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viernes, 13 de marzo de 2015

"Los Moradores" Capitulo 3

CAPITULO 3: SELMAN, EL VAMPIRO

Londres, diciembre de 1750

Las doce campanadas de medianoche del Big Ben no impidieron a Selman distraerse de la melodía que tocaba al piano mientras miraba embelesado la foto de su amada Linda.

Observó la firma que había en el retrato enmarcado “Para que nunca me olvides. Te amo. Linda” y los garabatos de su rúbrica mientras su cabeza daba vueltas pensando la manera de estar junto a ella a pesar de la oposición de sus familias.

A pesar de que ambos fueran de linaje aristocrático, la familia de ella veía al joven, “poca cosa para ella”, o eso le habían dicho después de la merienda formal que habían tenido en su morada, la vez que él le expresó al padre de ella sus sentimientos por la joven.

Tras decir la frase que hirió el alma de Selman, como si dieran los buenos días o las buenas noches, los progenitores de Linda abandonaron su mansión desoyendo las súplicas de su hija, a quién llevaron de muy mala manera con ellos, dejando plantados a Selman y a sus padres.

Él se quedó en casa, impotente, como lo estaba en ese momento: frente al piano, bebiendo para olvidar. cogió la botella de vino que había junto a la foto y dio un largo trago.                     .
Bien era verdad que después de eso los jóvenes habían estado viéndose a escondidas de los padres de uno y de otra, pero ella tenía miedo porque sospechaba que tarde o temprano se acabarían enterando, y de un tiempo a ésta parte, las escapadas para verse habían cesado. Por eso Linda le había entregado la foto a él, para que aunque no se vieran no la olvidara, cosa que era impensable para él, porque la amaba con toda su alma.

Miró la foto y contempló embobado los rizos color rojo fuego de la muchacha, sus ojos verdes, sus carnosos labios esbozando la sonrisa que tanto le gustaba y las ansias por verla de nuevo se multiplicaron. Pero en lugar de intentar verla, paró de tocar el piano y rompió a llorar.

Los rumores que le habían llegado no podían ser ciertos...No podía ser que la mujer a la que amaba se hallara postrada en una cama, consumida por la desidia, desganada. Y sólo él sabía por qué era, pero se negaba a creerlo.

Echó mano a la botella y bebió de nuevo un largo trago. Llevaba ya más de media botella, sin embargo el vino le abrasó la garganta y el joven hizo una mueca mientras reflexionaba.

Noble de alta cuna, Selman siempre había tenido todo lo que había deseado. Miró arriba: la gran lámpara de araña que iluminaba con luz de velas mostraba lo ostentoso de su vida; el brillante piano, los ornamentados muebles...Si subía a su cuarto podría ver la magnifica cama con dosel y cortinas de velo que reinaba en él, acorde con su estatus social...Lo tenía todo. Todo.

Y sin embargo sentía que no tenía nada. Su vida no valía una libra si no estaba ella.

Suspiró a la vez que creyó oir un aleteo en la ventana del  salón, y cuando miró vio abrirse el gran ventanal, por el que se coló una extraña niebla que no tardó en materializarse en un  hombre de porte alto, piel muy blanca, manos huesudas, raro pelo de rastas y ataviado con una gran túnica negra, sobre la que llevaba una capa del mismo color.
-Hola, Selman.- Saludó casi en un susurro que heló la sangre del joven, que luego rió, soliviantado por el alcohol.

Con la voz trabada por el efecto de la bebida, y una risita en su tono, dijo:

-Aún no es carnaval, ¿Sabéis? ¿Quién sois vos y de qué vais disfrazado? Y, ¿Cómo habéis hecho lo de la niebla? ¿Os gusta la magia?- Se carcajeó.

El recién llegado rió.

-Muchas cosas quieres saber tú, Selmitan...- Dijo mirándole.

El joven clavó sus ojos azul claro en los del extraño y cuando se percató del color rojizo de éstos, el miedo ganó a la embriaguez y dijo aterrado:

-¿Qué...qué queréis?-

El Amo del Viejo Caserón rió mientras miraba a Selman: aquel chico de clase alta destrozado por un mal de amores era justo lo que andaba buscando para hacer suyo. Su señor se lo había dejado claro: Habían de encontrar a alguien débil, frágil, que se dejara llevar con facilidad, y aquel muchacho parecía reunir todas y cada una de las cualidades, al menos en el momento en el que se hallaba. No dejó escapar la oportunidad y comenzó su arenga para convencerle mientras se sentaba junto a él en la banqueta frente al piano.

-Selman...Sé lo que añoras...Y no te merece la pena, porque también sé que eres un joven ambicioso, acostumbrado a tener todo cuanto deseas, por eso déjame decirte que no comprendo tu dolor...-Dijo acariciando suavemente los cabellos rubios del joven, que se apartó bruscamente y le miró enfadado.

-¡No oséis cuestionar como me siento!- Chilló clavando sus ojos en la foto de su amada.

El Amo del Caserón rió.

-Ella te lo impide, ¿Verdad?-Dijo con malicia.- Ay, el amor...Maldito sentimiento que nubla la razón de los mortales...-Dijo en un susurro, y luego volvió sus ojos al chico.- Sé que tú ansías mucho más de todo lo que tienes aquí, Selman. Lo deseas, y te lo mereces, y lo más grave es que lo sabes, pero erróneamente te dejas llevar por un sentimiento tan ínfimo como el amor.-

-¿De qué me estáis hablando?-Preguntó Selman, que ya empezaba a intrigarse.

-Te hablo de inmortalidad, joven. Te hablo de vivir eternamente. Aquí donde me ves, éste viejo alquimista ha  contemplado guerras que tú sólo conocerías en forma de historias, o quizá de leyendas....-Dijo haciendo que Selman se quedase boquiabierto.

-...Y no sólo te hablo.-Dijo el Amo sonriendo, a sabiendas de que casi había convencido a Selman, cuya mente estaba ya tentada.-Te ofrezco la posibilidad de ser inmortal.

Los ojos del joven se abrieron de par en par.

-¿Cómo?

-Sí, Selman. Si accedes a hacer lo que te diga podrás ser inmortal: no envejecerás ni un ápice. Y no morirás jamás.-
El joven sonrió mientras ponía sus ojos en los del Amo, instándole a que le dijera más, y para dejarlo claro, preguntó:

-¿Qué tendría que hacer?-

-Sólo un pequeño mordisco, nada más. Dolerá, pero la recompensa será más grande, te lo aseguro. Después beberás mi sangre y se abrirá la puerta a tu felicidad. Comenzarás una nueva vida lejos de aquí, Selman.

El joven miró dudoso la foto de Linda, sintiendo que ella era la barrera que se interponía entre él y su nuevo destino. No podía abandonarla.

-Selman, no te lo pienses. Comenzarás una nueva vida. Ella ya está sentenciada. Los rumores que han llegado a tus oídos son ciertos: tu Linda se halla sumida en una profunda depresión y está al borde de la muerte.-

-¡No!-Chilló él mientras se tiraba al suelo y comenzaba a llorar.-¡No!-

El Amo se inclinó a su lado y le acarició el pelo suavemente.
-Oh, no llores, Selman...Vamos, tú vales mucho más que tus lágrimas y que ese vulgar sentimiento del amor. Te juro que todo cambiará si te unes a mi...¿Qué me dices?- Preguntó mirándole.

Selman asintió temblando mientras miraba al Amo como suplicándole que diera el paso.

El hombre no tardó en hacerlo y echó a un lado la cabeza del joven mientras se relamía y bajaba su boca al cuello de Selman para clavar después sus colmillos en él, arrancándole un agónico grito de dolor mientras se desplomaba en el suelo, consumido por la terrible tortura de aquel mordisco.

El sudor perlaba su frente, y se sentía morir. Con los ojos entrecerrados y retorciéndose de dolor en el suelo, vio al extraño hombre ofrecerle su muñeca derecha.

-Bebe, Selman, bebe.-Le dijo acercándole el brazo a los labios.

El chico agarró el brazo con avidez, tentado por el olor de la sangre que corría por las venas del Amo y mordió con fuerza hasta hacer aflorar el líquido que él había empezado a desear sin saber por qué y mordió con fuerza hasta atravesar la piel, lo único que se interponía entre él y su objeto de deseo.

Cerró los ojos y saboreó el néctar que borboteaba del brazo del Amo, que gritó dolorido.

-¡Ahhhh!¡Para!- Aulló apartando su brazo de las fauces de Selman.

El joven lo miró confuso mientras se relamía, y vio como el Amo lamía su propia sangre de su brazo y le contemplaba sonriendo satisfecho.

-No queda ni rastro de aquel que fuiste en tu otra vida, Selman. Incluso tus ojos se han oscurecido, tiñéndose de un negro intenso, volviéndose tan oscuros como tú. Ahora sígueme e inicia tu nueva vida en mi Viejo Caserón...Sembrando el terror...-Rió.

El neófito suspiró y sin decir palabra, fue a una estantería, de la cual cogió su diario, tintero y pluma. Apoyado sobre el piano, escribió lo que sería el último párrafo que escribiría ahí:

”Lo único que lamento es dejar atrás a Linda. El resto se pueden ir todos al infierno, pero ella...Nadie sabe lo mucho que la quiero. Si hubiera alguna manera de llevármela conmigo...Pero no quiero exponerla a una vida llena de sangre y oscuridad. No. Ella es mi rayo de luz, y como rayo de luz vivirá. Se merece vivir, y sólo en la luz vivirá. Linda...Mi Linda. Por muchos siglos que viva jamás podré olvidarla.”

Derramó una lágrima que resultó ser de sangre sobre el papel y se guardó el diario tras la chaqueta, igual que la fotografía de su amada, la cual cogió para llevarse consigo.

El Amo no impidió que Sel cogiera esos dos objetos, porque eso era cosa de su señor: en el Caserón él decidiría qué hacer con el diario y la fotografía.

Cogió a Selman de la mano y se evaporaron, apareciendo en el Caserón, y una vez allí, él le enseñó a Selman su morada.
No estaba habitada por nadie, o al menos eso creía Selman, lo que no sabía es que el Amo había ocultado la presencia del inquisidor y el monje de arrepentidos a los ojos del vampiro, que se creía el primer morador de la casa, una casa en la que la sensación de frío e inquietud era perenne. Un frío que en otras circunstancias a Selman le hubiera resultado desagradable, no así entonces, ya convertido en vampiro.

El Amo le indicó que de ahora en adelante viviría en la cripta, y le permitió guardar su diario y la foto de  Linda sobre una repisa en dicha estancia...

Selman y el Amo desarrollaron el extraño vínculo de protección se desarrolla entre vampiro y víctima convertida, por el que Selman no podía dañar al Amo y viceversa.

Pero como a todos, a Selman también le llegó el momento de las torturas a manos del inquisidor, concretamente en el siglo XIX, cuando Tar regresara de poner en práctica sus poderes.

Y después de eso, el joven vampiro se dedicó a vaciar las venas de cualquier visitante que osara pisar su hogar: día tras día, año tras año, centuria tras centuria veía morir mortales ante sus ojos y ante los de sus hermanos, que empezaron a habitar el Caserón introducidos por el Amo para causar dolor y muerte en aquella casa maldita...

...Y aún hoy ese vampiro sigue clamando por la sangre de quienes se atreven a bajar a su cripta...



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