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martes, 17 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" Capitulo 17

CAPITULO 17: SIN SALIDA


Espiral atraviesa conmigo en brazos el Caserón y abre una puerta. Nos metemos dentro y el médico me deposita en el suelo. Miro al techo. Todo blanco; las paredes de los lados, acolchadas. Es una celda del manicomio. Oigo la puerta cerrarse y me doy cuenta de que estoy sola.
Me echo a llorar mientras me acurruco como puedo, incorporándome y aovillándome en el suelo. Clavo mi mirada en él: hay varias gotas blancas de un líquido reseco, y entonces lo recuerdo: el tranquilizante de Espiral que el vampiro me hizo expulsar para que el Amo no se hiciera con el control de mi mente; recuerdo a Selman y el día que nos conocimos, en ésta misma habitación. Y recuerdo sus palabras:
Cada vez que quieras hablar conmigo, sólo di mi nombre en tu mente. Con una vez que lo hagas, bastará para que yo esté aquí”
-Selman.- Pronuncio en mi cabeza triste y sin esperanza mientras mis labios susurran el nombre a la vez.
Una suave voz dice mi nombre en mi cabeza:
-Cristina.-
No lo puedo creer. Es la voz de Selman, y la estoy escuchando en mi mente. Debe ser un sueño. Si tenemos en cuenta que él fue quien con más saña me torturó aparte de Tar...Sé que es un sueño, por eso no contesto, y la voz me vuelve a decir:
-Cris, escúchame.- Oigo que me suplica la voz de Selman.
-Sel, ¿Eres tú?-Pregunto incrédula.
-Soy yo, Cris.- Me contesta.
-Tienes que hacer algo, tienes que ayudarme...-Imploro llorando.
-Me temo que no puedo hacer nada, cielo.-Dice con voz fría, voz que poco a poco va sonando más profunda, oscura, grave, y gutural hasta transformarse en la carcajada del Emperador, que se burla diciendo:
-Qué fácil de engañar eres, Cristinita...-
Grito de rabia, me doy la vuelta y tanto como mi dolor me permite, pego puñetazos a la pared acolchada de la celda. No aguanto mucho, el dolor me consume y me echo a llorar. Oigo abrirse la puerta, alzo la vista y veo entrar a Espiral, que lleva del brazo a Blood.
-Mira quien ha venido a verte, Cris.-Dice el doctor sonriendo.
-¡Pequeña Cris!-Dice Blood echándose a mis brazos.- Me alegro un montón de verte.
Agradezco ese abrazo más que nada. Parece un rayo luminoso de amabilidad entre tanto oscuro desprecio. Sin embargo...
Siento una punzada clavarse en mi espalda, de mis ojos brotan lágrimas mientras oigo cerrarse la puerta y Blood ríe, quedándose sola conmigo. Noto cómo saca su cuchillo de mi espalda, se lame los labios y, sonriendo, lame el filo del arma en el que hay restos de mi sangre.
-Blood...Por favor...-Suplico entre llantos.-...Ayúdame...-
Ella ríe.
-¿No quieres jugar conmigo?-Dice enseñándome su peluche, que ahora lleva cosida una navaja a uno de sus brazos.- Mi osito quiere jugar contigo...-Me dice mientras me acerca el oso a la cara.
La rehuyo pero se abalanza sobre mi, coge el bracito del peluche y comienza a hacerme cortes en la cara con la cuchilla cosida.
Grito mientras intento zafarme de Blood, que intenta lamerme los cortes que me va haciendo en la cara, y entonces oigo gritos a lo lejos, ella sonríe y me arrastra del brazo por la celda, abre la puerta y corre conmigo a rastras hasta otra celda, donde espera a los visitantes.
-Ya vienen, Cris...-Sonríe histérica mientras esperamos a que llegue el grupo. Ni siquiera sé cuanto rato estamos esperando, pero en un determinado momento siento que mi brazo se va a desencajar: Blood me tira con fuerza de él mientras les grita a los visitantes mostrandoles su cuchillo, que no duda en clavarme después de volverme a tirar del brazo para hacer que me levante.
Apenas tengo fuerza. Oigo los gritos de los visitantes asustados.
-Ayudadme, por favor...-Susurro desesperanzada.
Entre los visitantes veo a una niña pequeña con un peluche en sus manos que se ha parado frente a nosotras, abrazada con fuerza al osito, y luego miro a Blood, que se ha quedado absorta mirando el peluche de la niña; noto incluso que ha disminuido la presión de su mano sobre mi brazo. Entonces, aprovecho y me suelto de su brazo, corro como puedo por el pasillo del manicomio, atravieso la habitación de la poseída lo más rápido que me permite mi maltrecho cuerpo; paso por la abadía rezando porque no me pillen ni Tar ni el monje de Arrepentidos; dejo atrás a Irina, Adri y Dani, los zombis, en sus nichos, que gritan mi nombre alertando al resto de moradores; llego al circo y veo a Ymir en la vitrina. Ni me detengo a ver si sale a intentar atraparme. Sigo corriendo como puedo, apoyándome en la pared. Me duele todo. Mi cara sangra a borbotones y la puñalada de Blood en mi espalda me duele horrores.
Atravieso la cortina y entonces, la veo: La biblioteca.
No puedo reprimir una sonrisa. No paro a ver si hay alguien y saco fuerzas de flaqueza para correr hasta la puerta. Intento abrirla, pero no cede.
No. Mierda.”. Pienso.
Y empiezo a gritar desesperadamente mientras golpeo la puerta con los puños tan fuerte como mi dolor me permite. Puede que tenga el cuerpo lastimado, pero no la voz.
-¡Socorro!¡Estoy aquí!-Grito dando manotazos a la puerta.
Pero nadie del exterior viene en mi ayuda.
Caigo al suelo llorando mientras una sombra se cierne sobre mí. Alzo la vista y veo al Emperador.
-Tú que has decidido entrar aquí a perturbar nuestro descanso...Prepárate, porque ahí dentro te esperan las criaturas más infernales que te puedas imaginar....-Ríe y me mira.- Te arrepientes de haber entrado aquel día, ¿Eh?-Me pregunta burlón.- Yo no me arrepiento de haberle ordenado al Amo que te reclutara, porque sé que tienes madera de moradora, pero tendremos que pulirte.-Me dice acariciándome la mejilla y sonriendo.
Me aparto y me arrincono contra la puerta, acurrucándome.
Él se ríe y me coge del brazo.
-Creo que voy a tener que darte una buena lección, a ver si así aprendes de una vez que estás sola, que sólo nos tienes a nosotros, Cristina. Que desde el momento en que decidiste entrar nos perteneces. Y nadie puede hacer nada por ayudarte.- Sonríe y me arrastra con él a lo alto de la escalera de la biblioteca, y entonces, suenan los tres golpes en la puerta...

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