CAPITULO 3: SELMAN, EL VAMPIRO
Londres,
diciembre de 1750
Las
doce campanadas de medianoche del Big Ben no impidieron a Selman distraerse de
la melodía que tocaba al piano mientras miraba embelesado la foto de su amada Linda.
Observó
la firma que había en el retrato enmarcado “Para que nunca me olvides. Te
amo. Linda” y los garabatos de su rúbrica mientras su cabeza daba vueltas
pensando la manera de estar junto a ella a pesar de la oposición de sus
familias.
A
pesar de que ambos fueran de linaje aristocrático, la familia de ella veía al
joven, “poca cosa para ella”, o eso le habían dicho después de la merienda
formal que habían tenido en su morada, la vez que él le expresó al padre de
ella sus sentimientos por la joven.
Tras
decir la frase que hirió el alma de Selman, como si dieran los buenos días o
las buenas noches, los progenitores de Linda abandonaron su mansión desoyendo
las súplicas de su hija, a quién llevaron de muy mala manera con ellos, dejando
plantados a Selman y a sus padres.
Él se
quedó en casa, impotente, como lo estaba en ese momento: frente al piano,
bebiendo para olvidar. cogió la botella de vino que había junto a la foto y dio
un largo trago. .
Bien
era verdad que después de eso los jóvenes habían estado viéndose a escondidas
de los padres de uno y de otra, pero ella tenía miedo porque sospechaba que
tarde o temprano se acabarían enterando, y de un tiempo a ésta parte, las
escapadas para verse habían cesado. Por eso Linda le había entregado la foto a
él, para que aunque no se vieran no la olvidara, cosa que era impensable para
él, porque la amaba con toda su alma.
Miró
la foto y contempló embobado los rizos color rojo fuego de la muchacha, sus
ojos verdes, sus carnosos labios esbozando la sonrisa que tanto le gustaba y
las ansias por verla de nuevo se multiplicaron. Pero en lugar de intentar
verla, paró de tocar el piano y rompió a llorar.
Los
rumores que le habían llegado no podían ser ciertos...No podía ser que la mujer
a la que amaba se hallara postrada en una cama, consumida por la desidia,
desganada. Y sólo él sabía por qué era, pero se negaba a creerlo.
Echó
mano a la botella y bebió de nuevo un largo trago. Llevaba ya más de media
botella, sin embargo el vino le abrasó la garganta y el joven hizo una mueca
mientras reflexionaba.
Noble
de alta cuna, Selman siempre había tenido todo lo que había deseado. Miró
arriba: la gran lámpara de araña que iluminaba con luz de velas mostraba lo
ostentoso de su vida; el brillante piano, los ornamentados muebles...Si subía a
su cuarto podría ver la magnifica cama con dosel y cortinas de velo que reinaba
en él, acorde con su estatus social...Lo tenía todo. Todo.
Y sin
embargo sentía que no tenía nada. Su vida no valía una libra si no estaba ella.
Suspiró
a la vez que creyó oir un aleteo en la ventana del salón, y cuando miró vio abrirse el gran
ventanal, por el que se coló una extraña niebla que no tardó en materializarse
en un hombre de porte alto, piel muy
blanca, manos huesudas, raro pelo de rastas y ataviado con una gran túnica
negra, sobre la que llevaba una capa del mismo color.
-Hola,
Selman.- Saludó casi en un susurro que heló la sangre del joven, que luego rió,
soliviantado por el alcohol.
Con
la voz trabada por el efecto de la bebida, y una risita en su tono, dijo:
-Aún
no es carnaval, ¿Sabéis? ¿Quién sois vos y de qué vais disfrazado? Y, ¿Cómo
habéis hecho lo de la niebla? ¿Os gusta la magia?- Se carcajeó.
El
recién llegado rió.
-Muchas
cosas quieres saber tú, Selmitan...- Dijo mirándole.
El
joven clavó sus ojos azul claro en los del extraño y cuando se percató del
color rojizo de éstos, el miedo ganó a la embriaguez y dijo aterrado:
-¿Qué...qué
queréis?-
El
Amo del Viejo Caserón rió mientras miraba a Selman: aquel chico de clase alta destrozado
por un mal de amores era justo lo que andaba buscando para hacer suyo. Su señor
se lo había dejado claro: Habían de encontrar a alguien débil, frágil, que se
dejara llevar con facilidad, y aquel muchacho parecía reunir todas y cada una
de las cualidades, al menos en el momento en el que se hallaba. No dejó escapar
la oportunidad y comenzó su arenga para convencerle mientras se sentaba junto a
él en la banqueta frente al piano.
-Selman...Sé
lo que añoras...Y no te merece la pena, porque también sé que eres un joven
ambicioso, acostumbrado a tener todo cuanto deseas, por eso déjame decirte que
no comprendo tu dolor...-Dijo acariciando suavemente los cabellos rubios del
joven, que se apartó bruscamente y le miró enfadado.
-¡No
oséis cuestionar como me siento!- Chilló clavando sus ojos en la foto de su
amada.
El
Amo del Caserón rió.
-Ella
te lo impide, ¿Verdad?-Dijo con malicia.- Ay, el amor...Maldito sentimiento que
nubla la razón de los mortales...-Dijo en un susurro, y luego volvió sus ojos
al chico.- Sé que tú ansías mucho más de todo lo que tienes aquí, Selman. Lo
deseas, y te lo mereces, y lo más grave es que lo sabes, pero erróneamente te
dejas llevar por un sentimiento tan ínfimo como el amor.-
-¿De
qué me estáis hablando?-Preguntó Selman, que ya empezaba a intrigarse.
-Te
hablo de inmortalidad, joven. Te hablo de vivir eternamente. Aquí donde me ves,
éste viejo alquimista ha contemplado
guerras que tú sólo conocerías en forma de historias, o quizá de
leyendas....-Dijo haciendo que Selman se quedase boquiabierto.
-...Y
no sólo te hablo.-Dijo el Amo sonriendo, a sabiendas de que casi había
convencido a Selman, cuya mente estaba ya tentada.-Te ofrezco la posibilidad de
ser inmortal.
Los
ojos del joven se abrieron de par en par.
-¿Cómo?
-Sí,
Selman. Si accedes a hacer lo que te diga podrás ser inmortal: no envejecerás
ni un ápice. Y no morirás jamás.-
El
joven sonrió mientras ponía sus ojos en los del Amo, instándole a que le dijera
más, y para dejarlo claro, preguntó:
-¿Qué
tendría que hacer?-
-Sólo
un pequeño mordisco, nada más. Dolerá, pero la recompensa será más grande, te
lo aseguro. Después beberás mi sangre y se abrirá la puerta a tu felicidad.
Comenzarás una nueva vida lejos de aquí, Selman.
El
joven miró dudoso la foto de Linda, sintiendo que ella era la barrera que se
interponía entre él y su nuevo destino. No podía abandonarla.
-Selman,
no te lo pienses. Comenzarás una nueva vida. Ella ya está sentenciada. Los
rumores que han llegado a tus oídos son ciertos: tu Linda se halla sumida en
una profunda depresión y está al borde de la muerte.-
-¡No!-Chilló
él mientras se tiraba al suelo y comenzaba a llorar.-¡No!-
El
Amo se inclinó a su lado y le acarició el pelo suavemente.
-Oh,
no llores, Selman...Vamos, tú vales mucho más que tus lágrimas y que ese vulgar
sentimiento del amor. Te juro que todo cambiará si te unes a mi...¿Qué me
dices?- Preguntó mirándole.
Selman
asintió temblando mientras miraba al Amo como suplicándole que diera el paso.
El
hombre no tardó en hacerlo y echó a un lado la cabeza del joven mientras se
relamía y bajaba su boca al cuello de Selman para clavar después sus colmillos
en él, arrancándole un agónico grito de dolor mientras se desplomaba en el
suelo, consumido por la terrible tortura de aquel mordisco.
