Mi lista de blogs

domingo, 29 de septiembre de 2013

Relato: "Visita al Viejo Caserón 2: Tinieblas" capitulo 25

CAPITULO 25: EN LA BÓVEDA


Abro los ojos y veo la bóveda de Helios. No hacen falta más explicaciones para saber dónde estoy y quién me torturará esta vez. Estoy atada a la mesa de torturas, incapaz de moverme.
Alzo la cabeza para ver dónde esta Tar, pero ni rastro de él. En ese momento, suena un portazo y el inquisidor hace su aparición y se acerca a mi. Me mira con su horrible mirada amarilla. Siento un escalofrío e intento apartar mis ojos de los suyos, pero no lo hago. Conozco su pasado. Y es la última baza que tengo para salir ilesa de las garras de Tar.
Valiéndome del gran parecido que guardo con la que fue su hija, digo:

-Papá, por favor...-

El gesto de su mirada de entristece, sus ojos se vuelven castaños, desapareciendo la maldad de ellos. Me mira con dolor. Una lágrima recorre su cara mientras se acerca a mi y me acaricia la mejilla.

-Hija mía...-Dice llorando, inclinándose a besar mi frente.

-Papá, por favor, libérame. Sácame de aquí...-Suplico mirándole mientras él se aparta y veo cómo su mirada se ha vuelto a tornar amarilla; cómo una sonrisa carente de compasión se dibuja en sus labios y cómo de repente me propina una bofetada que me hace girar la cara y gritar, mientras Tar se ríe y dice:

-¿En serio pensabas que picaría, Cris? ¿En serio me creías tan imbécil?-Se ríe y suspira.- Ay, pequeña Cris, ¿Cuándo dejarás de intentar esas tretas tan patéticas? ¿No te cansas de caer en mis engaños respecto a este tema?-Ríe.- Ay, inocente...-Se burla riendo.

-¡¿Por qué lo haces?! ¡¿Cómo puedes ser tan perverso?!-Le chillo enrabietada escupiéndole una bocanada de sangre

-Porque es mi trabajo, querida.- Dice entre risas.- ¿O es que creías que ser inquisidor es repartir caramelos y hacer reir? Eso mejor se lo dejamos a Ymir. O al menos en su vida pasada, ¿No crees?-Se limpia la sangre que le he escupido con toda la normalidad del mundo y se lleva la mano a la boca para chupar los restos y continuar.- ¿Que cómo puedo ser tan perverso? El mundo me hizo así. Alguien tiene que serlo.- Dice yendo a una mesa no muy lejos de donde estoy, donde hay instrumentos de tortura.

Gruño.

-Conozco tu pasado. El Emperador me lo contó todo.-Digo.

-Entonces habrás aceptado que no soy un embustero.-Dice él. Y ríe.- Sí. Mi señor me contó como despotricabas contra mi por supuestamente haberte mentido. “Cabrón”, me llamaste, ¿No?-Ríe.-Pero ya sabes que no mentía...-

-Y no sólo he aceptado que dices la verdad, sino también lo que eso conlleva: que en tu vida anterior fuiste una buena persona, que tenías una mujer y una hija a las que adorabas, una familia...Eras un buen señor al que querían y respetaban ¡Yo lo vi!-Chillo intentando hacerle entrar en razón.

Permanece callado, con la mirada fija en la pared, como si quisiera hacer aflorar recuerdos...

-Sí. Antaño fui todo lo que mi señor te mostró, pero ya no queda nada de mi “yo” anterior. Mi pasado ya no significa nada para mí. Está muerto y enterrado.-Dice, intentando ser frío, aunque su mirada atraviesa la pared con nostalgia.

-¡Y una mierda!-Digo yo.- Es tu pasado, te pertenece. Es el pasado de tu verdadero ser, pero lo has olvidado. Y estoy segura de que aún lo añoras. Me niego a creer que el Emperador te haya hecho olvidar algo tan hermoso...Algo que era tuyo...¿Cómo has dejado que te lo arrebatara? Sin duda no lo ha hecho del todo. ¿Por qué si no guardas esos recuerdos? ¡Lucha, Tar! ¡Lucha por recordar quién fuiste!-Le digo.

Resopla y veo que sus ojos amarillos relampaguean de furia. Enciende su Zippo y me lo pasa por el estómago. Aúllo de dolor observando cómo la tela del camisón se quema y las llamas atraviesan mi piel.

-Vamos a ver si el dolor te despeja la mente y te hace entender de una vez de qué va la historia, Cristinita...-Dice resoplando cansado. Estoy acabando con su paciencia, de eso estoy segura, y aunque por fuera me retuerzo de dolor, río dentro de mí.

El inquisidor comienza a hablar:

-Ese pasado del que hablas ya no existe porque el hombre al que le pertenecía está muerto. Murió el mismo día en que asesinaron a toda su familia, ¿Te enteras? Lo único que quedó de él fue dolor, rabia, y un despiadado deseo de venganza que aquel que le encontró se encargó de aliviar.

-Malevus...-Digo yo con la voz quebrada.

-Sí. El Amo Malevus.-Me confirma él.- No fueron pocas las vidas que segué hasta que me encontró y me libró de aquellos que me perseguían cuando mis crímenes salieron a la luz: la Inquisición, familiares de aquellos que asesine ¡Todos a por mí!...-Se ríe histérico.- ¡Mataba de pura rabia, Cris!¡Era la rabia la que me impulsaba a quitar vidas!¡No me merecía lo que me hicieron!-Grita enrabietado.-Pero matar me ayudaba a mantener el dolor a raya...-Dice.

-Hasta que lord Malevus me encontró en el bosque donde me escondía por entonces. Me dijo que el señor a quién servía quería reclutar a una persona para que ejerciera de inquisidor en un lugar que él controlaba y dada mi crueldad había pensado que yo podía desempeñar ese papel...- Dice encendiendo de nuevo el mechero y pasándomelo con toda tranquilidad por el brazo. Intento contener el chillido, pero no puedo y exploto.

-¿Ya?-Me dice Tar divertido cuando apaga el mechero y yo paro de gritar.

No contesto y sigue con su relato.

-Malevus me puso a prueba para ver si era digno de mi labor aquí: desempeñaría el papel de inquisidor durante un tiempo. Si era de su agrado, seguiría. Si no, me mataría.- Dice cogiendo un mechón de pelo y prendiéndolo con el mechero. Grito cuando la llama llega al final del pelo y toca mi piel. Tar coge otro mechón y repite la operación.

-Por supuesto, acepté para poder librarme de la muerte y de aquellos que me acechaba...Era un riesgo que estaba dispuesto a correr.-Dice.

-Cuando llegué al Caserón, el Emperador me entregó mis ropajes y el libro que encontraste en el biblioteca. Lo estudié dia y noche hasta conseguir dominar todo el saber que me ofrecía sobre la Inquisición, construí mi Zippo y empezaron las torturas a los moradores...-Sonríe.
-No me lo pusieron fácil, al ser seres malditos y alimentarse también de dolor tuve que usar bastante poder para dañarles. Todo extraido del librito de la biblioteca...Pero lo conseguí.-Sonríe.- Y al final, el Emperador se mostró ante mí, y me concedió la inmortalidad, los ropajes, el cargo de Inquisidor del Caserón así como mi nuevo nombre: Tar Sekelthôr. Pero lo más importante: me liberó del dolor que me atenazaba. Ya no mataría para calmar mi pena, sino por placer y diversión.-Proclama.- Ante esto, me postré ante el Emperador y juré servirle eternamente...-Tar ha apagado el Zippo y ahora me mira

-Yo que tú, habría preferido morir, sinceramente...-Digo.

-Sí...Eso es lo que anhelas desde hace algún tiempo, ¿No? Morir. Exhalar tu último aliento y liberarte...-Sonríe.- La muerte no te va a salvar de éste castigo, y tú lo sabes. Pero no te preocupes, pequeña Cris. Antes de lo que esperas todo habrá terminado...Porque serás uno de los nuestros.-

Me revuelvo mientras niego con la cabeza.

-¡Nunca volveré a vosotros!-Proclamo.-

-Ah, ¿no?-Pregunta él.- ¿Y todos esos pensamientos que rondan por tu mente y que el Emperador me chiva?-Dice con sorna.- Pensamientos que hablan de cansancio, de agotamiento...De abandonar y someterte de una vez por todas a la oscuridad que reina aquí...-

-¡No¡¡No lo haré!-Digo intentando parecer decidida aunque sé que el inquisidor me ha pillado y todo lo que dice es cierto.

-Tú misma, pero...¿Qué me dices de Irene, esa pobre muchacha a la que pudiste salvar y no lo hiciste por puro egoismo?-

Niego con la cabeza.

-Sí Cris. Te suplicó que no lo hicieras y lo hiciste simplemente por salvar tu pellejo...¡Egoista!-Me chilla y luego ríe.- Y son esos pequeños detalles los que te hacen aproximarte al lado oscuro, pasito a pasito, poco a poco.-Me sonríe.- Tus defensas se desmoronan, y tu voluntad se quiebra. Y lo más grave es que sabes que estoy diciendo la verdad...-Me dice.

-¡No!-Chillo yo, negando lo que me dice.

-Niégalo, di lo que quieras, pero acabarás dándonos la razón. A todos.-Sentencia.- Y ahora...Voy a hacerte chillar de verdad...-Sonrie.- Se acabó la charla, Cris...-Dice mostrándome un saquito que ha sacado del bolsillo de su túnica y cuyo contenido no tarda en derramar sobre mis heridas.

Chillo al sentir la sal penetrar en las heridas, mientras Tar dice sonriendo.

-¿Crees que ésto es lo más duro?-Sonríe y con sus manos me obliga a alzar la cabeza y a girarla a la derecha, donde hay una Dama de Hierro y un potro de tortura.

Me echo a llorar mientras él dice:

-Sí, es que hoy me apetece variar un poco el método...¡Ya verás cómo nos vamos a divertir, Cris!-Ríe.


Y yo me preparo para el nuevo suplicio...

No hay comentarios:

Publicar un comentario