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lunes, 30 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 27

CAPITULO 27: DUELO A MUERTE

((Gracias a Álvaro, la inspiración de Tar el inquisidor, por describirme la lucha. Sin su ayuda, la escena de la pelea no habría sido posible ^^))


-Per… pero… - Exclamo sorprendida al ver al inquisidor ante nosotros.


-Ninguno os lo esperabais – Dice Tar encogiéndome de hombros – Sabía que este chupasangre aprovecharía mi ausencia para faltarme al respeto debido al odio que me tiene, y no quería perdérmelo. Por lo tanto aproveché que ambos no me mirabais para fingir que salía de la bóveda con un portazo al cerrar la puerta, y ocultarme en la sombra. Deberíais aprender a observara vuestro alrededor.

Los ojos amarillos del inquisidor brillan maliciosos mientras mira a Sel.

-Así que Sel quiere matarme ¿Eh? –Exclama Tar, burlón – Como el perro que quiere morder la mano de su amo. Pues bien – dice extendiendo los brazos – aquí me tienes. Vamos.

Veo a Sel desplazarse lateralmente alrededor de la mesa hasta apartarse de ella, quedando frente al inquisidor. No deja de mirarle, pero no se decide a atacar.
Permanece quieto y en tensión.

-¿Qué pasa, Colmillitos? ¿No me destrozas? – desafía Tar con burla y desdén - ¿Todo era palabrería? ¿Pero ladrador poco mordedor?


Sel aprieta los puños, rabioso, pero no ataca
-¡Vamos! – Brama Tar - ¡ Ven aquí a destrozarme, si es que no se te ha ido toda la fuerza por la boca, maldito bocazas! ¡Cobarde!-

Veo a Tar coger una antorcha prendida de la pared y con un rápido movimiento la lanza contra la cara de Sel, que aúlla de dolor y se lleva las manos al rostro mientras Tar se abalanza sobre él y le propina un puñetazo en la cara, haciéndole retroceder, para volverle a dar de puñetazos en la cara que le hacen retroceder más todavía. Tar acaba por darle una patada en el pecho, con la que Sel sale despedido y cae junto a una mesa donde hay instrumentos de tortura.

¿Tan rápido hemos acabado? – Exclama Tar riendo –No he tenido ni para empezar -

Sel se incorpora con los ojos brillantes de ira, grita de odio y tomando una estaca de acero que hay en la mesa, la lanza contra el inquisidor, que no puede esquivarla debido a la velocidad del ataque y la estaca se clava en su cuello Tar retrocede como puede, mira a Selman y cae al suelo.

Sel se queda unos instantes quieto, mirando el cuerpo del inquisidor. Luego comienza dar gritos de alegría.

Observo la escena en silencio, tratando de asimilar lo que ha pasado. Todo ha sido muy rápido.

De pronto algo se alza entre los gritos de Sel, como una carcajada. Sel deja de gritar, alerta ante ese nuevo sonido. En verdad es una carcajada, pero… proviene del cuerpo de Tar, que, para mi sorpresa, se levanta, arranca la estaca de su cuello y la tira al suelo . Contengo una exclamación de sorpresa al ver cómo la herida de su cuello cicatriza rápidamente.


-¿En serio te creías que iba a ser tan fácil? – Ríe Tar – Eres patético, Selman.

El vampiro gruñe de rabia y coge otra estaca de la mesa, mucho más larga y puntiaguda que la otra. Otra estaca, pero esta es mucho más larga y puntiaguda que la otra. Tomándola como si fuera una espada, se prepara para el combate. Tar le hace un gesto para que se acerque

Sel ataca con furia, abalanzándose contra el inquisidor. Cuando ya está a punto de alcanzarle, Tar se aparta y mete la mano en el bolsillo de su túnica. Sel se detiene y se vuelve hacía donde el inquisidor se ha apartado. Entonces, Tar arroja al rostro quemado de Sel un pequeño saquito que había sacado del bolsillo. El vampiro brama de dolor y se lleva la mano libre al rostro, pues no quiere soltar su arma.

- ¡Sal no! – Grita de dolor.

Aprovechando la situación el inquisidor le propina otra patada en el pecho.

