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lunes, 16 de marzo de 2015

"Los Moradores" capitulo 6

CAPITULO 6: JASON, EL HABITANTE DE LA MORGUE 

Campamento Crystal Lake, agosto de 1980.

 Ellos habían tenido la culpa de la muerte de su madre, e incluso de la suya propia.

Por eso decidió volver: para vengarse.

Sumergido en el agua del lago, en sueños solía ver a aquellos campistas una y otra vez: primero veía a los chicos que se burlaban de él, a los dos monitores que no le ayudaron cuando cayó al lago, y luego acababa viendo el rostro de la chica que decapitó a su madre sin ningún tipo de compasión.

Pero hacía tiempo que ya no veía nada en la realidad, porque su realidad se limitaba al fondo del lago donde perdió la vida.

La sangre helada de las venas de Jason comenzó a caldearse al oír voces desde la superficie del agua, fuera.

De nuevo risas, juegos. Al parecer los vengativos crímenes de su madre no habían sido motivos suficientes para que el campamento cerrara definitivamente y habían decidido abrirlo de nuevo.

Gritó mientras en sus oídos retumbaban las risas, y en su mente veía los últimos instantes de su vida una y otra vez: la multitud de campistas persiguiéndole, sus risas sonando tras él, los monitores ajenos a todo....

Y como en una visión vio la cabeza de su madre en manos de aquella chica...Y después de aquello solo vio agua: el agua del lago que después de aquello fue su hogar.

A la vez que veía el pasado en su mente y escuchaba las vocesde los nuevos campistas en el exterior, su garganta profirió un descomunal grito mientras se impulsaba y emergía del oscuro lago Crystal.

A partir de aquella noche de viernes 13, Jason Vorhees se encargaría de mermar el censo de aquel campamento vengando la muerte de su madre con creces.

 Y tal fue el horror que causó que el Amo del Viejo Caserón quiso contar con él como morador de la casa.

Escondido tras un árbol, Jason confundió la silueta de Malevus con la de un campista que rondara el bosque a esas horas.

Como solía hacer, salió de detrás del árbol machete en mano corriendo tras su víctima, pero entonces, Malevus se dio la vuelta y no se movió, haciendo que al acercarse, Jason frenara en seco su carrera, extrañado.

Malevus sonrió. Jason alzó su machete dispuesto a dar muerte al desconocido de negras y extrañas ropas, cara huesuda y pelo blanco de rastas que había aparecido ante él.

-No lo vas a hacer, Jason.- Dijo él.- No lo vas a hacer y te diré por qué: porque te voy a llevar a un sitio donde podrás hacerlo a diario.-

El asesino le miró extrañado, sin decir palabra.

.-Sí, Jason. Puedo llevarte a un lugar en el que lleves a cabo tu venganza eternamente.

Imagínate: litros de sangre en tus manos a diario para calmar ese ansia de resarcirte del mal que te hicieron.- Dijo Malevus sonriendo.

Jason dibujó una sonrisa bajo su máscara de hockey, y por toda respuesta echó a correr a través del bosque y atravesó con su machete a una pareja de campistas a quienes luego decapitó, para volver junto a Malevus portando sus cabezas.

 El enmascarado arrojó las cabezas a los pies de Malevus y clavó el machete en el suelo, alzando los ojos al Amo y asintiendo con la cabeza.

-Vamos, Jason.- Sonrió Malevus tendiéndole la huesuda mano y evaporándose cuando el asesino la cogió.

 Ya en el Viejo Caserón, Jason, como todos los demás sufrió las torturas del inquisidor para saber a qué se tendría que atener si abandonaba el oscuro redil del Caserón.

 Y una vez pasado el tormento, se le asignó un lugar para recibir a los visitantes: la morgue, una estancia donde reinaba la sangre, los miembros y vísceras humanas, ya fuera en mesas o guardadas en una nevera.

Al ver la sala, Jason sonrió y olfateó el aroma que flotaba: olor a carne humana, a sangre fresca, a vísceras... Desde aquel instante, el asesino empezó a desarrollar una enfermiza pasión por la carne humana, y en cuanto Malevus le entregó una motosierra como su nueva arma, supo cómo sacarle partido a ese trastorno casi caníbal que acababa deaflorar en él.

Y desde aquel momento, Jason pasa los días en la morgue, rodeado de carne putrefacta, esperando a que los incautos visitantes que hayan podido soportar todos los tormentos de la casa avancen hacia su sala.

-¡Vamos!¡Venid a morir!- Les dice haciéndose oír entre el rugido de su motosierra a los visitantes que osan entrar en su carnicería...

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