CAPITULO 24: EN LA CRIPTA
Permanezco de rodillas observando la
cripta, iluminada sólo por velas.
El ataúd de Selman tiene unas pocas. Y
el que fue mi ataúd está casi repleto de ellas. Por lo demás, todo
está igual, y no puedo evitar sentir cierta melancolía al recordar
el vínculo que una vez tuve con el vampiro...
Su voz me saca de mis pensamientos.
-Cris...-Dice con voz cantarina y
burlona.
Miro a mi derecha, de donde ha
provenido la voz, pero no hay nadie. Una ráfaga de aire me golpea y
oigo la voz de Sel, ahora a mi izquierda, acompañada de una risita.
-Cris...-Repite.- ¿Dónde estoy?-Ríe.
Y vuelvo a sentir el aire ésta vez soplando hacia mi derecha.
Intento levantarme. Apenas puedo. El
dolor me carcome.
-Selman, déjate de juegos ¡Estoy
hasta las narices! ¿Entiendes?¡Hasta las narices!-Grito
consiguiéndome poner en pie a duras penas. Miro alrededor. A pesar
de haber velas hay cierta penumbra, lo que no me permite ver dónde
se esconde Sel, que me “obsequia” con una nueva risita burlona y
con su voz a mi espalda.
-Buh.- Me dice posando su helada mano
en mi hombro. Siento un escalofrío y me giro, y justo entonces,
retuerce mi brazo, me alza y usa toda su fuerza para estamparme
contra la pared, haciéndome caer después al suelo con un grito de
dolor.
Selman ríe.
-Estás en muy baja forma desde que has
vuelto a ser humana...-Dice con sorna acercándose hasta donde estoy.
Intento levantarme y saco fuerzas de
donde no tengo para apoyar manos y pies en el suelo e impulsarme
hacia arriba. Me duele el brazo que probablemente me ha roto el
vampiro.
Estoy harta de caer ante cada golpe,
harta de ser una muñeca de trapo en manos de los habitantes del
Caserón. Maldito día en que decidí entrar, malditos moradores,
¡maldito todo!.
-¡Estoy hasta las narices!-Grito
consiguiendo ponerme del todo de pie.
Selman me coge del cuello y me estampa
de nuevo contra la pared, sin soltarme en ningún momento. Su mano
aprieta con fuerza mi cuello haciendo que apenas pueda respirar, su
aliento putrefacto me golpea la nariz, y él me grita:
-¡¿Si?! ¡¿De verdad estás tan
harta?! ¡Pues ríndete!- Me dice escupiéndome con rabia.
Intento negar con la cabeza, pero la
presión de la mano de Sel me lo impide; intento articular un “no”,
pero es en vano.
Le veo sonreir maliciosamente.
-Quizás...Te vendría bien recordar
viejos tiempos...¿Quieres tumbarte un ratito en tu ataúd?- Me alza
y me estampa contra el ataúd.
Chillo al sentir las quemaduras de las
velas encendidas que hay sobre él por mi nuca, espalda y pies, para
luego rodar al suelo sin fuerza.
-¡Selman, por favor, para!-Suplico.
Las velas han caído del ataúd,
apagándose, dejando la cripta casi en total oscuridad.
Sel me tira del pelo y me obliga a
levantarme.
-¡Venga! ¡Levanta! ¿No estás tan
harta?-Dice con guasa.- ¡Pues lucha!- Dice tirándome otra vez al
suelo. Me golpeo la nariz y siento brotar la sangre. Apoyo mi brazo
izquierdo en el suelo para levantarme, pero el derecho me duele
horrores. No sé si podré moverme.
Veo la sombra de Sel aproximarse a mi
con una vela encendida. Veo que se inclina junto a mi y vuelca la
vela, haciendo que la cera que se está derritiendo se derrame sobre
mi pie desnudo. Chillo de dolor mientras él sigue subiendo por mi
pierna, haciendo que la cera continúe cayendo, quemándome.
Empiezo a patalear. Mi conciencia me
obliga a no desistir y a demostrar que quiero luchar.
No sé cómo consigo dar una patada a
la boca de Sel, haciendo que la vela caiga y se apague.
-Eso no ha estado bien, Cris.- Me dice
furioso.- Y ahora vas a ver de lo que soy capaz...
Noto la ira en su voz mientras vuelve a
levantarme y me tira contra la pared sin ningún esfuerzo. Me golpeo
la cabeza con la esquina de la tapa del ataúd y lo último que oigo
antes de caer inconsciente es la voz de Selman:
-Dulces sueños...-
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