-
Se abre la puerta y
aparece el Emperador, que hace un gesto al inquisidor para que salga
de la estancia...
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