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viernes, 27 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 23

CAPITULO 23: TORTURA EN EL EXTERIOR


Tar me ha llevado de nuevo al Caserón, pero no hemos entrado. Me ha atado a la verja del cementerio donde los cuatro zombis de la casa se acercan a mi relamiéndose: Dani, Adri, Irina y Sara se aproximan poco a poco a mi. Me retuerzo, pero sólo consigo que las cuerdas que me atan de pies y manos se tensen más y las extremidades me duelan al estirarse.

Veo caer babas de las bocas de los zombis, y veo al inquisidor junto a ellos, sonriendo.

Veo que los últimos que hacen cola para entrar en la casa han abandonado la fila y se acercan, curiosos, a ver el “espectáculo” de calle que ha parecido empezar en el cementerio del Caserón, pero que ni mucho menos es tal.

A medida que los zombis se aproximan a mí, gimoteando lastimeros y a paso lento, yo muevo la cabeza compulsivamente a un lado y a otro, aunque sé que será inútil.

-¡Socorro!¡Por favor!¡Lloro!¡Ayuda!-

Pero la gente no hace nada. Se queda mirando a ver qué pasa. Se apartan dejando pasar a los cuatro zombis que llegan hasta mí y me estudian como pensando de qué parte de mí darán cuenta cada uno.

Dani va unos pasos por delante de los demás y me mira de arriba abajo mientras se relame. Mira a Adri sin dejar de gemir quejumbroso y le señala mi estómago con un quejido y luego me dice bajito:

-Hay que mantener una imagen...Los zombis no hablan.-Rie y vuelve a soltar un quejido mientras da un mordisco a mi frente.

Ahora noto el desgarrón que me ha dado Adri en pleno estómago y siento cómo hurga con sus manos dentro para llevarse a la boca trozos de entrañas con extrema avidez.

-¡¡Ahhhhhhh!!-Chillo con los ojos fuera de las órbitas mientras veo que Dani ahora está dando buena cuenta de mi brazo y que Irina y Sara se han acercado y atacan con fiereza mi pierna derecha.

No puedo más. Vuelvo a llorar y chillo de rabia de nuevo. Intento calmarme, pero la histeria me devora mientras los cuatro zombies se alimentan ferozmente de mi.

Por un segundo...veo que Adri alza la cabeza y me mira sonriendo: sus labios están empapados de mi sangre. Sonríe y en su boca veo restos de mi carne. Echo una bocanada de sangre por la boca que va a parar a la cabeza de Adri, que ha vuelto a inclinarse para seguir con el rancho.

Cuando se da cuenta de que sobre él ha caído sangre, vuelve a levantarse, se limpia como si nada y se lleva la mano a la boca.

-Gracias, Cris.-Me dice.

Resoplo y aúllo impotente. Los visitantes miran atontados mientras oigo un llanto infantil.
Un niño pequeño llora mientras su madre le tapa los ojos para ahorrarle la horrible visión, aterrada alejándose con él del lugar.

Me están destrozando...El dolor me taladra. Oigo sorbetones. Oigo y siento la carne desprenderse de los huesos. Y sé que de nuevo cada vez va quedando menos de mí de dónde tirar.

En ese momento, alguien pega un grito que me hace estremecer, y me da un rayito de esperanza.

-¡Eh!¡A ver si bajamos el nivel un poco!-Oigo una voz masculina acercarse.

Inmediatamente, los zombis paran de comer y se giran. El recién llegado da un respingo y vomita al ver el “espectáculo”.

-¡Joder!-Dice.-¡No me extraña que la gente se queje!-

-Por favor...Ayúdame.-Suplico yo con la voz rota.

El recién llegado, que luce uniforme del Parque me ignora y se pone a hablar con los cuatro zombis que se han acercado a él y con Tar, que también se ha arrimado a ver qué pasa.

-¿Dónde está el “speach”?-Pregunta el tipo intentando reponerse, a lo que Tar señala con la cabeza las colas, haciendo ver que el Enterrador está cumpliendo con su deber.

-Pues decidle que venga.- Dice.

Tar se retira un momento y vuelve con el Enterrador. El trabajador del Parque le dice:

-Deberíais bajar un poquito el nivel de gore. La gente se está quejando de lo duro que es el realismo del espectáculo...-

El Enterrador clava sus ojos en el hombre y le dice muy serio:

-Yo sólo hago mi trabajo.-

-Ya sé que tú haces tu trabajo, pero ¿Ves eso?-Dice señalando los vómitos en el suelo.- Gracias a eso los de limpieza hoy se quedarán hasta más tarde, por no hablar de que la gente se queja... Háblalo con el responsable y bajad el nivel Si no, al final va a haber aquí más record de vómitos que en “La Máquina”...-Dice riendo mientras se va.

-¡Ayúdame, por favor!-Grito desesperada. Él se da la vuelta y me levanta el pulgar en señal de que estoy actuando genial, y yo resoplo mientras intento desatarme, de nuevo en vano.

Poco tarda en llegar el inquisidor y desatarme para llevarme dentro de la casa, y no tardo en oir los comentarios de los visitantes alabando el maquillaje, las prótesis y todo lo que hace que mi lamentable estado parezca real, supuestamente.

En el camino al Caserón, los zombis se dedican a pellizcarme la carne de los brazos, arrancándome trocitos, y vuelvo a escuchar los sonidos de satisfacción de los zombis, alabando el sabor de mi carne.

-Por favor, parad...-Suplico yo, cayendo de rodillas justo tras entrar a la biblioteca.

-Creo que lo que le hace falta a Cristina es alguien conocido...Alguien que la cuide, que la proteja-Tar pone énfasis en ésta última palabra y enseguida sé de quién me está hablando.

-Selman tiene ganas de verte, Cris...Hace bastante que no sabe de ti y le tienes muy preocupado.-Dice Tar con un deje de desprecio.-Pero sería una grosería que le presentáramos a su protegida así, ¿No crees?-Me pregunta.

Oigo un chasquido de dedos y la voz del Emperador.

-Así mejor.- Dice.

Me miro, y a la luz de las velas distingo que me han vestido con un camisón de seda oscura que me llega un poco más arriba de las rodillas. Siento frío y me percato de que no tiene mangas: es de tirantes. Miro mis brazos y mis piernas. Las heridas han desaparecido. Mi piel se ha recompuesto, pero el dolor me sigue consumiendo...

Tar y el Emperador me levantan y me llevan arrastrando de los brazos hasta la cripta, seguidos de cerca por los cuatro zombis, que susurran sus intenciones de volver a hincarme el diente...

-No, por favor!¡Más no!¡No me llevéis a la cripta!-Digo recordando cómo se cebó conmigo el vampiro la última vez.

Pero no me hacen ningún caso.

Tar me suelta y abre la puerta de la cripta y me empuja dentro. Caigo de rodillas y lo último que escucho es la voz de Tar decir con una risita antes de cerrar de un portazo:


-Que os divirtáis...-

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