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viernes, 13 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 16

CAPITULO 16: EL QUIRÓFANO DE LOS HORRORES

El doctor Espiral me levanta y, ayudado por Ymir me tumba en una mesa. Está fría. Tiemblo y noto el dolor que el frío que la superficie helada me produce sobre las puñaladas de la espalda. Ahogo un grito de dolor. Miro arriba. Un gran foco, parecido al de los quirófanos me ilumina. Paso mi vista por la sala entera y me doy cuenta de que es una sala de operaciones por el gran material quirúrgico que está en la mesita de al lado de la mesa en la que estoy yo: bisturís, tijeras, hilo, agujas...

Mientras observo dónde estoy, apenas me percato de que Ymir y Espiral me han atado de pies y manos a la mesa de operaciones y ya me es imposible moverme.

Oigo abrirse la puerta de la sala. Veo que ha entrado la taquillera y ha salido Ymir.

-¿Cómo va todo por ahí fuera, Sara?-Oigo que le pregunta Tar, el inquisidor.

-El enterrador espera órdenes para empezar con el primer grupo de visitantes.-Contesta ella.

El Emperador le dice:

-Sal y dile que vaya dándoles la bienvenida.-Ríe.

Veo a Sara asentir, darse la vuelta y pararse en seco, relamerse y acercarse muy lentamente a mi hasta situarse a mi lado. Sus ojos se clavan en los míos mientras se relame. De su boca cae baba que va a parar a mi estómago mientras se va inclinando, abriendo la boca, y entonces, Tar llega hasta ella.

-No, Sara.- Dice con voz fría.

-Por favor, solo un mordisquito...-Suplica ella.

Tar enciende su Zippo y se acerca a la taquillera poco a poco, en actitud amenazadora. Mientras ella retrocede asintiendo lentamente,

Sara se da la vuelta y se aleja de mi, intimidada. Entonces, veo que el inquisidor la muestra su mechero encendido en actitud amenazante, haciendo que ella retroceda temerosa y se gire para marcharse.

-La probarás cuando llegue tu turno. Y ahora, cumple con tu deber y da la orden al enterrador para que empiecen a entrar visitantes- Dice Tar despóticamente, dándole la espalda a la taquillera y avanzando hacia mi mientras Sara abandona la habitación

Le veo mirar al doctor Espiral, que ahora está acompañado de Segismundo, los dos en una esquina, y hacerles una seña para que se acerquen donde estoy yo.

Los veo mirarme y relamerse. A Segismundo ya se le cae la baba y se apresura a limpiársela, mientras que el doctor intenta que su paciente se tranquilice siseándole y diciéndole que se sosiegue, que espere a que Tar o el Emperador les digan cuándo pueden empezar.

-Señor, ¿Tengo permiso para que éstos se diviertan?-Pregunta muy educado Tar, con los humos ya bajados y arrastrándose verbalmente ante el Emperador.


-Inquisidor, tienes mi permiso desde el momento en que sentenciaste el castigo que Cristina merece.-Proclama.-Y además, esa idea tuya de que sea castigada a la vista de los visitantes me parece...morbosa.-Dice con una risita mientras abandona la sala y se dirige a la biblioteca a recibir a los visitantes en el momento justo en el que suenan los tres aldabonazos en la puerta del Caserón.

Tar sonríe y asiente, haciéndoles un gesto al doctor y a su paciente para que comiencen con su labor de tortura.

Veo que ambos se acercan a mi y gimoteo. Intento moverme con la esperanza de liberarme, pero es en vano.

Una sonrisa macabra se dibuja en la cara de Espiral, que se acerca bisturí en mano, seguido de su paciente Segismundo, al que parece haberle dado un brote de hiperactividad, pues no para quieto.

-¡¿Qué la vamos a hacer, doctor?!¡¿La vamos a hacer sangre?!-Dice entre risas histéricas.