-¡Y vuelta al suelo! – Se mofa Tar. Mientras Sel lucha por incorporarse y quitarse la sal de la cara, Tar se acerca a un armario que hay en un extremo de la bóveda y veo que extrae de él una gran espada bellamente labrada… pero oscura y de temible aspecto.

Sel se arrastra hasta un barril de agua que hay junto a la pared de la bóveda y una vez incorporado mete la cabeza en el. Libre del dolor se dispone a atacar, pero se detiene al ver la espada.

-Tampoco esperabas esto – Dice haciendo girar la espada – Esta es mi vieja espada: Maleval. Ha probado la sangre de muchas víctimas… y hoy se deleitará con la tuya, Colmillitos.

Tomando su arma con ambas manos Sel se abalanza contra Tar. Los metales chocan entre si y liberan chispas. Alzo la cabeza veo cómo Sel ataca con rabia y rapidez. Sus movimientos son rápidos, amplios y circulares. La estaca parece una prolongación de su cuerpo. Tar en cambio, parece más torpe, y sus movimientos son sobre todo verticales, pero logra bloquear los golpes de Selman con gran destreza.

Con un veloz movimiento, Sel consigue penetrar la guardia de Tar lo suficiente como para herirle en el antebrazo. El inquisidor gruñe y retrocede, lo que aprovecha Sel para saltar por encima de él y herirle con su arma por la espalda incluso antes de aterrizar en el suelo. Mientras Sel aterriza y se vuelve a poner en guardia las heridas de Tar cicatrizan y la sangre desaparece. El inquisidor se vuelve despacio hacía él.


-Sabes lo que haces, lo admito. Excelente manejo – Dice Tar con sinceridad. Alza su arma y apunta con ella a Sel mientras le indica que se acerque – Pongámonos serios.

Sel vuelve a atacarle. Desea matar a Tar sin demora, con crueldad. Lo veo en sus ojos Y esa idea está tan clara en su mente que casi no se da cuenta de que el inquisidor para todas sus estocadas sin apenas desplazar los pies. Sólo cuando sus fuerzas empiezan a flaquear, Sel se da cuenta de que le ha engañado. El vampiro intenta retroceder al ver la futilidad de su ataque, pero antes de que logre apartarse del todo la hoja de la espada de Tar se sitúa debajo de la suya y la levanta inofensiva hacía arriba, desviándola. Otro rápido moviendo y lanza una devastadora estocada hacía delante; sólo un giro desesperado a un lado convierte lo que podía haber sido un sangrante agujero en el pecho de Sel en un corte en su hombro. Sel retrocede y Tar vuelve a alzar su arma. En suss ojos se ve confianza y maldad, sed de sangre; en los de Sel odio y venganza.

-Voy a acabar contigo Inquisidor – Dice con rabia – Pagarás por todo lo que me has hecho. Voy a matarte, y lo haré con gran placer.

-Quizá te resulto menos placentero y más costoso de lo que crees – Replica Tar volviendo a coger su espada, dando un paso adelante y atacando a Sel, de modo que casi le arranca el arma.

Selman gira sobre si mismo, recuperando el equilibrio y se lanza hacía delante, fintando en diagonal desde la izquierda para luego desviar el golpe a la derecha y atacar. La hoja podría haber atravesado la guardia de Tar, pero esquiva el ataque. Sel responde con un golpe al cuello, pero Tar se mueve a la derecha, manteniendo la hoja ante sí y completando un círculo que casi corta a Sel por la mitad. El vampiro se encoge para escapar del ataque y retrocede, bloqueando una serie de golpes rápidos y poderosos. Dando una rápida voltereta para situarse a la espalda de Tar, Sel ataca propinando varios golpes, pero su rival los desvía todos. Lanza un golpe hacía el cuello de Sel, pero él se aparta a un lado y entonces él lanza otro golpe contra las rodillas de Tar, que salta y se retuerce en el aíre, situándose detrás de Sel, que rueda hacía delante para evitar ser ensartado por la espada del inquisidor, que se clava en el lugar donde él había estado hace unos segundos. El vampiro se incorpora de un salto y alza su hoja para volver al ataque, pero Tar para el ataque y se quedan enzarzados en un bloqueo, midiendo sus fuerzas.

