CAPITULO
18: HUMILLACIÓN
Oigo
abrirse la puerta con un chirrido, y escucho los siseos y susurros de
los visitantes.
Un
chico ríe.
-Shh,
¡calláte, tío, jo!-Oigo decir a una chica al joven de la risa.- Y
échate para delante que no veo nada.
-Está
ahí, ¿Le ves?-Dice el chico señalando al Emperador mientras siguen
avanzando.
-Frente
a la escalera.-Ordena el Emperador.
Yo
permanezco a su lado, y empiezo a escuchar su discurso. Habla
calmado, pausado, seguro de cada palabra que sale de su boca.
-Vosotros...Que
habéis decidido entrar aquí, a la morada del miedo, perturbando la
paz de los seres que en éste Caserón habitan...Agarraos fuerte.
Pase lo que pase aquí dentro no os separéis u os podría costar muy
pero que muy caro...Esto no es ningún juego, os lo aseguro.-Ríe.
Estoy
quieta a su lado. Algo me impide moverme Intento hablar, pero no
puedo. Una fuerza invisible me oprime la boca, impidiéndome casi
respirar. Y entonces, oigo la voz de un chica.
-Yo...yo
me voy de aquí...-
-¿Ya
te vas?-Le pregunta el Emperador divertido.- ¡Pero si no hemos
empezado!- En fin...Cierra la puerta cuando salgas...-Dice suspirando
resignado viéndola marchar sin mirar atrás.
-¡Te
he dicho que cierres la puerta cuando salgas!-Brama haciendo que la
chica retroceda y cierre la puerta tras ella.
Acto
seguido el Emperador recorre la biblioteca con la vista.
-Bueno...Pues
ya estamos todos...-Sonríe y me mira.- ¿No os he presentado a mi
pequeña hija Cris, verdad?-Ríe señalándome.
Todo
el grupo de visitantes se queda quieto mirando, intrigado, esperando
la actuación de ese gran actor que ellos creen que tienen ante sí.
-Bueno,
no es mi hija, pero como si lo fuera. Llegó aquí como vosotros, y
murió.-Ríe.- Bueno, la matamos...Le resultaba bastante dificil
adaptarse a la vida de moradora y decidí castigarla hasta conseguir
su transformación completa. Y aún le quedan unas cuantas pruebas
que superar, ¿Verdad, pequeña?- Me sonríe.
Noto
una lágrima correr por mi mejilla mientras él se acerca a mí.
-¿Quieres
decirles algo, Cris?-Me dice sonriendo al ver que intento abrir la
boca para hablar y no puedo.
Él
chasquea los dedos y la opresión de mi boca desaparece, pudiendo
decir en un susurro, rota de dolor:
-Por
favor...Sacadme de aquí...Ayudadme...-
Todos
se quedan mirando cómo el Emperador levanta su brazo y me hace salir
volando hasta empotrarme contra la pared para luego caer al suelo.
No
tengo fuerzas para levantarme. Me quejo de dolor mientras siento cómo
me alzo y vuelo a través de la sala, dirigida por el brazo alzado
del Emperador.
Los
visitantes se quedan mirando, absortos. Oigo que dicen:
-¡Que
bueno!¿Dónde estarán los hilos, que no se ven?-
El
Emperador se carcajea y yo grito desesperada:
-¡No
hay hilos!¡Me están matando!¡Ayudadme, por favor!-Lloro mientras
siento que me estampo contra la pared de nuevo y vienen volando hacia
mi varias dagas que se hunden en mi cuerpo.
Chillo
con toda mi alma mientras una gran espada atraviesa mi estómago me
clava a la pared. Echo una bocanada de sangre por la boca mientras
los visitantes siguen mirando, anonadados.
-Parece
de verdad...-Oigo que dice uno.- Y ese agujero en el pecho...-Dice
señalando el boquete donde antes estaba mi corazón.- ¡Qué logrado
está!-
Lloro
de rabia e impotencia, agitándome con la esperanza de liberarme,
pero sólo consigo aumentar mi dolor y que las espadas penetren más
en mi.
De
repente, paro de chillar y noto cómo involuntariamente mis labios se
mueven y articulan con una sonrisa maliciosa y una atemorizante y
gutural voz:
-¡Largaos
de aquí si no queréis morir!- Me carcajeo sin quererlo, y oigo la
voz del Emperador en mi mente.
-Control
mental, querida. ¿A que se me da bien?.-Ríe.
Los
visitantes aceleran el paso, pero con un movimiento de mano, el
Emperador corre la cortina que da a la siguiente sala e impide salir
de la biblioteca a los visitantes.
