CAPITULO 19: POSEÍDA
Acabo de salir del
quirófano de Espiral, y no necesito un espejo para saber que cada
vez va quedando menos de mí para recomponer, cada vez menos piel que
injertar. Soy una masa sanguinolenta, prácticamente. Y me pregunto
cómo aún querrán seguir con las torturas, me pregunto cómo van a
hacerlo para que, por mucho que pase no se acabe de agotar mi piel y
ya no quede más que reconstruir. Supongo que hasta que el último
morador no me toque, seguiré “viva”.
Una vez
reconstruida, me han permitido “descansar” hasta que se ha hecho
el día y el enterrador ha recibido la orden de comenzar con los
grupos de visitantes.
Ahora camino
delante del inquisidor, que me conduce casi a patadas hasta el lecho
de la poseída, donde me tira sin ninguna delicadeza.
-Regan, tu turno.-
Ordena Tar a la chica, que me mira como pensando qué podría hacer
conmigo.
Ni me molesto en
bajar de la cama. Intento refugiarme entre las sábanas, que huelen a
vómito y a sangre.
Noto que alguien
quita la sábana y veo a la poseída blandiendo un crucifijo de
madera a modo de arma.
-Hola, Cris.-Dice
con voz cantarina mientras me atiza con la cruz en la cabeza. Una,
dos, tres, cuatro y hasta cinco veces mientras ríe y yo grito,
notando como la sangre corre por mi rostro. Me llevo la mano a la
brecha que tengo en la cabeza mientras pienso de qué estará hecho
el crucifijo. Es imposible que algo de madera, por muy dura que ésta
sea duela tanto. Chillo y grito mientras Regan abre la boca, de la
que empiezan a salir bichos que corretean por la cama y suben por mi
cuerpo a toda velocidad. Intento moverme, pero una fuerza invisible
me retiene. Sólo consigo que mi cuerpo se agite, pero no consigo
bajar de la cama.
Acaban de llegar
los visitantes y me contemplan estupefactos gritando, mientras Regan
me dice:
-Muy mal, Cris. Aún
te falta más para llegar a parecer poseída del todo...- La veo
inclinarse sobre mi y besar mis labios, mientras noto como algo se
mete en mi boca. La poseída se retira y veo brotar de mi boca
varias cucarachas. Siento una arcada y vomito, poniendo perdida la
cama y parte del suelo.
-¿Ves?-Me dice
Regan.- Así está mejor.- Pero aún te sigue faltando para llegar a ser
como yo...-Dice cogiéndome de la cabeza y obligándome a girarla
hacia la derecha.
Aúllo mientras
oigo fracturarse los huesos de mi cuello.
-¡Zorra!-Digo
mirando a Regan, que me sonríe.
-¿Ves? Así mejor.
Con cada grito, una
plaga de cucarachas sale de mi boca, y vomito cada vez más seguido.
Los visitantes huyen y yo me levanto de la cama, intentando esquivar
los bichos. Mis pies van como locos hacia los visitantes, y mis
labios articulan si querer con voz gutural:
-¡Fuera de
aquí!¡Largaos!-
Me agacho y gateo
hacia ellos, que huyen despavoridos mientras yo les grito sin querer
que huyan.
Cuando se han
alejado, me desplomo en el suelo, sin saber a qué ha venido eso,
aunque algo me barrunto.
En ese momento, veo
a Regan acercarse a mi y quitar la parte de abajo del crucifijo, que
resulta ser una especie de funda que guarda el filo de una daga, la
cual no tarda en clavarme. Grito y me retuerzo mientras la veo
sonreir y oigo los gritos de otro nuevo grupo de visitantes que pasa
ante nosotras. Ella no me da tregua, la insulto, y sigo vomitando
mientras siento las cucarachas ascender a mi boca, mientras ella me
azuza más.
-¡Lo haces bien,
Cris!¡Que se note que estás poseída, vamos!-
Grito mientras ella
se ensaña apuñalándome. No puedo moverme, porque el cuello me
duele horrores, lo que empeora mi situación: tirada en el suelo a
merced de la poseída y pienso en lo que he dicho en la biblioteca:
Dos sencillas palabras: “Me rindo”. Y pienso que el Emperador se
ha burlado de mi al reconocer mi autoderrota. Sólo quería que me
rindiera para hacerme más daño. Pues ahora le voy a demostrar lo
testaruda que puedo llegar a ser. Aunque sufra y desee morir no
volverá a oir de nuevo esas dos palabras de mi boca.
Decidida hago lo
imposible por levantarme. , el cuello se me dobla y mi cabeza cae
hacia mi derecha, entonces siento el cuchillo de Regan clavarse en mi
ojo derecho, arrancándome un nuevo grito.
Hago acopio de la
poca fuerza que tengo y zarandeo a la poseída intentado alejarla de
mi mientras siento que la sangre baja de mi globo ocular a mi rostro
y más abajo. Me llevo la mano al ojo y grito, mientras veo a Tar
aproximarse y poner una mano en el hombro de Regan.
-Basta, los
visitantes ya se han ido. Déjales algo a los demás hermanos.-Oigo
que dice.
Ella asiente,se
da la vuelta y vuelve a meterse en la cama llena de bichos, donde se
arrebuja lanzándome una mirada llena de odio.
El inquisidor me
coge en brazos.
-¿Dónde me
lleváis ahora....? Pregunto yo casi sin fuerza.-
-Al lugar en el que
mi fuego tuvo el honor de quemarte en su día...-Dice con una
sonrisa.
A medida que Tar
avanza conmigo en sus brazos, oigo el rugir de una motosierra.
-¡No!¡Al matadero
de Jason no!-Chillo al recordarme colgada de un gancho, con sal en
mis heridas y sintiendo un desgarrador dolor cuando el inquisidor me
quemó.
Me deposita en la
mesa llena de vísceras mientras veo a Jason junto a mí, ahora con
la motosierra parada.
La pone en marcha,
hace que el motor ruga un par de veces y la vuelve a parar. El
inquisidor se aparta y le dice:
-Cuando quieras,
Jason. Es tuya.-
Intento moverme,
pero estoy demasiado dolorida. Cierro los ojos y lo último que veo
es a Jason estudiarme con la mirada bajo su máscara de hockey
mientras levanta la motosierra y hace rugir el motor...
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