CAPITULO 23: TORTURA EN EL EXTERIOR
Tar me ha llevado
de nuevo al Caserón, pero no hemos entrado. Me ha atado a la verja
del cementerio donde los cuatro zombis de la casa se acercan a mi
relamiéndose: Dani, Adri, Irina y Sara se aproximan poco a poco a
mi. Me retuerzo, pero sólo consigo que las cuerdas que me atan de
pies y manos se tensen más y las extremidades me duelan al
estirarse.
Veo caer babas de
las bocas de los zombis, y veo al inquisidor junto a ellos,
sonriendo.
Veo que los últimos
que hacen cola para entrar en la casa han abandonado la fila y se
acercan, curiosos, a ver el “espectáculo” de calle que ha
parecido empezar en el cementerio del Caserón, pero que ni mucho
menos es tal.
A medida que los
zombis se aproximan a mí, gimoteando lastimeros y a paso lento, yo
muevo la cabeza compulsivamente a un lado y a otro, aunque sé que
será inútil.
-¡Socorro!¡Por
favor!¡Lloro!¡Ayuda!-
Pero la gente no
hace nada. Se queda mirando a ver qué pasa. Se apartan dejando pasar
a los cuatro zombis que llegan hasta mí y me estudian como pensando
de qué parte de mí darán cuenta cada uno.
Dani va unos pasos
por delante de los demás y me mira de arriba abajo mientras se
relame. Mira a Adri sin dejar de gemir quejumbroso y le señala mi
estómago con un quejido y luego me dice bajito:
-Hay que mantener
una imagen...Los zombis no hablan.-Rie y vuelve a soltar un quejido
mientras da un mordisco a mi frente.
Ahora noto el
desgarrón que me ha dado Adri en pleno estómago y siento cómo
hurga con sus manos dentro para llevarse a la boca trozos de entrañas
con extrema avidez.
-¡¡Ahhhhhhh!!-Chillo
con los ojos fuera de las órbitas mientras veo que Dani ahora está
dando buena cuenta de mi brazo y que Irina y Sara se han acercado y
atacan con fiereza mi pierna derecha.
No puedo más.
Vuelvo a llorar y chillo de rabia de nuevo. Intento calmarme, pero la
histeria me devora mientras los cuatro zombies se alimentan
ferozmente de mi.
Por un
segundo...veo que Adri alza la cabeza y me mira sonriendo: sus labios
están empapados de mi sangre. Sonríe y en su boca veo restos de mi
carne. Echo una bocanada de sangre por la boca que va a parar a la
cabeza de Adri, que ha vuelto a inclinarse para seguir con el rancho.
Cuando se da cuenta
de que sobre él ha caído sangre, vuelve a levantarse, se limpia
como si nada y se lleva la mano a la boca.
-Gracias, Cris.-Me
dice.
Resoplo y aúllo
impotente. Los visitantes miran atontados mientras oigo un llanto
infantil.
Un niño pequeño
llora mientras su madre le tapa los ojos para ahorrarle la horrible
visión, aterrada alejándose con él del lugar.
Me están
destrozando...El dolor me taladra. Oigo sorbetones. Oigo y siento la
carne desprenderse de los huesos. Y sé que de nuevo cada vez va
quedando menos de mí de dónde tirar.
En ese momento,
alguien pega un grito que me hace estremecer, y me da un rayito de
esperanza.
-¡Eh!¡A ver si
bajamos el nivel un poco!-Oigo una voz masculina acercarse.
Inmediatamente, los
zombis paran de comer y se giran. El recién llegado da un respingo y
vomita al ver el “espectáculo”.
-¡Joder!-Dice.-¡No
me extraña que la gente se queje!-
-Por
favor...Ayúdame.-Suplico yo con la voz rota.
El recién llegado,
que luce uniforme del Parque me ignora y se pone a hablar con los
cuatro zombis que se han acercado a él y con Tar, que también se ha
arrimado a ver qué pasa.
-¿Dónde está el
“speach”?-Pregunta el tipo intentando reponerse, a lo que Tar
señala con la cabeza las colas, haciendo ver que el Enterrador está
cumpliendo con su deber.
-Pues decidle que
venga.- Dice.
Tar se retira un
momento y vuelve con el Enterrador. El trabajador del Parque le dice:
-Deberíais bajar
un poquito el nivel de gore. La gente se está quejando de lo duro
que es el realismo del espectáculo...-
El Enterrador clava
sus ojos en el hombre y le dice muy serio:
-Yo sólo hago mi
trabajo.-
-Ya sé que tú
haces tu trabajo, pero ¿Ves eso?-Dice señalando los vómitos en el
suelo.- Gracias a eso los de limpieza hoy se quedarán hasta más
tarde, por no hablar de que la gente se queja... Háblalo con el
responsable y bajad el nivel Si no, al final va a haber aquí más
record de vómitos que en “La Máquina”...-Dice riendo mientras
se va.
-¡Ayúdame, por
favor!-Grito desesperada. Él se da la vuelta y me levanta el pulgar
en señal de que estoy actuando genial, y yo resoplo mientras intento
desatarme, de nuevo en vano.
Poco tarda en
llegar el inquisidor y desatarme para llevarme dentro de la casa, y
no tardo en oir los comentarios de los visitantes alabando el
maquillaje, las prótesis y todo lo que hace que mi lamentable estado
parezca real, supuestamente.
En el camino al
Caserón, los zombis se dedican a pellizcarme la carne de los brazos,
arrancándome trocitos, y vuelvo a escuchar los sonidos de
satisfacción de los zombis, alabando el sabor de mi carne.
-Por favor,
parad...-Suplico yo, cayendo de rodillas justo tras entrar a la
biblioteca.
-Creo que lo que le
hace falta a Cristina es alguien conocido...Alguien que la cuide, que
la proteja-Tar pone énfasis en ésta última palabra y enseguida sé
de quién me está hablando.
-Selman tiene ganas
de verte, Cris...Hace bastante que no sabe de ti y le tienes muy
preocupado.-Dice Tar con un deje de desprecio.-Pero sería una
grosería que le presentáramos a su protegida así, ¿No crees?-Me
pregunta.
Oigo un chasquido
de dedos y la voz del Emperador.
-Así mejor.- Dice.
Me miro, y a la luz
de las velas distingo que me han vestido con un camisón de seda
oscura que me llega un poco más arriba de las rodillas. Siento frío
y me percato de que no tiene mangas: es de tirantes. Miro mis brazos y
mis piernas. Las heridas han desaparecido. Mi piel se ha recompuesto,
pero el dolor me sigue consumiendo...
Tar y el Emperador
me levantan y me llevan arrastrando de los brazos hasta la cripta,
seguidos de cerca por los cuatro zombis, que susurran sus intenciones
de volver a hincarme el diente...
-No, por favor!¡Más
no!¡No me llevéis a la cripta!-Digo recordando cómo se cebó
conmigo el vampiro la última vez.
Pero no me hacen
ningún caso.
Tar me suelta y
abre la puerta de la cripta y me empuja dentro. Caigo de rodillas y
lo último que escucho es la voz de Tar decir con una risita antes de
cerrar de un portazo:
-Que os
divirtáis...-
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