-¿Tan
pronto os vais?-Ríe y niega con la cabeza.- No, no, no...Habéis
pagado por entrar aquí. ¿Qué os pensábais?¿Qué sería una
visita breve a la biblioteca?-Ríe.- Me parece que hoy no...Sobre
todo si Cris nos honra con su presencia.- Me mira riendo.
Empiezo
a tiritar y a sentir frío. Intento abrazarme, pero no puedo. Grito
de impotencia. Goterones de sudor helado caen por mi rostro. El
Emperador se acerca a mi y me susurra:
-¿Tienes
frío? ¿Quieres calentarte?-Sonríe mientras alza la mano y hace que
una llamarada aparezca delante de mi. El fuego ni siquiera me roza,
pero su sola presencia es lo bastante para desatar mi histeria.
Chillo, grito y me revuelvo, clavándome más las dagas y las
espadas, pero apenas tengo fuerzas ya...
-¿Qué
te pasa, pequeña?-Me pregunta.
Agacho
la cabeza, suspirando hastiada.
Oigo
la risita del Emperador mientras siento como el calor del fuego
desaparece y noto que de nuevo vuelo con fuerza hasta rebotar en la
pared, dirigida por la mano del Emperador, que me estampa contra la
pared de enfrente y de nuevo con la otra. Una y otra vez, de pared en
pared, hasta que se cansa y me hace caer a sus pies, incapaz de
moverme.
Alzo
la cabeza y le miro como puedo. Me sonríe burlón y les dice a los
visitantes:
-¿Veis?
A pesar de todo no se rinde, pero tarde o temprano lo hará, ya
veréis...Y se unirá a nosotros...¿Y quién sabe si algún día
volvéis y es ella la que os da vuestro merecido?-Le veo sonreir.
Los
visitantes permanecen callados.
-Pero
de momento ésto sólo son sueños, porque ésta pequeña aún tiene
mucho que aprender, que sangrar, y que gritar...Hasta que al fin
ceda...Y más te vale hacerlo rápido. Mi paciencia no es eterna.-Me
dice dándome una patada.
Ahogo
un gritito e intento abrazar mi estómago, pero el dolor no me lo
permite.
Escucho
decir a algunos visitantes:
-Venga,
vamos, tira para delante, corre, que tengo miedo!¡Si empiezan así,
imagínate dentro qué habrá!-
Deduzco
que el Emperador ha corrido la cortina de la puerta y los visitantes
van a la otra sala.
-¡Ah!-Oigo
decir al Emperador.- No intentéis hacer esto en casa, chicos!
¡Recordad que somos actores profesionales!-Se ríe y me guiña el
ojo.
Niego
con la cabeza, muerta de dolor.
Vuelvo
a estar a solas con el Emperador.
Y
no puedo más: mi resistencia física es casi nula. Si no he muerto
ya es porque el Emperador no quiere, porque quiere verme sufrir; mi
aguante mental tampoco es brillante. A la desesperada, susurro:
-Me...me
rindo.-
El
Emperador se inclina hasta donde estoy y finge no oirme:
-¿Qué
has dicho?-Me pregunta.
-Que
me..que me rindo.-Digo casi sin fuerza expulsando una bocanada de
sangre por la boca.
-Como
lo sabía, Cris...-Dice riendo. Y luego suspira.
-Ay...Pero
me temo que no puedes rendirte ahora. Si me lo hubieras dicho antes,
tal vez...-Vuelve a suspirar.- ¿No querrás dejar a medias al
inquisidor con tu castigo? ¿No? Y además, aún quedan
moradores...los zombis, Regan, Sara, Jason. Y Selman....Ay
Selmitan...¡Qué ganas te tiene, Cris! Se muere por volver a beber
contigo...-Dice riendo.- Aún le queda ron...
Sigue
sonriendo.
-Así
que, no. No puedo dejar al resto de mis chicos sin el regalo que les
prometí...Además, Tar debe acabar lo que ha empezado, te lo vuelvo
a repetir.-
-Anda,
sé buena y quédate ahí. Pronto alguien vendrá a buscarte y te
llevará con Espiral para que vuelva a recomponerte, o por lo menos
intentarlo.-
Lloro.
-¿Qué
te pasa? ¿Te duele?-Dice con sorna.- Aguanta. Sólo te queda por
pasar por las manos de...Siete moradores. ¡Y los Movie Maniacs, que
se me olvidaban!¡Y Tar, por supuestísimo!-Ríe mientras abandona la
biblioteca y yo me quedo esperando a que alguien venga a recoger los
restos de mi endeble ser e intente recomponerlos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario