CAPITULO 16: EL QUIRÓFANO DE LOS HORRORES
El doctor Espiral
me levanta y, ayudado por Ymir me tumba en una mesa. Está fría.
Tiemblo y noto el dolor que el frío que la superficie helada me
produce sobre las puñaladas de la espalda. Ahogo un grito de dolor.
Miro arriba. Un gran foco, parecido al de los quirófanos me ilumina.
Paso mi vista por la sala entera y me doy cuenta de que es una sala
de operaciones por el gran material quirúrgico que está en la
mesita de al lado de la mesa en la que estoy yo: bisturís, tijeras,
hilo, agujas...
Mientras observo
dónde estoy, apenas me percato de que Ymir y Espiral me han atado de
pies y manos a la mesa de operaciones y ya me es imposible moverme.
Oigo abrirse la
puerta de la sala. Veo que ha entrado la taquillera y ha salido
Ymir.
-¿Cómo va todo
por ahí fuera, Sara?-Oigo que le pregunta Tar, el inquisidor.
-El enterrador
espera órdenes para empezar con el primer grupo de
visitantes.-Contesta ella.
El Emperador le
dice:
-Sal y dile que
vaya dándoles la bienvenida.-Ríe.
Veo a Sara asentir,
darse la vuelta y pararse en seco, relamerse y acercarse muy
lentamente a mi hasta situarse a mi lado. Sus ojos se clavan en los
míos mientras se relame. De su boca cae baba que va a parar a mi
estómago mientras se va inclinando, abriendo la boca, y entonces,
Tar llega hasta ella.
-No, Sara.- Dice
con voz fría.
-Por favor, solo un
mordisquito...-Suplica ella.
Tar enciende su
Zippo y se acerca a la taquillera poco a poco, en actitud
amenazadora. Mientras ella retrocede asintiendo lentamente,
Sara se da la
vuelta y se aleja de mi, intimidada. Entonces, veo que el inquisidor
la muestra su mechero encendido en actitud amenazante, haciendo que
ella retroceda temerosa y se gire para marcharse.
-La probarás
cuando llegue tu turno. Y ahora, cumple con tu deber y da la orden al
enterrador para que empiecen a entrar visitantes- Dice Tar
despóticamente, dándole la espalda a la taquillera y avanzando
hacia mi mientras Sara abandona la habitación
Le veo mirar al
doctor Espiral, que ahora está acompañado de Segismundo, los dos en
una esquina, y hacerles una seña para que se acerquen donde estoy
yo.
Los veo mirarme y
relamerse. A Segismundo ya se le cae la baba y se apresura a
limpiársela, mientras que el doctor intenta que su paciente se
tranquilice siseándole y diciéndole que se sosiegue, que espere a
que Tar o el Emperador les digan cuándo pueden empezar.
-Señor, ¿Tengo
permiso para que éstos se diviertan?-Pregunta muy educado Tar, con
los humos ya bajados y arrastrándose verbalmente ante el Emperador.
-Inquisidor, tienes
mi permiso desde el momento en que sentenciaste el castigo que
Cristina merece.-Proclama.-Y además, esa idea tuya de que sea
castigada a la vista de los visitantes me parece...morbosa.-Dice con
una risita mientras abandona la sala y se dirige a la biblioteca a
recibir a los visitantes en el momento justo en el que suenan los
tres aldabonazos en la puerta del Caserón.
Tar sonríe y
asiente, haciéndoles un gesto al doctor y a su paciente para que
comiencen con su labor de tortura.
Veo que ambos se
acercan a mi y gimoteo. Intento moverme con la esperanza de
liberarme, pero es en vano.
Una sonrisa macabra
se dibuja en la cara de Espiral, que se acerca bisturí en mano,
seguido de su paciente Segismundo, al que parece haberle dado un
brote de hiperactividad, pues no para quieto.
-¡¿Qué la vamos
a hacer, doctor?!¡¿La vamos a hacer sangre?!-Dice entre risas
histéricas.