-Shh. Tranquilo, Segismundo. No te pongas nervioso.-Le dice Espiral mientras estudia mi anatomía con interés, sosteniendo el bisturí.

Oigo gritos lejanos que se van acercando cada vez más. Espiral me sonríe.

-Ya vienen, Cris. Siéntete afortunada. Vas a inaugurar la nueva sala tras la reforma de cada año. La hemos llamado “El Quirófano de los Horrores”-Dice con una risita.- Lo que me falta es la anestesia...¡Qué cabeza tengo!-Ríe.

Grito todo lo que me permiten mis pulmones y dejo que toda mi rabia salga al exterior mientras pataleo intentando liberarme. Mi grito de rabia se convierte en aullido de dolor cuando siento la incisión que Espiral me hace en el estómago, abriéndome la herida y metiendo su mano.

Chillo más al notar el dolor que me provoca la mano de Espiral al hurgar dentro y que, una vez que me ha sacado lo que parecen ser los intestinos, se acrecienta más.

-A Jason le sobra sal en el matadero y he pensado que a lo mejor poner un poquito en mi mano sería divertido...-Ríe el doctor.

Aúllo mientras oigo los gritos de sorpresa de los visitantes y los aplausos de Segismundo.

-Trae las tripas, doctor.-Dice.- Seguro que a algún visitante le quedan bien de bufanda.

El dolor es insufrible, noto como sangre mezclada conn bilis sube a mi boca y no hago nada por impedir que salga mientras escucho al visitante al que Segis acaba de ponerle mis intestinos alrededor del cuello.

-¡Arg! ¡Qué asco!¡Pero parece real!-Ríe el visitante enrollándose mi intestino más sobre su cuello.

-No, trae.-Dice Segis.-Dámelo ya.-

-No.-Se niega el visitante riendo.-¡Me lo quedo!¡Es la leche!¡Parece de verdad!-

En ese momento aparece el inquisidor, que lo contempla todo desde una esquina y le dice al visitante con voz fría y seria:

-Fuera del Caserón-

Él se ríe.

-Me estás vacilando, ¿No?-

-Fuera del Caserón he dicho.- Dice remarcando las palabras, serio, mientras coge al visitante de la camiseta y, casi a empujones se lo lleva fuera de la sala.

Mientras tanto, el doctor sigue hurgando en el agujero de mis tripas y saca el estómago mientras me dice refiriéndose al visitante al que Tar se ha llevado:

-Ése ya no vuelve, te lo aseguro...-

Oigo un grito y hago mi horrible deducción: le han matado.

El doctor me mete la mano en el hueco del estómago, la saca ensangrentada y lame la sangre.

Veo que Segismundo ha inflado mi estómago como si fuera un globo y le da patadas como a un balón de fútbol.

-¡Toma, doctor!- Coge la “pelota” y la lanza al aire. Espiral la atrapa y se la vuelve a pasar a Segis, que la coge y la da dos botes contra el suelo.

El sudor frío perla mi frente mientras empiezo a tiritar, y siento otra bocanada de sangre y bilis ascender a mi boca. Espiral me mira y se dirige a los visitantes con voz gutural y atemorizante mientras suelta risotadas histéricas:

-¡Vamos!¡Se ha acabado el espectáculo!¡Seguid caminando!¡Venga!- Los dice blandiendo el cuchillo, amenazándoles.

-¡Se ha acabado el espectáculo!¡Fuera!-Ríe Segismundo.

Cuando se han ido, Espiral viene a mí y me toca la frente.

-Creo que deberías descansar, Cris. Voy a coserte las heridas y te llevaré donde puedas descansar, ¿Vale?- Mira de reojo al inquisidor, pero no consigo ver la reacción de éste.


Siento de nuevo cómo Espiral me cose las heridas con veloces puntadas que otra vez me hacen gritar. Mi voz suena más afónica cada vez, más rota, más rendida. Como mi mente, que ya empieza a plantearse si no sería mejor sucumbir al lado oscuro...O a la muerte.

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