CAPITULO 20: BARBACOA
La motosierra
acalla mi grito mientras cierro los ojos y espero el dolor, pero
contra todo pronóstico, el motor deja de rugir. ¿Por qué? Ni idea.
Abro los ojos y veo al asesino blandir un cuchillo mientras se acerca
a mi y coge mi brazo. Lo aparto y él gruñe.
-Cris, no me seas
mala...-Me interrumpe la voz del inquisidor.- Déjale que se
divierta.-
-Te gusta verme
sufrir, ¿Eh, cabrón?-Pregunto yo para después gritar al sentir el
cuchillo que ha cogido Jason y con el que ahora me está cortando un
trozo de carne del brazo derecho.
-No te lo voy a
negar.-Dice Tar riéndose.- Me encanta que sufras.-
Grito mientras
siento el cuchillo de Jason recorrer ahora mi brazo izquierdo,
arrancándome otro trozo de carne. Empiezo a llorar y en poco tiempo
mi cara se empapa de lágrimas, mi voz se llena de gritos, mientras
veo al inquisidor irse a la otra punta de la habitación y empujar lo
que creo que es una barbacoa con ruedas.
-¿Hace cuanto
tiempo que no hacemos carne a la parrilla, Jason?-Le pregunta riendo.
El de la máscara
ríe y dice con voz demente:
-No lo sé, pero
hace mucho...Y yo ya tengo ganas...-Sigue riendo.
Tar deja la
barbacoa junto a la mesa, saca su Zippo y me sonríe.
-No olvides que me
llevo muy bien con el fuego, Cris.-Enciende el mechero y me lo acerca
mientras yo aúllo sintiendo cómo Jason sigue arrancándome trozos
de diversas partes de mi brazo, para luego pasar a mis piernas, a mi
estómago....
Grito y lloro
mientras veo cómo Tar prende una antorcha con la que enciende la
barbacoa, sobre la que pone una parrilla donde Jason deposita los
trozos de carne que me ha arrancado, y puedo comenzar a oler el humo
que empieza a salir, cocinando poco a poco mi piel.
El enmascarado
acciona su motosierra y la va acercando a mí, poco a poco.
-¡No!-Chillo
mientras ruedo de la mesa al suelo chocándome con la barbacoa y casi
tirándola. No veo si llega a caerse o no, porque caigo de boca al
suelo. Noto el sabor de mi sangre, y el dolor de mis heridas, y el
del golpe en la cabeza.
Intento levantarme,
pero Jason me pisa la mano. Chillo enrabietada mientras intento mover
los dedos y zafarme del pie del enmascarado, pero sólo consigo
hacerme más daño.
El olor es
insoportable. Olor a carne humana quemada. Doy una arcada y vomito.
Jason se aparta asqueado y consigo mover la mano, aunque dolorida.
Repto como puedo
por el suelo, por encima de mi vómito incluso, hasta que una figura
se detiene frente a mí.
Desde esa posición
sólo acierto a ver sus zapatos oscuros y la parte baja de sus
pantalones y su capa colgando detrás.
Alzo la cabeza y
veo al Emperador, que me mira sonriendo.
-Creo que vamos a
tener que hacer algo contigo ya. Si no, no nos vas a durar hasta el
final.-Ríe.-No quiero tener que decir ésto, pero vamos a tener que
curarte.-
Ilusa de mi,
sonrío.
-¿En...en
serio?-Digo esperanzada mirándole.
Baja su mano hasta
mi boca sangrante, me la limpia y se lame la sangre de los dedos.
-Sí.- Me dice muy
serio.- Te vamos a curar, pequeña.
Sonrío, y estoy
segura de que si ahora mismo no estuviera tirada ya en el suelo, me
arrodillaría ante el Emperador en señal de agradecimiento.
Le veo inclinarse y
bajar hasta mi, poniendo su mano sobre mi frente,y dice:
-¡Corpus
sanare! (“que el cuerpo cure!”)
Observo atónita
como se vuelve a reconstruir mi piel, quedando libre de heridas: los
trozos de carne que me ha arrancado Jason han vuelto a aparecer, sin
embargo, creo que aún permanecen mis cicatrices en la cara y la
cuchillada del ojo. Es raro, porque el dolor me sigue comiendo por
dentro.
No lo entiendo.
-No pensarías que
te íbamos a recomponer del todo, ¿Verdad?-Ríe el Emperador, junto
al que han llegado Tar y Jason, que me levantan del suelo y me ponen
de frente al Emperador, que chasquea los dedos, haciéndome vestir
una túnica blanca que aparece sobre mí de repente.
-Uniforme oficial
de hereje inquisitorial.-Dice el Emperador.
-Me gusta.-Sonríe
Tar.-Pero aún falta algo. Así no se ve que sufra mucho...-
El Emperador lleva
su mano a mi cuello, me lo aprieta suavemente, y siento el dolor de
púas clavándose en él.
Cuando el Emperador
aparta su mano, el dolor sigue ahí.
-¿Te gusta tu
collar?-Me pregunta el Emperador sonriendo.
Por toda respuesta
gimo dolorida.
-Un collar provisto
de pinchos, como ves. Es comos los collares de heavy de ahora, pero
al revés.-Ríe.- Típico de mis tiempos de inquisidor. Un artilugio
muy básico. Los tengo peores, pero de momento bastará.-Dice.
-¿Bastará para
qué?- Pregunto llorando.
-Ven, vamos a dar
un paseíto.-Dice Tar llevándome casi a rastras del brazo fuera del
Caserón....
No hay comentarios:
Publicar un comentario