De pronto Tar da una rápida patada a Sel en la pierna, lo que le hace retroceder… y entonces Tar ejecuta un moviendo vertical hacía arriba, esperando acabar con el duelo de una vez. Su hoja pasa rozando a Sel, quien se ha apartado lo suficiente, pero no puede evitar que la espada del inquisidor parta por la mitad su arma. Sel se lanza a recoger el extremo seccionado de su arma y corre nuevamente al combate, portando en cada mano un extremo de la estaca.

Observo admirada como el vampiro maneja las dos armas en perfecta armonía, girándolas a su alrededor con gran precisión y velocidad. Miro también sorprendida con como la espada de Tar restalla hacía delante y hacía atrás con igual precisión, bloqueando todos los ataques y hasta contraatacando alguna vez para romper la embestida de Sel. Cargando con un extremo alzado hacía delante, Sel intenta apartar la hoja de la espada rival para que el otro extremo tenga espacio para dar el golpe de gracia, pero Tar se hace a un lado y esquiva el ataque. Entonces intercepta el extremo con el que Sel intentaba atravesarle con su espada y se lo arranca de la mano.

Ahora es Tar quien ataca, con movimientos rápidos y letales. Sel lucha tenazmente por recuperar el terreno, pero el ataque rival es incesante, obligándole a retroceder una y otra vez. Y entonces, Tar para el ataque, y, creyendo tener una nueva ventaja, Sel reacciona, rugiendo y atacando con rabia. El inquisidor se mueve repentinamente, moviendo el arma para interceptar el ataque… y el brazo de Sel a la altura del codo. Mientras el brazo sale despedido, Sel grita por el dolor y entonces Tar se abalanza sobre él… pero entonces se hace aun lado, recoge uno de los extremos de su arma y con un gran salto se abalanza sobre Tar, derribándole. Aprovechando su ventaja Sel alza el arma, dispuesto a atravesar al inquisidor, pero él alza su mano y sujeta la de Sel, parando el golpe. Entonces Sel comienza a gritar de dolor y a retorcerse:

-Duele ¿ Verdad ? – Exclama Tar – El Emperador me enseño a convertir la cólera que arde en mi interior en energía eléctrica; es como si fuera una anguila. Cuando lo deseo, puede electrocutar a aquellos que me tocan.-

Mientras Sel se retuerce, Tar se incorpora sin soltarse y le alza en vilo con el brazo con el que le mantiene agarrado. Tras unos instantes de observar como grita le arroja al fondo de la sala. Lentamente, Sel se incorpora y repara que hay una cadena colgada de la pared muy cerca de él. Tambaleándose, pero con mirada colérica, hace gestos a su oponente para que se acerque. Con un suspiro, Tar, aparta su espada y saca el Zippo.

Selman sonríe, agarra la cadena y comienza a girarla. Tar se detiene a una distancia prudencial:

-¿De verdad crees que necesito acercarme para usar mi Zippo contra ti? – Pregunta mientras apunta a Sel con mi Zippo… y de su interior sale una rugiente y enorme llamarada que envuelve al vampiro. Por encima del fragor del fuego se oyen sus gritos de dolor.

- ¡Aquí empieza a oler a chamusquina!– Ríe Tar.

Tras unos instantes que se me hacen eternos Tar apaga su Zippo. Observo con horror que Sel es ahora una masa de carne chamuscada y humeante, que emite gemidos de angustia.

-Yo construí ente Zippo – Explica Tar acariciándo el mechero con orgullo – Tiene muchas más sorpresas de las que pensáis, y además… el fuego que contiene es el fuego del Averno, mágico y maldito. Mi Señor me lo proporcionó.-Dice riendo.

Pero yo no puedo apartar mis ojos de Sel, que apenas tiene fuerza para retorcerse de dolor. No puede ni gemir apenas. Una lágrima resbala por mi mejilla. Y comprendo que a pesar de todo lo que ha hecho, si lo ha hecho no lo ha hecho porque quisiera, porque en un principio él quería ayudarme. Teníamos un vínculo y primero lord Malevus y luego el Emperador se encargaron de que Selman se sometiera al lado oscuro.

-¡Selman!-Grito.- ¡Levanta!. Y me echo a llorar, revolviéndome de rabia e impotencia...

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