CAPITULO 17: SIN SALIDA
Espiral atraviesa
conmigo en brazos el Caserón y abre una puerta. Nos metemos dentro y
el médico me deposita en el suelo. Miro al techo. Todo blanco; las
paredes de los lados, acolchadas. Es una celda del manicomio. Oigo la
puerta cerrarse y me doy cuenta de que estoy sola.
Me echo a llorar
mientras me acurruco como puedo, incorporándome y aovillándome en
el suelo. Clavo mi mirada en él: hay varias gotas blancas de un
líquido reseco, y entonces lo recuerdo: el tranquilizante de Espiral que el vampiro me hizo expulsar para que el Amo no se hiciera con el control de mi mente; recuerdo a Selman y el día
que nos conocimos, en ésta misma habitación. Y recuerdo sus
palabras:
“Cada
vez que quieras hablar conmigo, sólo di mi nombre en tu mente. Con
una vez que lo hagas, bastará para que yo esté aquí”
-Selman.-
Pronuncio en mi cabeza triste y sin esperanza mientras mis labios
susurran el nombre a la vez.
Una
suave voz dice mi nombre en mi cabeza:
-Cristina.-
No
lo puedo creer. Es la voz de Selman, y la estoy escuchando en mi
mente. Debe ser un sueño. Si tenemos en cuenta que él fue quien con
más saña me torturó aparte de Tar...Sé que es un sueño, por eso
no contesto, y la voz me vuelve a decir:
-Cris,
escúchame.- Oigo que me suplica la voz de Selman.
-Sel,
¿Eres tú?-Pregunto incrédula.
-Soy
yo, Cris.- Me contesta.
-Tienes
que hacer algo, tienes que ayudarme...-Imploro llorando.
-Me
temo que no puedo hacer nada, cielo.-Dice con voz fría, voz que poco
a poco va sonando más profunda, oscura, grave, y gutural hasta
transformarse en la carcajada del Emperador, que se burla diciendo:
-Qué
fácil de engañar eres, Cristinita...-
Grito
de rabia, me doy la vuelta y tanto como mi dolor me permite, pego
puñetazos a la pared acolchada de la celda. No aguanto mucho, el
dolor me consume y me echo a llorar. Oigo abrirse la puerta, alzo la
vista y veo entrar a Espiral, que lleva del brazo a Blood.
-Mira
quien ha venido a verte, Cris.-Dice el doctor sonriendo.
-¡Pequeña
Cris!-Dice Blood echándose a mis brazos.- Me alegro un montón de
verte.
Agradezco
ese abrazo más que nada. Parece un rayo luminoso de amabilidad entre
tanto oscuro desprecio. Sin embargo...
Siento
una punzada clavarse en mi espalda, de mis ojos brotan lágrimas
mientras oigo cerrarse la puerta y Blood ríe, quedándose sola
conmigo. Noto cómo saca su cuchillo de mi espalda, se lame los
labios y, sonriendo, lame el filo del arma en el que hay restos de mi
sangre.
-Blood...Por
favor...-Suplico entre llantos.-...Ayúdame...-
Ella
ríe.
-¿No
quieres jugar conmigo?-Dice enseñándome su peluche, que ahora lleva
cosida una navaja a uno de sus brazos.- Mi osito quiere jugar
contigo...-Me dice mientras me acerca el oso a la cara.
La
rehuyo pero se abalanza sobre mi, coge el bracito del peluche y
comienza a hacerme cortes en la cara con la cuchilla cosida.
Grito
mientras intento zafarme de Blood, que intenta lamerme los cortes que
me va haciendo en la cara, y entonces oigo gritos a lo lejos, ella
sonríe y me arrastra del brazo por la celda, abre la puerta y corre
conmigo a rastras hasta otra celda, donde espera a los visitantes.
-Ya
vienen, Cris...-Sonríe histérica mientras esperamos a que llegue el
grupo. Ni siquiera sé cuanto rato estamos esperando, pero en un
determinado momento siento que mi brazo se va a desencajar: Blood me
tira con fuerza de él mientras les grita a los visitantes
mostrandoles su cuchillo, que no duda en clavarme después de
volverme a tirar del brazo para hacer que me levante.
Apenas
tengo fuerza. Oigo los gritos de los visitantes asustados.
-Ayudadme,
por favor...-Susurro desesperanzada.
Entre
los visitantes veo a una niña pequeña con un peluche en sus manos
que se ha parado frente a nosotras, abrazada con fuerza al osito, y
luego miro a Blood, que se ha quedado absorta mirando el peluche de
la niña; noto incluso que ha disminuido la presión de su mano sobre
mi brazo. Entonces, aprovecho y me suelto de su brazo, corro como
puedo por el pasillo del manicomio, atravieso la habitación de la
poseída lo más rápido que me permite mi maltrecho cuerpo; paso por
la abadía rezando porque no me pillen ni Tar ni el monje de
Arrepentidos; dejo atrás a Irina, Adri y Dani, los zombis, en sus
nichos, que gritan mi nombre alertando al resto de moradores; llego
al circo y veo a Ymir en la vitrina. Ni me detengo a ver si sale a
intentar atraparme. Sigo corriendo como puedo, apoyándome en la
pared. Me duele todo. Mi cara sangra a borbotones y la puñalada de
Blood en mi espalda me duele horrores.
Atravieso
la cortina y entonces, la veo: La biblioteca.
No
puedo reprimir una sonrisa. No paro a ver si hay alguien y saco
fuerzas de flaqueza para correr hasta la puerta. Intento abrirla,
pero no cede.
“No.
Mierda.”. Pienso.
Y
empiezo a gritar desesperadamente mientras golpeo la puerta con los
puños tan fuerte como mi dolor me permite. Puede que tenga el cuerpo
lastimado, pero no la voz.
-¡Socorro!¡Estoy
aquí!-Grito dando manotazos a la puerta.
Pero
nadie del exterior viene en mi ayuda.
Caigo
al suelo llorando mientras una sombra se cierne sobre mí. Alzo la
vista y veo al Emperador.
-Tú
que has decidido entrar aquí a perturbar nuestro
descanso...Prepárate, porque ahí dentro te esperan las criaturas
más infernales que te puedas imaginar....-Ríe y me mira.- Te
arrepientes de haber entrado aquel día, ¿Eh?-Me pregunta burlón.-
Yo no me arrepiento de haberle ordenado al Amo que te reclutara,
porque sé que tienes madera de moradora, pero tendremos que
pulirte.-Me dice acariciándome la mejilla y sonriendo.
Me
aparto y me arrincono contra la puerta, acurrucándome.
Él
se ríe y me coge del brazo.
-Creo
que voy a tener que darte una buena lección, a ver si así aprendes
de una vez que estás sola, que sólo nos tienes a nosotros,
Cristina. Que desde el momento en que decidiste entrar nos
perteneces. Y nadie puede hacer nada por ayudarte.- Sonríe y me
arrastra con él a lo alto de la escalera de la biblioteca, y
entonces, suenan los tres golpes en la puerta...
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