El
sudor perlaba su frente, y se sentía morir. Con los ojos entrecerrados y
retorciéndose de dolor en el suelo, vio al extraño hombre ofrecerle su muñeca
derecha.
-Bebe,
Selman, bebe.-Le dijo acercándole el brazo a los labios.
El
chico agarró el brazo con avidez, tentado por el olor de la sangre que corría
por las venas del Amo y mordió con fuerza hasta hacer aflorar el líquido que él
había empezado a desear sin saber por qué y mordió con fuerza hasta atravesar
la piel, lo único que se interponía entre él y su objeto de deseo.
Cerró
los ojos y saboreó el néctar que borboteaba del brazo del Amo, que gritó
dolorido.
-¡Ahhhh!¡Para!-
Aulló apartando su brazo de las fauces de Selman.
El
joven lo miró confuso mientras se relamía, y vio como el Amo lamía su propia
sangre de su brazo y le contemplaba sonriendo satisfecho.
-No
queda ni rastro de aquel que fuiste en tu otra vida, Selman. Incluso tus ojos
se han oscurecido, tiñéndose de un negro intenso, volviéndose tan oscuros como
tú. Ahora sígueme e inicia tu nueva vida en mi Viejo Caserón...Sembrando el
terror...-Rió.
El
neófito suspiró y sin decir palabra, fue a una estantería, de la cual cogió su
diario, tintero y pluma. Apoyado sobre el piano, escribió lo que sería el
último párrafo que escribiría ahí:
”Lo
único que lamento es dejar atrás a Linda. El resto se pueden ir todos al
infierno, pero ella...Nadie sabe lo mucho que la quiero. Si hubiera alguna
manera de llevármela conmigo...Pero no quiero exponerla a una vida llena de
sangre y oscuridad. No. Ella es mi rayo de luz, y como rayo de luz vivirá. Se
merece vivir, y sólo en la luz vivirá. Linda...Mi Linda. Por muchos siglos que
viva jamás podré olvidarla.”
Derramó
una lágrima que resultó ser de sangre sobre el papel y se guardó el diario tras
la chaqueta, igual que la fotografía de su amada, la cual cogió para llevarse
consigo.
El
Amo no impidió que Sel cogiera esos dos objetos, porque eso era cosa de su
señor: en el Caserón él decidiría qué hacer con el diario y la fotografía.
Cogió
a Selman de la mano y se evaporaron, apareciendo en el Caserón, y una vez allí,
él le enseñó a Selman su morada.
No
estaba habitada por nadie, o al menos eso creía Selman, lo que no sabía es que
el Amo había ocultado la presencia del inquisidor y el monje de arrepentidos a
los ojos del vampiro, que se creía el primer morador de la casa, una casa en la
que la sensación de frío e inquietud era perenne. Un frío que en otras
circunstancias a Selman le hubiera resultado desagradable, no así entonces, ya
convertido en vampiro.
El Amo
le indicó que de ahora en adelante viviría en la cripta, y le permitió guardar
su diario y la foto de Linda sobre una
repisa en dicha estancia...
Selman
y el Amo desarrollaron el extraño vínculo de protección se desarrolla entre
vampiro y víctima convertida, por el que Selman no podía dañar al Amo y
viceversa.
Pero
como a todos, a Selman también le llegó el momento de las torturas a manos del
inquisidor, concretamente en el siglo XIX, cuando Tar regresara de poner en
práctica sus poderes.
Y
después de eso, el joven vampiro se dedicó a vaciar las venas de cualquier
visitante que osara pisar su hogar: día tras día, año tras año, centuria tras
centuria veía morir mortales ante sus ojos y ante los de sus hermanos, que
empezaron a habitar el Caserón introducidos por el Amo para causar dolor y
muerte en aquella casa maldita...
...Y aún hoy ese vampiro sigue clamando por la sangre de
quienes se atreven a bajar a su cripta...
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