-Shh. Tranquilo,
Segismundo. No te pongas nervioso.-Le dice Espiral mientras estudia
mi anatomía con interés, sosteniendo el bisturí.
Oigo gritos lejanos
que se van acercando cada vez más. Espiral me sonríe.
-Ya vienen, Cris.
Siéntete afortunada. Vas a inaugurar la nueva sala tras la reforma
de cada año. La hemos llamado “El Quirófano de los Horrores”-Dice
con una risita.- Lo que me falta es la anestesia...¡Qué cabeza
tengo!-Ríe.
Grito todo lo que
me permiten mis pulmones y dejo que toda mi rabia salga al exterior
mientras pataleo intentando liberarme. Mi grito de rabia se convierte
en aullido de dolor cuando siento la incisión que Espiral me hace en
el estómago, abriéndome la herida y metiendo su mano.
Chillo más al
notar el dolor que me provoca la mano de Espiral al hurgar dentro y
que, una vez que me ha sacado lo que parecen ser los intestinos, se
acrecienta más.
-A Jason le sobra
sal en el matadero y he pensado que a lo mejor poner un poquito en
mi mano sería divertido...-Ríe el doctor.
Aúllo mientras
oigo los gritos de sorpresa de los visitantes y los aplausos de
Segismundo.
-Trae las tripas,
doctor.-Dice.- Seguro que a algún visitante le quedan bien de
bufanda.
El dolor es
insufrible, noto como sangre mezclada conn bilis sube a mi boca y no
hago nada por impedir que salga mientras escucho al visitante al que
Segis acaba de ponerle mis intestinos alrededor del cuello.
-¡Arg! ¡Qué
asco!¡Pero parece real!-Ríe el visitante enrollándose mi intestino
más sobre su cuello.
-No, trae.-Dice
Segis.-Dámelo ya.-
-No.-Se niega el
visitante riendo.-¡Me lo quedo!¡Es la leche!¡Parece de verdad!-
En ese momento
aparece el inquisidor, que lo contempla todo desde una esquina y le
dice al visitante con voz fría y seria:
-Fuera del Caserón-
Él se ríe.
-Me estás
vacilando, ¿No?-
-Fuera del Caserón
he dicho.- Dice remarcando las palabras, serio, mientras coge al visitante de la camiseta y, casi a empujones se lo lleva fuera de la sala.
Mientras tanto, el
doctor sigue hurgando en el agujero de mis tripas y saca el estómago
mientras me dice refiriéndose al visitante al que Tar se ha llevado:
-Ése ya no vuelve,
te lo aseguro...-
Oigo un grito y
hago mi horrible deducción: le han matado.
El doctor me mete
la mano en el hueco del estómago, la saca ensangrentada y lame la
sangre.
Veo que Segismundo
ha inflado mi estómago como si fuera un globo y le da patadas como a
un balón de fútbol.
-¡Toma, doctor!- Coge la “pelota” y la lanza al aire. Espiral la atrapa y se la
vuelve a pasar a Segis, que la coge y la da dos botes contra el
suelo.
El sudor frío
perla mi frente mientras empiezo a tiritar, y siento otra bocanada de
sangre y bilis ascender a mi boca. Espiral me mira y se dirige a los
visitantes con voz gutural y atemorizante mientras suelta risotadas
histéricas:
-¡Vamos!¡Se ha
acabado el espectáculo!¡Seguid caminando!¡Venga!- Los dice
blandiendo el cuchillo, amenazándoles.
-¡Se ha acabado el
espectáculo!¡Fuera!-Ríe Segismundo.
Cuando se han ido,
Espiral viene a mí y me toca la frente.
-Creo que deberías
descansar, Cris. Voy a coserte las heridas y te llevaré donde puedas
descansar, ¿Vale?- Mira de reojo al inquisidor, pero no consigo ver
la reacción de éste.
Siento de nuevo
cómo Espiral me cose las heridas con veloces puntadas que otra vez
me hacen gritar. Mi voz suena más afónica cada vez, más rota, más
rendida. Como mi mente, que ya empieza a plantearse si no sería
mejor sucumbir al lado oscuro...O a la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario